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-Papá.
Una voz inocente se presentó en el silencio que esa habitación poseía.
Un pequeño niño tratando de despertar a su dormido padre.
Un niño de 8 años, tan solo 8. Pero era bastante inteligente a su joven edad. El niño se había percatado de lo tarde que se estaba haciendo para su padre, y el mayor seguía en un profundo sueño, el niño no vio otra opción más que despertarlo, dándole pequeños empujones para que reaccionara.
El adulto, por su parte, comenzaba a despertarse lentamente de su sueño, se removía en su cama por los delicados empujones del menor.
Al abrir vagamente sus ojos, pudo visualizar al pequeño con su uniforme del colegio, y un cabello negro mal ordenado, llevaba una cara de preocupado.
-Timy... ¿Qué sucede?
Llamó al pequeño por su apodo un poco molesto. Esas palabras salieron, a su vez, con una voz ronca de recién levantado, que hasta incluso podía llegar a dar miedo.
-Ya es tarde.
Kaleth no necesitaba más palabras para entender a lo que se refería, tenía que llevar a su hijo al colegio y luego ir a su "querido trabajo". Y si no despertaba lo más pronto llegaría aún más tarde.
Después de que el niño terminara de decir eso volteó su cabeza a su izquierda lo más rápido que pudo, ahí se encontraba su mesa de luz, con una lámpara y al lado de ella su reloj, marcaban las 7:43 am
No estaba llegando tarde, estaba llegando tardísimo.
Su hijo entraba a las 8:00 am al colegio, igual que él en su trabajo. Necesitaba al menos 1 hora para llegar dentro de lo temprano.
¿Qué podría pasar si faltaba a su trabajo por un día?..
Intentó imaginarse todo lo que esa decisión le conllevaría.
Pensándolo bien, no es una buena opción.
Si digo que se levantó de la cama sería una mentira, para ser más exactos, saltó de su cama y corrió hacia su armario, en busca de su vestimenta lo más rápido que podía, haciendo que la ropa que estaba prolijamente ordenada sea un completo desastre.
-¿Ya desayunaste cariño?
La voz del mayor cambió a una menos ronca que la escuchada anteriormente. Debido a la sorpresa que le había dado su hijo de que estaba llegando muy tarde, la pereza que tenía en su cuerpo hace unos segundo se había esfumado por completo.
Kaleth podía ser todo lo irresponsable que quieras, pero si se trataba de su hijo, podía llegar a ser el mejor padre del mundo. Para él, ese niño era la persona más importante de su vida.
-Sip.
Esa dulce voz llenaba de ternura los oídos de Kaleth.
Hasta su hijo parecía ser más responsable. Timoteo también podía llegar a ser independiente si quería, cosa que el mayor nunca entendió, ¿De dónde sacaba tanta inteligencia ese pequeño?
Mientras el padre se vestía con su ropa elegante de una manera rápida y sin importarle que tan desordenada esté, el hijo preparaba en su pequeña mochila sus cuadernos y lápices de colores con toda la paciencia del mundo.
En menos de 15 minutos ya estaban saliendo del apartamento, Kaleth quería dejar lo más temprano posible a su hijo en el colegio, no le importaba que tan tarde llegaría a su trabajo, aún si pudiera volar, no iba a llegar a tiempo.
Después de un paso apurado llegó a dejar a su hijo, se despidió de él con un abrazo y un beso en la frente, sin antes decirle que no se comportara mal.
Después de eso se dirigió como destino al edificio donde estaba actualmente trabajado.
Sus pasos ya eran más relajados y tranquilos, en su cara se notaba que no había despertado muy alegre ese día, pues se estaba muriendo de hambre, y cuando este tenía hambre, es mejor no dirigirle la palabra.
No había desayunado para tratar de llegar más temprano, pero se estaba empezando a arrepentir de haber tomado esa decisión.
Se adentró a la primera cafetería que encontró y pidió un expreso doble, uno de sus cafés favoritos. También ordenó algunas donas para llevar.
Se podía decir que era algo adicto al café, él nunca lo admitía, y tampoco lo haría, pero fácilmente podías notar su admiración por esa bebida, cuando estaba trabajando, café, cuando estaba descansando café, cuando estaba en su hogar café, cuando estaba enojado café, cuando estaba feliz, también café, todo era café, café, y más café.
