«¿Dónde estoy?».
Drake se hace esa pregunta al vagar sin rumbo fijo, en un pastizal de vegetación que llega hasta las rodillas, bajo un cielo de nubarrones grises. Impaciente, murmura unas malas palabras con fastidio; el guerrero carmesí siempre ha sido una persona poco paciente, y puede llegar a ser imprudente; odia tener que esperar.
Poco a poco el campo se empieza a volver conocido. Las dudas más que ser contestadas, solo incrementan al ver un adolecente galopar sobre un caballo a lo lejos; aquel chico tiene un ojo vendado, por un pedazo de tela a modo de parche, y sus ropas desgarradas están cubiertas de sangre.
Un frio helado recorre la espalda de Drake, paralizando todo su cuerpo, al darse cuenta a los pocos segundos de que ese niño, era él hace muchos años atrás. El sonido de la hierba moviéndose a sus espaldas, pone los nervios de punta del guardián, quien traga saliva, y gira la cabeza muy lentamente, temeroso de encontrarse con algo mucho peor, pero al darse la vuelta pierde el aliento delante de esa visión de no creer.
Una joven mujer, de una edad que aparenta entre veinticinco a treinta años, de complexión delgada y estatura alta. El rostro de una inmaculada muñeca, sin ninguna imperfección; de facciones finas: una belleza sobrenatural de ojos azules como el océano. El cabello es blanco perlado, con varios mechones derramándosele sobre el rostro, sin llegar a ocultar su expresión calmada.
La vestimenta de la chica es un elegante vestido azul oscuro, abierto a los lados que deja ver sus bien torneadas piernas, dividiendo la falda en dos pliegues que se conectan dos delgadas cadenas, a modo de sujetadores. El traje lleva un escote cuyo centro tiene una red negra, la parte superior del busto voluminoso es visible. Lleva gruesos guantes negro de tela, segmentados tres divisiones, con pliegues de cinco puntas como estrellas. En el cuello posee un pequeño candado, a modo de accesorio sobre una gargantilla negra.
—Un oscuro… —pronuncia titubeante, incrédulo. Una raza que se supone que esta extinta.
Temeroso, pero a la vez fascinado, se acerca despacio. Una extraña sensación de nostalgia, presiona el pecho. Siente que la conoce, sin embargo, no puede traer una memoria en donde la identifique, pero hay algo en ella que es familiar. Si alguna vez vio un celestial oscuro, lo recordaría.
—Lo siento… —pronuncia la chica, con voz llena de pesar—, tenía que traerte a este lugar.
Drake al principio no comprende, hasta que vuelve a fijar la mirada en la huida de su versión joven, quien se pierde a la distancia entre los matorrales. La expresión de miedo, y confusión se vuelve poco a poco en la de una decaída tristeza. La angustia aprieta el corazón del guerrero, quien sabe perfectamente el momento de su vida que está presenciando.
—¿Porque me mu-muestras esto? —Drake responde en un tono de amargura, y algo entrecortado.
—Tienes que soportar el pasado…
—¿Qué quieres decir con…? —La respuesta de Drake es callada, al contemplar una niebla de intenso color rojo, aproximándose a toda velocidad.
Los ojos rojos del guardián emanan terror absoluto, regresan a él los recuerdos de ese fatídico día. El ente que es su armadura, surge de su cuerpo protegiéndolo. Drake se coloca en una posición de lucha, con el corazón hecho un nudo, sin embargo, su intento de dar un paso al frente es detenido por una voz burlesca retumbando en sus oídos, solo que esta es la misma del guardián, hablándose así mismo, sacándolo de balance:
—¿Al fin iremos tras ellos o acaso te acobardaras de nuevo, y escaparas con el rabo entre las piernas? papá ya no está con nosotros para protegernos, si no lo haces tú, lo haré yo…"
Durante la distracción, la niebla los devora vorazmente, sin dejarlo al guerrero y a la doncella ninguna oportunidad de escape. El guardián juró hace años que no iría por venganza, honrando la memoria de su padre, seguiría con su vida, sin embargo, es imposible vivir con ese remordimiento sabiendo que ellos siguen allá afuera.
Al parpadear, se da cuenta que se encuentra en un escenario completamente distinto. El ambiente es un paisaje desértico, de arenas que se levantan edificaciones ruinosas, pertenecientes a alguna civilización perdida en el tiempo, mientras que el cielo es cubierto de nubarrones salpicado de relámpagos negros.
