Chapter 11 - III

Justo después de que Fake se fue, Gully se recostó en el sillón, donde siempre se recostaba; George tomó el periódico y comenzó a leerlo; Paul se sentó a un lado de su madre; John se encaminó a su habitación para leer lo que fuera que estaba leyendo en esos momentos, y Swindle dijo:

—¿Sabes qué, Gully? Deberías irte de vacaciones.

Tanto Gully como John y Paul se volvieron hacia Swindle y lo miraron extrañados.

—Eso me encantaría, Ringo, pero ya no tengo ni la edad ni el dinero para hacerlo —dijo la geriátrica Gully.

—No te preocupes, Gully, aún eres joven, y tienes a esos tres para que te ayuden en todo lo que necesites. Y del dinero me encargo yo; de ahora en adelante voy a manejar tus inversiones.

—¡¿Qué?! —John exclamó y señaló a Swindle amenazadoramente (aunque sobra decir que dicha amenaza no surtió ningún efecto en Swindle.)—. No sé qué planeas, pero no necesitamos tu ayuda.

—¿En serio? —preguntó Swindle con cierto sarcasmo—. Entonces ¿cuánto han ganado con sus inversiones?

—Bueno, no siempre se gana, y Dale nos dijo que el 80% de los inversionistas tiene pérdidas al principio. Pero aun así no te necesi—

—Háganle caso a su hermano —lo interrumpió Gully—; él sabe mucho más de negocios que nosotros, y él siempre nos saca adelante porque otros no pueden —dijo Gully mirando a John, Paul y George severamente.

John suspiró y se encogió de hombros.

—Está bien, pero no vayas a pasarte de listo —John le advirtió a Swindle.

—Yo siempre me paso de listo —Swindle respondió—, pero no te preocupes, los voy a hacer ganar mucho más de lo que se imaginan. Ustedes encárguense de empacar —Swindle puso la bolsa de viaje sobre la mesa, abrió una de las bolsas laterales y sacó un celular—. Yo solo tengo que hacer unas llamadas.

Swindle tomó la bolsa de viaje, marcó a un número con su celular y se dirigió a su habitación para hablar en privado.

John se encaminó a su habitación para proseguir con su lectura.

—Bueno, parece que vamos a tener que pedir vacaciones en el trabajo —Paul le dijo a su madre, pero ella ya estaba dormida—. Pero ya nos hacían falta. O ¿tú qué opinas, George? —Paul preguntó.

—Hagan lo que quieran —dijo George sin levantar la vista del periódico—. Con tal de que no perdamos nuestro dinero o nuestros empleos.