MORGAN
Mis ojos verdes se mantienen en el profundo azul de los suyos. Maximiliano mantiene su mirada muy fija en la mía. Su mandíbula tan tensa que temo que alguno de sus dientes pueda quebrarse a causa de tanta presión.
No me muestro ante él simplemente elevo mi mentón y lo desafío a continuar. El olor de su perfume llega a mí y provoca que me deleite a causa de tal. Nunca había sentido miedo al estar cerca de un monstruo, pero definitivamente Maximiliano mantiene a una legión entera en su mirada.
Él provoca que me sienta pequeña e indefensa. Provoca de que me quiera concentrar en sus labios rojos y en esos profundos ojos azules que gritan peligro a lo lejos.
—Una nueva mafia resurge—asiento mientras musito muy cerca de sus labios—. Más sangrienta, más peligrosa, más violenta—sonrío, muerdo mi labio y eso llama su atención. La punta de mi lengua sale y lame el borde de sus labios—. Dispuesta a dar lo que sea con tal de ser los únicos reyes—jadeo.
Él me mira y sus labios se colocan en una fina línea. Relamo mis labio nuevamente.
Tan malditamente atractivos, con una belleza tan igual, pero tan jodidamente diferente. Tan hermosamente peligrosos, el apodo de reyes del abismo no les hace justicia a los Cavalli.
—¿Quién demonios eres, Morgan? —gruñe. El gruñido provoca palpitaciones en mi entrepierna.
Sonrío llena de diversión y él reafirma su agarre en mí para pegarme más a su cuerpo, jadeo.
—Yo…—me acerco a sus labios, mis palabras son puros susurros llenos de lujuria—. Soy la maldita divinidad Oscura—una sonrisa astuta se extiende en mis labios. Me acerco más a él y chupo sus labios, puedo ver por una fracción de segundo el pecado que se refleja en la opacidad del azul de sus iris. Él se quiebra y me desea por una fracción de segundo. Su mano baja por mi trasero y lo estruja, sonrío aún más sagaz—. Y la misma que va a meterte una bala entre el cráneo si no te apartas de mí y me dejas en paz—gruño, el Tick del seguro ser quitado hace eco en el pasillo oscuro.
Deslizo la punta de mi lengua por mis labios. Y él se separa de mi cuerpo, pero no se inmuta al tener un arma apuntando justo a su cabeza.
La presencia de Max nos interrumpe, la mirada llena de fastidio que le suelta a Maximiliano solo me deja confundida.
Maximiliano suelta algunos botones de su camisa, mostrando la tinta que se encuentra en su piel y luego me mira. Me hace una señal con su cabeza y levanto la mía, retándolo, pero finalmente ambos se retiran y me dejan ahí de pie, en medio de la oscuridad y con los bombardeos de mi corazón al mil. La palpitación entre mis muslos será difícil de calmar.
Nunca me he sentido de esta manera tan caliente por un hombre, siempre son ellos quienes se sienten atraídos por mí. Pase años de mi vida entrenando y metida en una asociación para crearme. Los sentimientos y efectos de amor no son parte de mi vida y ahora me siento atraída por el hermano mayor de los Cavalli.
Su simple toque me fragmentó, su toque en mi piel causó palpitaciones en mí que nunca había logrado sentir tan malditamente fuerte.
El jefe no puso el apodo de divinidad oscura en mí solo porque quiso, él sabe que es lo que me representa y yo lo sé. Oh, Dios… el maldito apodo me ha acompañado desde que era una pequeña niña, desde la primera vez que maté a un sanate solo porque su canto me molestaba.
El jefe tiene conocimiento de mí desde que yo era una niña de nueve años, él me creó, me ayudó hacer fuerte y me convirtió en un fantasma para la humanidad, para el mundo entero. Soy la única asesina que no es perseguida por la policía gracias a él, porque se encariño tanto conmigo que decidió protegerme y convertirme en alguien invisible para la humanidad.
Ni siquiera Travis tiene conocimiento de mí a como el jefe y yo lo tenemos.