Lo que llega a desconcertar al guerrero, es encontrar otra versión de sí mismo como es en la actualidad, allá en la lejanía, dando la espalda en una situación totalmente desconocida. Esa versión suya se encuentra hincado en el piso. La armadura tiene rastros de combates, quebraduras, y roturas en gran parte de la envergadura, como si hubiera tenido una pelea bestial. Drake se acerca lentamente al guerrero arrodillado, mientras es seguido por la chica alada.
—Para que puedas enfrentar el futuro —sentencia el ángel.
Al ver más de cerca, es testigo de una visión que produce en el guerrero, un helado escalofrío. Tirado a los pies de esa versión alterna, yace un cadáver carbonizado, el cual llega al límite de lo irreconocible, a tal grado que no se distingue su sexo. Pedazos de una armadura ennegrecida cuelgan de las extremidades del cuerpo, el cual fue partido de la cintura para bajo, y del orificio se riegan las vísceras bajo un charco de sangre negra.
Al buscar alejarse de esa horrida visión, el guerrero eleva la mirada a esa otra versión suya, y no encuentra un alivio; un dolor punzante se cierne en su pecho, un malestar no muy diferente al producido por el cadáver.
El estado de esa versión agonizante, tiene parte de la máscara quebrada, y expone la mitad de un rostro de dolencia total, en el que se derraman lagrimas a cantaros, como si hubieran arrancado una parte de sí mismo. Las roturas en la armadura, reflejan rastros de combate, y da mayor peso a la teoría de que fue una pelea, de un futuro lejano.
—Tienes que encontrarme —pronuncia el oscuro.
—¿¡Sabes que va suceder y de quien es el cuerpo!? ¡Tienes que decírmelo! —Drake se vuelve a ella, tomándola de los hombres agitándola con desespero, al borde de romper en llanto.
Ella simplemente lo aparta de una manera delicada, y niega con la cabeza con los ojos cerrados.
—Solo tengo pequeñas premoniciones de múltiples líneas de tiempo —dice el oscuro—, no tengo ni idea de que va a pasar o si esto es literal o metafórico. Trato de contactarte, y convencerte de que vayas a encontrarme. Antes de que ellos te encuentren.
—¡Entonces dime! ¡¿Quién eres?! ¿Dónde puedo encontrarte?
—Mi nombre es Anisha, y me encuentro en…
…
Los ojos del guerrero carmesí se abren de golpe, al ser su brazo zarandeado por Alicia, regresándolo a la realidad. Yace el guerrero rojo, envuelto con su gruesa armadura sin el casco, sentado en la parte trasera de un camión, en compañía de sus dos compañeros, al ser transportados a la capital de Lazarus; tras tres semanas de viaje desde la capital de Trisary. A su lado está Lance, con los brazos cruzados y la vista gacha, al dormir plácidamente.
«Se a lo que fuese… no era más que un sueño… uno de los muchos que he tenido. No pienses en eso, y haz tu maldito trabajo…», piensa Drake, al dar una profunda bocanada de aire.
Alicia tiene una expresión traviesa, esbozando una maliciosa sonrisa, eso da una mala señal al guardián. Repentinamente, la joven pone un dedo sobre los labios de Drake, deteniéndolo de medir palabra.
—Shhh... Lance está dormido… es nuestra oportunidad —susurra cautelosamente, aguantando las risas. Alicia—Lunática, yo también estaba… —Intenta replicar, pero vuelve a ser callado al ser su boca topada, con la mano enguatada de su compañera.
—¡Shhhhh! —La chica hace petición de silencio, al colocar su otro dedo a la altura de sus labios carnoso—. Cállate o te meteré un calcetín en la boca. ¿No lo entiendes? Es nuestra oportunidad para quitarle la máscara a Lance, está profundamente dormido… no se despertó cuando te estuve gritando.
Aun modorro, Drake se limpia el oído con el meñique al escucharla, desactivando el guantelete, debido que los dedos de la armadura carmesí tienen punta afilada; se queda con la mano desnuda. La propuesta de Alicia es demasiado tentadora y termina por despertarlo.
Nunca han visto la cara de Lance. A veces en la Balsa trataron de tomarlo por sorpresa, sometiéndolo entre los dos, al tratar de retirar la máscara, no obstante; Lance siempre fue más rápido que los dos juntos, o podía arreglárselas para escapar, y deja la apariencia de su rostro como un misterio.
Ambos se miran las caras, para luego dirigirse hacia Lance. El guardián rojo sede a la tentación, esbozando una sonrisa de complicidad. Los dos guardianes se fijan en su dormido compañero.
