Luego de caminar un rato, ¡por fin! Giorno pudo divisar la construcción donde trabajaba: un edificio donde apenas se veían las bases. Algunas personas con overoles y cara de resignación hacían fila en frente, desde el primer instante en que se formó, para ingresar, atrajo la mirada de todos los que le conocían.
No solo por cómo iba vestido, sino que, por primera vez, desde que trabajaba allí había llegado temprano. A pesar de la pelea; el tiempo que le tomó cambiar el botín y comprar ropa e ir al estilista, había logrado llegar unos minutos antes a su trabajo, incluso a él mismo le asombró lo eficiente que había sido.
Su trabajo habitual consistía en ayudar con tareas pesadas de construcción, a los que sí eran constructores. Él solo era una mula de carga, pero esta vez no traía su overol, ni se dirigió a cambiarse como algunos hacían, en vez de eso caminó directamente a la gerencia.
-Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarle señor? Le dijo la joven recepcionista, de aspecto sencillo, piel morena y cabello rojizo, quien se dejó llevar por su apariencia y no lo reconoció de inmediato. Luego al verle la cara, parpadeó y con una expresión de sorpresa, al ver a Giorno tan "elegante" continúo hablando: Giorno, ¿eres tú? ¿Está todo bien?, ¿alguien murió?
-Si así fuera, vendría de negro ¿no lo crees? – dijo, mientras se acercaba a ella y apoyando su mano en la recepción, luego se inclinó un poco, de forma lenta y elegante, acercando su rostro a ella.
La recepcionista lo había visto muchas veces, y le parecía alguien vulgar y estúpido, pero el día de hoy tenía un porte distinto, estaba parado de manera erguida, sus movimientos suaves y elegantes destilaban seguridad y convicción, cuando se le acercó, un escalofrió recorrió su espalda y no pudo evitar pensar que realmente era un hombre sexy.
Parecía más lo que se esperaría del dueño de una compañía, a la del chico que el día de ayer se había embriagado hasta no poder caminar por sí mismo, y tuvo que ser llevado, en medio de la lluvia, por sus compañeros a su casa. Es más, ella esperaba que la resaca de hoy no le permitiera venir a trabajar, pero allí estaba, mirándola directamente a los ojos con una sonrisa encantadora y un aura de poder que lo hacía aún más irresistible, tanto que sin saber por qué, se sonrojó.
-Giorno, no crees que deberías estar trabajando y no perdiendo el tiempo conmigo, le dijo tímidamente la recepcionista.
-Por favor, le contestó Giorno, en un tono cortés, pero serio, le ruego me llame señor De Santoro, señorita Beraza.
A pesar de sus palabras, dichas con el objetivo de marcar distancia, entre los dos, Giorno pasó su mano libre por la mejilla de la recepcionista, un movimiento suave y sutil, pero que logró hacer que ella se estremeciera, el cuerpo de la chica se revolvió un poco en el asiento siendo incapaz de quitar esa mano de su rostro. No, no es que no la pudiese quitar, es que no quería quitarla.
- ¿Es posible verme unos minutos con la arquitecta?, le preguntó Giorno.
-Giorno…- la fiera mirada de Giorno la congeló rápidamente, se corrigió así misma, perdón, señor De Santoro, usted sabe que hay un conducto regular. La chica apenas podía hablar mientras observaba los irresistibles labios de este hombre y contenía el impulso de morderlos. Los ayudantes, no pueden simplemente venir a hablar con ella. Por algún motivo que no podía explicar, acercó un poco más su rostro a él. Y le dijo: para eso están los capataces.
-Estoy al corriente de eso... Giorno, ahora susurraba a solo milímetros de sus labios sintiendo un suave aliento mentolado emanar de los labios de ella. Sin embargo, hay algo que realmente le interesara a ella escuchar, algo que únicamente yo le puedo informar. Se alejó abruptamente y se paró erguido; acomodándose la corbata mientras le enviaba una mirada lasciva, de manera muy seductora, Y le dijo: si me pudieras ayudar, yo te estaría muy agradecido.
