Ellos nos miran.
Y hablan en voz baja.
—¡¿Qué?! —les grito—. ¡¿Nunca habían visto a alguien salir del baño?!
Pero nadie me contesta.
Solo me miran.
Se murmuran quién sabe qué cosas.
Y ríen en voz baja.
Se están riendo de nosotras.
En nuestra cara.
—¡Ya cállense! ¡¿Qué no tienen nada mejor que hacer?! ¡Consíganse una vida! —les grito.
Pero todos mirándonos y hablando y riendo y:
—¡YA CÁLLENSE! ¡¿QUÉ NUNCA HABÍAN VISTO A ALGUIEN LLORAR EN EL BAÑO?! ¡SÍ, YURI OKABE ESTABA LLORANDO EN EL BAÑO, Y ¿QUÉ?!
—¡Claro que no! —grita Yuri Okabe y luego me mira con las cejas muy levantadas, como diciéndome "ya cállate".
Pero yo la estoy defendiendo, y aparte todos sabemos que estaba llorando en el baño.
¿Es tonta o qué?
—¡Claro que sí! ¡Andabas abrazando a Khanna-san, llore y llore!
—¡¿Qué te pasa?! ¡Obvio no! —grita Yuri Okabe, me mira y me dice—. ya cállate —en voz baja.
Y todos los demás siguen mirándonos y hablando y riendo cada vez más fuerte, más fuerte, más fuerte.
Y otros nos están grabando con sus celulares.
—¡¿Qué ching— alguien pone sus brazos debajo de mis axilas y me levanta como si fuera una puta niña, y ¡¿qué chingados le pasa?! ¡Yo ya tengo quince y estoy en la prepa! ¡Ya no soy una puta niña! ¡Soy una…
—¡¿Otra vez tú, Ino-chan?! —me pregunta quien me está cargando.
Esa voz es de Nagai-san.
¿Qué hace ella aquí?
—Siempre que oigo gritos o eres tú o Izumi-san. ¿Quieren que las expulsen o quieren llamar mi atención?
—¡BÁJAME! —grito y pataleo.
—Ya cállate; estamos haciendo el pinche ridículo —me dice Yuri Okabe.
—¡YA CÁLLATE, LLORONA, Y YA BÁJAME TÚMHPMHPMHPMHP! —le grito, y al final Nagai-san me tapa la boca con ambas manos.
Pero yo le muerdo las manos con todas mis fuerzas.
Pero ella no grita ni me suelta ni nada, solo me aprieta los cachetes con mucha fuerza.
—No me hagas enojar, Ino-chan —me dice al oído.
Y yo la dejo de morder.
Y ella me deja de apretar los cachetes.
Y yo dejo de gritar y patalear.
Y ojalá ella deja de enojarse conmigo.
Espera…
*Paladea*
*Paladea*
*Paladea*
¿Por qué la boca me sabe a hierro? ¿Qué las manos de Nagai-san son de metal o qué?
No. Solo están sangrando.
Bueno, la sangre comienza a recorrer las manos y a gotear en el suelo, así que creo que está sangrando bastante.
Pero ella no dice nada.
—Y ¿si vas a la enfermería, Nagai-san? —le digo.
—¿Hasta allá? Pero está bien lejos —me dice.
Y luego sonríe.
—Ok —dice ella, y se va.
Pero, como no me suelta, yo me voy con ella.
*RIIIIIING*
Suena la campana, y la gente regresa a sus respectivos salones. Aunque aún se oyen muchos pasos detrás de nosotras —de seguro son todos los chismosos sin quehacer—, y frente a nosotras aún hay gente que nos mira y nos graba y susurra y ríe y nos sigue —¡NO ME MIREN!
Pero desde aquí se ven tan pequeños.
Ja.
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*TOC TOC*
Nagai-san toca la puerta.
La enfermera abre y nos mira bastante raro.
De seguro es porque Nagai-san me sigue cargando y parece que me está ofreciendo como tributo o algo.
—Pasen, y cierren la puerta —nos dice, y Nagai san (y yo, que no tengo otra opción) entra(mos).
Nagai-san cierra la puerta con el pie, y todos los chismosos se quedan afuera.
—¿Qué pasó? ¿Te golpeaste la boca o algo? —me pregunta la enfermera por alguna razón.
—No… —le digo, y la verdad quisiera decirle "¡¿qué?! ¡¿Qué no ves la sangre en las manos de Nagai-san?! ¡¿De verdad eres enfermera?!"
La enfermera toma un trapo y me lo restriega en la cara con fuerza.
—¡AHHHH! ¡ARG! —grito y pataleo y me retuerzo y ¡espera! Quizá eso haga enojar a Nagai-san.
Mejor me detengo.
Y la enfermera sigue restregándome el papel por toda la cara.
Pero por fin me lo quita, y está manchado de sangre.
Me toco la cara. ¿Estaba sangrando? Creo que no. Entonces ¿cómo—Oh. Al parecer sí mordí a Nagai-san bastante fuerte.
Quizá debería moderar mi ira.
¡Pero ella me cargó! ¡No soy una puta niña!
No, pero tampoco soy un perro o un mapache o lo que sea.
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Quizá debería disculparme o algo.
¡Pero ella me cargó, y aún me sigue cargando, como si fuera un puto juguete o—¡Ay, ya cállate!
Como sea, quizá después me disculpe o algo.
—¿Qué te pasó a ti? —pregunta la enfermera al ver las manos de Nagai-san y las marcas ensangrentadas de mis dientes.
—Me caí —miente Nagai-san como si nada.
—Pero esta es una mordi—
—Dije que me caí.
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—Sí, como sea, ven, deja te curo.
La enfermera se da la media vuelta y se dirige al estante de metal que está en el fondo de la enfermería; de ahí toma vendas y alcohol y se vuelve hacia nosotras.
