Durante la madrugada de cara a un nuevo amanecer, se respira el vertiginoso aire de la venidera guerra. En los campos de verde forraje a los pies de la muralla fuera de la capital, se reúne el basto ejército Templario, con el fin de ultimar la rebelión inhumana. El guerrero carmesí reposa sentado sobre una roca, en medio de los camiones repletos de soldados y armamento siendo abordados.
Tanques de guerra son movilizados junto a los golems de tipo armadura; gigantes blindados de forma vagamente humanoide, de cinco metros de altura, armados con ametralladoras pesadas, operados por un piloto. Son considerados las armaduras supremas destruye ejército, tan colosales como mastodontes, capaz de dotar a un hombre normal el poderío de un sobrehumano.
Entre las fuerzas de la armada, destacan diez maquinarias móviles altamente acorazadas, que asemejan a torres de asedio de quince metros de altura, con torretas en la planta superior. Estas máquinas son llamadas fortalezas andantes, las cuales no se valoran por su poder de ataque, pero si por su capacidad de transporte y asalto a estructuras enemigas.
Inesperadamente, Drake capta no muy lejos a un soldado Lazariano despidiéndose de su esposa y sus dos hijos. Las lágrimas desbordan mutuamente en la familia, entre promesas llenas de pesar en las que el hombre volvería a casa de esta santa cruzada, y la mujer lo atrapa entre sus brazos, plantándose un beso en los labios de genuino amor verdadero.
En el guerrero carmesí se dibuja una tenue sonrisa, cargada de nostalgia. En el pecho se acumula un sentimiento cálido, y un anhelo surge desde el interior de su corazón. Llega en la mente del guardián, el recuerdo fugaz de una doncella de cabellos negros, poseedora de una radiante sonrisa que alguna vez iluminó sus días más oscuros, pero de inmediato la imagen de esa mujer se distorsiona en una forma sombría y retorcida, venida de profundas pesadillas produciéndose nauseas en Drake, al borde de ser invadido por un ataque de ansiedad.
—¿Drake? —pregunta Lance, al poner la mano en guantada en la hombrera del guerrero—, ya estamos listos para la ceremonia... ¿te sientes bien?
—Si... estoy... —Entre jadeos, el guardián carmesí gira la cabeza hacia su compañero. Drake se da cuenta que yace bañado en sudor, al igual que unas peligrosas lagrimas se asomaban de sus ojos. Limpiándose la cara con el antebrazo, aclara su garganta para de esa forma recuperar la calma—. Voy a estar bien, son los nervios de la próxima batalla.
—Todo saldrá bien, mi hermano... —Lance lo ayuda a ponerse de pie—, estamos juntos en esto. Vamos a salir adelante y volveremos a La doncella... no dejaremos sola a Anabel... después de todo ¿Qué otro par de idiotas la aguantarían? ¿sus golems sirvientas? Por supuesto que no.
—Lo mismo digo, hermano... ninguno va a morir —exclama Drake en una sonrisa ladina, pero un poco forzada al albergar atisbo de nerviosismo.
—Venga, que ya nos está esperando Alice —dice el guardián oscuro de brazos cruzados, y retoman la caminata entre las tropas Templarías.
Ambos guerreros se dan un fuerte apretón de manos, y entonces se encaminan hacia el encuentro con su compañera, pero por un breve instante, el guardián carmesí inclina la cabeza por encima del hombro, para dedicar una última mirada a aquella pareja. Esta vez un gesto triste se plasma en el rostro de Drake, quien desea que ese soldado ser capaz de triunfar donde él fracasó. Tras un breve tiempo de trayecto, Lance inicia la plática:
—Por cierto... tengo una pregunta muy importante que hacerte.
—¿Qué pasa?
—¿Quién te parece más linda? ¿Sheila o María? Sheila es jodidamente insoportable y estoy seguro que no ha tenido una pareja en su vida, pero María es vivaz y alegre... tengo el presentimiento que es toda una fiera en la cama.
