Mi primer día de universidad. Mis hermanos no quisieron perderse el momento y ellos mismos me llevaron. Bajé de la camioneta que mi hermano conducía, miré con emoción el escudo de mi facultad, los edificios, todo a mi alrededor.
—¿Estarás bien? —Preguntó mi hermana, con exagerada preocupación.
—¡Claro que va a estar bien! —Respondió mi hermano y pasó un brazo sobre mis hombros—. Él ya creció, no es un bebé.
—Ah, ¿sí? ¿y por qué no dejaste que el chofer lo trajera y lo hiciste tú personalmente? —Mi hermana se burló de él.
Mis hermanos son mucho mayores que yo, es por eso que me cuidan tanto. Ella ya es casada, es madre de tres niños, no terminó su carrera, papá aún le insiste que lo haga. Mi hermano es el mayor, él es médico, está haciendo una especialidad, es soltero, tiene novia, pero aún no piensa en casarse. Desde que yo recuerdo, los dos más que mis hermanos, son como unos padres amorosos, cariñosos y, sobre todo, muy sobreprotectores conmigo.
Los amo, así como a mamá y papá.
—Bueno, cachorro, ya es hora —mi hermano me abrazó tan fuerte que sentí algún hueso romperse.
—¡Au! —Me quejé y mi hermana me sacó de sus brazos de un tirón.
—Déjame algo a mí —le dijo, me jaló hacia ella y me llenó de besos.
No hice más que sonreír, mi rostro ardía de vergüenza, estaba acostumbrado a esos ataques de amor por parte de ellos, pero ese era mi primer día de universitario, bueno, ¿qué puedo hacer?
¿Ya les dije que los amo?
Antes de entrar mi hermana me dio la bendición y mi hermano una palmada en el trasero. Corrí hacia mis amigos que ya me esperaba en la entrada. Giré hacia mis hermanos, sacudí una mano para despedirme de ellos, sonrieron y agitaron ambas manos.
—¡Estoy tan emocionada! —Dijo Carolina sobre excitada y escandalosa como siempre.
—Ya lo sabemos, desde que salieron los resultados del examen de admisión, no paras de gritar lo emocionada que estás —contestó Carlos.
��Es que lo estoy, de verdad lo estoy —dijo ella colgada de su brazo.
Entramos.
—Ya, ya, lo sabemos. Y esperamos que tu emoción dure cuando los primeros parciales aparezcan —Victoria, como siempre, tenía el don de enfriar el entusiasmo de Carolina.
Carolina hizo un puchero haciéndonos reír. Fue un primer buen día, las clases excelentes, mis amigos y yo tomamos la misma carrera, arquitectura. Me encanta diseñar casas, edificios, entre más grandes y detallados son, mejor para mí. Yo pienso que ellos sólo lo hicieron por seguirme.
A la hora del descanso, escogimos un buen lugar para almorzar, los cuatro compramos lo mismo, un sándwich de ensalada de pollo con pan integral, agua de fruta y un pequeño postre.
Estaba feliz, los maestros son excelentes, los compañeros geniales. Al salir de la última clase, decidimos recorrer el campus, visitamos los edificios de otras carreras, nos dimos cuenta que el campus era muy, muy grande, ya que nos perdimos. Fue divertido, un guardia nos indicó hacia donde quedaban los edificios de nuestra facultad.
Fuimos a una cafetería frente a la universidad.
—Hay mucha gente —observó victoria.
Todos asentimos mientras sorbíamos nuestros cafés helados.
Y ahí fue, mientras mi cerebro se descongelaba, mis ojos que antes miraban todo curiosos, se detuvieron en la puerta de entrada. Un chico alto, de cuerpo delgado, entró al lugar. No sé por qué, pero mis ojos no se pudieron despegar de aquella figura alta, tan guapo, tan atractivo, tan diferente, tan especial, todo él. Su rostro, su pelo, su piel, sus manos, su cuerpo, sus piernas largas, su manera de desplazarse, su ropa le va tan bien y a pesar de ir entre otros tres o cuatro, no lo sé, sobresalía de todos ellos. Pienso que aun en medio de una multitud, él sobresaldría por esa presencia tan brillante.
Llegaron al mostrador, descansó su cuerpo y giró para dar un vistazo al lugar, les dio una sonrisa a sus compañeros y sin quitar esa hermosa sonrisa, pasó sus ojos sobre nosotros.
Tragué con trabajo el café que retenía ya hace rato en la boca, aunque fue una mirada relámpago y casual, casi ocasiona que yo me ahogara. Mis ojos bajaron a la mesa, mis amigos hacían mucho ruido, yo solo fingía escucharlos, pero en realidad todos mis sentidos se encontraban concentrados en aquel chico.