Aprendí a patear traseros y cortar cuellos con el apodo como mi único compañero y ahora me quiebro y me fragmento frente a Maximiliano.
Trabajé muy duro para mantener mi vida y mi alma indiferente hacia los hombres para haberme perdido por unos segundos a como lo hice hace un momento. Pude controlarme al ultimo momento, pero no sé si podré hacerlo la próxima vez que suceda algo parecido a este instante.
Acomodo mi vestido y reafirmo mi moño antes de entrar al gran salón. Los pares de ojos se posan en mí de inmediato. Todas las personas me miran y lo único que puedo hacer es gruñir con hastío. Me encanta tener la maldita atención en actividades y situaciones como estas, pero definitivamente empiezo a odiar rotundamente que personas fingiendo ser lo que no son se encuentren mirándome de esa manera.
—Demonios—murmuro al llegar junto a Travis—. Todo el mundo nos ve y es algo que odio con mi alma.
Su pecho se sacude con disimulo.
—¿Alma? Ni siquiera era capaz de saber que tenías alma, Morgan—lo miro con fastidio—. Pero sí, ellos te ven a ti. Parece ser que eres el centro de atención por tu escote.
Deslizo mi mirada sobre todos los presentes, buscando a alguno de los hermanos y los encuentro justo al otro extremo del salón.
—Un escote pronunciado no debería de definir ni mucho menos ser el centro de atención en algún sitio—tenso mi mandíbula—. Y quien sea que así lo crea es digno de patearle el trasero.
Su ceja se eleva y me mira. Mis labios se colocan en una fina línea y decido no apartar mi mirada del par de hermanos.
—¿Vas a patearme el trasero?
Ella se encuentra en el centro de ambos. La pequeña mujer habla animadamente con los dos, pero ellos parecen verla más como una hermana que como la mujer de Max. Los ojos de Maximiliano se colocan en mí, ese intenso azul en ellos provoca que me quede mirándolo por algunos segundos.
—Debería de hacerlo—musito—. No me molestaría en intentarlo, Imbécil.
Sonríe con disimulo. Mi ceja se eleva mientras observo detenidamente a los hermanos. Ellos se encuentran muy concentrados en mirarme.
—¿Sucede algo? He visto que desde que llegaste te encuentras algo distinta—aparto la mirada de Maximiliano y miro a Travis con el ceño fruncido.
—¿Qué? No, tampoco hay motivo por qué estarlo—trato de lucir indiferente a su pregunta.
Muerdo mi lengua y evito poner mi atención directamente en los hermanos.
Relamo mis labios y tomo una copa de champagne de una de las camareras que caminan con una bandeja en sus labios. Bebo el líquido de un solo tiro y coloco mi mirada en Travis cuando siento sus ojos sobre los míos.
—Solo Morgan Smith es capaz de beber champagne de esa manera—una sonrisa adorna mis labios y elevo mi ceja, dejando la copa en otra de las bandejas—. ¿Si sabes que se bebe de sorbos?
Deslizo la punta de mi lengua por mi labio inferior cuando una gota del líquido se desliza por mi barbilla y la limpio.
—No debo por qué seguir las jodidas costumbres del así se hace esto y aquello así—entrelazo mis manos detrás de mi espalda—. Soy diferente—musito—. No quiero ni pretendo ser igual a los demás.
Travis suspira.
—Morgan, sé que eres diferente. Demasiado diferente—comenta—. Pero al menos intenta actuar como las demás personas, bonita.
Retuerzo mis ojos.
—Que aburrido sería ser igual a todos, Travis—mis labios se colocan en una fina línea—. Me siento orgullosa porque nadie es igual a mí.
Las personas comienzan a dirigirse hacia otro salón y lo único que nos queda por hacer es continuar su mismo paso a las espaldas de los hermanos.
—Y eso es lo que más me gusta de ti—susurra en mí oído con disimulo—. De que no hay otra mujer que sea igual a ti, Morgan. Eres peligro y jodida elegancia al mismo tiempo.
—Soy lujuria y fervor—completo lo mismo que él me dice siempre—. Eso ya lo sé, no necesito que nadie me lo diga para que me quede en claro.
