Capítulo 1
Annie
Conduzco rápidamente a la dirección que me dio la mañana de hoy el tonto de Cristopher. No me explico cómo se atreve a pedirme venir a esta dirección para verlo, y no me explico porque aun él tiene ese gran poder sobre mí: de decirme algo y por más que me niegue o intente negarme, mi mente y mi cuerpo ejecuta su orden sin rechistar —me odio por eso—, pero aquí estoy yo dirigiéndome al lugar donde Cristopher me ha citado para vernos después de casi dos años, pero siendo más exacto, dieciocho meses que tenemos de no vernos.
En vez de estar dirigiéndome hacia él debería de estar en la piscina de mi casa tomando el sol mientras leo una revista para chicas acompañada una piña colada con ron flor de caña bien añejado, pero el tonto aún conserva ese gran poder sobre mí de hacer lo que él me dice. Desde que nos conocemos es así y mi mente y cuerpo reaccionan, y lo más extraño es que solo ese hombre tiene ese efecto sobre mí y yo no puedo por más que intento negar a su voluntad por muy explícita que esta sea, al contrario, me excita ser sometida a por él.
Consulto el GPS para ver qué tan lejos estoy de mi destino y me informa que estoy a cinco minutos de llegar al lugar donde espero que este el tonto de Cristopher porque si no me vera muy molesta por estarme jugando sus bromitas de mal gusto: citarme a un lado y luego llamarme y decirme que está en tal lado eran las típicas bromas a las que el típico niño rico y mimado estaba acostumbrado desde muy crio, pero espero que los años le hallan sentado una mejor apariencia física y lo haga pensar ahora como un verdadero hombre.
Subo la empinada colina y ante mis ojos aparece un gran portón de seguridad que me impide el paso y más allá de él se aprecia una hermosa mansión de dos pisos de color blanco y ventanas con marcos negros y vidrios oscuros que le dan un aspecto bastante hermoso y peculiar. Un jardín inmenso como el tamaño de un parque público donde hay más de cincuenta juegos para niños se muestra ante mis ojos y en él hay todo tipo de plantas desde: rosas, margaritas, claveles, jazmines y un sinnúmero de variedades de rosas y flores hermosas. Pero la pregunta del millón ¿cómo se supone que voy a entrar?
Como si alguien ha escuchado mis pensamientos la puerta se abre ante mí y me permite el paso. Piso el acelerador y entro lentamente a tremenda mansión y aparco en una fuente redonda donde me espera una hermosa mujer que no podría decir con exactitud si es joven o mayor, pues es muy difícil de asegurarlo debido a la inmensidad de su belleza y buena figura. La mujer se acerca a mi puerta y me pide bajar mi vidrio y con una sonrisa muy radiante saca una libreta de apuntes y consulta algo en el incluso antes de dar un cordial saludo de bienvenida.
—¿Annie De La Rose? —pregunta con cero emociones en su voz y viendo mis ojos fijamente.
Asiento con mi cabeza.
—¿Me permite su identificación? —pregunta con frialdad.
Asiento con mi cabeza.
Busco rápidamente en mi bolso mi identificación y se la extiendo a ella la cual la toma con sus dedos largos y unas pintadas en blanco —estúpido color que odio—, pero bueno cada quien tiene sus propios gustos, pero, por Dios, ¿quién se pinta solamente de blanco las uñas hoy en día?
—Acompáñeme, por favor… —me pide con una pequeña y débil sonrisa —. El señor espera a por usted —sonríe un poco más natural, por fin —. Por aquí, por favor —me dirige por el sendero hacia la casa.
Camino a paso lento, pues ella camina a paso lento y lo aprovecho, pues así puedo ver la belleza de este lugar: arboles de diversos tamaños y colores, flores y rosas de todo tipo y ahora que las veo de cerca son más hermosas de lo que pensé, aprecio el sonido relajante de la fuente de agua cristalina y los peces que hay en ella ¡peces! Que lindos son: hay un sinnúmero de ellos en la fuente y diversos colores, joder. No sé porque, pero me comienzo a sentir viva con solo el hecho de estar aquí.
