Chapter 44 - XIII

—Samael movilizará a sus tropas hasta este punto. —Señaló Astaroth en el mapa que se encontraba sobre la mesa; hablaba con fuerza y determinación a sus aliados—. No tendremos otra opción que buscar un punto neutral.

—El norte será descartado, entonces —agregó con un tono consternado el demonio Lord de cabellos blancos—, Belphegor ha bloqueado las fronteras de la Piedra Roja y ha implementado un sistema para detener a los refugiados. Ni la Piedra Gris, ni la Piedra Blanca serán suficientes para otorgar protección. Samael tiene la ventaja en el oeste y el este del reino.

La mirada de Astaroth recorrió el mapa entero del Infierno; aunque existían algunos puntos que todavía eran inexplorados, los territorios de los Señores Infernales estaban bien divididos por las fronteras impuestas por ellos mismos. Mantener a los refugiados a salvo representaba una tarea difícil, en especial si Samael continuaba con los ataques directos. La postura de Belphegor había brindado una prerrogativa a Samael, ya que los tres territorios colindaban de modo que la comunicación entre ellos era efectiva. A diferencia de ellos, la Piedra Gris y la Piedra Blanca colindaban con la frontera del noreste y quedaban en desventaja contra la Zona Azul.

—Mi Lord —la voz de Ashmedish inundó la escena como un rayo de duda—, ¿por qué no usamos el camino de túneles que conecta con los cuatro territorios del sur?, me refiero al camino del proyecto que inició hace tiempo. Sé que está todavía en construcción, pero podría ser una excelente manera de proteger a los inmigrantes, civiles e inocentes. Hay suficiente espacio para más de la mitad.

—¿Y al resto?, ¿los dejaremos morir? —inquirió Mammon con presura.

—Podríamos usar el territorio de la Zona Púrpura o pedir al líder Beelzebub su ayuda —replicó el demonio élite de nombre Vanod; era el actual General de la Legión Blanca.

—No es una mala idea, Astaroth —sugirió Mammon al analizar con prontitud las opciones de los guerreros.

—Está bien. Necesito que contacten con Beelzebub y le pidan ayuda de inmediato —ordenó Astaroth.

La sala de comando estaba construida con rocas cerca del borde entre la Piedra Gris y la Piedra Blanca; era una edificación improvisada que se utilizaba como símbolo de unión entre los dos Señores Infernales. La roca oscura tenía detalles agregados por unos banderines que ondeaban en cada uno de los extremos; las insignias que mostraban eran las de ambos territorios. El resto de los alrededores tenía campañas y tiendas adecuadas para usos de la milicia.

Poco después del inicio de la guerra civil, Astaroth había notado el incremento de híbridos y caídos unirse a la causa; en especial había obtenido respuestas positivas por parte del líder Beelzebub. A pesar de que todavía no existía un convenio público entre ellos y el líder de los Anti-esclavistas, Astaroth creía que pronto eso cambiaría y con ello la guerra civil llegaría a su final.

—General Ashmedish, necesito que hagas algo —expresó Astaroth con seriedad antes de que la reunión terminara—, necesito que hagas público el comunicado y nueva ley temporal sobre los derechos de los híbridos y caídos.

Mammon contempló con respeto y cierta melancolía a su homólogo. Estaba enterado de la ley temporal ya que él la había firmado también; una especie de protección que removía el estatus de esclavo a todo aquél que deseara habitar en la Zona Gris y la Zona Blanca. Empero, había algo más profundo que rodeaba a Astaroth respecto al asunto, algo que hacía a Mammon recordar al híbrido de nombre Gilbert.

—Sí, mi Lord, lo haré llegar de inmediato a todos los rincones de ambos territorios y a los bordes —aseguró Ashmedish con una pequeña reverencia de respeto.

—Consideren que esto provocará a Samael y a Belphegor, así que es probable que nos asalten en la Zona Azul; por el norte y por el este —le recordó Astaroth al equipo presente.

—¿Alguna medida de sugerencia? —indagó Vanod al mostrar un rostro consternado. Sus ojos negros hacían un contraste con su piel azul pálida y cuernos cafés claros.

—Desplacen a las tropas de ataque hacia las fronteras del este y norte en la Piedra Azul. Samael no es capaz de usar la Piedra Púrpura para atacar.

—¿Seguro? —inquirió Mammon con su voz preocupada.

—Sí. Baphomet es tan orgulloso y poderoso que ha dejado el lugar maldito. Los pocos habitantes que han quedado se dieron cuenta de ello —informó el demonio enmascarado—, por lo que han comenzado a abandonar el sitio.

—Eso explica el tráfico alto de civiles que sufre la frontera oeste de mi territorio.

—Sí —insistió Astaroth—, por esto mismo Samael no podrá usar el territorio como ventaja.