—¡¿Por qué preguntas esa clase de cosas, en un momento como este?! —cuestiona extrañado con la ceja alzada.
—¡Venga! No me digas que no lo has pensado. Bueno... ¿crees que María se interese en un tipo como yo? —Lance habla demasiado rápido, a tal grado que podría morderse la lengua a la vez que mueve las manos en un actuar hiperactivo—. ¡Ya sabes! carismático, misterioso, jodidamente apuesto aun cuando no muestro mi cara... un poco más joven... ella tiene 24 años ¿no? por ser elfo podría tener como 500 años y no lo sabríamos, bueno eso no importa realmente, si tiene experiencia sería mejor. A las mujeres les gusta la intriga, ¡Quiero decir eso me ha funcionado! Es jodidamente linda, y a la vez sensual; ¿Cuándo verías esa clase de combinación en tu maldita vida?
—Siempre te han gustado las elfas. Si, la verdad creo que es muy bonita —responde Drake en una sonrisa ladina—, me gustan sus coletas... aunque no sé si es el tipo de chica que invitara a salir. —En los pensamientos del guerrero llega la imagen de Alice, lo que enciende sus mejillas—. Ahora que me acuerdo... ¿no tenías una relación ya con una elfa de un centenar de años?
—Es a distancia y es unión libre... me gusta el reto; si voy a atravesar el infierno, quiero probar el cielo en el trayecto.
—Si no dejan de hablar guarradas, yo misma los enviaré al infierno.
Alicia los intercepta desde la cobertura de un camión. El dúo de guardianes se sobre saltan, casi como si hubiesen visto un fantasma. La guardiana de la armadura verde tiene las manos en la cadera, con una mirada autoritaria resaltando su elegancia, y sobriedad, al no tener el casco puesto con los cabellos negros de mechones azules derramados sobre los hombros.
—¡Alicia no nos asustes así! —vocifera Drake al volver a la normalidad junto a su amigo—, vas a provocarnos un infarto.
—Ustedes dos... —Con los mofletes inflados pega un gruñido, y los jala a los dos guardianes de las orejas como una madre regañona—. ¿Ya se comunicaron con Anabel? —preguntan demandante.
—¡Auch! ¡Lo hicimos ayer en la noche! —dice Drake en una mueca adolorida.
—¡Suelta! ¡Suelta! Dice que nos quiere mucho y que mantengas nuestro culo a salvo, o ella colgara nuestros cadáveres de las pelotas en el granero —agrega Lance.
—¡Muy bien! —suelta ambos tras un suspiro, sintiéndose satisfecha.
—¿Tenías que hacer tan violenta siempre? —pregunta Drake sobándose la mejilla.
—Tengo que ocuparme de ustedes y recordarles sus deberes, que siempre terminan metiéndose en problemas... no me sorprendería que se olvidaran de llamarla.
—No lo hicimos... estas exagerando —explica Lance.
—¡Por favor! Los conozco a los dos como si los hubiera parido. —Alicia toma ambos de los hombros, dedicándoles una mirada determinada y de fuerte seriedad—. Hablé con Anabel antes de irnos... me encargó cuidar de ustedes.
—Se supone que nos cuidamos entre los tres, Alice —corrige Lance, de tal manera que sus dos compañeros se quedan callados.
En silencio los guardianes se miran entre ellos, al venir las memorias de cómo se conocieron en la academia. Tres niños rotos que lo habían perdido todo, se unieron para sanar entre ellos el dolor que los aquejaban.
—¡Muy bien, mis hermanos! volvamos con la parvada que el sol está por salir, y no jodamos la tradición —indica Lance al romper el silencio.
De esa manera los tres guardianes continúan el trayecto al caminar a la par, preparados para enfrentar el destino a sabiendas que ya no están solos, a pesar de los demonios que cada uno confronta en sus adentros.