Mi ceja se eleva y lo miro cuando nos detenemos frente a un escenario grande donde se encuentra un micrófono. Las luces se apagan y el escenario queda iluminado solo por una fuerte luz blanca que ilumina solo el lugar.
—Tú no necesitas verte a un espejo y pensar si eres real o no—no aparto mi mirada en ningún momento de los hermanos y su mujer—. Tú solo te ves al espejo para admirar una vez más lo diosa que eres.
Mis labios se fruncen. Un hombre de traje sube al escenario e inmediatamente lo reconozco, el Boss.
—A veces eres jodidamente romántico—formo una mueca—. Pero tranquilo, ya me acostumbré a las cursilerías.
Sonrío llena de diversión. John acomoda su saco frente al micrófono y le da un par de golpecillos para cerciorarse de que se encuentre funcionando correctamente, él carraspea su garganta y luego comienza hablando cosas que no entiendo porque no me interesa ponerle atención.
Los murmullos de que es un senador no tardan en aparecer nuevamente.
—Las personas creen que él es un senador—comento con confusión—. Utiliza la imagen de tal para esconderse detrás de eso.
El pecho de Travis se sacude y niega con diversión.
—Las jodidas personas no creen ni una mierda, Morgan—murmura—. Ellos saben que son la mafia irlandesa y por ende es que le brindan tanto respeto, por supuesto no van a andar por las calles llamándolo Boss o el jefe de la mafia irlandesa, gritándolo a todos los cuatro vientos.
—Por eso le tienen tanto respeto—asiento, entendiendo el por qué las personas se mantienen alejadas de los Cavalli y dándole su espacio—. Saben quiénes son, pero por respeto también deciden llamarlo por su profesión.
—El Jefe mencionó que John había estudiado para ejercer tal profesión y a eso se encarga, pero también es uno de los líderes más peligrosos de la mafia.
Mordisqueo mi labio.
—Él no es el más peligroso—musito—. John es una completa basura al lado de sus hijos.
El boss termina de hablar y las personas aplauden, permitiéndole que él baje de su lugar y le abren paso cuando se coloca a mi lado.
—Morgan—su voz es fuerte y profunda—. Se ve malditamente hermosa.
—Eso ya lo sé—respondo indiferente.
Nunca me ha gustado ser hipócrita y no lo seré frente a ellos. Los monstruos como John se alimentan del miedo y la debilidad de las personas.
Soy una maldita reina que no baja la cabeza ni siquiera ante la bestia más grande del mundo.
—Los rumores fueron ciertos—él no pone su mirada en mí—. Eres lo que quieres ser, tú no pretendes ser nada y el peligro chorrea de tus poros, Morgan.
—Nunca me ha importado pretender lo que no soy—me encojo de hombros—. Ya estoy hastiada de que me digan lo que ya sé, Boss. Por favor, sea más original con sus halagos.
Sus ojos se posan en mí ante mis palabras.
—¿Entonces con qué desean que la halaguen, divinidad?
Dejo salir todo el aire de mis pulmones. Travis permanece a mí lado quieto. Sé que él prefiere brindarle respeto por el momento y sé jodidamente bien de que también es un maldito cobarde de que por más macho y fuerte que parezca tiene emociones fuertes y le teme al hombre a mi lado.
—Sorpréndame��me limito en responder—. Me encanta la originalidad de las personas, practíquela, John.
La mirada del Boss se pone sobre mí. Travis decide alejarse de nosotros algunos pasos y el cuerpo del Boss se endereza. Sus manos permanecen entrelazadas frente a su cuerpo y el traje se amolda a él con perfección.
—En el mundo de la mafia tengo muchos apodos, querida, pero el más grande, fuerte y poderoso es el diablo del abismo.
Mi pecho se sacude. Oh, por Dios… ¿El diablo del abismo? Esto sí que es divertido.