La mujer me permite entrar de primero y ella entra y cierra la puerta detrás de mí. Se escucha el silencio y la expiación de él dentro de este lugar. La iluminación es un poco denue, pero no es triste ni opaca, y eso me gusta. El ambiente es de paz y tranquilidad, silencio y soledad, pero me gusta. Las paredes son de color caoba oscuro, pero es muy parecido al color vino, así que no puedo definir el color interno de las paredes, pero me gusta su color triste. Los muebles son de colores oscuros, negros, vino oscuro y café oscuro. Los asientos son de cuero de los mismos colores. La madera del comedor inmenso que hay en el centro de la sala es de color caoba muy brilloso que parece que en vez de madera es un espejo en el cual se refleja en candelero que cuelga del techo el cual está hecho de plata.
—El señor bajará en unos instantes, por favor tome asiento, señorita Annie —me informa la mujer antes de desaparecer de mi vista, creo que la a la cocina.
Me siento en el comedor a esperar a por Cristopher, pero el susodicho no se digna en bajar a saludar. Me trato de mantener relajada porque si no soy capaz de golpearlo por hacerme viajar casi dos horas desde mi casa hasta aquí y para el mayor de los colmos tengo que esperar a que baje para poder saludarme y luego informarme porque me ha pedido venir después de casi dos años de no vernos y hablar. También deseo preguntarle porque tiene ese poder aun en mi sobre mi cuerpo y mi mente y por ende en mis acciones y emociones, joder. Quiero verlo, joder.
Oigo los pasos de una persona bajar las escaleras. Dirijo mi mirada a las escaleras y veo bajar a por ellas a un chico rubio y blanco sin camisa con una toalla blanca que cuelga alrededor de su cuello y todo sudado y en pantalones ceñidos y con sus pies descalzos. Sus ojos son verdes como dos piedras preciosas y brillosos. Sus pestañas son tupidas y densas y bien perfiladas como su nariz recta y no tan grande ni pequeña. Sus labios son rojo oscuro y no tan gruesos, pero si apetecibles para llamar mi atención y hacerme desearlo.
—Te veo en dos semanas, Hero —una voz como el terciopelo se escucha cargada de molestia en la parte de arriba de las escaleras.
—Te veo en dos semanas, Cris —le contesta el chico rubio que esta para saborearlo.
El chico rubio sale de la casa cerrando la puerta con elegancia.
Dirijo mi mirada a Cristopher y este dirige su mirada hacia a mí, pero en ella percibo molestia.
—¿Tienes rato de haber llegado, Annie? —pregunta cortante y una voz fría y sin sentimiento o tan siquiera alegría por volver a verme.
—Tengo unos diez minutos más o menos —le contesto y le regalo una bella sonrisa.
—¿Te has desayunado ya? —pregunta con curiosidad.
Me confunde su pregunta. No me estará diciendo que me pidió venir hasta aquí para preguntarme eso. Joder, ¿es otra de sus bromas? Espero que no porque no me tentaré el corazón en golpearlo hasta sentirme mejor por haberme hecho hacer este inmenso viaje solo para preguntarme si ya e desayunado o no.
—No, no e desayunado —le contesto apretando los dientes, pues estoy molesta.
Se hecha a reír fuerte.
Sé que se está riendo de mi por verme así enojada.
—¿De qué te ríes? —le pregunto apretando más los dientes.
—De esto —dice cuando toca con su dedo índice mi frente.
Solo ese tacto me hace caer de rodillas ante él. Si, de rodillas, literalmente ante él.
—De pie, Annie —me ofrece su mano para levantarme.
Cuando tomo sus manos y me ayuda a ponerme de pie me mareo y siento que me voy a desmayar, pero entonces Cris me carga en sus brazos y vuelve a subir esta vez conmigo en sus brazos por la misma escalera por la cual bajó su amigo y bajó él hace un momento, pero ahora sube conmigo en sus brazos.
—¿Por qué tienes este poder aun sobre mi cuerpo, mente y acciones? —le pregunto una vez voy abrazada a su pecho con una de sus manos en mi espalda y otra bajo el dobladillo de mis rodillas.
—Por eso te he pedido venir, porque quiero saber porque aún tengo ese poder sobre ti y porque aun tu aun tienes ese mismo poder sobre mí —me informa con su boca casi cerca de mi oído y eso me da una inmensa paz —. No me gustó que hallas visto a mi amigo de la forma que lo vistes —termina de hablar.