La vestimenta de Lance, consiste en una máscara que cubre toda la cara, exponiendo la parte de los ojos, que está pintada de negro, por lo que no tiene ningún rasgo facial visible. Una bufanda negra, con dos colas colgantes en la espalda, bajo la misma hay una gargantilla. En el torso lleva un ligero peto azul oscuro, de bordes platinados, a prueba de balas y un protector en la ingle color café. Posee un par de hombreras segmentadas en tres partes y unas coderas. Dos muñequeras a juego con la placa pectoral, que protegen hasta los nudillos, y unos guantes negros con los dedos expuestos.
Ajustado en la cintura carga un cinturón tatico hecho de piel, en las que guarda en sus bolsas, múltiples utensilios como armas arrojadizas, pociones y venenos. Lleva un par de botas de armadura ligera del mismo color, con rodilleras, y protectores para los muslos. Descansando al lado de Lance, tiene sus dos espadas envainadas, junto al equipaje del resto de sus compañeros.
Los dos chicos se acercan muy lentamente a su compañero; con intención de retirar la máscara; Drake estira la mano, con una gota de sudor resbalándose de la frente. En un parpadeo, Lance lo toma de la muñeca, y abre sus ojos morenos, como si nunca hubiera estado dormido.
—No intenten sorprender con un asesino, entrenado por el eclipse —dice Lance al soltar un suspiro con fastidio—, ¿acaso no les enseñé que no intenten estas cosas? pude haberlos degollado por un reflejo —pronuncia adormilado.
—¿Por qué tanto misterio con lo de tu mascara? ya llevamos un buen rato estando juntos, ¿no crees que es momento de dejarnos ver tu cara? —reclama Alice intrigada.
—Tengo mis razones, respeto los votos que hice hace muchos años… —se excusa Lance—, no mostrare mi rostro a menos que sea con mi pareja.
—Hermano… ¿puedes soltarme? —Drake habla con voz dolorosa, al ser su muñeca apresada por el firme agarre del asesino oscuro.
—Je, je, je, lo siento, hermano… —Con una carcajada burlona, Lance suelta al guerrero carmesí—, no lo vuelvas hacer o puede que la próxima vez, no logre contenerme. Tienes suerte que tu armadura tenga gargantilla.
—Lo tendré en cuenta… —dice Drake con voz adolorida, al mover la muñeca, con tal de dejar de sentirla entumecida.
—Pfff… aguafiestas
Alice bufa con aburrimiento, cruzándose de piernas al aceptar la derrota, y saca de una de las bolsas del cinturón un pequeño libro, acompañado de unos lentes para ver. Lo abre, y se pone a leer. Ella lleva su gruesa armadura color verde militar, venida del Libre pensamiento, solo que con el rostro al descubierto.
—¿Qué lees, payasita? —pregunta Drake. Trata de hacer un tema de conversación, con tal de alejar los malos pensamientos.
—Leo un poco sobre la historia de las razas de Terra. —Da un resumen rápido, sin despegar la mirada del libro—, acabo de terminar el de los dragones. Me perturbó un poco, eso de que puedan reproducirse de forma ovípara, como vivípara… pero sin duda es fascinante.
—Dragones… —un sentimiento cálido recorre el pecho del guerrero, al tener muy buenos recuerdos relacionados a esa imponente raza, la cual siente mucha admiración—. ¿En qué capitulo vas ahora? —Drake es picado por la curiosidad, y coloca los brazos atrás de la nuca.
—Estoy en el capítulo de los hombres bestia, es curioso de cómo se creó esta raza. Fueron un par de rituales y ¡boom! —simula una explosión, de forma exagerada—, también estoy aprendiendo la lengua de las tribus caminantes, y elficas.
—Sabes me gusta mucho esa historia de cómo se formaron —dice Lance, posando una mano sobre el mentón—, en las tierras salvajes, los brujos experimentaban en las tribus de cazadores, volviéndolos capaces de adoptar una forma de bestia, permitiéndoles ser más letales y eficientes en las campañas.
—Vaya locura que son esos animales —declara Drake con una sonrisa divertida.
—¡Esa etiqueta es muy racista, Drake! —Lance se sobresalta por ese comentario, volteándolo a ver—. Como a ti te molesta que te digan maldito, no hagas lo mismo entonces tú también.
—Hubo mucho mestizaje durante la conquista. —Alicia relata un pasaje resumido de sus libros, quizás para presumir el conocimiento adquirido con sus amigos—. Y es común ver a gente con partes de animales hoy en día.
—Hay algunos que consideran atractivo ver personas con partes de animales. —Lance habla en un tono juguetón, y hasta morboso, viendo a Drake con complicidad, como si quisiera decir algo sin medir palabra.
—Mmhh… cada quien sus gustos, si no me joden yo no los joderé —Drake responde un tanto nervioso, desviando la mirada un tanto apenado; después de todo, tiene cierto gusto por las inhumanas.