...
Tonatiuh y María toman café de unos termos, mientras esperan sentados plácidamente sobre el césped, el uno al lado del otro cerca de la pendiente de la colina seleccionada como el punto de reunión, en donde se pude admirar el muro y todo el ejército del fénix organizándose para la hora de marchar. En los alrededores se divisan cadenas montañosas repletas de bosques, y lagos a lo lejos; todo un ambiente salido de un cuadro de ensueño.
Los dos guardianes avizoran las montañas por donde va a salir el sol, dejando que el viento mañanero del verano acaricie sus cuerpos templados por antiguas batallas. Se habían levantado desde muy temprano para ser los primeros en llegar. Desde que se conocieron, nunca se han perdido de ver un amanecer juntos.
—Nada como un buen café para quitarte lo modorro. —María se relame los labios, al degustar de la cálida bebida—, tus dotes en la cocina jamás decepcionan, Tonatiuh.
—Ya sabes lo que dicen... todo lo que hagas métele todo tu empeño —responde el hachero con buen ánimo, al esbozar una sonrisa afilada.
—¿Mejor que la cerveza? —pregunta la chica, en una mirada picara.
—No me tientes que en cualquier momento puede antojárseme un tarro de cerveza espumosa o pulque —responde Tonatiuh al borde de entonar una carcajada, y entonces da un nuevo trago de su café—, no puedo esperar las caras de esos tres, cuando prueben sus raciones, debemos tener mucha energía para el viaje.
Al lado de Tonatiuh tiene otros tres termos con café y uno con chocolate caliente. El moreno avisó a los guardianes de la casa del lobo, que prepararía algunas bebidas para disgustar antes, y después de la ceremonia, y no aceptaría un no por respuesta.
Enorme fue la sorpresa del moreno cuando Drake respondió que no gusta del café, por lo que Tonatiuh ofreció una alternativa que, con mucha vergüenza, el guerrero carmesí aceptó.
El hachero es un amante de las artes culinarias, y ofrecer sus alimentos a otros, y que estos las disfruten provocan en él una grata sensación.
—Si... estoy segura... será un viaje interesante —dice María desganada y sin dar mucha importancia, al ver de reojo el ejército Templario desde la pendiente.
—¿Sigues angustiada por lo que veremos en el Tridente? —pregunta Tonatiuh, con preocupación.
—No... no es... bueno no lo sé... es solo que... —María suspira resignada con la mano en la frente—, será difícil tener que plantarle cara a esa parte de mí que me cuesta comprender; no pienso dudar y sé que es por un bien mayor... pero son la gente de mi madre... la misma que la expulsaron y ellos... —se fija en el ejército Templario—, lo mismo con mi padre; me hace sentir un poco atrapada entre dos bandos. Me prometí a mí misma no elegir a ninguno y estoy amarrada al código, pero no puedo evitar sentirme algo confundida. Siento nauseas al ser un medio elfo y ayudar a esclavizar a otros.
—Oye, no eres la única que se siente así, no me agrada el tener que trabajar forzadamente para la inquisición Templaría en esta ocasión. Igual estoy asustado... habrá gente de mis tierras en la armada rebelde, aun cuando no fui muy apegados a ellos en su tiempo. —Coloca la mano sobre el hombro de la chica, y ambos se miran a los ojos mutuamente en rostros de comprensión—. Pero ellos tomaron su decisión y lo apostaron todo por su liberad, doblegándose a la ambición de una descarriada bruja. Aun si cualquiera de los dos bandos nos ve con asco o miedo, incluso si se atreven a llamarnos traidores... nosotros tenemos nuestra verdadera gente en Trisary, y yo te tengo a ti.
—Vaya locura que se ha transformado nuestra vida. —María esboza una sonrisa serena, al tomar la mano libre de Tonatiuh.