Levanto mi mano derecha y le acaricio la mejilla y siento cuan caliente esta su rostro y sin pedir permiso alguno, pues no tengo porque pedírselo toco sus labios y luego su cuello y por ultimo su pecho y esta caliente al igual que yo por solo el hecho de estar en sus brazos.
—Quiero que me bañes —me pide con una voz que no puedo descifrar si es una orden, suplica o petición.
—¿Para eso me has pedido venir? —le pregunto conociendo la repuesta.
—No —niega un poco molesto —. Ya te dije para qué es lo que has venido y te e llamado. Quiero saber porque aun tienes poder sobre mi cuerpo y mente y yo quiero y sé que tu quieres saber porque yo aún tengo ese poder sobre tu cuerpo y mente, por eso estas hoy aquí, nena —usa la primera palabra que me hace poner como loca a por él.
—Oh, sí, cariño —gimo despacio solo para él y para mi debido a la corriente eléctrica que me hizo experimentar esas palabras de su boca.
—No gimas aun, por favor —jadea.
Ya estamos ejerciendo el poder el uno sobre el otro.
Mis piernas se tensan y aprietan mi vagina al instante. Mi respiración se acelera de inmediato y mi corazón late desesperadamente por el deseo y por la anticipación a lo que puede que llegue a suceder entre nosotros. Estamos frente a la puerta del baño en este instante y yo ya estoy desesperada por apagar este fuego que él puede encender en mí y solo él mismo puede apagar en mi con sus caricias y besos.
—Joder, abre esa puerta ahora mismo, por favor —le suplico, pero con tono de frustración y enojo por estar jugando conmigo y hacerse el importante, joder.
Abre la puerta en su totalidad y ante mis ojos puedo ver una bañera enorme en forma de ocho de color crema y en ella el agua llena de espuma como si hace unos minutos alguien la acabara de preparar. En el agua flotan pétalos de flores que le dan un aroma a Jazmín suave y sabroso y unas copas de vino tinto descansan en una mesita de cristal que está al lado de la bañera. Esto se pondrá bueno algo en el ambiente y en mi cuerpo me lo dice y en la respiración de Cris me lo confirma.
—Si no quieres hacer esto no hay problema, pero quiero que sepas que llevo mucho tiempo esperando esto…
Lo beso para hacerlo guardar silencio. Joder, me corro al instante y él lo sabe porque sonríe cuando de mi boca sale un gemido gutural. Enrolla mi espalda con sus dos y fuertes brazos. Me alza del suelo y me siente a la orilla de la bañera de forma de ocho. Abre mis piernas y mete la mano bajo mi vestido y busca mi sexo. Me acaricia con sus dedos suavemente y eso me enloquece de deseo y lujuria y se lo hago saber mordiendo fuertemente sus labios.
—Que rápido te mojas, Annie —jadea pegado a mi boca.
Aprovecho esa mínima oportunidad e invado su boca con mi lengua como una serpiente deslizándose en el interior de su boca. Siento su lengua abrazar la mía y sus dientes acariciar mis labios y los míos se clavan en sus dientes. Con mis piernas enrollo sus caderas y mis talones los dejo sobre sus nalgas redondas y duras. Siento su erección pegar contra mi pelvis. Sus labios descienden sobre mi cuello y siento sus dientes clavarse en mi cuello y mi clavícula. Oigo sus gemidos y su respiración aclarada en mis oídos. Siento el calor de su cuerpo y mi cuerpo esta como las mismísimas llamas del infierno.
—Que desesperada, nena —jadea en mi oído cuando tomo su pene en mis manos y bajo su bóxer para acariciar su virilidad un poco.
—Te quiero dentro de mí, ahora mismo —le ordeno.
—Annie, no tengo condones, ahora mismo —me dice un poco nervioso.
—Mujer precavida vale por mil, nene —le informo.
Con una sonrisa en su boca se entierra en mi interior. Mi cuerpo lo acepta gustoso y se aclimata al grosor y longitud de su pene. Mi última vez con un hombre fue casi hace un año por lo cual siento un poco de dolor. Cris lo nota de inmediato por lo que se detiene al instante.
—¿Estas bien, nena? —pregunta preocupado.
—Es muy grande y mi cuerpo aún no se acostumbra a ti, lo siento…
Tapa mis labios con sus dedos y con suavidad sale de mi interior.
