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Chapter 3 - #3 Marcos

—No puede ser, a dos días de haber vuelto a clases y ya te metiste en problemas.

Cris y yo nos dirigimos al edificio donde teníamos que encontrarnos con la maestra Paola, quien seguramente seguía furiosa conmigo.

—Ya te dije que esta vez no fue culpa mía ni de los chicos, fue ese par…

—Ya, como sea, hoy era nuestro primer día de entrenamiento y vamos a faltar gracias al castigo que les dieron y, como siempre, tendré que quedarme a ayudarles.

—¿Te vas a quedar? —Le pregunté, algo sorprendido.

Cris me miró con las cejas arrugadas.

—¿Cuándo te he dejado solo? —Me recriminó y yo me encogí.

Llegamos con la profesora, los chicos ya estaban allí, todos tenían cara de descontentos, faltar a un entrenamiento era peor que limpiar esa bodega. La maestra sonrió complacida.

—Veo que has traído uno más, está bien, entre más sean, más rápido terminaran —nos dijo y abrió la puerta.

Dio indicaciones de como quería que acomodáramos las cosas y nos dejó solos.

Nos paramos en medio del lugar, giramos para ver nuestro alrededor y después de un suspiro, pusimos manos a la obra. No era algo que pudiéramos terminar en una sola tarde, debido a nuestro horario quebrado nos tomaría todo el resto de la semana, la profesora nos esperaba al terminar nuestra última clase, muy puntual y con esa cara que parecía que en cualquier momento nos mordería.

Viernes a las 9:30 de la noche, salíamos de la universidad más cansados que cuando entrenamos.

—¡Por fin! —Chacho celebraba.

—Esta vez la maestra se pasó con el castigo —Tomás estiró la espalda.

Llegamos hasta donde Cris había dejado estacionada su motocicleta.

—Te llevo —me dijo.

No respondí, solo cogí el casco que me ofrecía, estaba demasiado cansado como para buscar transporte o caminar.

—Adiós, chicos, ya viene mi bus —Rigo corrió al parador.

—Bueno, yo paso a botar a Chacho a su dormitorio —dijo Tomás y los dos subieron a su coche.

Cris me dejó fuera de mi edificio, entre a mi cuarto, boté las llaves a un lado y me dejé caer en la cama. Celebré mentalmente que fuera fin de semana, entre las clases y el trabajo en la bodega, apenas tenía tiempo de bañarme, comer, hacer tareas y dormir un par de horas.

Siempre quedamos en vernos el fin de semana para divertirnos, pero este fin de semana solo queríamos descansar. Ni siquiera pude comer con mi primo una sola vez, apenas respondí algunos mensajes y llamadas de mi familia, pero ahora iba a cenar algo, me daría un baño y dormiría hasta la una de la tarde de mañana.

Bueno, ese era el plan original, porque al pensarlo todo con los ojos cerrados me perdí y al abrirlos nuevamente, el sol ya pegaba en mi rosto.

—¡En la madre! —Maldije—. ¿Ya amaneció?

El timbre de mi celular sonó, mamá solo quería saber si iría a casa. No es que viva fuera de la ciudad, pero si al otro lado. Entre el tráfico y la distancia, no me da tiempo de ir y venir a diario.

Le dije que sí y ella se puso feliz, me dijo que me haría de comer algo delicioso, yo sonreí, pues todo lo que cocina ella es delicioso. Terminé mi conversación con ella, salí de la cama y fui a darme una ducha. Cuando salí, el móvil volvió a timbrar, era un mensaje de Cris.

Cris: ¿Salimos hoy?

Yo: No puedo, voy a casa.

Cris: Es en la noche, los gemelos invitan a una fiesta, los chicos quieren ir.

Yo: No lo sé.

Cris: Solo di que sí, voy por ti y te llevo de regreso.

Yo: Cuanta energía la tuya, yo sigo muerto.

Cris: Te garantizo que con esto vas a revivir, podría ser tu noche, es una fiesta en casa de un amigo de los gemelos, de esas presas que tanto te gusta cazar.

Esas palabras despertaron mi interés, fiesta de ricos, hijos de millonarios, me gustaba la idea, me encantaban los retos.

Yo: Está bien.

Sí, soy fácil de convencer. Me di un baño, comí algo y regresé a casa con mochila al hombro. Al llegar a casa olía tan bien y el aroma provenía de la cocina, ahí estaba mamá que al verme me sonrió y me llenó de besos.

—¡Mi hermoso hijo ha vuelto! —Canturreó feliz.

Papá salió de la recamara de ellos.

—Ya estás aquí, hijo —dijo al jalarme en un abrazo.

Mi hermanita tira un cesto de ropa en el piso de la sala y corre a abrazarme.

—¡Marcos!

—¿Y Ernesto no se encuentra? —Pregunté por mi hermano mayor.

—Salió con tu cuñada y la niña, pero dijeron que estarían aquí para la comida —respondió mamá, después me quito la mochila y me hizo sentarme en la sala—. Cuéntanos, ¿cómo fue esta semana?

Sentí un dolor en la espalda con la pegunta de mi madre, inevitablemente recordé a ese par de mocosos y el castigo de la malvada profesora Paola.

No sé qué tipo de cara hice, pero los ojos de mis padres y hermana se quedaron fijos en mí.

—¿Tan mal te fue? —Me preguntó mi padre.

—Ah, no, no. Todo bien —aseguré de inmediato.

—Pues por tu expresión parece todo lo contrario —comentó mi madre.

Froté mi nuca.

—Mucha tarea, es solo eso —les dije lo primero que se me ocurrió y fui bastante convincente, pues ya no preguntaron.