—Ni nosotros, mi Lord —interrumpió Vanod.

—No lo necesitaremos —reiteró Astaroth—, así que confíen en la estrategia que tenemos. Inicien de inmediato con la movilización de —Empero, unos gritos externos interrumpieron la voz de Astaroth. Habían sido órdenes para impedir a alguien acercarse al edificio.

De inmediato, Astaroth y Mammon salieron de la tienda de comando para conocer la razón del escándalo; sabían que ningún civil tenía acceso al sitio. Astaroth reconoció al demonio regordete que forcejeaba con uno de los guardias de turno. El Lord de la Piedra Gris caminó hacia el soldado y tocó con suavidad el hombro.

—Descuida, Swan no es un desconocido —informó con seriedad Astaroth.

—Mi Lord —Swan habló con molestia y lanzaba miradas de reproche al soldado que lo sostenía. Después, fue liberado y acomodó su túnica que lo protegía del frío. Aclaró su garganta y dijo—: Lord Astaroth, lo he buscado hasta aquí por algo de suma importancia. Necesito darle la información en privado.

Astaroth reconoció la voz y mirada de Swan; por lo que le permitió seguirlo hasta el edificio de comando. Mammon también se unió a ellos; y pidieron la retirada del resto de los presentes. Astaroth selló la puerta con su magia y dejó que su súbdito colocara unos papales sobre la mesa.

—La rebelión en el Cielo ha terminado, mi Señor —Swan dijo con rapidez—, el rey consiguió, con ayuda de los arcángeles, desterrar a la mente detrás del conflicto.

—¡Luzbel! —opinó Mammon con una voz de alivio—. Eso quiere decir que está camino al reino.

—No lo sé, Lord Mammon —resumió Swan—, el paradero del caído de nombre Luzbel no es claro. Hay un grupo de ángeles que lo acompaña, así que supongo que habrá una entrada de caídos muy grande.

El Lord de la Piedra Gris guardó su opinión para él. Había una posibilidad de que Samael conociera de la presencia de Luzbel si no tomaba las medidas de cautela necesarias. Suspiró; en su mente deseaba que Luzbel tomara la decisión certera al arribar al reino, ya que confiaba, a ciegas, en que no entraría como una caravana de migrantes por una sola frontera.

—Pero no podrá entrar por la Piedra Roja, la Piedra Negra, la Piedra Azul ni la Piedra Púrpura —reiteró Mammon—, ¿no es un problema?

Sí, es un problema, resolvió en silencio el demonio de máscara teatral. Con la cerrada de las fronteras, el flujo de extranjeros era fácil de controlar y detectar.

—Mi Señor —Swan rompió los pensamientos de su amo—, además, hay algo que debe saber. En el Cielo se ha comenzado un juicio para purgar al reino de los traidores. Según el informe del ángel Gabriel, el rey piensa que alguien en el Cielo, en una posición importante, tiene contacto con el Infierno; y a través de este ángel, Luzbel fue corrompido por los demonios y la oscuridad.

—¡Ja! —Mammon expresó con un tono cínico y burlesco—, pues no se equivoca.

—Pero —Swan prosiguió; aunque esta ocasión su voz se apagó y todo su cuerpo se tensó—. Pero hay algo más, mi Señor.

Una vez Astaroth notó el cambio en el cuerpo de su súbdito, compendió que algo muy malo había llegado como noticia.

—Habla, Swan —ordenó con fuerza Astaroth.

—Mi Lord, debe comprender que en estos momentos no puede dejarse llevar por las palabras del ángel Gabriel —opinó el demonio obeso con miedo—, ya que usted es muy importante en esta guerra interna. Usted es el líder de la oposición contra Lord Samael y su gremio de demonios conservadores.

—Swan —reiteró Astaroth con un poco de desesperación.

—Por eso mismo, usted debe tomar las decisiones más racionales —prosiguió el demonio gárgola. Ya había agachado la mirada.

Aquél comportamiento era común en Swan; Astaroth lo sabia. Cada que Swan creía que un pedazo de información causaría un cambio negativo en el demonio Lord, prefería dar un discurso previo desde su punto de vista.

—Dime, ¿qué ocurre? —pidió Astaroth con serenidad fingida.

De pronto, Swan suspiró con fuerza y esperó unos segundos. Por otra parte, Mammon intentaba asimilar la relación que había entre Swan y Astaroth; conocía al demonio gárgola desde hace tiempo atrás, pero no era capaz de asegurar la manera de actuar del súbdito.

—El ángel Gabriel es sospechoso en el Cielo y será llevado a un juicio. Tres de los arcángeles testificarán en su contra y uno de ellos dice tener información contundente que asegura la traición del ángel Mensajero.

