Vinimos al supermercado para acompañar a Izumi en la compra de sus víveres. No sé cómo esto va a ayudarnos a conseguir el último miembro que necesitamos para crear el club, pero a las demás no parece molestarles, así que está bien.
Eso creo.
En fin, entramos todas juntas, e Izumi-san se nos adelanta para tomar un carrito de compras.
—Es por aquí —nos dice—: la comida está hasta el fondo. Ven, Sotoka-chan —Izumi-san se adentra en el supermercado, y nosotras la seguimos.
—Oigan, sí es cierto —inquiere Ino-san de repente—. ¿Por qué la comida casi siempre está hasta el fondo? ¿No la deberían poner al frente? Es lo que más se compra.
Esta es una pregunta bastante interesante y, debido a que tanto Izumi-san como Hamano-san no parecen saber la respuesta —o, al menos, no parecen querer compartirla—, tendré que hacerlo yo.
Aunque siempre existe la posibilidad de equivocarme.
—Quizá la ponen hasta el fondo para que tengas que recorrer toda la tienda y, por ende, aumentan las posibilidades de que veas algo que te interese y acabes comprándolo —sonrío—. Quizá suene extraño pero a mí me gustan mucho los establecimientos como este: franquicias nacionales y hasta globales, ya que seguramente hasta el más mínimo aspecto de estos lugares está debidamente calculado, controlado y optimizado para incrementar las ventas. Este supermercado es quizá la mejor versión posible del mismo, estadísticamente hablando.
Izumi-san, Hamano-san e Ino-san me miran confundidas.
Quizá lo que dije sí sonó extraño.
—Vaya, sí que eres un robot, Khanna-san —me dice Ino-san.
—¡Ino-san! —Hamano-san increpa a Ino-san.
—No, está bien —digo—; en realidad, todos somos como robots; somos máquinas orgánicas increíblemente complejas. Y sí, sé que Ino-san lo decía porque soy pragmática y no soy buena con las emociones, características falsamente asociadas con los robots, ya que, en realidad, un robot podría tener emociones y actuar emocionalmente si se le programara de esta manera; un robot simplemente actúa de acuerdo a su programación, y la programación que suele darse a los robots es lógica porque la lógica es sencilla: 2 + 2 siempre va a ser 4, √169 siempre va a ser 13, e incluso el resultado de cualquier ecuación increíblemente compleja siempre va a ser el mismo, por lo que es muy sencillo encontrar una solución lógica a cualquier problema conociendo cuál es nuestra mayor prioridad. En cambio, la inteligencia emocional es increíblemente compleja; cada persona reaccionará diferentemente ante una situación dada; la inteligencia emocional de cada persona depende de una infinidad de variables que varían de persona a persona, y cada una de estas variables depende de una infinidad de recuerdos, vivencias, enseñanzas, opiniones, etcétera, que cada persona ha recibido a lo largo de su vida y que lo influencian tanto consciente como inconscientemente, por lo que la idea de hacer un programa tan complejo para un robot es completamente absurda —e innecesaria, si me lo preguntan— considerando la tecnología de hoy en día.
Ellas de nuevo me miran confundidas.
—O sea que todos somos robots infinitamente complejos —explico.
—Sí —dice Izumi-san—, pero lo que Ino decía es que eres lista, pero no divertida.
—¡Izumi-san, no digas eso! —Hamano-san reprende a Izumi-san.
—¡Pero, Sotoka-chan—
—Discúlpate —dice Hamano-san.
—No, está bien —digo—; Izumi tiene razón: no soy divertida —y digo esto principalmente porque la idea de diversión es algo increíblemente subjetivo y abstracto, aunque he notado que las personas suelen considerar a otras divertidas cuando estas las hacen reír, pero, ¿qué es lo que causa la risa? ¿Qué hace que un chiste sea gracioso y otro no? ¿Cuál es la lógica detrás del humor?
No lo sé, pero siento que analizar el humor es lo peor que se puede hacer para tratar de entenderlo; el humor parece basarse en no seguir la lógica o el raciocinio, en la mayoría de los casos, lo que quiere decir que no debo pensar tanto al respecto, pero si no debo pensar tanto al respecto, entonces ¿qué debo hacer? Porque pensar es en lo único que soy buena y—
—¡Gomen, gomen, gomen, gomen, Khanna-san! ¡¿Por qué me ignoras?! —Izumi-san está justo en frente de mí, me está tomando de la cintura y agitando violentamente por alguna razón.
—¿Qué haces, Izumi-san? No te entiendo —le digo.