—Pero a veces ese ritual sale mal —Alicia dice seriamente, lo que llama la atención de los dos guardianes. La joven lleva una mirada ardiente, como si les dijera a los dos chicos que presten mucha atención—. Si llegan a perder la razón ante el instinto primitivo, la persona se convertiría en un monstruo, provocando una maldición que se puede transmitir… así se originaron las bestias demoniacas.
—No es muy diferente a algunos malditos… —murmura Drake.
—En mi ultima misión en solitario, tuve una pelea con hombre lobo en mi última misión, me llamaron para deshacerme de una criatura que merodeaba los bosques. Resultó que la bestia era el jefe del pueblo; me abuchearon después de eso. Por lo menos me pagaron… —Alice añade una fea experiencia personal, relacionada al tema—. Lloriquean para que los ayudemos, pero muchas veces no saben agradecer.
—Con que me paguen es suficiente para mí… la última misión que hice fue matar a una quimera, el pastor estaba de tras de eso… y ya te imaginaras como terminó —agrega Drake con desagrado.
—Ya que hablamos de anécdotas extrañas, en contratos por cuenta propia, hacen algún tiempo fui a Valermont cerca de los bosques de Verderol. —Lance interviene al agregar una experiencia, sobre contratos en los que no formaron equipo—. Se trataba de hacer negociaciones, con un grupo de dríadas para que dejaran pasar a unos mercaderes.
—¿Resultó que las dríadas eran las buenas, y los mercaderes unos invasores de mierda? —Drake pregunta retóricamente, con una fuerte carga cínica.
—¡No! Logré hacer el trato… pero me retuvieron como cuatro días, la única manera de que me dejaran ir, fue que matara a unas cuantas bestias demoniacas, que andaban por ahí, y por supuesto, les enseñé como nos divertimos en mi tierra… —Se acerca los dedos a la boca, aparentando que está fumando, en una sonrisa macarra—, me pagaron muy bien~ después de eso…me encantaría volver ahí alguna otra vez. —Lance contiene el aliento, enardecido.
—¿Es una broma? —pregunta Alice, en una mueca retorcida de desagrado.
—¿Qué? ¿dije algo malo? Ellas tampoco vieron mi cara, no tienen por qué ponerse celosos…
—Tuviste suerte, de salir con vida de esas tierras —agrega Drake—, de haber llegado a la parte profunda de los bosques, es casi imposible salir de ahí, y lo peor es que existen criaturas muy extrañas, algunas hasta desconocidas todavía.
—No hay de qué preocuparse. Tengo experiencia lidiando con ese lugar —responde Lance, en un aire seguro como si hablaran de algún paseo.
Al poco rato, Alice vuelve a concentrarse en su lectura. Drake mira por la ventana de la carrosa, y se detiene a ver que están cerca de la capital de Lazarus. Tras unas horas logran llegar a su destino, la ciudad de Phoenix.
Al ver el arco de la entrada, el guardián rojo traga saliva, ya que esperaba no volver nunca a este lugar, sin embargo, el destino lo ha traído devuelta. Sabe lo que podría esperarlo, aun así, es firme en su convicción de cumplir su deber.
Al adentrarse en las afueras de la capital del reino, el camión recorre el camino adoquinado, en medio de las angostas calles, y arquitectura intacta que se remonta desde tiempos antiguos, repleta de mercadillos poblados por aglomeraciones de personas a pie.
Tras un corto periodo de tiempo, el transporte de los guardianes se detiene en una estación de parada, designada como límites para los vehículos motorizados, que se dirigen a las zonas de alta estirpe de la ciudad, en las cuales no hay tráfico rodado, a excepción de la navegación por los canales que separan a las islas que conforman Phoniex, una ciudad totalmente peatonal.
El Transporte es mediante embarcaciones transbordadoras, que permiten navegar por los canales de agua venida desde el océano. Estas vías marítimas, componen un gran entramado a modo de calles que parten de los canales, por donde discurren multitud de embarcaciones, grandes y pequeñas, las más conocidas de las cuales son las llamadas góndolas.
Al ser dejados por el camión en la entrada de la ciudad; los chicos con el equipaje en mano, abordan una góndola para atravesar los canales, en medio de edificaciones hechas de bloques cocidos, de arquitectura elegante con cimientos de madera. La mayoría de las casas poseen balcones por donde la gente pueden ver, el desfile de embarcaciones navegantes en las aguas verdosas, y brillantes.
Alicia se maravilla al contemplar la ciudad, y no pierde la oportunidad de atacar en preguntas al conductor sobre las calles, sus historias, como las festividades próximas de la capital, aunque el hombre contesta las preguntas por incomodidad al ver de reojo, como Lance se retuerce en la parte trasera de la embarcación, al estar envuelto por cadenas carmesí fabricadas por Drake.
