Drake se coloca en posición y Forge sin dudarlo abre fuego, por suerte no está lo suficiente cerca. El guardián salta hacia la derecha rodando en el piso evitando la refriega de balas. A una alargada distancia, y al volver a reincorporarse forjando un escudo bloqueando el resto de los impactos, hasta que se acaba el cargador.
Sin darle tiempo al soldado para que recargue, Drake corre hacia Forge y cuando intenta propinarle un golpe con el borde del escudo, del rifle sale una bayoneta en un sonido de desenvaine.
Forge le proponía un tajo con la cuchilla, sin embargo, Drake logra bloquearlo a tiempo con el escudo. Los dos se someten a un duelo de pulso y al poco tiempo, el guardián gana terreno al ser mucho más fuerte físicamente, lo que culmina con un golpe de empuje rompiendo el punto de balance del soldado del libre pensamiento, haciéndolo trastrabillar.
El guardián remeta con un golpe del escudo directo en la cara, rompiendo la nariz y la mandíbula a su oponente. Pedazos de dientes enrojecidos salen volando, en una explosión rojiza salpicando líneas de sangren en el suelo. Forge cae de espaldas, perdiendo el conocimiento
Entonces, Drake forja una espada claymore y sin titubear le corta la cabeza al soldado noqueado de un solo tajo. La sangre se escurre por el suelo en presencia del pastor, quien sujeta el brazo con el sello; nervioso recita unas palabras en otro idioma, llamando a una monstruosidad.
El corazón del guerrero rojo bambolea, al percatarse de que el plan de ese viejo, fue usar a Forge como distractor. Drake no lo piensa dos veces, y se abalanza de frente contra anciano a una velocidad inhumana, y sin darle oportunidad alguna de defenderse, el guardián lanza un corte descendente con la espada que cae como un trueno carmesí y de cuajo, corta el brazo marcado por el sello del familiar.
Una marejada de líquido rojizo sale a borbotones del muñón amputado, derramándose sobre el suelo agrietado de la mazmorra. El anciano pega un alarido tan fuerte, que casi le revienta las cuerdas bocales y cae de rodillas, sujetándose el muñón mutilado. El brazo cercenado en donde tiene el sello rúnico, rueda inútil dejando a su paso un camino de sangre, cortándose el contrato.
Un rugido bestial resuena en la mazmorra y la quimera hace acto de presencia en el borde del balcón, observando a los presentes. Los ojos de la bestia emanan la furia y las ganas de matar, liberada del contrato de familiar que alguna vez estuvo atada, gozando ahora de un libre albedrio. La criatura desciende de un brinco y cae al suelo, levantando brumas de polvo, en una posición en la que solo treinta metros le separan de Drake y el pastor.
—Parece un buen momento para rezarle a tu dios, basura.
Dice el guardián al levantar al pastor del cuello de la túnica y lo arroja contra la criatura. En un arrebato de rabia, la monstruosidad se abalanza voraz sobre al hombre; de un mordisco bien dado en el pecho comienza a destazarlo.
Se escucha el sonido de huesos rompiéndose y tripas siendo aplastadas. Lo que inicia en un grito desgarrador, se apaga poco a poco. Drake corre hacia el cuerpo de Forge para recoger dos cosas: la primera es la bolsa con dinero, y la segunda es el cinturón del cadáver donde tiene munición, y lo más importante, granadas. A una pertinente distancia da la vuelta hacia a la criatura, la cual está muy ocupada con su presa.
El guardián sube estrepitosamente las escaleras y al estar al umbral, frena en seco dando media vuelta viendo a lo lejos como la bestia levanta el hocico del cuerpo despedazado del pastor, enfocando sus ojos furiosos en el guardián y procede a levantarse acortando la distancia hacia las escaleras.
Drake sudando a mares, no lo duda ni por un segundo y arroja desde el balcón el cinturón de Forge, retirando el seguro de una de las tres granadas, al tiempo que se adentra en el túnel a una distancia segura. El techo en esa zona está muy por encima del suelo, por lo que no hay peligro de que la explosión cause un derrumbe.
Al chocar las granadas cerca de la bestia, la cual gruñe confundida por aquel extraño objeto, se detona la triple explosión, dándole de lleno a la quimera, como los cuerpos del soldado y el pastor se ven comprometidos, consumidos por ese efímero infierno.
En la cámara adjunta se resiente el fuerte temblor; el guardián apoya la espalda atrás del muro con el corazón acelerado. Sonido blanco atraviesa sus oídos, de no ser por el apoyo de la pared, de seguro se habría caído. Tras esperar unos segundos y de haberse recuperado, Drake deja la bolsa en su actual posición, con la promesa de buscarla más tarde. Regresa corriendo en dirección al balcón; encontrando en la planta baja un montón de cuerpos hechos pedazos al punto de lo irreconocible en el suelo agrietado, con escombros levantados.
De entre el humo la agonizante bestia camina tambaleante al borde de desplomarse. La mitad de su cara fue lacerada, colgándole pedazos de carne quemada, heridas grabes corren las escamas chamuscadas tras ser perforadas por la metralla de las granadas. Una de sus patas traseras fue separada de su cuerpo en la explosión, por lo que le es casi imposible permanecer firme en sus cuatro patas.
—¡Es hora de ganarse el pan, nena! —Drake exclama cínico al saborear la victoria.
Carga contra la bestia, la cual todavía moribunda le recibe con una zarpada capaz de arrancar cabezas; es fácilmente esquivada por el guardián, al barrerse sobre el piso y de un brinco se pone de pie en el flanco derecho de la bestia. Con un magnifico corte, arranca de cuajo la garra de la quimera.