—¡GOMEN, GOMEN, GOMEN, GOMEN, KHANNA-SAN! ¡YA PERDÓNAME! —ella, en vez de soltarme y explicarme lo que me quiere decir, me agita con más violencia y me grita con más fuerza que antes.
—¡Izumi-san, ya suéltala! —grita Hamano-san.
—¡No hasta que me perdone! ¡GOMEN, GOMEN, GOMEN—
—Está bien, está bien, te perdono, te perdono —le respondo, y ella me suelta—. Y ¿de qué te perdono? Decirme que no soy divertida no es un insulto, es la verdad. ¿O es que la verdad puede ser un insulto? Pero eso es absurdo; la verdad es simplemente la verdad, y si alguien considera que la verdad, en especial la verdad relacionada con su persona, es un insulto es porque dicha persona no puede aceptarse tal y como es; aunque, pensándolo bien, quizá no sea tan absurdo ya que las probabilidades de que conozcamos cada aspecto de nosotros son extremadamente bajas, en especial si se considera que hay muchos aspectos inconscientes en nuestra per…
Guardo silencio.
Todas me están mirando confundidas.
Sí, definitivamente no soy divertida.
Quizá sea porque hablo mucho, aunque solo estoy diciendo lo que pienso. Entonces quizá no soy divertida porque pienso mucho. Eso tiene sentido porque las personas consideradas divertidas no parecen pensar mucho sus acciones —como Izumi-san.
¿Eso significa que diversión = impulsividad?
Quizá esto lo simplifique demasiado, y es probable que haya gente divertida que sea impulsiva y gente impulsiva que no sea divertida.
Tengo que investigar más al respecto, y quizá una buena forma de hacerlo es dejar de pensar tanto las cosas.
Como ahora.
Miro a mi alrededor, y ellas están mirando algo de los estantes.
—Espera. ¿Nos trajiste aquí solo para ver juguetes? —pregunta Ino-san y, en efecto, estamos en el pasillo de juguetería—. Eso es tan otaku.
—¡Que no soy otaku! —responde Izumi-san—. Y son figuras, no juguetes. Y solo pasamos por aquí.
—Sí, qué conveniente.
—Sí, es muy conveniente que podamos pasar por aquí y ver todas las figuras que venden. Algunas hasta son coleccionables, pero yo no las colecciono ni nada; no soy otaku. Espera, ¿ese es Kempachiro Rama-sama? —Izumi-san toma una de las figuras coleccionables de los estantes, la inspecciona detenidamente y la coloca en el carrito.
—No que no eras otaku, otaku —Ino-san le dice a Izumi-san con una sonrisa maliciosa.
—¡CÁLLATE, INO; YO NO SOY OTAKU, SOY UNA MUJER DE NEGOCIOS!
—Ya no griten —dice Hamano-san.
—¡Pero fue culpa de Ino! —grita Izumi.
—¡Ya no grites! —grita Hamano-san.
—¡Ya ves lo que hiciste! —Izumi-san le grita a Ino-san—. ¡Todo esto es tu culpa!
—¡No, es tu culpa por ser tan otaku!
—¡QUE NO SOY OTAKU!
—¡Ya cállense las dos!
Esto no se ve nada bien. Quizá debería hacer algo al respecto. Pero ¿qué? Bueno, no soy lo suficientemente divertida para distraerlas y aligerar el ambiente con una broma, pero aquí hay muchos juguetes y figuras coleccionables, y quizá haya una que les parezca divertida. Aunque seguramente ya vieron todas las figuras coleccionables del pasillo. Bueno, quizá todas excepto las del estante de arriba, y lo digo porque 1) soy la única lo suficientemente alta para alcanzarlo, y 2) todo lo que hay ahí está cubierto de polvo, aunque solo hay una de esas figuras coleccionables.
La tomo y le quito el polvo.
—Ten, Izumi-san —le digo, e Izumi-san deja de gritarle a Ino-san y se vuelve hacia mí.
—¡NANI! —grita Izumi-san y se acerca a mí a toda velocidad—. ¡¿Es esa una figura de Baka-chan, edición especial de convención?! —Izumi-san toma la caja y la inspecciona detenidamente—. ¡Sí, sí lo es! ¡Y está en perfectas condiciones! ¡ Arigatōgozaimashita, Khanna-san! —grita y me abraza—. ¡Voy a ganar tanto dinero con esto, y con ese dinero voy a poder comprar muchísimo manga y muchísimas cosas para Sotoka-chan porque Sotoka-chan es tan kawaii desu y tan sugoi desu y tan perfecta de todos los aspectos!
—No, no lo soy —dice Hamano-san—. Y no necesito nada, pero gracias.
—Ves, también es humilde y agradecida, y daisuki, Sotoka-chan —Izumi-san continuó diciendo cosas que no comprendo.