—¿Por qué la cargas? Ya bájala.
Nagai-san me baja, y qué bueno porque ya me estaban doliendo las axilas.
Aunque ahora todo se ve tan grande.
—Siéntate en la camilla —le dice la enfermera a Nagai-san, y ella obedece; después, la enfermera le cura mi mordida con alcohol, y Nagai-san no grita ni muestra ni un poquito de dolor.
¡¿Qué es un monstruo o qué?!
Al final, la enfermera le cubre la mano con una venda.
—Descansa aquí un rato —le ordena a Nagai-san, y ella se recuesta en la camilla.
—Abre la puerta, Ino-chan; a lo mejor Khanna-san y Okabe-san te están esperando.
No creo —¿por qué me esperarían a mí?—, pero antes de abrirles me siento en la camilla, a un lado de ella y:
—Lo… lo siento, Nagai-san —le digo.
Y ella me da unas palmadas en el hombro.
Las palmadas son cada vez más fuertes.
Más fuertes.
MÁS FUERTES.
—¡Ay, ya, ya, perdón, ya no vuelvo a morder a nadie, ya!
Nagai-san sonríe.
—Eso es lo que quería oír, Ino-chan —ella ríe y me sigue dando de palmadas—. Pero lo que no entiendo es ¿por qué le andabas gritando a la gente?
—Pues fue su culpa —me levanto de la camilla y le digo—: ellos nos estaban viendo y grabando, y murmuraban y se reían.
—Y eso ¿qué?
—¡¿Cómo que qué?! ¡Pues qué les importa! ¡¿Por qué no nos dejan en paz?!
—Pues porque les andas gritando —ella sonríe—. Para alguien que aparenta que no le importa lo que piensen los demás sí te importa mucho, ¿verdad?
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—¿Qué? —¿Por qué dice eso?—. Solo dije que a ellos qué les importa qué hacíamos —O ¿dije que a mí me importaba lo que ellos piensan, porque no me importa?—. ¡¿Crees que me importa?! ¡Por mí que se mueran! —Y ojalá sí se mueran para que ya dejen de vernos y de murmurar y de reírse, y ¿de qué se ríen? ¿Se ríen de mí? Y ¿por qué se ríen de mí, porque parezco una niña? ¿Es eso?—. ¡Yo nunca les he hecho nada, pero ellos solo se burlan y se burlan! ¡Sí, soy una puta niña, sí, soy chaparra y no tengo pechos, pero no es mi culpa! ¡¿Por qué les importa tanto?! ¡¿Por qué no pueden aceptar que soy así y que de seguro nunca voy a crecer y voy a seguir siendo una puta niña por siempre?!
Nagai-san se levanta y me abraza.
Yo no quiero su lástima.
Pero tampoco la quiero hacer enojar así que la dejo abrazarme.
—Ino-chan, si crees que una se vuelve mujer solo por ser alta y tener pechos, entonces sí eres una puta niña.
La enfermera ríe.
Ah, sí, la enfermera sigue aquí y escuchó todo lo que dije, y ¿por qué no se fue o algo? ¿Qué no sabe que es de mala educación oír conversaciones ajenas? Pinche vieja chismosa, y ¿sabes qué? Ya mejor me voy porque esta vieja chismosa de seguro se va a burlar de mí, y todo es por tu culpa, Nagai-san, por andar diciendo esas cosas; nunca te lo voy a perdonar, y por eso la empujo, me suelto, doy media vuelta, corro hacia la puerta, la abro y Yuri Okabe y Khanna-san están sentadas en el suelo, y ¿qué están haciendo aquí? ¿Me están esperando? ¿Por qué? A mí no me pasó nada. De seguro están esperando a Nagai-san.
O solo oyeron lo que dije y quieren burlarse de mí en mi cara.
Pinches chismosas.
O quizá solo me están esperando porque son mis amigas y me quieren y se preocupan por mí y no quieren dejarme sola con el monstruo de Nagai-san.
—¡Cállense: no estoy llorando! —grito.
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—Bueno, sí tú no estás llorando, entonces yo no estaba llorando hace rato, ¿verdad? —pregunta Yuri Okabe con una sonrisa malvada.
—Sí, nadie estaba llorando —digo y me restriego los ojos porque el sol me da de frente—. ¿Quién dijo que sí?
—Tú —dice Yuri Okabe, y ¿por qué lo hiciste? ¿Qué no ves que estoy de tu lado?
—No, no creo, verdad, ¿Khanna-san? —pregunto.
Pero Khanna-san no responde.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué respondes?
—Porque si no respondo no me puedo equivocar —dice ella—. Esto es lo mejor —o, dadas las circunstancias, lo único— que puedo hacer.
—Como sea —me encojo de hombros—. Bueno, y ¿qué hacen aquí? ¿Esperan a Nagai-san? ¿O a mí?
Tanto Yuri Okabe como Khanna-san se quedan calladas.
Suspiro.
—Ya díganme. Khanna-san, está bien si me dices; no me voy a enojar ni nada.
Khanna-san suspira también.
—Bueno, te digo: Yuri Okabe dice que lo menos que quiere ahorita es encerrarse durante más de una hora con todos esos chismosos después de andar llore y llo—Yuri Okabe le da un ligero zape—. No, nada, solo estábamos escuchando lo que decías.
—¡¿Qué?! —obviamente grito—. ¡¿Lo escucharon todo?! ¡Ah, pinches viejas chismosas! ¡¿Qué no saben que es de mala educación oír conversaciones ajenas?! ¡¿Por qué no se fueron o algo?! —les grito y cierro la puerta en la cara.
—Sabía que era una mala idea —dice Khanna-san desde afuera.