-Me encantaría ayudarlo, respondió ella, con la mirada un poco perdida. Giorno caminó alrededor del escritorio que los separara y se sentó sobre dicho mueble, a solo unos centímetros de ella, cruzó su pierna y tomó nuevamente su rostro, la mirada de la mujer ahora se perdía en la profundidad de sus negros ojos.
- Tiene que ver sobre el permiso de acueducto que aún no nos han otorgado. Ella asentía a todas sus palabras como un ratón engatusado, por una hipnótica víbora, resulta que soy amigo del primo del alcalde y él acordó ayudarme. Entiendo que hay un conducto regular, aun así, estoy seguro que tú, me ayudarás ¿verdad?
-Sí, claro que sí, señor De Santoro, respondió la recepcionista, completamente cautivada, pero si esto es un chiste lo despedirán.
- ¿Usted cree que soy un bromista o un bufón? se separó aparentemente molesto, se alejó un poco de ella y, nuevamente, se giró para mirarla; claramente su respuesta al impacto, de la fuerza de sus ojos y la seguridad de su voz, de su postura, reflejaban que era una persona completamente distinta, al niño atrapado en el cuerpo de un hombre, al que ella solía mirar con repudio.
-Está bien, lo anunciaré, deme por favor un momento. Tomó el teléfono y, después de unos segundos, alguien respondió al otro lado. Sí, arquitecta el señor De Santoro y Vega desea hablar algo muy importante con usted. No, señora él no es el director de ninguna compañía. No, tampoco es un político. Es un... ayudante. ¡No por favor espere! realmente podría ser importante, es sobre el permiso de acueducto. Sí él dice tener un contacto que podría ayudarnos. Sí señora le diré que pase.
Cuando Giorno escuchó la respuesta afirmativa le dedicó una sonrisa encantadora y un guiño de ojo, luego acomodándose su traje se encaminó a la gerencia con paso firme. Al llegar frente a la puerta, tocó 3 veces y esperó a que le autorizaran entrar e ingresó.
La oficina era moderna y exageradamente lujosa, con cuadros caros y muebles finos. Dos enormes ventanas al lado del escritorio en vidrio y metal, al otro lado del lujoso escritorio, se encontraba una asombrosa y atractiva mujer, que inesperadamente parecía estar bastante golpeada. Tenía vendajes en su muñeca y algunos golpes en su rostro. Giorno se sorprendió, por sus heridas, pero descartó inmediatamente maltrato familiar o una riña, ese tipo de heridas parecían más ser causadas por un accidente.
La mujer levantando levemente su mirada, se sorprendió al ver que no entró sosteniendo su casco de manera tímida y sumisa como solían entrar incluso los capataces. Al contrario, entró pisando fuerte literalmente, además vestía como cualquier empresario exitoso. Era un hombre alto, levemente fornido por el trabajo, lo hacían ver ligeramente atractivo, la ropa se veía cara, de buen gusto y de diseñador; su cabello perfectamente cortado y arreglado y sus manos y uñas muy bien arregladas, todo junto le sumaban varios puntos a su apariencia. Sin embargo, la forma en que dio su primer paso, la manera en la que dirigió a ella, para extenderle la mano, como si hablara de igual a igual, le molestaron.
La fuerza que emanaba aquel hombre le hizo preguntarse: cómo diablos había pasado desapercibido a sus ojos hasta ese momento. Sin embargo, no estrechaba la mano de cualquier sujeto que se le acercara, después de todo ella era la dueña de la constructora y él un simple ayudante.