Alcé la vista otra vez, él sacó su billetera y pago con tarjeta, enseguida se marcharon. Era la primera vez que lo veía, ese día vi a muchos chicos guapos, pero ninguno como él.
—Ya es tarde, ceo que debemos irnos a casa —Victoria me sacó de aquel estado de encanto.
Salimos de la cafetería, vimos al chofer que se encontraba fuera del auto. Victoria se fue con Carlos, Carolina se ponía de acuerdo con su novio para que este la pasara a recoger. Crucé la calle, el chofer de papá miraba en todas direcciones con el celular en la mano, entonces recordé, el mío lo tenía apagado. Con cara de susto llegue con él, tenía varios mensajes y llamadas perdidas de mis hermanos.
���Joven, sus hermanos ya casi vienen para acá —me dijo en cuanto me vio.
—Ya les respondí que regreso a casa.
Subí a la camioneta y nos machamos, esa noche ellos fueron a cenar, solo querían saber cómo había sido mi primer día de universidad.
Al día siguiente con mucho, pero mucho trabajo y un argumento bastante largo y mareador, conseguí que mis padres me dejaran ir solo a la universidad, quería independizarme de esos dos que me cuidaban más que mis propios padres.
Llegué en taxi a la universidad, feliz por ser la primera vez que llegaba a la escuela solo. Lo sé, casi tengo dieciocho, pero, ¿qué puedo hacer cuando tengo dos hermanos que son super sobreprotectores?
—Esto está de no creerse —Victoria se burló de mi mientras me abría la puerta del taxi.
Los otros dos solo rieron.
—¿Y dónde están ese par de custodios que no te dejan nunca? —Seguía burlándose y yo le di una mirada gruñona.
—Ya soy grande —respondí con malhumor.
—Desde hace varios años ya eres grande y es la primera vez que te vemos llegar solo a la escuela.
Ella misma pagó al taxista, dimos las gracias y caminamos para la entrada. Victoria es la mayor, aunque siempre luce seria y amargada, es muy divertida, le gusta molestarnos y a la vez cuidarnos, a pesar de que Carlos y yo somos los varones del grupo, ella dice que somos como sus pequeños hermanos y así nos cuida. Es un año mayor, dijo haberse atrasado por problemas de salud, pero cuando nos hicimos los mejores amigos de ella, nos dijo la verdad y como lo buenos amigos que somos, guardamos su secreto.
Victoria es muy, muy inteligente y siempre nos ayuda con las tareas. Físicamente ella es alta, casi como yo, es de complexión delgada y tiene un rostro bonito, yo diría que tiene excelente figura, pero ella la esconde con ropa muy holgada, usa lentes a pesar de que no los necesita, su apariencia de pies a cabeza es muy sencilla, fácil de pasar por desapercibida.
—¿Por qué pagaste el taxi? —Pregunté molesto, no era para menos, me quitó ese placer.
Ella me miró con las cejas arrugadas.
—¿Tienes algún billete chico en tu billetera?
Mi cerebro se quedó en blanco, saqué de inmediato mi billetera y no, solo había tarjetas de crédito y dos billetes de los más grandes. La miré y ella alzó las cejas, solo pude hacer un puchero, Victoria me conocía.
Carolina dio un pequeño salto y se colgó de mi brazo.
—¿Cómo le hiciste para que tus padres te dejaran venir solo y en taxi? —Me preguntó con esa cara juguetona y curiosa.
Como es ella, juguetona y traviesa, siempre alegre, muy coqueta cuando hay chicos guapos, algo despistada y si no fuera por nosotros, no hubiera pasado el examen de admisión. Físicamente, ella es bajita, de piel muy blanca, rostro… digamos simpático, figura delgada, pelo rizado y siempre le gusta lucir bien.
—La pregunta seria, cómo lograste escapar de ellos —dijo Carlos y los tres soltaron una risa.
Carlos es mi mejor amigo, de hecho, ha sido el único desde la primaria. Él y yo tenemos mucha similitud, 1.75 m, la misma estatura, no somos tan altos, pero tampoco tan bajos, creo que eso depende de la estatura de quien camine junto a nosotros, estoy bien con eso. Vestimos el mismo tipo de ropa y zapatos, la gente suele pensar que somos mellizos, no podemos evitarlo, es divertido, nos gusta.
