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Chapter 3 - Lo mejor para la familia

Abro la reja de mi pequeño patio, le doy una mirada a las flores que están debajo de la ventana, la tierra se ve fresca, así que deduzco que Natalia ya las regó, busco las llaves en mis bolsillos pero no las encuentro, así que no me queda otra que golpear la puerta.

— ¿Quien es? —pregunta la Sarita con su cantado tono de voz.

— Soy yo —contesto.

— Don Eusebio —dice sorprendida— ¿no me diga que perdió las llaves?

— Solo se me quedaron acá Sarita, seguro están en mi pieza.

Al abrir la puerta puedo ver su expresión de que me estoy equivocando— Yo ordene todita la pieza y no encontré ninguna llave fíjese.

— Quizá no las buscaste bien —le recalco, al ver su cara de poco convencida cambio mi respuesta— o las debí dejar en mi otra chaqueta —este sería el cuarto juego de llaves que pierdo— ya van a aparecer.

— Como diga Don Eusebio —dice de modo condescendiente— por cierto, esta su hijo Leopoldo, vino con los críos.

Supongo que nuestra charla sera antes de lo que pensaba— ¿En donde andan? —camino desde la recepción hacia el living, antes de que ella me pueda responder veo a mi hijo sosteniendo un cigarrillo y fumando en el sillón mientras mi nieto mira un álbum de fotos.

En cuanto Valdemar se percata de mi presencia, deja el álbum para caminar hacia mi con timidez, doblo mi rodilla para ponerme a su altura— Ven a darme un abrazo —el muchacho acelera sus pasos para quedar entre mis brazos— cada día mas grande.

Acerca su cabecita hacia mi oreja— ¿Puedo quedarme acá esta noche? Mis hermanos lloran mucho.

No puedo evitar sonreír al escuchar su petición— Solo si tu mamá te deja.

Asiente emocionado y se va hacia la cocina, vuelvo a ponerme de pie mientras lo veo irse— Cada día se parece mas a nosotros.

— Mejor eso a que se parezca a mi abuelo —responde mi hijo Leopoldo antes de volver a colocr el cigarrillo en su boca— vi lo que sucedió en la moneda —da una ultima calada y lo apaga en el cenicero— ¿entonces ganamos?

— Ojala fuese así de simple —voy al estante donde guardo el licor, saco una botella de Brandi, le muestro la botella a mi hijo el cual responde asintiendo con la cabeza, saco dos vasos para servirnos— este país esta por cambiar de pies a cabeza y lo bueno es que nosotros estaremos en el mejor lugar para lo que se viene —termina de servir ambos vasos y los reparte, estira su abrazo para hacer un brindis— así que salud por nuestra victoria.

— Salud —dice mi hijo tras recibir el vaso, luego de darle un sorbo, puedo percibir que algo le inquieta— ¿A que te refieres con nuestra victoria?

Doy un largo trago a mi brandi, antes de contestar la pregunta veo a mis dos hijas saliendo de la cocina.

Carolina cierra la puerta de la habitación que vienen y enciende un cigarro, mientras Rosa busca un vaso para también servirse un trago, supongo que si existe un momento para hablar es ahora.

— Tenemos una decisión que tomar como familia y antes de que digan una sola palabra quiero que se siente y me escuchen atentamente —los tres me miran extrañados, saben que este dramatismo no es usual en mi, mientras explico lo que sucederá con el país mis tres hijos solo se limitan a levantar las cejas de modo ocasional, Carolina apaga su cigarro en el cenicero y para el final de mi explicación Rosa va servirse un segundo trago.

— Mis hijos no serán huérfanos —contesta Leopoldo sin dudar un segundo— hagan lo que quieran, pero no abandonare a mi mujer e hijos.

— Acabamos de perder la mitad del país —dice aun sosteniendo la botella de brandi— podrían erradicarnos en cuanto se les de la gana.

— ¿No me escuchaste? Son infertiles, nos necesitan para seguir existiendo.

