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-No te muevas
-Cierra los ojos
-Al momento de abrirlos estarás empezando con tú misión.
-Uno
-Dos
-...
¿Ya comenzó?..
Abrió sus ojos lentamente...
Así es, ya comenzó.
Estaba tendido en una cama que no conocía, en una habitación que no conocía, en una casa que no conocía, y en un mundo que no conocía.
Existía el sentimiento de la confusión su ser, se sentía raro, no sabía que hacer, este no era su hogar, sentía que no debía de estar allí.
El sonido de la alarma comenzó a sonar molestamente. Aquel sonido el cual todos detestamos mínimamente una vez en nuestras vidas.
Comenzó a sentarse, luego de eso se quedó un rato en esa misma posición, mirando a su alrededor. Tenía que admitir que su habitación se veía favorable.
Miró el aparato en el cual salía aquel sonido, marcaba las 7:00 am. Se acercó a la pequeña máquina y la apagó, haciendo que el sonido que producía cesara.
Miró una vez más a su alrededor, no lo podía creer, estaba en el mundo de los humanos, ese mismo mundo donde se habían escuchado varios rumores en el cielo de lo horrible que era y lo mala gente que podían llegar a ser algunos.
-Eu, no tendrías que perder mucho más tiempo.
Escuchó una voz familiar.
-¿Damián?
Había jurado escuchar perfectamente la voz de su amigo, pero no veía su ser por ningún lugar.
Lo máximo que podía hacer Damián era hablarle, es extraño escuchar perfectamente la voz de alguien pero no verlo por ninguna parte.
-¿Quién más sería?, escucha, tengo que decirte algo muy importante, que capaz no sepas. Habrán muchas cosas que pensás que no sabés hacerlas, pero sí que sabes. Al llevarte a la Tierra todos los conocimientos de tú vida actual los sabés sin vos recordar haberlas aprendido antes. Por ejemplo, ahora que trabajás, tenés todos los conocimientos de tú profesión, sin vos recordar cómo las aprendiste. También sabés tus gustos, recordás todos los momentos de tu vida hasta ahora, y de más.
Un silencio sepulcral.
Había entendido todo, pero veía muy difícil seguir con esto.
-No creo poder con esto Damián.
Isaac ya se estaba dando por vencido nada más empezar.
-Sí que podés, nada más seguí tu instinto. Si me necesitás podés llamarme, si no contesto es porque capáz esté ocupado, pero voy a tratar de estar todo el tiempo atento si lo hacés.
No podía estar más confundido, llevó su cara a sus manos en clara señal de frustración, ¿Seguir su instinto? ¿Cómo se hace eso?
Después de estar un rato haciéndose mil preguntas en su cabeza se concentró para "seguir su instinto" cómo le había indicado Damián.
¿Qué le decía su instinto?, que esto sería difícil, y no mentía, porque si que lo sería.
Empezó a sentir hambre, nunca antes había experimentado esa sensación, o por lo menos no recordaba, pero por alguna extraña razón, no se le hacía para nada raro.
Se levantó de esa cama donde estaba acurrucado, de mantas color blanco. Se percató de que llevaba puesto un pijama. Salió de esa acogedora habitación, había un pequeño pasillo, pudo ver que a la derecha habían otras dos puertas, y a la izquierda se encontraba la cocina, sala y entrada principal.
La casa no era tan grande por lo que parecía ver, pero si con lo básico para llevar una vida normal.
Pudo prepararse un desayuno sin antes haberlo echo, pudo escoger la ropa que llevaría a su trabajo, sin tener ni idea de en qué trabajaba, no entendía el cómo, y tampoco creía que lo entendería en un futuro.
"Sigue tu instinto", aquella frase comenzaba a cobrar sentido, solo tenía que dejarse llevar.
Con su maletín ya listo salió de su nueva casa, estaba en un apartamento de edificio minimalista.
Al salir de esa construcción pudo ver con más claridad como es que era la ciudad donde se encontraba, nunca antes había visto esos edificios, pero se le hacían familiar.
"Esto es muy extraño", esa frase se hacía presente en su cabeza en cada paso que hacía. Caminaba por las calles de esa enorme ciudad, no sabía a donde de dirigía, solo... Confiaba en su instinto y en lo que le decía.
Veía automóviles, motocicletas, aviones, bicicletas, y mil cosas más que aún sin haberlos visto antes sabía cómo de llamaban y también podía identificarlos.
Su andar se detuvo en un edificio, más alto que los muchos que ya había visto, se veía muy lujoso. Se quedó mirando ese edificio, intentando descifrar que le decía su instinto. No dudó un segundo más y se adentró en éste.
Se adentró en la gran ciudad sin saber que le deparaba el destino.
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