—Me equivoque—bromeo—. Ustedes son muy originales—no me preocupo en ocultar la diversión que emana de todo mi cuerpo—. ¿Cuál es el apodo de su mujer? ¿La diabla? Me encantan. Deben de brindarle mucho respeto a usted y a su familia, también deben de ser muy temidos para que usted sea llamado así.
Su mandíbula se tensa. Un hombre se encuentra de pie sobre el lugar donde John se encontraba hace un momento, pero yo no le pongo atención a sus palabras. La conversación con el hombre a mí lado se encuentra muy interesante.
—Creo que a veces olvidas con quién hablas.
—Lo tengo presente cada segundo que pasa, John.
—Mi alias no es por cualquier cosa, Morgan. Destruyo todo lo que se encuentre a mi paso, así la hagan llamar Divinidad oscura—amenaza y yo ruedo los ojos llena de fastidio—. He visto como Maximiliano y Max la ven y su mirada es de hambre, deseo, fervor y avaricia.
Paso saliva por mi garganta cuando mi mirada se coloca en ellos y se encuentran mirándome.
—Mi alias no es por cualquier cosa, Boss—repito sus mismas palabras—. Y una divinidad tiene el poder de lo que sea, la oscuridad me consume y también me apoya. La muerte siempre me acompaña, jefe y es mi mejor amiga—me coloco frente a él y acomodo su corbata—. Sus hijos me miran con deseo, lujuria, pecado en sus ojos—relamo mis labios y me acerco a su rostro—. Y que rico que se siente eso—una sonrisa se extiende en mis labios. La maldad se refleja en mis ojos y la ira en los suyos—. Me gusta ser deseada, pero no desear—le guiño mi ojo—. No se preocupe que no me voy a meter con ellos, yo solo haré mi trabajo.
Muerdo mi labio y lo suelto con lentitud, logrando ver como el miedo se refleja en esos iris que mantiene.
Las personas comienzan con su salida y yo me dispongo en caminar hacia los hermanos, Travis no duda en seguirme.
—¿Qué hablabas con el Boss, Morgan?
Sonrío, contoneando mis caderas a medida que nos acercamos a los hermanos.
—Solo le enseñaba a temerme, Travis.
—El más mínimo movimiento mal y…
—No es mi maldito problema de que seas un cobarde y prefieras ser pisoteado a ser temible—gruño—. Si le temes a la mafia ellos van a prepararte en concentrado para sus Rottweiler, si les enseñas que el miedo no es parte de tu vida entonces tú mismo vas a crear a dos malditos Pit Bull Terrier que serán tu reflejo y la mafia y sus Rottweiler van a saber que no eres una jodida presa fácil.
—Qué ejemplo más bueno, Morgan.
Sonrío.
—Lo sé, es increíble.
Nos detenemos al lado de los hermanos. Mi cuerpo se tensa, pero trato de lucir indiferente. La mirada de ellos se encuentra en la mía. Travis sigue mi consejo de no verlos a los ojos, pero yo vuelvo a romperlo nuevamente, mirando a Maximiliano a su heterocromía muy fijamente, en realidad…no había notado la heterocromía que mantiene su ojo.
—¿Se retiran ya o irán a otro sitio, jefes? —Travis es quien formula la pregunta. No soy capaz de poder hablar con el par de oscurencinos.
Ninguno de los dos menciona ni una sola palabra, ignoran por completo a Travis. La mujer carraspea su garganta y frunce su ceño.
—Ellos nunca regresan a casa de inmediato después de un evento—trata de sonreír, dando una disculpa por el comportamiento de los hermanos—. Pero yo quisiera que alguno de ustedes dos pueda llevarme a la fortaleza, por favor.
No dudo en asentir, pero soy interrumpida por Travis cuando habla.
—Por supuesto, lo haré yo—me mira—. Morgan es la más clasificada para que se encargue de los dos sin ningún inconveniente.
Carraspeo mi garganta y miro a la mujer. Ella me sonríe y se despide de Max, él la toma del brazo y saca las llaves de su auto, dándoselas.
—Llévate mi auto—pide—. Regresaré con Maximiliano.
—Como sea, amor.