Al desplomarse la abominación en el suelo, el guardián continúa con un segundo tajo abriendo l abdomen, liberándose un torrente sangriento lo que acaba con la criatura. Al caer la bestia al suelo, provoca un corto temblor en la mazmorra levantando nubes de polvo, solo queda Drake en pie. Jadeante, se acerca al cadáver con cuidado y sin vacilar decapita a la bestia, como muestra de su victoria.
En el estrés llega la fatiga; deja escapar un suspiro de alivio, todo se ha terminado. Con las piernas cansadas, se deja caer de culo sobre el suelo con la espalda contra la pared. Recargándose en sus rodillas agarra aire; recuperando poco a poco sus energías perdidas por la anterior refriega.
Al borde de caer dormido por el agotamiento, capta el sonido de algo arrastrándose en el suelo justo enfrente de él. Levanta la mirada cansada, descubriendo la identidad de la criatura, y de un ceceo lo confirma. Una serpiente tan blanca como el armiño se presenta alzando la cabeza, deteniéndose a pocos metros del guardián.
Ambos cruzan miradas, analizándose mutuamente, despertando en Drake un profundo resentimiento; odia con toda el alma a las serpientes. Un trago amargo cae en el guardián, el encuentro con esos ojos amarillos le hace sentir un veneno en la boca y el corazón se le encoje en un nudo de carne palpitante, intoxicando su sangre por un recuerdo venenoso. No es un temor hacía esa criatura, es la memoria que ella con lleva.
En su mente llegan esas visiones, de un pueblo consumido por las llamas, en los que reinan los gritos de cientos, todos agonizantes y retorciéndose en un sufrimiento venido del mismo infierno. Una probada de los horrores más oscuros que el mundo esconde, como una bestia hambrienta enseñando los colmillos ponzoñosos, a la espera de tomar su próxima víctima.
Recuerda las carcajadas inhumanas de aquella criatura humanoide con cabeza de cabra negra, al compás de la cacofonía de gritos y suplicas que caen en saco roto; ningún rezo es escuchado. Esa noche los dioses y hasta el propio omnipotente hicieron oídos sordos. En la visión puede ver al hombre de negro, moviéndose como un rayo, arrasando edificaciones enteras, y dejando marañas mutiladas de cuerpos, y tripas humanas.
Al otro lado del pueblo en cambio, un frio invernal se cuela entre las ruinas apagando las flamas, al paso de una figura encapuchada, la muerte misma viene a llevarse las almas de los inocentes, siendo acompañada de una legión de bestias desfiguradas y grotesca apariencia. Todos embriagándose del placer de la matanza.
Entre todo ese caos, de toda la muerte y sangre, puede verla a ella. La memoria que corre cual veneno pútrido en la sangre del guardián; esa mujer de ojos amarillos parándose en medio de todo el caos, con una asquerosa sonrisa salvaje, esa que antes fue cálida y de un amor puro.
Drake pensó en ese entonces, que había encontrado su mayor anhelo en esa doncella, sin saber de qué cometería el mayor error de toda su existencia; hasta la fecha continúa cargando ese pecado marcado en la piel, una maldición perpetua.
—Scarlett… —susurra el nombre venenoso. Las venas se le marcan en el rostro, emanando un brillo intenso en los ojos rojos.
La serpiente viene con una dentellada. Una sombra de pesadilla se le aparece en la serpiente, haciendo que el guardián recuerde los pecados que ha cometido y las fallas que aun carga. Al segundo logra reaccionar arrojando un cuchillo cual proyectil, rebanando en dos al animal, cuyos dos pedazos mutilados caen al suelo salpicando líneas de espeso liquido carmesí.
Un placer morboso surge en él, por un segundo llega a imaginarse a esa mujer destrozada en lugar de esa serpiente. En esos deseos se cuela una voz muy conocida, es una pequeña antorcha iluminando la oscuridad del rencor, y una promesa de un ser amado retumba en el interior de su cabeza, llenando su corazón de una gran amargura. Esa voz lo obliga a recordar lo que es realmente importante y porque se volvió un cazador de monstruos.
"No busques venganza, hijo… sigue con tu vida y busca la felicidad…"
—No… no debo... —Cierra los ojos anegados. Trata de alejar esos deseos oscuros de él.
La promesa realizada hacia su padre, continua firme en su propio corazón. Las promesas son algo inquebrantables, y a veces una pesada carga equivalente al mismo odio. Drake se pone de pie tomando la cabeza de la quimera sobre su espalda, junto a la bolsa llena de oro; retoma el camino de vuelta hacia el exterior, al ser guiado por la luz del alba.
Anhela regresar a la finca "la doncella" repitiéndose el recordatorio de lo que es realmente importante. Finalmente sale del oscuro laberinto, cojeando, bañando la armadura de un nuevo revestimiento de sangre, cubierto de pedazos de carne sanguinolenta.
La luz del día es tan deslumbrante que le ciega por un momento, los soldados del libre pensamiento están en la entrada. Los hombres no dejan de mirarle. Drake arroja la cabeza a sus pies. Por un momento llega a pensar que subirán los rifles y le llenarían de plomo, eso hubiera sido algo poético o dramático, pero la verdad para el guardián, solo necesita cuatro cosas ahora mismo: su dinero, una chica bonita, un médico y un escusado porque por tantas emociones de hoy es lo menos que le pueden dar.
—Aquí está su maldita bestia, cabrones… —exclama entre jadeos.