—Pero es nuestra vida… —Tonatiuh entre lanza los enormes dedos enguantados, en la pequeña mano de María—, igualmente estoy un poco confundido… no se nos dijo porque o quien fue el que nos escogió realmente para esta cruzada, va a ser un poco complicado el trabajar en equipo.
—Sigue las órdenes al pie de la letra y no hagas explotar nada que no autorice —espeta María al soltar una tercia risita.
—Le quitas la diversión al juego... —Tonatiuh se rasca con un dedo el pómulo de la mejilla, al dejar ir una carcajada.
De repente el moreno se fija de la presencia de los cuatro guardianes, quienes escalan la pendiente. En el camino la trinidad de lobos se topó con Sheila, quien iba sola al punto de reunión.
—¡Espero que no se hayan tomado todo el café! —Alice alza la mano, y materializa una gorda bolsa de papel—. ¡Compramos bastante pan dulce antes de salir de la capital!
—¡Pido los royos de chocolate! —interviene Drake.
—Me quedo con los rellenos de mermelada de piña —agrega Lance al fijarse expectante en Sheila y Tonatiuh—. Y el que quiera debatir lo contrario, tendremos una pequeña discusión en la que tengan consideración de mi petición, y nadie salga lastimado... en especial yo... de lo contrario... ¡Escojo a Drake como mi campeón en un duelo!
—¡No me metas en tus locuras! —exclama Drake.
Alicia se tapa la boca aguantando la risa, y María sonríe tenuemente por las ocurrencias de sus compañeros. Sheila rueda los ojos desviando la mirada, en un gesto de fastidio. El guerrero caminante pega una sonora carcajada, y se pone de pie de un salto.
—¡Estos chicos ya me están cayendo bien! —exclama Tonatiuh.
—Se comportan como unos niños... sean serios, por favor —brama Sheila con el ceño fruncido.
—Mira quien lo dice... —contesta Drake descarado con una sonrisa burlona, provocándose el ser fulminado por la mirada de la dragona.
—¡No vayan a empezar por favor! —intercede Alicia al ponerse entre los dos.
—Vaya equipo que formamos... —dice Lance a María, quien solo suspira agobiada.
Los vientos belicosos envuelven a los seis campeones, haciendo ondear los cortinajes de las indumentarias al igual que sus cabellos.
Alicia se coloca en medio de sus compañeros, y con su poder logra materializar un rifle francotirador. Aquella señal es suficiente para que cada guerrero, desenvaine o proyecte un arma: Drake forja un espadón carmesí, Lance saca un sable de hoja blanca con filo negro como la noche, con un grabado rúnico de color rojo en la envergadura; la empuñadura es color purpura y la guardia es en forma de una estrella.
María saca de una de sus bolsas una gema azul, y al alzarla se ilumina en un resplandor eléctrico. Aquella joya se transforma en un báculo negro; en la punta sobresale una media luna, y en el centro se deslumbra una gema lapislázuli en forma de lagrima y el resto de la envergadura es decorada por piedritas en forma de estrella del mismo material. Tonatiuh saca de su cinturón el hacha, y de repente esta crece hasta convertirse en un arma de dos manos. Sheila en cambio permanece de brazos cruzados, en un gesto indiferente al ser sus propios puños su única arma.
Los guardianes se arrodillan, formando un circulo en el que Alice se posiciona en el centro. Todos apoyan las armas en el suelo, con la cabeza gacha en rostros serenos, dándose inicio a la ceremonia al pronunciar al unísono el juramento de la guardia:
"Aquí inicia mi cruzada contra lo que asecha el abismo. Somos la unidad, somos el último bastión inquebrantable e inexpugnable, somos los protectores de los hombres, la espada llameante capaz de cortar la fría oscuridad. Gritos de horror correrán por las bocas de las bestias, al oír nuestro nombre. Un susurro en el silencio, una luz en la oscuridad. Creemos en todos los dioses, y a la vez en ninguno. Somos la última voluntad de Munraimund, el dios de los héroes. Todos los moradores que acechan en las sombras, teman al filo de nuestra espada, y a nuestra llegada... ¡Somos los guardianes!"