Giorno se quedó con la mano extendida, al parecer sus experimentos eran un éxito hasta ahora. Desde que despertó, su interior sospecha que regresó con algunas cualidades del otro mundo, intentó probar en la recepcionista una habilidad pasiva conocida como aura seductora, junto a una habilidad llamada persuasión, y de alguna forma todo había salido como se esperaría en el otro mundo, pero al parecer la mujer frente a él, no era vulnerable a ese tipo de trucos, quizás tenía algunos niveles por encima de él, o tal vez era especial, de alguna forma, lo que la hacía inmune a sus habilidades.
-Por favor, vaya al grano señor De Santoro y Vega- dijo la atractiva mujer, de melena negra y lisa, que descendía como una cascada oscura por sus hombros, de rasgos asiáticos y piel blanca de porcelana, mancillada por sus heridas. Su apático rostro estaba adornado con dos enormes ojos azules, con labios rosas que se remarcaban sutilmente. Giorno tuvo que admitir que era realmente hermosa, aunque daba la impresión que debería estar en un hospital. Su belleza era comparada con las Elfas y ninfas del otro mundo, con las que se había acostado.
- ¿Acaso la mujer para la que trabajo es tan arrogante que niega el saludo a otra persona? ¿Será que se cree una diosa? O ¿Creerá que soy de una especie inferior?
Ella se sobresaltó, ante esas palabras. En ese momento, a su memoria llegó el rostro de un hombre, sin lugar a dudas el hombre más importante en su vida. Obviamente no había posibilidad que una persona como la que tenía enfrente, ni por asomo, se le pareciera a él, aun así, él había logrado recordarlo con sus palabras y eso ya de por sí tenía mucho mérito.
- ¿Perdón? – la hermosa arquitecta aparento molestia ante la respuesta grosera y descarada de aquel hombre, después de todo, no era correcto que ella tolerará que un empleado le hablara así.
Sin embargo, Giorno ni se inmuto, ella no lo intimidaba ni un poco. Reaccionar de manera imprudente ante alguien como él, no le pareció buena idea. Con solo mirarlo podía deducir que no solo tenía buenos modales, quizás fuera alguien de familia rica que había caído en desgracia o algo así, un simple ayudante no tendría la presencia que ese hombre poseía y tampoco apellidos tan elegantes, así que decidió ponerse de pie y estrechar su mano mientras le decía:
-Lo lamento señor De Santoro y Vega, tiene razón, fue descortés de mi parte, por favor tome asiento y le ruego sea breve.
-Bien- dijo Giorno, iré al grano, ¿cuánto está dispuesta a pagar por el permiso de acueducto, si se lo diera el día de hoy?
"Así que a esto se resumía todo" pensó ella, sabía que el alcalde quería 1 millón de dólares por darle ese permiso, cifra que ella no pagaría ni loca, sin embargo, podría pagar sin problemas 300 mil o hasta 500 mil dólares, si fuera en verdad el día de hoy.
-No lo sé... cuánto pide su contacto.
Giorno pudo ver su lenguaje corporal, ella sabía que eso tenía un precio y uno caro por lo que él podía deducir. Cuando vagó, por casi diez años, con los mercaderes Elfos, había aprendido un par de trucos de cómo negociar con la realeza, el primero era ponerlos en una posición de iguales, nunca negocies con alguien que se sienta superior, luego sácalos de su zona de confort, eso junto a su aura de persuasión, y rogando que sus características de suerte, de alguna forma, le ayudarán continuó.
-Mi contacto lo haría gratis, si yo se lo pidiera... ¿la pregunta es qué gano yo?
La arquitecta casi estalla de la risa por dentro, ¿cómo ese hombre podía decir que conseguiría ese documento?, ¡y gratis! Sin duda era un loco que no tenía idea de cómo se hacían esos "trámites", pero se contuvo y soltó una cifra que un ayudante como él seguramente encontraría exorbitante.