Él es algo tímido, pero eso no quiere decir que no sea atractivo para las chicas. Siempre le dicen que las gafas lo hacen ver tierno. Por mi parte, creen que soy del tipo bonito, ese novio dulce que les gustaría tener, bonito y dulce, así me describen, como un bebé.
Yo pensaba que era solo en el pensamiento de mi familia, Carolina y Victoria, pero las chicas y algunos chicos lo dicen también.
Estoy acostumbrado a que piensen eso de mí, incluso las maestras llegaban a pellizcar mis mejillas, como la maestra Sofía de la primaria, no me daba clases, pero cada que me topaba con ella, pellizcaba mis mejillas y siempre decía "qué mono". Yo me ofendí la primera vez, pensé que me comparaba con un mono, un chimpancé o algo así, pero mi madre me explicó lo que quiso decir, dejé de odiarla y sólo dejé que siguiera pellizcando mis mejillas.
La conclusión es que, aun teniendo diecisiete años, sigo siendo un chico con baby face.
La hora para almorzar del segundo día llegó, antes de entrar a la siguiente clase, Carlos y yo fuimos a los sanitarios. Cuando regresábamos a los comedores, algo golpeó mi cabeza, casi caigo por el impacto. Unas risas provenientes del patio me hicieron mirar hacia allá.
Un grupo de chicos mayores reían mientas yo sobaba mi cabeza. Uno de ellos, de ropa deportiva, dio un par de pasos hacia nosotros, me hizo señas para que le pasara el balón, miré a mi amigo, tenía el objeto en manos. Lo cogí, el tipo se quedó quieto esperando, pero como él y su grupo no dejaban esas risas molestas.
—¿Lo quieres? —Le pregunté.
Él asintió.
—Pues ves por él.
Patear el balón nunca fue mi talento, el impacto fue bueno, pero la dirección no. El balón golpeó la espalda de una maestra que se encontraba frente a una puerta. Ella giró, molesta, en ese momento quería ser el más pequeño de todos los pequeños para que ella no me pudiera ver, pero ella no lo hizo, su vista se clavó en el balón y después en una sola persona, sí, en ese tonto mastodonte de ropa deportiva que la miraba con cara de sorpresa y terror. La profesora recogió el balón del piso y se dirigió hacia él. Carlos y yo nos quedamos tiesos, sin poder hacer o decir nada.
—Marcos Villanueva —le dijo y su voz nos heló nuestra sangre—. Veo que es usted un joven al cual la energía nunca se le agota.
—Maestra, yo… no…
—¿No qué? —Gritó y todos saltamos—. No es la primera vez que recojo su balón.
—Pero esta vez, yo no…
—Pero es que debo recordarle siempre que el campo deportivo se encuentra hacia allá.
Le señaló hacia atrás de los edificios, sus compañeros se acercaron.
—Maestra, esta vez no fue él, nosotros se lo aseguramos.
La maestra los miró con la barbilla en alto.
—Ah, ¿sí?
Todos asintieron y Carlos me jaló de un brazo.
—Vamos.
—No, espera.
La maestra se plantó frente a ellos con el balón en mano.
—¿Ustedes? Ustedes son el grupito que siempre lo acompaña, así que ustedes lo van a acompañar a limpiar la bodega como castigo y para que no se les olvide que en las jardineras y los pasillos de la escuela no se juega futbol.
—Pero maestra —otro se quejó.
—Nada de maestra, al terminar su última clase los espero aquí para abrirles la bodega y si no aparecen, prepárense para pasar sus vacaciones del próximo verano recuperando un par de materias, se los juro.
Le dio el balón al tipo llamado Marcos y se marchó, pude ver desde donde nos encontrábamos como el rosto de él cambiaba a modo furioso.
—Ahora sí creo que debemos irnos.
Jalé de la mano a Carlos y salimos corriendo a todo lo que nuestras piernas podían, era como ser perseguido por un gran toro rabioso, nos gritó que nos detuviéramos, pero ninguna persona lo suficientemente cuerda se quedaría quieta si ve venir a un animal de ese tamaño y en ese estado de locura.
En los pasillos más adelante, nos dimos cuenta de que ya no nos seguía, nos ocultamos tras un pilar, asomamos nuestras cabezas, había sido detenido por otro sujeto alto, ese tipo se lo llevo de vuelta.
Salimos de nuestro escondite, apenas podíamos respirar. Volvimos con las chicas sin hacer comentario de lo sucedido. Nuestro segundo día de universidad terminó y cada quien se fue a casa, Victoria y Carlos se fueron juntos, Carolina subió al carro de su novio, yo volví por primera vez a casa por mi cuenta, solo y en taxi.
¡Se siente tan genial!