"Hola, ¿me recuerda?"
—¿Cómo no podría mantener el vívido recuerdo en mi memoria de mi primer amor?
"Quién sabe, la gente olvida a los fantasmas como yo."
—Algunos fantasmas nos persiguen eternamente, creo que es el mío.
"¿Cuál es la cura para la maldición que le persigue? ¿Quemar mis recuerdos hasta los cimientos?"
—Nunca podría.
"¿Es cobardía lo que veo?"
—¿Es ignorancia el mal que padece? Nunca podría arrancar la espina que se ha clavado en mi alma. A duras penas logro sobrevivir sin corazón, me veo falto de aliento, mas no cejo en mi empeño de recuperarlo.
"No sabía que era tan descuidado, creí que había aprendido la lección cuando sacudí su vida de arriba a abajo."
—Fue robado, en su momento.
"¿Quién tuvo la osadía de arrebatarle tan preciado tesoro?"
—El mismo recuerdo que me persigue todas las noches.
"Está atormentado por sus demonios. Qué cruz la suya. Y dígame, ¿qué recuerdo es aquel que no le deja descansar?"
—Tiene nombre y apellidos.
"¿Podría revelarme el nombre del demonio?"
—Lo tengo justo enfrente.
"Si yo no soy más que un recuerdo, un fantasma, ¿no estará empezando a padecer la famosa tenebra?"
—Puede ser. Querría librarme de él, del fantasma, pero eso sería perderle.
"Debería dejarme marchar, pero se resiste a abandonar mi recuerdo. ¿De qué tiene miedo?"
—De olvidar. De olvidarle. De olvidarme.
"¿Va a dejarme marchar? Debería dejarme ir."
—¿Soy un estúpido por dejar que su recuerdo me pese tanto?
"No, no lo es. Qué tontería. Y no creo que esté mal que me recuerde, es parte de usted. Somos un poco las personas que nos rodean, las que nos marcan. Y no está mal..."
—No, claro que no lo está. Pero quizás el problema sea convertirlas en el centro de nuestra vida. Debo aceptar que se ha ido y no pensar en qué sería el mundo con usted.
"Siempre voy a estar, pero ya no como antes, debe aceptarlo y dejarme ir. No quiero pesarle. No quiero estar aquí, doliéndole. No quiero impedirle vivir."
—Lo entiendo. Lo entiendo, aunque no quiero entenderlo, aunque me parezca cruel.