En ese último grito de batalla, los seis héroes se ponen de pie levantando sus armas al cielo, rebosantes de una moral inmensa. Sienten como si el propio espíritu de Munraimund los poseyera. En miradas de acero, se giran en dirección a las colinas, y son recibidos por la nueva alba, bañando con sus cálidos rayos de luz las tierras del fénix.
«No volveré a dudar... no cometeré los mismos errores de nuevo. Me limitaré a hacer mi trabajo... no me corresponde matar a esa clase de monstruos», piensa María al avizorar al ejército Templario, e instintivamente aprieta los puños con firmeza.
De entre los guardianes, Tonatiuh se nota intranquilo al pronunciarse el nombre del dios de los héroes, pero trata de disimularlo para no incordiar a sus compañeros. Ahoga ese mal estar, al pegar un profundo trago de su cantimplora llena de cerveza, ganándose por una mirada de enojo por parte de la hechicera.
Drake se siente orgulloso cada vez que pronuncia el juramento, y a la vez alberga un poco de miedo, al pensar en la posibilidad de que pueda ser la última vez que haga la ceremonia junto a sus amigos Lance y Alice, en la que se proclaman como guerreros justicieros contra la oscuridad, contradiciéndose por la naturaleza del contrato que han de realizar: masacrar inhumanos que luchan por la libertad, y su antigua tierra, con tal de recuperar cristales, y evitar una invasión a gran escala de los otros credos, salvaguardando millones de vidas.
Ejecutar un genocidio, con tal de impedir un holocausto aun mayor, todo por la fe de diferentes religiosas que se basan en la supremacía, pero tenía que hacerse. Ser un guardián le enseñó a Drake que la victoria no siempre es gloriosa, puede saber a derrota al caminar sobre el barro, con el trato de un perro embravecido al que han desatado por unas monedas doradas.
...
Tras un viaje de varios días, el ejército Lazariano marcha en organizadas filas adentrándose por un camino descampado en medio del basto bosque de altos pinos, cubiertos por las brumosas nieblas mañaneras. Las tierras del pomo del Tridente. Los guardianes fueron divididos en diferentes secciones: Alicia se encuentra en la planta alta de una de las fortalezas móviles, junto al inquisidor, y Lance, mientras que Sheila permanece en el interior de la misma maquinaria acorazada. Drake, Tonatiuh y María montan a caballo, acompañando a la caballería frontal. Los guerreros de Trisary se han organizado como protectores de los líderes del ejército, y con la magia de la hechicera se mantendrán comunicados.
La armada llega a pasar en medio de dos mesetas de superficies boscosas, rodeadas de varios cerros. Alicia avizora por un breve instante los colosos naturales, algo la hace sentir intranquila. A la distancia fungiendo como un arco de entrada, se encuentran dos estatuas de fénix hechas de piedra, una al lado de la otra con las alas abiertas, en las que dos horridas sorpresas dan la bienvenida a los Lazarianos.
Colgado en una de las alas del ave mitológica, yace el antiguo conde, hermano menor del rey de Lazarus. Lo habían despojado totalmente de sus ropas, exponiendo su piel llena de heridas y con el abdomen abierto en canal, dejando colgadas los guindajos de entrañas ennegrecidas por la sangre seca, como si fuesen serpientes.
Un vasto charco de sangre se ha formado bajo los pies del cadáver, de rostro en el que se personifica el horror absoluto, sin ojos en un avanzado estado de putrefacción. Aquel cuerpo, ha estado colgado por varios días, a la merced de los carroñeros.
La escena es completamente vomitiva, y denota el salvajismo del enemigo al dar el mensaje de advertencia, al ejército fénix. En la otra estatua cuelga un letrero de madera que reza: "cuidado viajero, aquí yacen dragones".