—¡Malditos, traidores! ¡Después de todo lo que hemos pasado juntos, me obligan a transbordar en el infierno! Sabía que no podía confiar en una hojalata roja, y una lunática de pelo teñido. ¡Juro por las manos del viajero, que me las van a pagar! —exclama Lance, sumamente alterado. La mano enguantada de Drake se apoya en su hombro.
—Cálmate, cabrón… —dice Drake con aburrimiento—, y yo que pensaba que me portaba como un marica, al desagradarme las motocicletas.
Lance posee fobia al océano, y prefería saltar sobre los edificios a tener que subir a una góndola. Una petición no aceptada por sus amigos, que lo terminaron obligando de mala manera, al tener en cuenta la ubicación del palacio real.
—Por favor no me sueltes… creo que me voy a caer… —Lance actúa de manera dramática—. m-me está dando… me va a dar nauseas… c-creo que pronto veré la luz… ¡el viajero me llama!
—Si quieres te retiro la máscara y acabo con tu sufrimiento… —sugiere Drake, al borde e perder la paciencia.
—¡Prefiero ahogarme en mi propio vomito entonces!
—Hija… ¿podrías decirle a tu amigo que se calme? Me está poniendo nervioso —pide el conductor.
—Permíteme —dice la chica de forma solemne, y se vuelve hacia sus compañeros, en una expresión severa, emanante de un aura abominable que deja paralizados, y en silencio a Drake y Lance—. ¡Lance podrías dejar de comportarte como un marica, y ponerte bien las malditas pelotas! o voy a tener que arrancártelas y metértelas en la boca para que guardes silencio.
—¡Si, señorita! —exclaman los dos guardianes al mismo tiempo, ante tal amenaza.
La góndola de los guardianes del lobo, llega a una zona donde los estrechos caminos se agrandan, hasta llegar a un amplio cuerpo de agua circular, navegado por veleros. En el centro de dicha zona, se halla una descomunal roca, que en la cima se alza un prominente palacio, protegido por murallas platinadas, conectadas por colosales torres que parecen tocar el cielo.
En las cercanías del gigantesco monolito, residen los muelles y cuando la góndola de los guardianes esta por tocar tierra firme, son alcanzados por un segundo navío abordado por un grupo de cuatro personas.
A diferencia de las vestimentas lugareñas, y rasgos arios del conductor de la segunda embarcación, las tres personas destacan por lo pintorescas que son sus ropas, al igual que sus rasgos físicos que los delatan como extranjeros; lo que lleva a los guardianes de la orden del lobo, a deducir que aquellos individuos, son los guardianes del clan de las águilas de acero, que se unirían a la cruzada.
El segundo grupo de cazadores de monstruos, se conforma por un hombre y dos mujeres. El primero del grupo, que está cerca de la popa del navío, es un joven de complexión muy musculosa y tonificada, con una altura de metro noventa. Es de tez morena clara, como la arena; sus ojos son color esmeralda, con rasgos de la gente de las islas caminantes, nombrados como salvajes entre los credos.
Tiene el cabello platinado enmarañado, que llega hasta la nuca; el fleco cae sobre su frente, que es atada por una banda roja, con dos pliegues colgantes en la parte de atrás de la cabeza. Una barba perilla sin bigote bien arreglada, nariz pequeña y con una mirada jovial.
Lleva uno acolchonado gambesón negro con detalles dorados, tachonado por aleaciones de escamas verde hoja, resistentes a los impactos de bala, perteneciente a alguna bestia; aquella prenda posee un faldón abierto con el interior color rojo, que deja libres las piernas, y un pantalón oscuro, ajustado por un cinturón táctico en la que cuelga un hacha de una mano enfundada, y un protector en la entrepierna.
El brazo derecho no posee manga, y lo que expone el hercúleo brazo de musculatura marcada, con un tatuaje de un sol rojo en el hombro. Lleva dos guantes negros, una hombrera dorada en el brazo izquierdo, y dos placas a juego sobre las botas de combate, color café. En la espalda carga, un carcaj abastecido de flechas color negro, ajustado por un broche dorado en el pecho con el símbolo de las águilas de acero.
El joven de cabellos platinados, esboza una sonrisa jovial en la que muestra la blanca dentadura, en la que resaltan colmillos, al alzar el brazo desmangado para saludar desde la distancia al grupo de lobos, de forma exagera con tal de llamar su atención.
