Después de aquella noche, algo cambió en mi interior. Es difícil de explicar con palabras.
Me sentía débil y rota todavía, mi cuerpo necesitaba tiempo para recuperarse, la confianza de mis padres necesitaría tiempo para restablecerse, mi alegría demoraría en regresar, tampoco entendía los propósitos de Dios, ni su voluntad para mi vida… pero me sentía en paz.
Luego de mi charla con el tío Alex, comprendí que debía dar ese paso de fe, ese paso hacia los brazos del Padre…
Me costaba aún creer que Dios pudiera sacar algo bueno de todo este dolor y sufrimiento. Me costaba confiar en que sus planes eran de bien y no de mal para mi vida… pero elegí creer.
Elegí aceptar lo que Dios quisiera para mi vida, y descansar en que me ayudaría en el proceso y se encargaría de sanar y restaurar lo roto y herido de mi alma. Elegí creer que Dios me estaba dando una nueva oportunidad.
Y esa decisión fue como, si en medio del frío invierno, unos rayos de sol se filtraran y permitieran sentir un poco de calor, un poco de esperanza.
La puerta se abre lentamente y Bruno entra y se acerca a la cama silencioso.
Sé que se asustó mucho con mi desmayo y todo lo sucedido, e imagino que hasta se culpa por haber mentido y escondido tantos engaños y mentiras.
—Hola —digo con una sonrisa.
—Hola —responde—, ¿cómo te siente?
—Mejor…
Mira mi brazo con la aguja incrustada y luego el saché de suero que cuelga a poca distancia de nosotros.
—¿Cuánto tiempo debes quedarte en el hospital?
—Todavía no lo sé. Imagino que unos días… ¿tú cómo estás?
Piensa unos segundos antes de soltar la respuesta.
—Me asusté. Estabas como muerta…
—Eso ya pasó, de verdad, estoy bien ahora.
—¡Sí, claro!, ¿crees que soy tonto?... si estuvieras bien no tendrías todo eso conectado, ni tendrías que quedarte en el hospital… ¡no estás bien, Sol, nada está bien!—confiesa con seriedad.
—Sí, bueno… tienes razón, quise decir que estoy mejor… de a poco me voy sintiendo mejor…
—Nunca debí mentir… —dice negando con la cabeza.
—Es cierto, pero no fue tu culpa, no te sientas mal, me estabas ayudando porque te lo pedí.
—¡No! En realidad, te ayudaba porque hacías mis tareas y limpiabas mi pieza.
Los dos reímos.
—Debí contarles… las cosas hubieran sido diferentes…
—Lo sé… lamento haber sido una pésima hermana.
Mamá entra interrumpiendo nuestra charla.
—Hola, buen día, ¿cómo has descansado?
—Bien.
—Te traje unos libros y tus fibras de colores…
—Gracias, ma.
—Nos quedaremos a hacerte compañía hasta medio día, después vendrá Noah.
—¿Puedo prender la televisión? —pregunta Bruno agarrando el control y acomodándose a mi lado en la cama—. ¿Qué quieres ver?
—Lo que quieras.
Así pasó la mañana, rodeada de mi familia y disfrutando de pelear con mi hermano por recuperar el control del televisor.
Noah llegó después del almuerzo con unos chocolates y películas descargadas en su tablet, para que juntos veamos.
Me hizo mucho bien pasar tiempo con él, como en los viejos tiempos, cuando hacíamos maratones de series los sábados por la tarde y nos tirábamos en el sillón de casa.
Charlamos bastante, nos reímos. Noah tenía esa virtud de iluminar el lugar donde se encontrara… yo la había perdido hace tiempo.
Le conté sobre la visita de mi tío Alex y que había decidido acercarme nuevamente a Dios.
—Me alegra, Sol. Es un gran comienzo.
—Siento que será largo el proceso… y no sé si tengo las fuerzas suficientes…
—Estoy aquí… caminaré a tu lado, ¡te cargaré si es necesario! —dijo, y los dos reímos.
—Eres tan bueno… me alegra que vinieras a Rosario.
—He orado tanto para que Dios toque tu corazón y quebrante el hielo que se había formado en tu interior… Me alegra ver un nuevo brillo en esos ojos tristes.
—Gracias Noah… eres un buen amigo… estoy feliz de tenerte a mi lado.
—No tienes nada que agradecer… ya te lo he dicho… es mi turno de ser tu sol en este tiempo—agregó con una sonrisa.
