Se ganó enfrente de mí en cuclillas y tomándome fuertemente del brazo, me hizo bajar hasta ella. Estaba frenética, sus ojos destellaban enojo, ira y algo de tristeza.
_ ¿Cómo era? – preguntó ella y yo estaba asustada por su reacción. - ¡Dímelo! ¿Qué te dijo? – volvió a preguntar, estaba histérica. Su manera de comportarse provocó que mis ojos se llenaran de lágrimas.
_ Yo… yo… no… no lo sé. – tartamudeé, estaba a punto de llorar, pero no quería hacerlo, retuve las ganas de mostrar más debilidad de lo que debía.
_ Disculpa pequeña, es sólo que no debes andar sola en medio de la noche. – susurró en mi oído mientras arrullaba mi cara con sus manos. – No recuerdas nada. – agregó. – Del hombre que viste. – volvió a decir.
_ No, no recuerdo nada porque no llegué a ver su rostro. – suspiré tratando de recordar algo. – Sólo le pedí que no me hiciera daño y comenzó a reír burlescamente. – no puedo decir nada más porque es todo lo que mi mente recuerda.
_Esta bien pequeña. – dijo la hermana Lucía mientras se levantaba y acto seguido me ayudaba a volver a estar de pie. – Ven, vamos a la habitación para que puedas dormir. – comentó y yo la seguí desde atrás.
_Quédese esta noche conmigo, por favor. – supliqué, en parte porque no quería que la mujer que estaba a mi lado decidiera irse esta noche y que aquel hombre le hiciera daño, no lo soportaría.
Se acostó a mi lado y nos dormimos juntas, me sentía protegida estando a su lado, tal vez era porque me trató como nunca nadie lo había hecho. Cuando desperté por la mañana, ella ya no se encontraba a mi lado, corrí por los pasillos en su búsqueda, pero no la encontré. Volví a la habitación esperando a que ella estuviera ahí, pero solo encontré una nota de su parte:
"Perdón por irme sin despedirme sin ti, pequeña. Pero es algo que tarde o temprano tendría que hacer, no sé cómo explicar esto y tampoco sé si quiero hacerlo, por temor a que me juzgues, supongo que llevaré mi secreto a la tumba.
Por otra parte, poder conocer la mujer en la que te has transformado me llena de orgullo, espero que siempre sigas por este camino lleno de cosas buenas. Cómo te dije antes, el mundo esta lleno de personas a las que no le importa deshacerse de gente, sin importar la edad que tengan.
Siempre cuida tus espaldas, el peligro está a la vuelta de la esquina.
Hermana Lucía."
Mis ojos se llenaron de lágrimas cuando acabé de leer la carta, es cómo si algo que siempre quise tener se hubiera ido para siempre, no me gustaba sentirme así. Mi mente se llenó de pensamientos acerca de mis padres, si ellos hubieran sentido lo mismo que siento en este momento al perder a la hermana Lucía o si el sentimiento hubiera sido aún más fuerte.
_ ¿Liana? – escuché la voz de Epril. – ¿Qué sucede? ¿Por qué lloras? – volvió a decir. No sé en qué momento dejé que las lágrimas salieran de mis ojos, no lograba sentir nada, estaba absolutamente vacía. Después de esto nunca volvería a ser la misma Liana que todos conocían.
_Las clases ya comenzaran. – mencioné y me levanté de donde estaba para ir a vestirme y a comer algo para luego seguir con la misma rutina de todos los días. En qué momento me pasó todo esto, ¿Cuándo me volví tan débil? – Tenemos que irnos o tendremos problemas. – suspiré.
_Está bien. – suspiró ella saliendo de mi campo de visión. – Si necesitas hablar con alguien sabes que puedes confiar en mí. – agregó antes de salir.
La pregunta que rondaba en mi mente, ¿Puedo confiar en alguien más? Todos me decepcionan, todos me dejan, se van sin importarles lo que pueda llegar a sentir y decidí que eso no eso no me afectaría más.
Salí de la cocina en dirección a la sala de clases, cuando llegué me di cuenta que nadie estaba en la sala. ¿Qué habrá pasado? Miré el reloj de la sala y según la hora ya era tarde, la primera clase ya debía haber comenzado.
