Cómo cada mañana desde que tengo memoria, me dispongo a levantarme para cumplir con mis obligaciones, las hermanas del orfanato pronto vendrán a sacar a las demás niñas de su cama para que vayan a clases. Por cierto, sí… vivo en un orfanato mis padres no quisieron hacerse cargo de la bebé que engendraron, aunque me gusta pensar que no tuvieron suficientes recursos para poder criarme.
La versión de la hermana superiora es que me encontró en la puerta con papeles de mi nacimiento dónde estaba todo bien documentado y bueno que se le puede hacer, es la vida que me tocó vivir.
_Liana, pequeña. - susurró una de las hermanas del orfanato, seguramente quería que las demás no despertaran aun y sí, mi nombre es Liana, nunca lo había escuchado en otra parte.
_Hermana. - asentí a su saludo en modo de reverencia, ya estaba acostumbrada a esto, lo hacía diariamente.
Salí de la habitación dispuesta a ver el hermoso día que nos brindaba la ciudad de Sicilia, era maravilloso despertar y poder ver el mar… digamos que el orfanato estaba algo apartado de la ciudad, pero este problema se recompensaba con el hermoso paisaje que nos brindaba cada amanecer y cada atardecer.
Me gustaba mi triste y solitaria vida, supongo que era porque una huérfana cómo yo, no puede aspirar a nada más que esto, en parte me sentía incompleta, sé que hay algo esperando por mí, pero no puedo imaginar que puede ser. Comencé a recordar que pronto cumpliría los dieciocho y significaría que me tendría que largar de este lugar que me dio abrigo por todos estos años, pero por otra parte seguramente la hermana superiora me dejaría quedar hasta los veintiún años, por mi comportamiento intachable.
_Levántense, llegarán tarde a la primera clase. - escuché gritar a la hermana Gertrudis, que bueno que salí antes de la habitación porque esa señora me da un miedo increíble, es la hermana más disciplinaría de todo el orfanato.
_Enseguida vamos. - respondió Epril, mi mejor amiga de toda la vida, la conozco desde que tengo memorias y siempre a estado allí en mis peores momentos.
Hoy era uno de esos días en los que no me apetecía hablar con nadie, tenía miles de cosas en la cabeza y no me gusta ventilarlas con nadie, ni con Epril, cosa que ella entiende y es mejor así.
Pensaba en mis padres, no me resigno a la idea de que solo me hayan dejado por no tener recursos para poder mantenerme, un padre siempre encuentra la forma, ¿No? Mas bien pienso que cuando se enteraron de mi existencia buscaron de inmediato una forma en la cual deshacerse de mí, pero creo que no tuvieron la valentía para abortarme y prefirieron echarme a la calle recién nacida, por lo menos me dieron un nombre y sé qué nací un trágico veinticinco de diciembre, sí, nací en navidad. Qué regalo, ¿no?
_Entren todas. – volví a escuchar a la hermana Gertrudis y mi corazón casi se dispara de mi cuerpo, cuanto miedo da esa mujer. – Tomen desayuno y luego las llevaré al salón de clases. – agregó ella en un tono de voz autoritario.
_Questa vecchia donna mi ha già stufato (Esta vieja ya me tiene harta). – escuché como una de las chicas susurraba, pero al parecer no lo hacía de buena forma. – Piensa que aún somos unas niñas. – agregó nuevamente, que dé gracias a Dios que la hermana no la escuchó.
_Hai ragione, è sempre consapevole di quello che facciamo. (Tienes razón, siempre está pendiente de lo que hacemos). – respondió otra muchacha y para mi sorpresa, ambas eran de las chicas del orfanato del otro lado de la cuidad, uno que se fue a cierre por falta de ingresos.
Algunos de los riesgos que tenemos las chicas del orfanato es justamente que este se quede sin ingresos y que tengamos que vivir en la calle, algunas buscando otro lugar donde buscar refugio y otras comienzan a trabajar de prostitutas en las calles y quien sabe cual sea su final.
Si de algo estaba segura es que nunca terminaría como esas mujeres que no saben donde se van a meter, algunas trabajan para traficantes de drogas y las agreden, simplemente hay que estar muy necesitadas de dinero para trabajar con esos delincuentes.
_Liana, ¿Stai prestando attenzione alla lezione? (¿Estás prestando atención a la clase?). – habló la hermana superiora y yo sólo asentí alejando todos los pensamientos de mi mente y tomando algunos apuntes del pizarrón.