—La verdad pensé mucho anoche… me preguntaba ¿cuándo comenzó todo esto… cuando comencé a alejarme de Dios y a aceptar el pecado como algo natural?
—Y… ¿encontraste la respuesta?
—Es difícil precisar un momento, descubrir cuando mi corazón comenzó a endurecerse… creo que el proceso se aceleró al llegar a Rosario… y de ahí en adelante todo se complicó…
—Cuando vine hace unas semanas a visitarte… me asusté mucho al ver cuánto habías cambiado… tuve miedo de que terminaras arruinando tu vida por completo…
Siento mis ojos arder, y sé que no podré evitar llorar.
«Parece que las lágrimas son una parte cotidiana de mis últimas semanas».
—Pudo ser peor, mucho peor… —le confieso—, casi me escapo de casa para subir a ese colectivo… estuve a punto de salir por la ventana a las tres de la madrugada… podría estar muerta…
Su cara de sorpresa me afirma que mis padres no dijeron nada sobre ese asunto. Seco mis lágrimas y respiro mientras continúo hablando.
—Me avergüenza reconocer todas las cosas que hice… no sé en qué pensaba… siento que no era yo… lastimé a mis padres, les mentí, perdí su confianza… El pecado me quitó muchas cosas… hasta la salud…
—El diablo es muy astuto, amiga… nos engaña y nos confunde… para que dudemos de Dios y abandonemos su camino, y todas las bendiciones que tiene para nosotros.
—Cuando me advertiste, no quise escucharte… Lo siento, Noah… Estaba ciega, sabía que actuaba mal, pero me hacía la dura, la fuerte… el accidente fue lo que terminó de destruirme…
—Lamento mucho lo de tus amigos…—dice tomando mi mano—. Debió ser terrible lo de Gael…
De solo escuchar su nombre mi corazón se estremece y las lágrimas vuelven a caer.
—Sí lo es… me parece mentira… hasta me siento culpable… nunca le prediqué… ni a mis amigas…
—Ahora no te tortures pensando en eso. Debes recuperar tu salud. ¿Quieres que traiga otra película para mañana?
—Seguro, me encantaría.
Han pasado varios días desde la internación.
Me siento con más ánimo.
Ayer comencé terapia. La psicóloga es muy buena y agradable. Conversamos bastante sobre todo lo que pasó.
«Siento que nunca volveré a ser feliz completamente».
Por momentos, cuando estoy sola, recuerdo todas las mentiras, los engaños, el accidente, la muerte de Gael y lloro sin poder controlarlo. ¡Cuánto lo extraño! ¡Cuanto duele su ausencia! Quisiera poder regresar el tiempo atrás, a esa noche en el comedor de casa, cuando mis padres sugirieron mudarnos a Rosario y gritar que NO.
En mi interior, sé que todo lo que viví, fue consecuencia de mis pecados y malas decisiones, y quizás en Córdoba hubiera sufrido igual.
En el horario de visita, Paz, Vicki y Anto entran en la habitación y me dan una hermosa sorpresa.
—¡Chicas, qué lindo verlas!
Nos abrazamos y hasta derramamos algunas lágrimas.
—¿Cómo está, Jaz?
—Mucho mejor—me cuenta Vicky—, ayer fuimos a visitarla porque su hermana nos avisó que despertó y podía recibir visitas.
—Deben operarla en estos próximos días, porque se fracturó la cadera—aclara Paz—, pero es un milagro que esté viva.
—Nos asustamos mucho, el accidente fue terrible…—comenta Anto y unas lágrimas caen de su rostro—. No pudimos ayudar a Dana… quedó atrapada entre los asientos… gritaba de dolor… fue horrible.
—Lamentamos lo de Gael… creo que él murió en el acto, igual que Valeria y Gabi.
Todas hacen silencio y veo el dolor y la angustia en sus rostros. Escucharlas hablar de ese momento revuelve mi estómago con sensaciones dolorosas. Siento que lloraré nuevamente, como todos los días anteriores.
—Gracias por venir a verme—digo rompiendo el silencio.
—¿Qué te pasó, Sol? ¿Por qué te internaron? —me cuestiona Paz.
—Es largo de explicar… llevaba días sin comer bien, por los nervios y peleas con mis padres… yo sabía que no me dejarían ir al viaje, porque reprobé tres materias…
—¿Por qué no nos dijiste nada?