Coloca la botella sobre la mesa con fuerza, por un momento pensé que se podría quebrar— ¡¿Que pasara el día que decidan ser fértiles?! Prometieron ayudarnos a recuperar el gobierno, no quedarse a gobernarnos.

— Ellos no gobernaran ¿No viste la entrevista de prensa? Nuestra familia y otras cuatro mas son las que dirigirán el país.

— Dirigiremos siendo parte de ellos —aclara Carolina desde su asiento— no deja de significar que les entregamos el país, lo que papá nos esta diciendo es que podemos escoger comenzar desde la cima o —mira Leopoldo— ser unos peones.

Ciertamente lo que dice ella es una manera bastante aterrizada de ver las cosas— Por eso les propongo que nos vayamos, en tu caso Leo, crialos para que un día puedan venir a vivir con nosotros y luego ven tu, tus hermanas te estarán esperando con los brazos abiertos.

— Yo no voy a cruzar —se aleja del mueble de los tragos— este es nuestro país, no tendríamos por que dejarlos permanecer en él, no se que harás tu Carolina, pero yo no dejare que nos roben lo que nos pertenece.

— ¿Lo que nos pertenece? —se coloca de pie— te lo estas tomando demasiado personal, aceptemos la oferta y que después se nos una Leito, ahora si no les importa me gustaría ir a mi habitación a descansar.

Rosa no oculta su molestia mientras camina hacia la salida de la casa.

— Rosa ¿Hacia donde vas?

— No es asunto suyo.

Sin tardar un segundo camino a toda velocidad hacia ella y la tomo por el brazo— Mas respeto con tu papá, si no me dices adonde vas a ir no te dignes a volver a esta casa.

— Usted ya no es mi padre entonces

Su tono altanero hace que se me suba la sangre a la cabeza.

— No puedes dejarla salir —me advierte Carolina, mientras camina lentamente hacia el segundo piso— conociéndola de seguro planea contarle a todos sobre lo que esta por suceder.

Al mirar la expresión de molestia que da Rosa a Carolina no me cabe duda de que es así— Te vas a tu cuarto.

— No soy una niña para que me encierres —hace un pequeño forcejeo para liberarse pero no se lo permito.

— Pero sigues siendo mi hija.

— ¡Que ya no soy su hija! —el grito resuena por toda la casa provocando que tanto mi esposa como mi nuera salgan de la cocina, cada una meciendo a uno de los gemelos para que no despierte.

— ¿Que esta sucediendo? —pregunta mi esposa— Los pequeños se acaban de dormir.

— Nada cariño, solo le recuerdo a esta niña cual es su lugar en la casa.

Leopoldo se aproxima a las dos mujeres que se acaban de integrar a la reunión— Luego les daré los detalles, ahora regresen a la cocina hasta que esto se resuelva.

— ¿Por que esta tomando a la Rosita por el brazo? —pregunta mi esposa con notoria preocupación.

Doy una rápida mirada hacia atrás para confirmar que mi hijo consiguió que ambas se retiren, pero debo voltearme al sentir otro forcejeo— Mira lo que conseguiste —le recrimino a mi hija.

— Si me dejara salir nada de esto hubiera pasado, ahora suélteme y viva su vida que yo viviré la mía.

No puedo tomar ningún riesgo— Carolina, Leopoldo, ayúdenme a encerrar a su hermana, mientras la muralla no este lista, ella no tiene permitido salir de esta casa —le doy un tirón hacia mi— y si se te ocurre comenzar a gritar por ayudar te colocare un cinta en la boca que solo te arrancare para que comas.

Puedo notar las ganas de llorar en ella, resignada a se una prisionera es llevada por sus dos hermanos, tratando de recuperar la compostura voy por la botella de agua ardiente, le quito la tapa y con mi tembloroso pulso se que no me podría servir bien un trago así que bebo de la botella, el calor del liquido me quema la garganta, miro hacia el techo de la casa y escucho de modo suave los sollozos de mi Rosa y los pasos de mis otros dos hijos que van hacia las escaleras. Ahora no tengo ninguna duda de que este es el comienzo de nuestros problemas.