Max no responde y tampoco busca la boca de ella para recibir el beso que ella le dará, así que ella opta por besar su mejilla y disponerse en alejarse junto a Travis. Carraspeo mi garganta y miro a los hermanos, ellos se encuentran inexpresivos.
—¿Hasta dónde debo de escoltarlos, jefes?
Trato de hablarles lo más educada posible para ellos, pero lo cierto es de que me sale como la mierda. Ellos se ven entre sí y pasan a mi lado con una expresión divertida en sus rostros. Tomo una fuerte respiración y luego decido seguirlos con una distancia considerable.
Los hermanos tienen la misma estatura y son tan idénticos que si Maximiliano no tiene esa marca en su ojo y su espalda más ancha entonces no sabría como diferenciarlos.
El sonido de mis tacones resuena a lo largo de todo el salón. Mi vestido rojo se esparce en pequeñas ondas con cada uno de mis pasos y la abertura en mi muslo se abre cuando mi pie derecho se posa delante de mi cuerpo para dar el paso.
El viento de la calle mueve la tela cuando llegamos afuera. No hay nadie en las calles, ya es tarde y el lugar se encuentra completamente solo. Los hermanos se dirigen al auto de Maximiliano, pero antes de llegar el sonido de una bala resuena en todo el lugar y cae solo a poca distancia de sus pies, lo que provoca de que se alejen y busquen refugio detrás de un auto, pero tampoco se quedan quietos y sacan sus armas para disparar.
Actúo de inmediato, cada una de mis manos se mantiene sujetando la culatada de un arma. Mis hermosas bebés se encuentran listas para disparar. Sonrío, aprieto el gatillo de ellas cuando tengo en la mira a los atacantes, sus cuerpos caen inertes al suelo.
Escucho el sonido del seguro de un arma justo a mí derecha y no dudo en voltearme y disparar. Las balas se topan en el camino y ambas se detienen, por lo que opto disparar nuevamente y el hueco se forma en la frente del hombre detrás de un auto.
Sus ojos sin vida caen junto a su cuerpo al pavimento. Camino con cautela hacia los hermanos y me agacho junto a ellos, recargando mis armas.
Max y Maximiliano parecen disparar con una misma mente. Los hermanos disparan al mismo tiempo y salen de un auto para buscar un lugar que logre protegerlos mejor. Max dispara y mata a tres hombres, Maximiliano parece disfrutar más la situación y mata a más hombres de lo normal, pero finalmente se quedan sin balas y deben de cargar así que decido entrar en acción y acabar con esta mierda de una buena vez.
Mi mirada visualiza a los hombres que disparan y mis dedos no dudan en empezar a jalar del gatillo nuevamente matándolos antes de que ellos aprieten el gatillo de sus armas. Guardo cada una a los costados de mis piernas y suspiro, dirigiéndome a los hermanos quienes se encuentran de pie junto a un auto.
—La próxima vez solo dejen hacer mi trabajo—gruño—. Y quédense quietos en un lugar seguro.
Paso a su lado. No me preocupo en esperarlos y busco mi McLaren, pero mi mano busca la navaja de mi pierna cuando dos hombres salen delante de mí con una en sus manos.
Retuerzo mis ojos.
—Hombres—la navaja baila entre mis dedos—. Siempre tan dramáticos.
Uno trata de cortar mi cara, pero soy más rápida y me aparto, clavando la punta en su hombro y golpeando su espalda para derribarlo. Sus gritos son desgarradores y él próximo trata de aprovechar la situación para golpearme, pero empuño bien y la punta de la cuchilla queda clavada en su garganta, la sangre brota de la herida y de su boca también, provocando que muerda mi labio y mi boca se seque.
Es tan jodidamente placentero ver sangre. Saber que puedo matar a los malos sin ningún maldito remordimiento. A veces he llegado a pensar que no tengo un maldito corazón. Tal vez no lo tenga.
Me acerco al cuerpo cuando cae inerte y coloco mi tacón en su pecho, agachándome y tomando la cuchilla en mis manos. La limpio en el traje del hombre y me dispongo en dirigirme hacia el otro que se encuentra jadeando de dolor y tratando de alejarse de mí y los hermanos, los cuales se encuentran de espectadores sobre el capo de su auto.