—Quería tanto ir… hasta pensé en escaparme—las tres me miran sorprendidas—; una locura, ¿verdad? —respiro profundo para darme coraje y explicarles todo lo que pasó—. Lo último y más doloroso, fue ir al velorio de Gael. Víctor me contó sobre Jaz y sobre Cristal… luego ver a la madre de Gael… demasiadas emociones juntas…Al llegar a casa me desmayé… caí por las escaleras y golpee mi cabeza… me hicieron los controles, y al parecer tengo anorexia nerviosa por estrés, o algo así… ya estoy mejor… pero debo seguir con tratamiento médico y psicológico.
—Mamá también quiere que vaya a un terapeuta, dice que necesito hablar con alguien de todo lo que pasó—explica Vicky—, a veces tengo pesadillas.
—Para todos fue un momento traumático…
—Siento que debería haber estado con ustedes…
—Amiga, no digas eso…—interrumpe Anto—. ¡Menos mal que no estabas allí! Podrías haber muerto… o estar internada como Cristal.
—¿Qué saben de ella?
—Está muy grave… le amputaron un pie y perdió mucha sangre, tenía golpes internos… es la única que no pudo ser trasladada a un hospital de Rosario, porque era riesgoso hasta moverla—responde Paz.
—¿Han regresado a clases?
—No tuve el valor todavía—susurra Vicki—, va a ser terrible entrar y no encontrar a Dana… ni poder volver a entrenar con Vale… de solo pensarlo ya me pongo a llorar.
—¿Cuándo te dan el alta?
—Pronto—le respondo a Paz—, estoy bastante bien, solo debo aumentar un poco de peso y podré regresar a casa… pero no sé cuándo volveré a la escuela…
Al mirar a las chicas, entiendo que, para todas será duro continuar con nuestras vidas.
Por momentos, siento que la muerte de Gael no es verdad, y que regresaré al colegio y lo encontraré en el patio, lo veré correr en los entrenamientos y todo será como antes…
Las chicas se despiden.
Mamá se queda un rato conmigo durante lo que resta de la tarde.
Le cuento todo lo que hablé con mis amigas. Ya no quiero mentirle más, no quiero que sigamos distanciadas, necesito que me perdone y que confíe nuevamente en mí.
—¿Quieres hablarme de Gael?—me pregunta en un momento de silencio—. ¿Desde cuándo eran novios?
Antes de poder comenzar a hablar ya siento un nudo en la garganta y las lágrimas cayendo de mis ojos.
Le cuento todo, la mentira sobre ir al cine con amigos, los ataques de Cristal, cómo Gael me defendió… y cómo me pidió ser su novia.
Ella me escucha con atención. Casi no dice nada, lo que hace más fácil seguir con el relato de todo.
Le cuento sobre Noah, cómo conoció a Gael, le cuento de sus mensajes y cómo siempre me alentó a dejarlo.
Por último, le digo que Gael me dio la idea de escapar de casa, y falsificar su firma.
Su rostro está serio. Me quedo en silencio esperando su regaño. Los reproches.
—Gracias por contarme todo—dice poniendo su mano contra la mía—. Espero que de ahora en adelante puedas confiar en mí, y contarme lo que te pasa. Me hubiera encantado aconsejarte con tu noviazgo con Gael, haber podido contenerte ante los ataques crueles de Cristal…
Mientras la escucho las lágrimas siguen cayendo por mis mejillas.
—Sol… quiero poder ayudarte en todas las situaciones que te tocan enfrentar. Muchas veces no tendré una respuesta, pero por lo menos estaré a tu lado… imagino que has sufrido y llorado sola tantas veces…
«Es completamente cierto».
—Me hubiera gustado abrazarte y consolarte, darte un consejo o palabras de aliento—la miro con los ojos inundados de lágrimas—; me duele verte sufrir, y sé que podríamos haber evitado tantas de esas lágrimas si hubiéramos hablado… no podemos cambiar el pasado, pero sí mirar hacia adelante y hacer las cosas de una manera diferente.
—Gracias por tus palabras, mamá. Te quiero
—Yo también te quiero, hija.
No abrazamos y lloramos un rato las dos.
El doctor llega en su ronda diaria para revisarme. Luego de varios controles, dice que mañana me dará el alta, que estoy comiendo bien y los análisis han mejorado en estos días. Mamá se pone muy feliz por las noticias.
Los tíos Gino y Paloma regresaron a Córdoba anoche, Noah se quedó unos días más para acompañarme, estará feliz de saber que podré regresar a casa.