Por unos momentos prolongados no hubo respuesta. Astaroth sentía desesperación y un miedo apoderarse de él; era consciente de que Gabriel corría un peligro mayor y en esta ocasión podría ser asesinado. A diferencia de Sadim y Ashmedish, Gabriel era la pieza más importante de su selección de espías y peones, así que no podía darse el lujo de perder a su mejor guerrero.

Sin previo aviso, Astaroth se movió hacia la puerta con rapidez y retiró el sello de magia que él había puesto. Empero, Mammon actuó con prontitud y sujetó el brazo de su homólogo.

—¿A dónde vas? —dudó Mammon con fuerza.

—Suéltame —Astaroth habló con un tono frío y cortante.

—Mi Señor —Swan intervino con consternación y un grito ahogado—, ir al Cielo no es la mejor opción. Sin usted, aquí las cosas podrían salirse de control. Además, en el Cielo la situación no se ha asentado del todo; sus fronteras deben estar patrulladas hasta el límite. Por favor, no actúe con irracionalidad. Gabriel es sólo un fragmento más, un sujeto reemplazable.

El Lord de la Piedra Gris no replicó. Su mirada estaba fija en la puerta de la tienda. La furia lo recorría y asechaba con perder el control absoluto de sí mismo; sabía muy bien que si dejaba a su poder manifestarse destruiría todo su plan. Se suponía que Gabriel era eso: una herramienta sustituible; pero Astaroth era incapaz de asimilar que tenía cariño por el arcángel.

—Suéltame —volvió a ordenar Astaroth con enojo.

—No —replicó Mammon con seriedad y un tono frío—. No voy a dejar que vayas al Cielo a ponerte en un riesgo innecesario. Si tu ángel es asesinado, ya encontrarás a otro que pueda seguir tus mandatos. Eres un maestro para controlar y hay muchos que pueden seguirte y alabarte como tanto te gusta.

—Lord Mammon tiene razón, mi Señor —Swan estuvo en acuerdo con el Lord de la Piedra Blanca—. Gabriel no vale la pena.

—Idiotas. Gabriel es un arcángel, el Mensajero, un ser de poderes grandiosos —respondió Astaroth con molestia—, su muerte sería una pérdida incalculable para mí.

—No es el único arcángel —recalcó Mammon.

De manera lenta, la desesperación se apoderó del cuerpo entero de Astaroth; estaba al borde de la ira. A continuación, lanzó a Mammon hacia un lado con una ráfaga de poder; su energía se incrementaba con rapidez y su cuerpo se iluminaba por un aura gris.

—¡Astaroth! ¡No!

Empero, fue muy tarde. El Lord de la Piedra Gris había abierto un portal flotante junto a él; aunque esta vez el portal no había presentado la clásica forma circular, sino una especie de mancha negra dispar. Astaroth se adentró y abandonó el reino. Mammon fue incapaz de sentir la energía de su homólogo en las cercanías del territorio entero.

—Swan —la voz de Mammon sorprendió al demonio gárgola—, ordena a Vanod y a Ashmedish que abran las fronteras con la Piedra Negra aquí en la Zona Gris.

—¿Eh? —dudó Swan con incredulidad.

—Dile a Ashmedish que mande a sus mejores guerreros y a sus mejores demonios-bestia al territorio de la Piedra Negra; quiero que ataquen el castillo en un encuentro directo con la excusa de que salvarán a los caídos e híbridos que han sido encerrados. Informa a Vanod de lo mismo, pero que él ataque la Zona Azul. Necesito que hagas toda la distracción posible.

—Pero, ¿por qué? La estrategia nos pondría en desventaja. Ni el General Ashmedish ni el General Vanod pueden enfrentar a un demonio Lord aunque usen sus armas míticas. El Señor Samael y el Señor Leviathan los matarán.

—No. Necesito quince o veinte minutos cuando mucho. La excusa es perfecta, y la distracción será la única forma de conseguir el objetivo…

—¿De cuál objetivo habla, Lord Mammon?

—Salvar el pellejo de tu amo —divulgó Mammon con seriedad—, ese idiota no es capaz de decirnos que su apreciado ángel es más que una herramienta. —Luego chistó como una señal de molestia para después proseguir—: es un idiota. Pero es el único idiota que puede convertir a Luzbel en nuestro rey, así que lo necesitamos.

—Espere un momento, Lord Mammon, ¿irá al Cielo usted también?, ¿no será más peligroso?

—No. Mandaré a Sadim a atacar el borde para crear el espectáculo perfecto y darle suficiente tiempo a Astaroth para hacer su movimiento. Prepárate, Swan, ya que quedas a cargo mientras no estemos aquí. Ordénale a Sadim y a sus hombres encontrarme en el territorio cercano al Edén. Yo organizaré a los mercenarios desde allí.

—C-Comprendo, Lord Mammon. Haré lo que me pida —la voz de Swan sonó cargada de agradecimiento y más tranquilidad.