Bueno, lo logré: ya nadie se está gritando.
Pero aún no soy divertida.
Quizá aún pensé demasiado.
—Oigan, —alguien nos habla—, ya no anden gritando, o las voy a sacar de la tienda —es uno de los encargados de la seguridad del supermercado.
—Sí, disculpe —dice Hamano-san y hace su respectiva reverencia.
Yo hago lo mismo, y nos vamos de aquel pasillo.
Pronto llegamos al área de los alimentos. Izumi-san entra a uno de los pasillos y comienza a llenar su carrito con sopas enlatadas o instantáneas; después se dirige al departamento de congelados y toma varias cajas de paletas o de alimentos congelados, y varias bolsas de nuggets de pollo.
—Espera —dice Hamano-san—. ¿Esto es todo lo que vas a comprar?
—No —responde Izumi-san—, todavía me faltan las papas y los refrescos.
—No, Izumi-san, ¿por qué no compras frutas o algo? —pregunta Hamano-san.
—Porque tú eres lo que comes —responde Ino-san—, y esta Izumi es pura chatarra.
—¡Cállate, Ino… baka!
—Ya no se peleen —Hamano-san se coloca entre ellas dos—. Pero Ino-san tiene un poco de razón: esa comida es muy mala para ti. ¿No te gustan las frutas o las verduras?
—Sí, pero se hacen feas luego luego —responde Izumi-san—. Siempre que me las quiero comer ya están todas negras y con hongos y guácala.
Hamano-san sonríe.
—Pues es que te las tienes que comer frescas. Ven —Hamano-san coloca su mano en el hombro de Izumi-san, e inmediatamente el rostro de Izumi-san se ilumina—. Vamos por frutas, y yo te preparo unas ensaladas.
Izumi-san mira sorprendida a Hamano-san.
—¿Vas a cocinar para mí?
—Pues sí, hacer una ensalada no es tan difí—
Izumi-san abraza a Hamano-san.
Y creo que Izumi-san está llorando.
—¡ Arigatōgozaimashita, Sotoka-chan! —Izumi-san definitivamente está llorando—. ¡De seguro la ensalada va a estar deliciosa porque la hiciste tú, y todo lo que tú haces es tan hermoso y perfecto como tú porque eres hermosa y perfecta y uh, uh, uh, podemos cocinar juntas, así muy juntitas y—
—Sí, pero no tienes qué gritar. Y ¿por qué lloras, Izumi-san? Es solo una ensalada —le dice Hamano-san—, bueno, ya, vamos por las frutas.
Pero Izumi-san continúa abrazando a Hamano-san.
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Y la suelta.
Hamano-san entonces comienza a tomar los productos que Izumi-san había agregado al carrito y los devuelve a sus respectivos anaqueles.
—Ay, Izumi-san —dice Hamano-san—. Tanta chatarra te va a hacer daño.
—Y ¿qué? —pregunta Ino-san—. ¿Qué tiene de malo comer así? Vivirás más feliz y morirás más pronto. Eso es ganar-ganar.
—Oye, no digas eso —la reprende Hamano-san.
—¿Por qué no? ¿Porque a la sociedad no le gusta? ¿Porque se supone que debes sonreír y estar feliz siempre aunque la vida sea una mierda? Porque lo es. Nadie se está divirtiendo. Estaríamos mejor muertos—
Hamano-san abraza a Ino-san, e Ino-san intenta quitársela de encima.
—Pero si mueres —dice Hamano-san—, ¿a quién voy a molestar?
—¡Cállate, Sotoka-san, y ya quítate; me ahogo! ¡Maldicha chichona!
Ino-san logra zafarse del abrazo, y empuja a Hamano-san.
—Umm… yo también quiero morir o lo que sea —dice Izumi-san—. A lo mejor si Sotoka-chan me abraza muy fuerte y por mucho rato se me quita —Izumi-san cierra los ojos y extiende los brazos.
Pero Hamano-san no la abraza.
—Vente, vamos por las frutas —dice Hamano-san, toma el carrito de una orilla y, antes de que comience a jalarlo, Izumi-san corre hacia ella y la abraza. Hamano-san suelta un pequeño grito—. Izumi-san, suéltame; nos van a regañar otra vez.
—¡No me importa, Sotoka-chan! ¡Yo quiero vivir! ¡QUIERO VIVIR! —Izumi-san continúa gritando y aferrándose a una Hamano-san que intenta quitársela de encima. Yo, por mi parte, me vuelvo hacia Ino-san.
—¿Eso es divertido? —le pregunto a Ino-san y señalo la escena frente a nosotras.