Mi hermano llegó, mi pequeña y hermosa sobrina corrió a mis brazos apenas me vio. Ella solo tiene seis años y es muy inteligente, me adora y yo la adoro, eso hace sentir un poco de celos a mi hermana Teresa.

Después de comer, papá tuvo que regresar a su trabajo. Él es albañil, trabaja en unas obras de un nuevo edificio en la colonia, mi hermano trabaja con él. Mi hermano ya no siguió estudiando, él y mi cuñada salieron embarazados antes de salir de la preparatoria, nuestra economía no es tan buena como para pagar dos carreras y mantener una nueva familia.

Mi padre nunca ha estado de acuerdo en que él dejara la carrera, pero mi hermano entendió que era mejor así, para que yo pudiera estudiar. Es por eso que elegí esta carrera, arquitectura.

Por la noche, como quedamos, Cris fue por mí. A mamá nunca le ha gustado la idea de que yo monte una motocicleta, pero siempre le aseguro que Cris maneja con mucha precaución.

La fiesta fue en una casa de una zona residencial muy exclusiva, Cris y sus primos los gemelos pertenecían a familias millonarias, Cris estudia con nosotros en la universidad pública del estado, los gemelos en una privada, pero aun así convivían conmigo y mis amigos, siempre nos invitan a esas fiestas de gente rica, a lugares caros, a vacaciones en cabañas privadas, en las montañas o playas, a lugares exclusivos.

Esa noche como muchas otras, nos divertimos al máximo, ya de madrugada, Cris me llevo a casa, los gemelos nos acompañaron en su auto de lujo, uno de ellos bebió demasiado, el que manejaba y nosotros no probamos ni una sola gota de alcohol.

El domingo por la tarde regresé al departamento, el lunes a primera hora estaba en el salón.

—Ya dinos, ¿lo hiciste otra vez? —me interrogaban demasiado curiosos.

—Claro que lo hizo, si alguien en esa fiesta llamó su atención, claro que lo hizo —dijo Chacho con algo de excitación.

—Ya sabemos que nadie se te escapa, ya sea del estatus que sea, ya sea chico o chica, con novia, novio o sin, siempre caen ante mi amigo —Rigo aladeaba sobre mi.

Yo infle el pecho.

__Que puedo hacer, todas y todos me quieren __presumí__

Todos rieron.

—Pero dinos ¿quién fue la victima? —La curiosidad mataba a Chacho.

—Yo quiero saber si esta vez fue él o ella —dijo Rigo pasando un bazo sobre mis hombros.

No conteste, dejé que su cabeza trabajara.

—Seguro fue la chica del minivestido rojo, tenía piernas lindas —apostó Tomás.

Negué con la cabeza.

—No, fue la chica de blusa negra con ese gran, gran escote —Chacho hizo movimientos alusivos.

—No, es el chico de ojos azules que no paraba de mirarte —asumió Rigo, con entusiasmo.

No contesté, hice más grande su curiosidad, parecía una competencia por saber quién era. Chacho me miró como si él supiera la respuesta.

—¿O tal vez fue el chico fresita que estaba junto a la rubia? Ese no perdía oportunidad para coquetearte.

Sonreí y ellos hicieron cara de asombro.

—¡No!, ¿te ligaste al riquillo ese? —Preguntó Chacho, con la quijada suelta.

—Qué más da cual haya sido, todos ahí eran puros juniors —les dije.

—Pero si no me equivoco, él era el anfitrión de la fiesta —el asombro no cabía en Rigo.

—Sí, esa era su casa y por lo que vemos este tipo supo aprovecharla muy bien.

Cris llegó, vestía su chaqueta negra y su pelo castaño casi rubio sujeto como siempre, mitad casi a rapa y la otra mitad en una pequeña cola que se enroscaba sola debido a su pelo rizado.

—¿Qué sucede?, ¿de qué hablan? —Preguntó.

—De la presa de anoche.

—Ah, ¿te refieres a la nueva víctima de nuestro amigo?

Los tres sacudieron la cabeza de forma positiva. Cris nos sonrió, colocó su casco bajo el asiento, su mochila en la mesa, se sentó de forma cómoda y estiró sus largas piernas.

—Fue una noche muy buena, hasta que uno de los gemelos vomitó en mis zapatos al llegar a casa —nos contó con voz relajada, luego nos miró y preguntó—. ¿Y decían? ¿Quién fue la victima?

—Nada más ni nada menos que el anfitrión —Chacho presumió como si la hazaña fuera propia.

Cris me miró con asombro.

—¡No! —Exclamó con una sonrisa incrédula—. ¿Ese déspota mocoso prepotente mal criado?

Yo le confirmé con una sonrisa.

—Te has anotado un super gol, amigo.

Un jugador, alguien que no toma en serio una relación, es más ni siquiera llegaba a ese extremo, sólo era pasar el rato, una noche y ya, sólo sexo pasajero. Ninguno del grupo contaba con una novia oficial. Tomás era quizá el más atractivo, había chicas haciendo filas por él, por mi parte ya sabían que las filas venían de dos en dos, en par, hombre, mujer, no tenía problema con eso, mientras mi gusto fuera satisfecho.

Chacho y Rigo tenían lo suyo, pero contaban más con la fama de nosotros y pues Cris, estaba en mí misma situación. Debido a su personalidad, manera de vestir, su rostro bastante bonito, ojos claros y piel blanca, nariz perfecta, yo diría rostro perfecto y cuerpo perfecto, era del gusto de los chicos y de las chicas, todos babeaban por su persona. Cualquier ángel sentiría envidia de su belleza, pero a pesar de eso era una persona solitaria, no le conocíamos alguna relación, quizá era la persona más decente -o la única decente- del grupo, sólo le interesaban las motos, el deporte y salir a divertirse con nosotros y los gemelos.

Un grupo muy llamativo, eso somos.