Pateo la cara del hombre y este cae boca abajo, me coloco a horcajadas sobre él y mi muslo queda descubierto justo donde se encuentra el arnés con las armas. Lo tomo del pelo y hago su cabeza hacia atrás, deslizo la navaja por su mejilla con suavidad.
—Vamos a jugar un momento, el juego solo tiene un ganador y esa seré yo—jadeo en su oído—. Dime quién te mandó y prometo no matarte.
Mi voz sale baja, letal. Una suave sonrisa se desliza en mis labios adornando mi rostro. El hombre balbucea y mi mirada llena de deseo se coloca en los hermanos quienes me miran llenos de deseo.
—Yo-y-yo—sus palabras destilan miedo—. No me mate—suelta en un llanto.
La diversión tiñe mis ojos y mis labios al alimentarme del miedo que emanan sus palabras.
—Vamos a jugar—siseo colocando la navaja en su cuello, el hilo de sangre brota por su piel—. Dime quién te mandó y prometo dejarte libre, de lo contrario, la navaja en mi mano disfrutara abrir la carne de tu cuello y dejar los huesos expuestos.
Lágrimas se deslizan de sus ojos hacia sus mejillas. Llora desbocadamente, jadea y las suplicas brotan de sus ojos.
—Liosha—llora—. El jefe de la mafia rusa. Por favor no me mate.
Presiono el filo aún más adentro.
—¿Alexey? —mi pecho se sacude a causa de tanta diversión. Esto definitivamente es muy entretenido—. Tengo un mensaje para él—susurro, sin apartar la mirada de los hermanos quienes me miran expectantes—. Dile a Liosha que los hermanos Cavalli están resguardados por una maldita diosa de la muerte la cual va a protegerlos como la maldita divinidad oscura como se apoda y como lo que es.
Él niega, lleno de horror.
—Alexey va a buscarte y va a matarte—las lágrimas se deslizan por sus mejillas. Hago presión en su cuello y mis dientes se aprietan—. No va a dejar que los italianos tomen el puesto que él mantiene.
Gruño.
—Dale mi mensaje—siseo en su oído—. Y dile que una mafia resurge y con ella la diosa de la muerte.
Golpeo su cabeza sobre el asfalto y jadea lleno de dolor. Me quito de su cuerpo y él no duda en levantarse y huir. Camino en dirección a los hermanos y abro campo en el medio de los dos.
—Una hermosa obra de arte—comento, mirando los cuerpos a nuestro alrededor—. Las mujeres hacemos magia con las manos.
Mis palabras tienen doble sentido para ellos y camino en dirección a mi auto, montándome en él y observando la manera en la cual los Matthew suben al de Maximiliano.
Ellos se ponen en marcha y yo me dispongo en seguirlos, dejando el alboroto a nuestras espaldas, pero también marcándole al jefe para narrarle los sucesos de hace un momento.
♠♠♠
Estaciono el auto y me dispongo en bajar. No me preocupo en poner mi atención en ellos, simplemente me siguen hasta introducirme a la fortaleza. Soy detenida cuando la voz del Boss habla en la gran sala.
—Morgan.
Los Cavalli continúan su paso, ignorando el llamado de su padre y suben las escaleras, desapareciendo.
—Boss.
Él levanta su mano y me indica con su dedo que me acerque. Llena de fastidio eso mismo hago, me acerco y acepto el trago que me da.
—Me informaron sobre la balacera de hace un rato—comenta con calma—. ¿Qué sucedió?
Bebo del líquido en el vaso. Me encojo de hombros y lo encaro.
—Liosha—menciono—. El líder italiano atacó, pero me encargué de ellos. Los Cavalli se encuentran libres de rasguños y un final feliz en el cuento. Todos felices, Boss.
Bebo lo último del vaso y lo dejo sobre la mesilla frente a nosotros.
—Le envíe un claro mensaje—aclaro antes de ponerme de pie y caminar hacia el inicio de las escaleras.