Me dirigí al jardín y encontré a las chicas a orillas de la playa, ¿Qué estarán haciendo ahí? ¿Algo malo habrá pasado? Me acerqué cada vez más hasta ellas y una volteó a verme, a lo lejos pude divisar a la hermana superiora y al resto de las mujeres que nos cuidan.
Cuando llegué al lado de estas mujeres, la hermana superiora me observó con algo de tristeza en su mirada, la verdad no entiendo por qué, pero me acerqué aún más para poder preguntar lo que atormentaba mi mente.
_Liana, piacere di vederti qui. Abbiamo concesso il giorno libero in modo che potessero prendersi una pausa, sai, il Natale sta arrivando. (Liana, que gusto verte por aquí. Dimos el día libre para que pudieran tomar un descanso, ya sabes, se acerca navidad). – antes de que pudiera abrir la boca ya me había respondido todo lo que necesitaba o al menos, lo que deseaba saber.
Me dispuse a ir a disfrutar de la arena y las olas del mar rozando mis pies, pensando en todo lo bueno y malo que he vivido. Siempre tratando de pensar en positivo, pude haber vivido en la calle si no fuera porque me dejaron en el orfanato tal vez ni siquiera estaría viva en estos momentos.
Pateaba las olas que llegaban a mis pies, mientras mi mente deambulaba quien sabe dónde o tal vez, sí lo sabía, pensaba en cómo estaría la hermana Lucía, porque no se despidió, es que no quería volver a verme, ¿Creía que no lo soportaría? Sonreí sin saber porque, pero se sintió bien, luego de eso lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas.
Cada vez que siento que algo bueno me pasa, algo malo lo arruina y esta vez, la vida me atacó con todo lo que tenía, sentía un gran vacío dentro de mí, pero a la vez me sentía aliviada, quién me podría entender.
_Liana. – escuché la voz de la única persona que me queda, Epril. – ¿Sigues deprimida? – preguntó, cómo le puedo decir que tengo miedo, cómo le digo que ella es todo lo que me queda y que no quisiera perderla nunca, pero al mismo tiempo, no puedo ser tan egoísta.
_No, ya no siento nada. – respondí sacando algunas lágrimas que seguían desbordando mis ojos. – Estás fue la última vez que lloraré por algún dolor que guarde mi alma. – agregué.
_ Va bene piangere, non va bene tenere lontano il dolore. (Está bien llorar, lo que no está bien es guardase el dolor). – mencionó ella dándome un abrazo y lo recibí con gran alegría, creo que esto era lo que necesitaba para calmar lo que estaba sintiendo en mi pecho.
_Va bene, ci penserò. (Está bien, lo pensaré). – respondí ante su consejo, traté de sonreír de la mejor forma.
_Ven, vámonos a otro lugar. – mencionó ella mirando hacía atrás. – Me aterra estar al lado de la hermana Gertrudis. – susurró mientras me tomaba de la mano y salía corriendo del lugar dónde estábamos.
_Espera loca. – dije entre risas y ella sólo siguió corriendo. – Ya estamos bastante lejos. – volví a decir, esta vez cansada de tanto correr. – ¡Epril! Detente por favor. – supliqué.
Se detuvo y nos sentamos en la arena, cubrimos nuestros pies con esta y conversamos de cosas de chicas o eso tratábamos de hacer.
_Creo que somos dos locas. – comentó ella mientras reía y yo sólo respondí con la misma risa loca. – Ven aquí idiota. – agregó sonriendo y me sonrió.
Estos momentos lo atesoraré por siempre, son algo con lo que la vida no te premia dos veces.
Los días pasaron y ya mañana era navidad, un grupo de chicas de otro orfanato llegó a este porque también se había ido a la quiebra, ¿Qué estaba pasando? Muchas niñas y niños llegaron junto a nosotros.
Me iba a la sala de estar común. Todos los jóvenes y niños estaban aquí, era día de adopción, cada día que hago esta ridiculez me siento más vacía, las parejas no voltean a ver a los adolescentes y adoptan a todos los niños.
_ Cambia la cara. – dijo Epril. – No te verán si sigues con ese gesto pegado al hermoso rostro que tienes. – agregó dándome una sonrisa de oreja a oreja.