Es la misma leyenda de la entrada a la capital de Trisary, tal hecho es reconocido por los guardianes de la primera línea. Drake no se ve muy sorprendido por la bestialidad plasmada en el conde, al llevar casi tres años en la profesión de cazar monstruos, y con un claro cinismo, está seguro de que no será lo único brutal que vera allá adentro, como tampoco sería lo peor.
Sin embargo, aquel letrero siembra la duda en Drake, por lo tanto, teoriza que puede ser una especie de burla por parte de los rebeldes, al estar conscientes de la llegada de los cazadores de monstruos. María se tapa la boca con sus manos, aguantando unas inmensas ganas de vomitar. Tonatiuh posee un rostro serio, de férrea mirada de acero ajena al miedo.
—No habrá ninguna contemplación por esto... lo van a pagar muy caro... —pronuncia Dante, al estar invadido por una rabia que mantiene a raya, por no perder la compostura frente a sus hombres.
—Algo anda mal aquí... —dice Tonatiuh al inhalar el aire aspirado con fuerza, tras detectar un aroma extraño.
El sonido de unas pesuñas de caballo resuena desde las líneas del bosque. En el interior de las espesas brumas, se visualiza la silueta de lo que parece ser un jinete, pero al posicionarse en medio de las estatuas, se revela su mórbida naturaleza.
Aquella criatura tiene el cuerpo de un fornido caballo azabache. Donde debe estar la cabeza del potro, es remplazada por lo que parece ser una caricatura asquerosa de un torso humano pálido cenizo, cubierto por una ligera coraza protectora. Siete largos dedos sobre salen de cada mano, en el que sostienen un martillo de guerra; el rostro carece de labios, y expone los amarillentos dientes de caballo, con gruesas venas negras marcadas alrededor de la boca, con una nariz chata. Donde deberían estar sus ojos, tiene una enorme cresta hecha de hueso a modo de mascara y casco, al abarcar gran parte de la cabeza, mitad hombre y mitad equino. La bestia se coloca al lado del macabro mensaje del fuego oscuro, y entonces dedica una cínica reverencia a la caballería liderada por Dante.
—Mi nombre es Alpiel, he venido a dar la bienvenida a los visitantes en representación de mi señora —habla con una voz estrangulada, al borde de quedarse afónico. A pesar de no tener ojos, mueve la cabeza a los lados, como si buscase algo en la primera línea de las fuerzas de Lazarus—. ¿Quién es el que traerá la ofrenda a mi señora?
—No hay ninguna ofrenda. —Dante se dirige desafiante hacia Alpiel. El caballero esta embadurnado por una gruesa armadura completa con exoesqueleto, y en el yelmo alado posee un visor azulado—. Hemos venido a expulsarlos de aquí, asquerosos villanos.
—¿Villano? —El demonio se burla abiertamente de la osadía de Dante, con una débil carcajada como si proveniente de un anciano cercano a la muerte—. Créeme que ustedes no son mejores que nosotros, ya llegó la primera ofrenda de todos modos.
Alpiel introduce su propia mano en el interior de la enorme boca, metiendo de a poco el brazo hasta llegar al codo. Un sonido viscoso se emite al sacar muy lentamente, algo desde el fondo de sus entrañas. Aquella escena es completamente repulsiva, y asquea a los presentes, quienes apenas aguantan las ganas de apartar la mirada, de lo que sea que este por mostrar ese demonio.
Finalmente, Alpiel revela una cabeza humana decapitada, la cual expresa un intenso horror, cubierta de una mucosidad negruzca. Es como si se trajera un alma torturada, desde el mismísimo infierno. El demonio arroja aquella horrida sorpresa, a los pies de los comandantes del ejército.
—¡No puede ser! —grita Turner aterrorizado y con la piel pálida, al reconocer la identidad de esa cabeza—. ¡¡Tom!! ¡¡Maldito hijo de perra!! —Sin dudarlo desenfunda su pistola y abre fuego contra el demonio.