Sentada en el asiento de la góndola, cerca al conductor, se halla una muchacha de caballera violeta, quien habla jovialmente el hombre que maneja la góndola, mientras que la tercera guardiana envuelta en una capucha, se encuentra sentada estoicamente, en la parte trasera de la embarcación
Una vez en tierra firme, los seis guardianes se reúnen en los muelles, con barandales conectados por cadenas, adjunto a las blancas arenas de la playa. A la mitad del mismo un faro blanco, se alza estoico. Vigilante para dar señales de preparación a los centinelas, armados con rifles, quienes patrullan sobre el baluarte que funciona como una muralla defensiva. La colosal estructura, rodea la roca en la que se alza el palacio del fénix.
El hombre del grupo de las águilas toma la iniciativa, mostrando el colgante marcado con el símbolo de la espada rota. Alicia lo imita y de esa manera, finaliza la presentación sin palabras. Ambos grupos se identifican mutuamente como guardianes.
—Hola, mi nombre es Tonatiuh Bannek… es un placer conocerlos. —Se presenta jovialmente el joven de cabellos platinados—. Espero que cuando acabemos este contrato, podamos salir todos juntos a tomar un trago. —entonando una sonora risotada, al realizar la invitación.
La chica del abrigo, sale de la cobertura de la espalda de su compañero fornido, colocándose a su lado.
—Mi nombre es María Cruz, espero que nos llevemos bien y hagamos la misión de manera eficiente y sin errores. —La joven da una reverencia, bajando su cabeza en señal de educación. Su voz es suave y armoniosa, como la brisa de la primavera.
María es todo lo contrario al otro sujeto, mide como un metro sesenta, bastante baja en comparación. Es una mujer de abundante cabello violeta oscuro, con dos trenzas largas detrás, y tras pasan el gorro del abrigo por un agujero, creado específicamente para comodidad del cabello de la joven. El flequillo cubre la mitad de la frente, en la parte derecha en el que sobre sale un largo mechón lila. En la parte izquierda de la cabeza, lleva un broche plateado en forma de varita con una gema azul de bordes grises. El cabello está arreglado, de tal manera que no deja ver las orejas a simple vista.
Sus ojos son de color violeta como su cabello. Es de tez blanquecina, portadora de una belleza que apenas parece real, al ser su rostro el vivo reflejo de la joven inocencia. Utiliza un oscuro abrigo abierto de manga corta, de detalles pura con el símbolo del clan en las puntas. Es de una figura esbelta de anchas caderas y prominente busto, en un traje ajustado con escote de color negro, adornado por varios pequeños cristales purpura distribuidos por todo el cuerpo. La camisa está blindada de forma ligera, atada con un cinturón táctico por el cual baja una falda de bordes platinados, que llega a la mitad de los muslos, en los que carga bolsas atadas con correas en sus piernas. Un par de bota a juego, con placas de armadura. Lleva unos guantes negros a prueba de golpes y cortes. Por la excéntrica vestimenta, los guardianes identifican a María como una hechicera.
—¡Oh, que linda eres! —exclama Alicia en amplia emoción, con mejillas ruborizadas, al tener sus ojos iluminados como estrellas, fijas en la joven hechicera—. mi nombre es Alicia Wilson, pero mis amigos me dicen Alice. ¿De qué color es tu tinte? Es exactamente mi tipo —dice esto en una expresión picara al guiñar un ojo, cargado de doble sentido, lo que sonroja a los demás guardianes.
—N-no me lo tiño, así me quedó por el consumo de elixires —contesta María, con los colores de su rostro encendidos, al comprender el significado oculto de los halagos de Alicia—. Lo siento… pero no estoy interesada en ese tipo de cosas —habla de forma suave y algo apenada.
—Lo siento me emocioné un poco —dice entre risas, al alzar los brazos en forma de disculpas.
—Ya vas a empezar a acosar gente, discúlpala no siempre es así con todo el mundo —dice Lance dando una reverencia.
—Descuiden, no es para tanto… —responde la hechicera en una sonrisa agradable.
—Tranquilos ¡ha, ha, ha! —interviene Tonatiuh, con una sonora carcajada, al abrazar por el hombro a la hechicera—. Ella no solo es una delicada princesa, cuando agarre confianza con ustedes no la van a… —Antes de alcanzar a completar la frase, se corta por un quejido de dolor, al recibir un pisotón por parte de María, quien aún conserva su inocente sonrisa, sin dejar de mirar a los guardianes del lobo.
—No me hagas quedar mal frente a nuestros nuevos compañeros, además… —agrega María, volviéndose al moreno, con voz autoritaria y el ceño fruncido—. ¡Párate derecho! Te saldrá joroba.