Mi primer pie se posa en la primera escalera y la voz de John llama mi atención, provocando de que lo mire sobre mi hombro.
—¿Qué mensaje, Morgan?
Elevo mi ceja.
—Que la divinidad oscura los respalda.
Continúo mi camino, dejando al boss junto a la chimenea. Busco con mi mirada la puerta de mi alcoba y me introduzco en ella. No dudo en soltar mi cabello y buscar entre la oscuridad mi celular.
—Morgan—la voz de Travis resuena cuando marco.
El sonido al otro lado de la línea me provoca fruncir el ceño. Música, chiflidos y gritos.
—Me encuentro en un bar fuera de la ciudad—aclara antes de que yo pregunte—. Necesitaba darle la información al jefe del día de hoy y no podía hacerlo en la fortaleza.
Deslizo mi mano por mi frente mientras camino en dirección al ventanal. La oscuridad se encuentra ahí afuera, deslizo mi mirada sobre los hombres que se encuentran regados en el patio, los mismos que resguardan la fortaleza.
—Entiendo. Ya le di mi informe. ¿Te dijo algo?
Silencio por varios segundos.
—Solo me dijo que como la reina que eres acabaste con los hombres de Alexey cuando los atacaron al salir del evento—suspiro—. Eres admirable, la más calificada para este trabajo. Aún no logro entender cómo no quieres ser una agente encubierta para la OMCC, Morgan.
—Buenas noches, Travis—ignoro sus palabras—. Protege tu trasero.
Él se despide y me encargo de deshacerme del vestido que cubre mi cuerpo. Las bragas negras abrazan mis caderas y también me deshago de ellas, dejando mi cuerpo desnudo frente al ventanal de vidrio. Ni si quiera me preocupo en que algunos de los hombres observe mi cuerpo desnudo.
No dudo ni dos instantes en dirigirme a la ducha y sentir el agua fría cayendo por mi piel, empapando cada parte de mí.
Mis manos masajean mis pechos y jadeo llena de deseo cuando introduzco tres dedos en mi interior. Mi pie busca lo primero que encuentre y lo apoyo allí, dándome más acceso a mi entrepierna. El interior abraza mis dedos cuando los introduzco hasta el fondo.
Mi respiración se encarga de agitarse y muerdo mi labio llena de deseo, de placer, de ambición. Masajeo mi clítoris y lo presiono.
Gimo tan alto que no me importa que alguien pueda escuchar mis gemidos envueltos en placer. Mis ojos se encuentran cerrados y disfruto de los escalofríos que recorren mi cuerpo. Mordisqueo mi labio, soy capaz de sentir cómo la sangre brota de mi labio y escapa por mi barbilla bajando por mi cuello.
Abro mis ojos cuando mis dedos no son satisfacción suficiente. Termino mi ducha y envuelvo mi cuerpo en una toalla limpia. Salgo del baño y busco una tanga y un top y cubro mis partes para después introducirme a la cama, pero antes de hacerlo el sonido de unos gemidos en la habitación de al lado llaman mi atención.
Mi mandíbula se tensa y eso me molesta demasiado así que me dispongo en salir al balcón y encender uno de mis cigarrillos. El humo escapa de mis labios y se revuelve con el viento, escapando.
Mi mirada busca las estrellas y me concentro en mirar cada una de ellas.
Algunas personas dicen que las estrellas son almas que pierdes en este mundo y las deja de ver aquí, pero puedes seguirlas viendo en el cielo por las noches. Creo que nunca sabré cómo es esa sensación. Crecí sin padres, pasé parte de mi niñez comiendo de los basureros de la calle, nunca supe quiénes son mis padres.
No sé si se encuentran muertos o vivos, no sé nada de ellos y soy una maldita asesina que puede encontrar sus rastros y saber de ellos en un chasquido de dedos, pero no quiero hacerlo porque ellos no me interesan.
No sé si algún día tenga la oportunidad de tener a un ser que me importe como una estrella del cielo, tal vez la más hermosa de todas.