En muestra de completa pericia, Alpiel elude todos los disparos al emprender el galope en zigzag, sobre el camino de tierra en medio de los campos de pinos. Sir Turner espuelea su caballo, y sediento de venganza va tras el centauro, siendo seguido por el resto de la caballería.
La persecución llega a un espacio abierto, rodeado por cerros y más adelante se divisa la espesa arboleda, cuyo suelo tiembla ante la estampida desenfrenada de 200 jinetes, ahogando cualquier sonido o aroma posible en el espeso polvazón cargada de gritos de guerra y el resonar de los cascos.
Turner llega a vaciar el cargador de su pistola, por lo que saca de su espalda el rifle de asalto y con la mirilla visualiza al demonio. El caballero no piensa en otra cosa que el deseo de retribución, llevándolo a la mortal condena al ser rápidamente fulminado por el disparo de un francotirador, proveniente de la cima de los cerros. La bala colisiona en el yelmo, derribándolo del corcel en pleno galope.
En un latir de corazón, desde la cobertura de los cerros de ambos extremos, emergen cientos de elfos envueltos en armaduras ligeras, y yelmos con cuernos de ciervo, armados con rifles de asalto, y arcos con flechas, y sin misericordia abren fuego en un sonoro grito de guerra cargado de venganza por cientos de años de esclavitud.
La masacre es inevitable, uno tras uno los miembros de caballería son fulminados por la refriega de balas y flechas, al ser atrapados en ese movimiento de tenaza envuelta en espeso polvazón.
El caballo de Drake se levanta de manos, al ser amedrentado por el caos. El guardián forma un escudo lo suficientemente grande para detener varios disparos, sin embargo, no logra cubrir al equino, el cual acaba acribillado, y es derribado con todo y jinete.
Drake cae rodando en el suelo, volviéndose a reincorporar al segundo con el escudo en alto y manteniéndose cubierto. El guerrero carmesí esprinta en medio de la carnicería, en la búsqueda de reunirse con sus compañeros.
La tierra se enrojece entorno a los cascos de los corceles. De lo que fue alguna vez un gran ejército bien entrenado, se vio reducido a un grupo de hormigas moviéndose de manera frenética en medio del matadero. Algunos de los jinetes que fueron derribados de sus caballos, murieron aplastados por los cadáveres de los corceles. Muchos guerreros perdieron sus monturas, por lo que optan por andar a pie. Los templarios alzan los escudos, defendiéndose de la refriega al recibir órdenes directas de su comandante Dante; el duro entrenamiento militar Templario, logró armar una resistencia a la constante refriega vengativa de los inhumanos.
El milagro sucede al materializarse una cúpula cristalina de amplia magnitud, sobre los restos de la caballería Lazariana, lo cual corta el flujo de balas que estaba por acabarlos. El guerrero carmesí observa el cielo con suma sorpresa, y al buscar el origen de tal hazaña divisa en medio a su compañera María, quien levanta su báculo con su joya brillante cual estrella nocturna, apoyada por otros diez hechiceros Templarios, al combinar sus poderes para crear ese masivo campo de fuerza, el cual sería imposible de materializar de forma individual.
Montañas de cadáveres de caballos y soldados rodean al jadeante guardián carmesí. El sonido de las balas, aunque amortiguado por la protección vidriosa, continua rugiente sobre la superficie del domo agrietado de forma paulatina. Una señal de que no podrán mantener esa defensa por mucho tiempo.
—¡Los que están cerca de los bordes, arrojen granadas! ¡Se puede salir de la barrera, más no entrar! —grita María con mucho esfuerzo, al marcarse las venas en su rostro sudoroso.