Mamá se despide, se nota cansada y ojerosa, por eso le insisto que vaya a casa. Papá vendrá en un rato para traerme ropa para mi partida del hospital mañana.
—¿Puedo pasar?—escucho decir a Alex desde la puerta.
—Hola, tío, sí, pasa…
Entra con un paquete de regalo y me lo entrega.
—Espero que te guste—agrega con una sonrisa.
Rompo el papel emocionada, ya que nunca había recibido un regalo de él. Al abrirlo encuentro un cuaderno de tapas duras, decorado con flores muy hermosas.
—Me encanta.
—Es para que escribas esas hojas con nuevas y hermosas vivencias—dice señalando el cuaderno—. Estoy seguro de que Dios te permitirá tener una vida plena y llena de lindos recuerdos.
—Muchas gracias.
Nos quedamos conversando de forma animada. Mi tío resulta ser una persona divertida, que me entiende y no juzga mis malas decisiones pasadas. Quizás es el único que no tenía tan altas expectativas de mi vida, por eso no se siente defraudado.
La puerta de la pieza se abre y el rostro de papá cambia al ver al tío junto a mi cama.
—¿Alex?
—Hola, Cris—le responde poniéndose de pie y extendiendo su mano.
—¿Qué haces aquí?
—Visitando a mi sobrina.
—¿Cómo…. te enteraste?
—Bruno me llamó.
—Perdón… debí a avisarte…—dice papá a modo de disculpa.
—Está bien. Solo estaba por aquí cerca y decidí venir.
—Creí que estabas trabajando en Río Cuarto… ¿Dónde estás parando?
—En un hostal.
—¿Por qué no vienes a casa? Tenemos un cuarto extra, estaríamos muy felices de que pasaras unos días con nosotros.
Sé que es verdad. Hace años que papá intenta acercarse y estrechar lazos con el tío, pero hasta ahora siempre Alex se ha negado.
Cruzo una mirada con él y levanto mis cejas esperando una respuesta.
—Creo que estaría bien—responde para sorpresa de papá—; la verdad no tengo demasiado dinero y si no es molestia… me gustaría hospedarme en su casa.
Papá sonríe. Se ve tan feliz. En todos estos días su rostro solo ha sido de preocupación y angustia. Me alegra esa sonrisa que ilumina sus ojos verdes.
—Bueno, ahora me voy que tengo cosas que hacer…—dice el tío.
—Espera—interrumpo—, esta es la dirección de casa—le digo usando una hoja del cuaderno que me acaba de regalar—. Mañana me darán el alta, así que sería lindo que ya estuvieras en casa.
—Bien… allí estaré.
—¿Lo prometes? —insisto, sabiendo que no sería la primera vez que falla a una invitación de papá.
Me dirige una mirada seria. Sé que está pensando su respuesta. No quiere mentirme, pero tampoco está seguro de aceptar la invitación de papá.
—Lo prometo, princesa, estaré allí mañana.
Una sonrisa se dibuja en mi rostro. Miro a papá y al tío, tantos años separados… ¡Qué lindo sería que pudieran volver a estar cerca!
Los dos caminan en silencio hasta la salida de la pieza.
—Gracias por venir a verla—le dice papá mientras se despiden—. Ha sido un tiempo muy difícil para ella… bueno… para todos…
—Cris, los malos tiempos no duran para siempre… creo que sirven para enseñarnos, para hacernos mejores… Sol estará bien… es joven, impulsiva… pero es fuerte y tiene un gran corazón… ¿Tú cómo estás?
—No sé qué decirte… nunca creí que algo así iba a pasar con uno de mis hijos… —su voz se quiebra y Alex apoya su mano en el hombro y salen de la habitación cerrando la puerta, e impidiendo que pueda escuchar la conversación.
«Pobre papá, está así por mi culpa, todos están mal por mi culpa. Soy una mala hija, una mala hermana, una mala amiga».
¿Hasta cuándo va a seguir todo esto? ¿Cuándo podré superar todos mis errores? ¿Volveré en algún momento a ser la de antes? ¿Será toda mi vida un triste recuerdo de las mentiras y malas decisiones? ¿Pasará en algún momento este invierno que congela mi corazón y la felicidad de mi familia?
Hoy parece que siempre será invierno, que el sol y el calor se han marchado para siempre. Mi vida es fría y gris.
Comienzo a llorar.
«Dios mío, necesito tu ayuda, porque siento que vuelvo a caer en la desesperanza en la tristeza».