Se arrodilla a mis pies y eso me hace sentir poderosa sobre él. Me acaricia las piernas con ambas manos. Me sujeto de las orillas de la bañera para no caer. Inclino mi espalda hacia atrás mientas él comienza a practicarme sexo oral. Su lengua recorrer todo mi sexo de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba y de lado a lado. Sus dedos abren mis labios vaginales para darle mayor acceso a su lengua experta a mi clítoris que aún se quiere mantener oculto. Siento como en mi interior se acumula un peso en la zona baja de mi vientre. La sensación que mi cuerpo experimenta es como: la sensación de pesadez cuando dan deseos de hacer pis. Siento que si sigue así me correré y chorrearé su rostro de mis jugos.
—Dámelo, Annie —me ordena con una voz llena de excitación y lujuria —. Déjate ir, nena, por favor… —me ordena con una voz parecía a su primera orden.
Me toca una vez más y me mojo y chorreo mis piernas con los jugos de mi vagina y él se encarga de limpiarme con su boca, lengua y sus labios me besan para luego cerrar mis piernas y ayudarme a poner de pie.
—Hazme correrme en tu boca, nena —sonríe coqueto y su sonrisa se expande al verme caer de rodillas ante él y tomar su pene en mis manos.
Hacia un buen tiempo que no tenía un pene sus manos. Hacia un buen tiempo que no tenía un pene en mi boca. Hacia un buen tiempo que no tenía un pene dentro de mi vagina. Hacia un buen tiempo que no tenía sexo con nadie. En realidad, solo como en tres ocasiones tuve sexo —las tres fueron con el tonto de mi novio y fueron todo un fracaso—, pero ahora este hombre promete que todo puede ser diferente.
Lo comienzo a flagelar rápida y fuertemente. No tarda mucho en comenzar a gemir, suplicar, exclamar, decir cosas sin sentido debido a la inmensidad del placer. Siento como su pene se yergue y tiembla en el interior de mi boca y expulsa chorros y chorros de semen tibio, espeso y un sabor muy dulzón. Lo saboreo y trago todo aun con su pene dentro de mi boca y antes de ponerme de pie le doy un beso en la punta de su miembro.
—¿Lo hice bien? —le pregunto con voz de nena sexy.
—Mejor de lo que te puedes imaginar, Annie —sonríe muy contento por lo que acaba de suceder.
Me toma de las axilas para ponerme de pie y con sus propias manos me quita mi vestido y ropa interior. Suspira y gime al verme desnuda ante él. Se acerca una vez a mí y me carga en sus brazos para luego introducirme en la tina. Se coloca detrás de mí. Me abraza y me hace recostar en su duro pecho y me comienza a frotar con la esponja y jabón liquido los pechos, el estómago, el vientre bajo, la vagina, las piernas y por ultimo mis nalgas.
—Ahora, báñame, Annie —me ofrece la misma esponja con jabón líquido para ahora limpiarlo yo a él después de haber estado juntos.
Comienzo a pasar la esponja con jabón por su pecho y pectorales. La hago descender a sus costillas, estómago y vientre. Lavo bien todo lo que es el tronco de cuerpo. Lavo sus brazos y axilas con mucho cuidado como si fuera un bebé. Lavo sus piernas hasta sus pies. Alza sus caderas para que su pene salga a flote y poder lavarlo y quitarle todo rastro de saliva mezclada con semen. En cada rose no deja de suspirar y su pene coge rigidez y grosor nuevamente. Una vez esta erecto lo comienzo a masturbar, porque, ¿por qué no hacerlo? Lo froto con cuidado y poco aumento la velocidad.
—Joder, Annie detente —le impulsa con sus manos de los costados de la bañera para poder alzar su pelvis hacia arriba y dispara semen nuevamente en mi boca.
—Delicioso —le digo mientras con mi lengua rozo mis labios y ambos nos terminamos de quitar los residuos de semen y fluidos vaginales y el olor a sexo.
—Hora de hablar de ir a hablar de lo que haremos en lo que resta de este día y el día de mañana, solo espero puedas aceptar y no salir corriendo a por lo que estoy a por ofrecerte y espero que aceptes mi propuesta sin rechistar, así como has venido hasta aquí sin quejarte —me habla con mucha rapidez y claridad dejando claro todo de una buena vez y por todas.
—Estoy lista, señor.