Dante realiza un ademan de mano, en el que indica a sus soldados que acaten esa orden y así lo hacen. Granadas activas son catapultadas fuera de la cúpula, y al caer entre las filas de los elfos, se entonan filas de explosiones que desestabilizan las formaciones enemigas por ambos flancos, desde el interior de la cuarteada cúpula se deslumbran las crecientes flamas, como si de llamaradas de dragones se tratasen.
—¡Eso no será suficiente!
Tonatiuh escala la montaña de cadáveres más alta, y fija la vista en el flanco derecho en el que se acumula una gran cantidad de elfos enemigos, lo cuales se repliegan no por la primera oleada de granadas, si no para dar paso al siguiente contra ataque. Las pesadas pisadas hacen temblar el suelo, y un profundo mugido grotesco resuena.
De entre las humaredas de los cerros, surge una gigantesca bestia cuadrúpeda comparable al de un elefante. Posee una piel grisácea de un paquidermo, y las patas tienen las pezuñas de un bovino. La cabeza es una grotesca mezcla entre un toro y un rinoceronte, al tener dos cuernos a los lados de la cabeza, agregándose un cuerno extra sobre la nariz. Sus ojos son completamente rojos, como la sangre. En las prominentes mandíbulas babeantes, muestran una rara amalgama entre los afilados colmillos de un león y los gruesos dientes de un hipopótamo.
La criatura es protegida por algunas placas de armadura, resaltando una máscara de hierro, personalizada para que sobresalgan sus cuernos y un visor. Tiene una gran montura ocupada por cuatro elfos, y en medio del mismo carga una enorme maquinaria con un pesado cañón de tanque.
—¡¡Mega tauro!! —gritan los Templarios al percatarse de la existencia del monstruo.
Los elfos que fungen de jinetes, cargan la munición, y de un disparo contundente perforan la cúpula en una potente explosión de una fuerza tal que hasta los mismos hechiceros la resienten, y son aturdidos sobre sus cabalgaduras; algunos caen desmontados, mientras que otros alcanzan a aferrarse a la cabeza de la silla.
El impacto psíquico golpea de lleno a María, derribándola del caballo, y al golpear la espalda contra el suelo, deja ir un quejido doliente al resentir el daño, pero por suerte no se rompe ningún hueso, y alcanzó a poner las manos atrás de su cuello. Arrastrándose, la chica toma su báculo y se apoya en el mismo para ponerse de pie, aun si intentase potenciar la cúpula ya es demasiado tarde.
El campo de fuerza empieza a desquebrajarse, con el estruendoso crujir del vidrio seco a punto de desaparecer. La horda de inhumanos grita jubilosos, al estar por adentrarse en el agujero recién abierto.
Dante grita ordenes de batalla, para preparar la formación de resistencia y una eventual retirada para reagruparse con el resto del ejército.
Tonatiuh saca de una de las bolas del cinturón, el cuerpo de un arco que en un sonido metálico expande sus palas por medio de un mecanismo. Al estar el arma preparada, el guerrero caminante apunta en dirección a la apertura de la cúpula, con el hilo negro tensado, pero sin llevar ni una sola saeta.
Con los ojos cerrados, el guardián susurra unas palabras y cuando el primer elfo estar por pisar el interior de la moribunda cúpula, es devorado por la aparición repentina de un colosal escudo redondo de flamas negras. Aquella defensa es lo suficientemente grande como para sellar el agujero
El guardián de cabellos plateados, dispara la saeta imaginaria y el muro llameante se mueve hacia adelante, empujado por alguna fuerza invisible, tragándose a su paso todo elfo que se interponen en su rango, volviéndolos vivientes antorchas negras en los que explota una cacofonía de alaridos desgarradores.
La barrera de fuego sube la velocidad a medida que avanza, y antes de que el mego tauro pueda tomar acción evasiva, es golpeado de lleno por aquella magia flamígera, convirtiéndose en una poderosa explosión que alcanza parte del flanco derecho de la armada rebelde, consumiéndola en un ciclón de fuego infernal.