«Un tipo caminante de porte rudo con facilidad para socializar, y una chica que al principio es tímida, y educada para luego ser una fiera… estos chicos sí que son raros», Drake levanta una ceja, con una sonrisa ladina entonándose una leve risa entre dientes, y se resbala una gota de sudor por sobre la frente.
—Sheila, ven a presentarte… no seas tímida —indica María, al llamar a su compañera encapuchada, oculta en la cobertura de Tonatiuh.
—Por cierto, y ese anillo que tienes ahí. ¿es nuevo?
Pregunta Tonatiuh con su atención, puesta en la joya azulada que destaca entre todos los cristales purpura, y se encuentra entrelazada en el dedo anular de la hechicera, al tener el guante unos espacios para adherir esa clase de joyería.
—Sí, es un anillo que crea una ilusión —explica—, puedo convertirme en cualquier persona que haya visto, durante el tiempo limitado.
Mientras Tonatiuh y María conversan, Sheila se acerca a paso recto hacia los guardianes de la orden de lobo, específicamente frente a Drake. Al percatarse de las intenciones de la joven encapuchada; el guerrero carmesí se siente extrañado al tiempo que es invadido por un mal presentimiento
—Tú… eres el que llaman el guardián carmesí… Drake Wolf Réquiem ¿no es así? —pregunta la joven, alzando la cabeza de tal manera que ve al susodicho por debajo de sus ojos, en un aire de imperioso desdén.
—Con que ya eres famoso con las chicas… ¿eh? —dice Lance con burla, al dar un leve golpecito con el codo en el brazo de Drake—. Te dije que mis concejos te impulsarían.
—No empieces, por favor… de por si es duro el venir a este lugar —exclama Drake para su compañero, de forma tajante, y entonces retorna la atención en Sheila, agregando cordialmente—: si… ese soy yo; es un gusto conocerte a ti y a tus compañeros.
—He escuchado de ti… —Sheila se descubre la capucha mostrando su rostro—, mi nombre es Sheila la hija del fuego.
La piel de la chica esta fuera completamente de lo común, mejor dicho, de lo humano. Es de un color rosa salmón. El largo cabello es de un color rojo ardiente, lo sujeta en un pasador negro, formando una bola; dos mechones escarlatas cuelgan a los lados de la cabeza, y un flequillo cubre su frente. Es de ojos amarillentos son de bípedo reptil, capaces de helar la sangre. Sus orejas son largas y puntiagudas, cual elfo. Es de complexión delgada, y atlética, de una estatura de un metro sesenta, y cinco con una figura femenina de anchas caderas.
El torso es protegido por una negra placa pectoral ligera, con dos hombreras pequeñas, y una gargantilla en el cuello. Bajo de la armadura lleva un gambesón acolchonado, de color azul oscuro, con un faldón abierto por las piernas, y un cinturón de cuero. Viste unos pantalones de lana a juego. Posee botas de armadura platinada, las cuales incluyen unas rodilleras, y en las puntas de los pies poseen tres pequeñas puntas de metal, simulando garras. Tiene dos brazaletes recubiertos de escamas, albergando un codal en cada brazo, con las manos expuestas.
—Un inhumano…
Susurra Drake, claramente sorprendido. En su mente llegan varias ideas sobre la raza de la chica. Teoriza que puede ser una alterada, como Alice o una hibrida de humano con algún demonio.
—Me han dicho que eres uno de los jóvenes guardianes, con más potencial en los lobos de la noche —dice la dragona—, junto con el asesino más letal, y la pistolera de ojos azules. Quiero hacerte una pregunta.
—Ese soy yo, querida. Me llamo Lance Fudo. Es un placer —se presenta de forma solemne—, y también hago fiestas de cumpleaños, y despedidas de solteras. La de los ojos azules igual nos acompaña —habla Lance, refiriéndose a Alice.
—En realidad no soy tan rudo. —Drake se rasca la nuca, con una sonrisa de satisfacción, y trata de mostrar una actitud modesta—. Hay muchísimos más fuertes que yo.
—También que eres el hijo de Clayton Réquiem, el conocido pistolero, y compañero de Rhaizack, el dios de la guerra —agrega Sheila—: ¿verdad?
Todos los guardianes guardián silencio, con las miradas puestas en el guerrero carmesí, quien cierra los ojos en un rostro sereno en el que cala cierto pesar.
—Sí, Clayton era mi padre… y Rhaiz mi maestro —indica Drake.
—Si es todo eso es cierto, quisiera saber… —Sheila habla sin tomarle importancia lo dicho por el guardián, agregando una tajante pregunta—. ¿por qué te volviste tan débil?
—¿Disculpa?