Llegó a su destino muy despreocupado como para haber llegar casi 40 minutos tarde, sabía lo que le esperaba por parte de su jefe.
Ese gran edificio elegante. No le gustaba la idea de estar encerrado en frente de un computador por horas, pero era mucho mejor que otros trabajos, y no se quejaría por algo así, tampoco es como si su vida estuviera arruinada.
Entró al edificio y todas las miradas se posaron en él. Tenía fama en ese edificio, y no le da buena, era conocido como "el abuelo" o " El ogro", ¿Por qué?, fácil, aparte de ser malhumorado y demasiado serio, pocas veces eran las que sonreía, nadie sabía el por qué, pero un número limitado de personas en ese edificio lo había visto sonreír, o llegando a hacerlo. Eso les hacia pensar a todos qué ese tipo no tenía sentimientos...ingenuos, todos estaban equivocados, si solo se tomaran el tiempo de conocer que hay detrás de esa persona que todos veían, se darían cuenta de que era un pan de Dios. Aunque Kaleth tampoco colaboraba con ello, no se preocupaba, tampoco tenía la paciencia para que esto sucediera, no confiaba mucho en las personas, no por algo en especial, simplemente así era él, un malhumorado, serio, y desconfiado padre soltero.
Se dirigió hasta el elevador de ese lujoso edificio, al percatarse de que este se estaba cerrando, apuro su paso hasta casi correr para poder llegar, al estar en frente de este, lo detuvo con una mano haciendo que se abra nuevamente. Entró a ese pequeño lugar y observó el número 4 encendido. Presionó el botón que llevaba el número 5 como referencia, para que luego el ascensor se dirigiera a aquel piso.
No estaba solo, en su interior se encontraba el famoso Isaac Jobs, apenas había notado su presencia, le parecía raro que aquel hombre llagara tarde. No hizo contacto visual alguno, era todo lo contrario a él, y por eso no le agradaba, siempre estaba alegre, sonreía por todo, le irritaba mucho tenerlo cerca.
Nunca le cayó del todo bien a Kaleth, dudaba que algún día lo hiciera. Aunque si hablamos en general, a Kaleth nadie le caía bien, bueno, tampoco es que nadie, habían personas que no le caían tan mal.
Todas las mujeres se morían de ganas de estar con el de tez oscura, a todos le caía bien, y con todos, se refería a todos, no había quien que no lo conociera.
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Isaac se adentró a aquel edificio, con una sonrisa llevada consigo.
Había llegado tarde por el paso tan lento que había dado, se había distraído con facilidad desde que comenzó el camino.
Todas las personas que se daban cuenta de su presencia le dedicaban una amigable sonrisa, algunos incluso lo saludaban por su nombre, sin él mismo recordar quiénes eran, pero les regresaba una sonrisa de su parte igualmente, para no parecer tan descortés.
Se dirigió hacia el ascensor que vio, para subir hasta el piso número 4, presionó el botón con ese mismo número y las puertas automáticamente fueron cerrándose lentamente.
Isaac se asustó, justo antes de que el ascensor esté cerrado completamente, una pálida mano detuvo las puertas de este haciendo que se abrieran completamente. El que había causado eso entró en el elevador quedando él he Isaac en el mismo habitáculo.
Nuestro ángel miraba cada detalle del otro, era la mitad de una cabeza más bajo que Isaac, estaba a su derecha un poco más delante de donde se encontraba, y de espaldas.
Su cabello se notaba un poco desordenado, igual que su traje, parecía estar llegado tarde a su trabajo, igual que él.
Por los pocos segundos que había podido ver su cara, notó que era de origen asiático, y no parecía estar de un muy buen humor.
Le pareció muy guapo para ser sinceros.
Un olor a pan recién echo llenó su nariz, Kaleth llevaba un café en su mano derecha, tomando sorbos de vez en cuando, y en su mano izquierda llevaba una bolsa, intuyó que dentro de esa bolsa café se encontraba lo que desprendía ese olor tan delicioso.
-Es él.
Una voz que ya conocía a la perfección le habló.
Es él, es él, es él, esa frase retumbó por todos los lugares de su cabeza, la persona que tenía en frente suyo, era, ni más ni menos la persona con la que tenía que cumplir su misión, Kaleth Fleming.
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