-50 mil dólares- ella esperaba que él abriera sus ojos y casi se cayera del asiento al escuchar esa cifra, que seguramente jamás había imaginado. Sin embargo, él ni se inmutó, la miró intensamente, mientras cruzaba sus piernas para luego entrelazar los dedos he inclinarse hacia delante, mirándola fijamente, y con una voz grave, le dijo, calmadamente:
-Veo que no se toma en serio mi oferta, había pasado más de medio milenio en el otro mundo; él sabía cuándo lo subestimaban, la mayor parte de su vida. En ese otro mundo, había visto esos ojos que lo miraban como diciendo "esta pequeña e inútil criatura jamás podría realizar eso".
En ese cuarto, la decoración costaba más de 150 mil dólares. Si el problema del acueducto se resolviera con 50 mil dólares, hace mucho habría dejado de ser un problema. Era obvio que el valor de ese documento rondaría mínimo 10 veces más esa cifra, así que continuo.
- Si no me hace una oferta seria, estaría bien que ninguno de los dos perdiera el tiempo, luego se puso de pie y se dirigió a la puerta.
-¡Espere!, dijo la mujer, que ahora estaba sudando, él ni siquiera se había inmutado por esa cifra, eso solo podía significar que ese hombre ya había tenido esa cantidad de dinero en sus manos. Estaba segura que él había manejado cifras mucho más altas, ahora no tenía dudas era un chico de familia rica, caído en desgracia. Existía la posibilidad que él de verdad trajera dicho documento, algo dentro de ella se lo gritaba, y si no lo traía, ¿qué podía perder ella?
-Le daré 250 mil dólares si me trae el documento hoy.
-Qué tal si me da 50 mil dólares, y me hace socio del proyecto, también quiero ser el director del departamento de ventas.
La arquitecta se sorprendió, parpadeo varias veces, analizando la absurda propuesta y luego dijo:
- Puedo entender lo de querer socio. Y se puso en pie, aunque con dificultad, a causa de sus heridas. Y agregó: lo cual de por sí es ridículo… este proyecto cuesta al menos 25 millones de dólares; para ser socio necesitaría como mínimo 2.5 millones de dólares de inversión, y eso lo haría un socio minoritario, por supuesto. A pesar que sus heridas le impedían moverse con normalidad, se esforzaba por disimularlo, se paró erguida frente a Giorno.
Giorno, le sostuvo la mirada, no pudo evitar admirar la belleza de sus ojos azules, ella continuó hablando.
-¿Es en serio que prefiere seguir trabajando como vendedor, en vez de recibir 250 mil dólares? Además ¿desea ser el director de venta? De hecho, un muy buen vendedor ganaría mucho más en comisiones que el jefe de ventas.
-Algo que aprendí en mi corta vida, dijo Giorno acomodándose la corbata, es que el dinero solo es un pequeño porcentaje de eso llamado poder, dígame arquitecta ¿cuánto planean gastar en publicidad y venta?
-Usualmente gastamos el 20%, en eso.
-Bien, venderé todos los condominios y lo haré con el 2% del presupuesto habitual. Además, lo haré solo, todas las comisiones de venta serán para mí, con el dinero restante que les ahorraré, en publicidad y empleados, pagaré mi ingreso a la sociedad. En caso que no dé resultados en los primeros 15 días, simplemente nuestro acuerdo queda anulado y puede despedirme. Además, el permiso del acueducto solo le habría costado 50 mil dólares.
Este hombre tenía algo que ella nunca había visto en este mundo, quizás fuera ridículo, pero cada vez le recordaba más a ese hombre que ella tanto idolatraba, por un instante ella olvidó que hablaba con un ayudante de construcción y sintió que hablaba con alguien que estaba más allá de su comprensión. No, probablemente solo era un loco hablador, alguien con algún trastorno ególatra.
-Bien señor de Santoro tenemos un trato, ahora fue ella quien extendió su mano hacía él, quien con una sonrisa la aceptó y tomó suave y caballerosamente. La primera jugada en su plan se había realizado. Una emoción lo invadió con tanta fuerza que tuvo que contener las ganas de reírse a carcajadas.