—Si. En este último año hubo un bajón en tus misiones, llegabas casi muerto o necesitabas ayuda. —Las palabras de Sheila, llegan cargadas desdén, en una mirada fría dedicada solamente en el guerrero carmesí—. Además, no te vez tan fuerte como dicen, creía que eras un gigante. Lo único vistoso es tu armadura.
—¿Qué te da derecho a…?
Al sentirse la creciente molestia en Drake, los dos guardianes de la orden del lobo interfieren en la acalorada conversación, antes de que escale a mayores. Lance se pone en medio de ellos, y Alice toma a Drake del brazo para que recapacitara su siguiente movimiento.
María y Tonatiuh hacen lo propio con Sheila. Ambos grupos evitan un conflicto en su equipo, o por lo menos lo retrasan. Tras ese incidente, el grupo de guardianes retoman el andar al adentrarse a la muralla, en la cual son recibidos por los centinelas.
Al confirmarse sus identidades por medio de los medallones, abren los rastrillos, y son llevados por medio de un camión, sobre un camino de espiral que sube la roca. En la llegada a la cima, entran por un camino de arcos hasta llegar a la gran puerta de la fortaleza, y al abrirse vuelven a encontrase con soldados, envueltos en armaduras, todos en fila saludándolos con los rifles en mano y otorgan el paso libre, por los elegantes pasillos con alfombra roja, y dorada, y pilares que sostienen balcones en los que caminan los empleados del castillo.
Durante el traslado en el camión, Drake había activado su casco, y se ha posicionado en la parte trasera del grupo. Lance camina a su lado, y nota rápidamente la actitud decaída de su amigo:
—Sigues preocupado ¿verdad? —pregunta Lance—, igual no comprendo muy bien porque te seleccionaron para este contrato, a sabiendas de tu pasado con Lazarus. Pero ¡oye! —Abraza a su amigo por el hombro—, hubo un convenio por ambos países, así que no veo por qué preocuparse.
—Ellos saben que estoy aquí, Lance… —dice en un susurro.
Drake, aunque cubra su rostro con el yelmo; teme que lo reconozcan, y teme que haya sido enviado para ser ajusticiado por la nobleza, aunque no pueda ser posible dados los tratos entre Trisary y Lazarus.
—Esta vez las cosas serán diferentes, no volverá a repetirse lo de hace años —Lance se torna solemne al mirar fijamente a los ojos de su amigo.
—¿Por qué lo dices?
—Esta vez estamos todos aquí —afirma el guerrero oscuro, en un semblante serio y decidido—, ¿piensas contárselo a Alice?
—No lo sé… no quisiera preocuparla —dice Drake, al estar envuelto en dudas.
En la parte delantera del grupo, Alicia se percata de que es observada por los guardias, de forma despectiva.
—Creo que no debí llegar con mi armadura… —dice para sí misma.
—No creo que seas la única, por la que los Templarios ponen esas caras de repulsión. —Inesperadamente, María responde aquella afirmación de la guardiana, captando la atención de la guardiana pistolera—. Si te fijas bien, todos somos de procedencias distintas. Tonatiuh es un caminante de las islas luna, Drake es un guerrero maldito, Lance un asesino oscuro, tú vienes del Libre pensamiento… yo —se detiene un segundo, dubitativa, pero vuelve a continuar con una sonrisa triste—, soy un medio elfo.
Tal revelación deja pálida a la guardiana de ojos azules, incluso los demás miembros del grupo tienen sentimientos encontrados, debido a la naturaleza de la campaña a la que han de participar.
—María… si quieres podemos…
—No te preocupes… me siento aliviada que este con todos ustedes, estamos en el mismo barco; debemos apoyarnos mutuamente, y permanecer unidos ante cualquier adversidad —responde de forma rápida, para no profundizar en ese incomodo tema. La dama de trenzas gemelas, permanece con una pequeña sonrisa, que se nota algo forzada—. Soy profesional, y tengo la protección de la espada rota… y de nuestra querida princesa, Sheila.
—¡Nuestra princesa nos va a cuidar! —agrega Tonatiuh, al aguantar una carcajada.
—¡Les he dicho que me no llamen así! —exclama Sheila, embravecida, y con las mejillas coloradas, y entonces se vuelve a colocar la capucha.
Ante las carcajadas de los guardianes, de la orden de las águilas; la joven escarlata gruñe molestia y concentra su atención en el frente. Lleva su mano a la gargantilla de su peto, moviéndolo con tal de acomodarlo, al sentirse incomoda y pesada con esa armadura que usa por obligación. Pero Alicia en sus adentros, entiende a lo que se refiere con eso de "el mismo barco" para la mayoría de Templarios, pueden ser considerados parias y solo los usarían como carne de cañón.