La hermana siguió con su clase de historia y ahora intentaba no distraerme con cualquier cosa. Mi mente estaba tan dispersa hoy que se me hacía un infierno poder concentrarme en algo por más de cinco minutos.
_ ¿Sucede algo? – pregunta Epril al cabo de un rato mirándome como bicho raro. Por otra parte, solo atino a sonreír y a negar con la cabeza. – No mientas, sé que te pasa algo y no me lo quieres decir. – agrega ella cómo si supiera por lo que estoy pasando.
_ Es solo que hoy no amanecí con muchas ganas de hablar, es todo. – respondí esperando a que me creyera, me observó por unos segundos más y luego se encogió de hombros, agradezco que sea capas de darme mi espacio.
Salimos de clase como a las diez de la mañana y nos daban un tiempo libre antes de la clase siguiente, salí al jardín a respirar un poco de aire fresco, ¿Qué me está sucediendo? ¿Por qué me siento tan vacía? ¿Tan atormentada estoy?
Quité esos pensamientos de mi cabeza y me dispuse a apreciar la hermosa mañana que me entregaba la ciudad de Sicilia, pero por alguna extraña razón, hoy no me era suficiente, sentía que algo me llamaba, aunque no tenía idea de qué era.
_La vida es tan compleja a veces. – escuché a mi lado. – Y nos golpea tan fuerte, que creemos no ser capaz de levantarnos. – volvió a agregar, se trataba de la hermana Lucía, la mujer que me saludó por la mañana.
_No entiendo a que se refiere, hermana. – contesté a sus palabras. – La vida es una ruleta rusa en la que algunos pueden ser felices, en cambio otros, se tienen que conformar con las migajas que quedan. – respondí, ni siquiera sabía que quería decir eso hasta que las palabras habían salido de mi boca.
_La vida es hermosa, pequeña. – respondió ella con su mirada perdida en el horizonte. – Sólo tenemos que descubrir lo que nos hace felices. – agregó ella. Sentí una fuerte brisa y creo que ella también la sintió. – Creo que es mejor que volvamos adentro. – agregó nuevamente.
De alguna u otra forma me sentía nuevamente en paz, creo que esta vez sólo necesitaba sacar esas palabras que estaban atoradas en mi garganta.
_ ¡Hermana Lucía! – alcé un poco la voz para que pudiera escucharme. – Gracias por sus palabras. – agregué tratando de darle mi mejor sonrisa y ella hizo lo mismo mostrándome una mirada llena de ternura.
La hermana había llegado hace apenas algunos meses al orfanato y resulta que al principio le hacía distintos tipos de pregunta a todas las jóvenes de mi edad, hasta que se enteró de mi existencia por accidente y desde entonces siempre está al pendiente de mí, con su mirada llena de ternura.
Volvimos al interior del viejo edificio que mas bien parecía un castillo, quien sabe de qué época, apenas entramos Epril se abalanzó sobre mí para recordarme que ya teníamos que volver a clase.
_ ¡Epril! – alcé un poco la voz porque la verdad es que pesaba un montón. – Quítate de encima. – agregué tratando de moverla con mis propias manos, sus huesos eran más pesados de lo que había pensado, las apariencias engañan, sonreí por ese pensamiento.
_ Vaya, al fin sonríes. – dice ella mostrando sus perfectos dientes en modo de una sonrisa, es hermosa.
_Niñas, ¿Qué está sucediendo? – escuchamos la voz de la hermana Lucía. – ¡Santo cielo quello che è successo qui! (¡Santo dios que sucedió aquí!) – agregó ella, una vez nos vio en el suelo y observó algo del desorden que habíamos formado.
_Yo… yo puedo explicarlo. – comenté levantándome enseguida del suelo. La hermana sonrió y luego nos miró con una cara llena de ternura.
_ ¿Qué sucede aquí? – escuchamos a la hermana Gertrudis venir desde el pasillo y temblé por dentro al igual que Epril, supongo que mi amiga a sido la que más castigos a tenido por ser tan rebelde.
_Váyanse muchachas, yo me encargo de esto. – respondió la hermana Lucía llena de ternura en su voz, es cómo si de verdad sintiera algo más que lastima por nosotras, tal vez también vivió lo mismo en su infancia, pero no era momento de preguntar algo así.
Salimos corriendo de ese lugar por el pasillo de atrás y nos dirigimos a la sala de clases dónde ya nos esperaba la hermana superiora, esta vez nos tocaba lección de matemáticas, algo que me gustase, para variar.
_Eso estuvo cerca. – susurró Epril, mirándome con algo de miedo en sus ojos.