—¿Qué? —Ino-san me mira tanto extrañada como confundida.
—Pregunto si eso es divertido. Hace rato Izumi-san me dijo que soy divertida, así que es lógico pensar que ella lo es y, por lo tanto, sus acciones pueden considerarse como divertidas.
Ino-san continúa mirándome tanto extrañada como confundida.
—Entonces… ¿eso es divertido o no? —de nueva cuenta señalo la escena frente a nosotras.
—Nomás para Izumi; a Sotoka-san de seguro le caga, pero se queda callada… como siempre.
—Y ¿para ti?
—¿Para mí?… Bueno, Izumi siempre la anda abrazando, y pues como que ya aburre, aunque Sotoka-san se la está pasando muy mal, y eso se lo merece por abrazarme, así que… sí, creo que sí es divertido.
En conclusión, las acciones espontáneas e irracionales de Izumi-san resultaron divertidas para dos de tres personas, o sea que fueron un 66.66% divertidas.
Quizá, si quiero ser más divertida, entonces debería actuar más como Izumi-san.
En fin, nos dirigimos a la sección de frutas.
—A ver —dice Hamano-san—. Ino-san, tráete unos mangos; Khanna-san, tú ve por unas manzanas; Izumi-san—
—¡CHAN! ¡DIME IZUMI-CH—
—Sí, lo que sea, ve por plátanos, y yo voy a ver qué encuentro.
Tras decir esto, nos separamos, y cada una de nosotras busca lo que Sotoka-chan nos encargó. Yo, por mi parte, llego a la sección de manzanas, pero inmediatamente me encuentro con un problema: hay manzanas Red Delicious, Granny Smith, Golden, Fuji, Honeycrisp. ¿Cuál debería elegir?
Miro a mi alrededor y solo encuentro a Ino-san; ella está frente a mí, en el pasillo contiguo, eligiendo mangos.
—Ino-san —le digo, y ella mira a ambos lados—. Aquí arriba —le digo, y ella levanta la mirada y me ve por encima de los estantes—. ¿De cuáles manzanas escojo? Hay Red Delicious, Granny Smith, Fuji, Honeycrisp…
—¿Yo qué sé? ¿De las rojas?
—Casi todas son rojas.
—Pues no sé. Oye, ¿tú sabes cómo escoger mangos? —ella tiene un mango en cada mano y me los enseña.
—Yo los veo iguales —le digo.
—Ah, bueno —dice, mete ambos y varios más en una bolsa transparente y se va.
Yo, por mi parte, elijo una manzana de cada tipo —así las probabilidades de elegir la manzana correcta son del 100%—; elijo las más brillantes y las que no presenten algún golpe o magulladura. Después, regreso con las demás.
—Hay que ponerles el sticker —dice Izumi-san y se dirige a una báscula que se encuentra al lado de los limones; frente a ella hay un letrero con varios números e instrucciones. Izumi-san coloca los plátanos sobre la báscula; después, presiona una opción en la pantalla que hay debajo de la báscula; tras esto, un sticker sale e Izumi-san lo pega en uno de los plátanos.
—Y ¿eso qué es? —pregunta Hamano-san.
—Es para la caja automática —dice Ino-san y le entrega la bolsa de mangos—. Debería haber de esas en todas las tiendas.
—Ay, no, Ino-san —dice Hamano-san mientras revisa la bolsa que Ino-san le entregó—. Estos mangos están bien feos.
—Y yo ¿cómo iba a saber? —pregunta Ino-san—. Todos se ven iguales.
Izumi-san se dirige hacia Hamano-san e Ino-san, quizá para unirse a la conversación.
Yo, mientras tanto, me acerco a la báscula para ponerle el respectivo sticker a las manzanas que recolecté.
Pero en el letrero dice que cada tipo de manzana tiene un código diferente, así que deberé imprimir un sticker diferente para cada una de las manzanas que elegí.
Coloco entonces una manzana sobre la báscula, busco el código en el letrero y, espera, ¿esta manzana es una Granny Smith o una Fuji? ¿O quizá es Honeycrisp? ¿O ninguna de las anteriores?
Al parecer solo me queda una opción: regreso al área de las manzanas, dejo las manzanas que elegí aparte —ojalá haya alguien que pueda distinguirlas—, y tomo una manzana Red Delicious y una Granny Smith. La Red Delicious está en mi mano izquierda, y la Granny Smith, en la derecha. Regreso a la báscula, coloco la Granny Smith ahí, ingreso el código de ese tipo de manzana, y el respectivo sticker se imprime. Lo tomo y…
—¡Comer sano está sobrevalorado! —grita Ino-san. Al parecer hay una discusión. Quizá debería hacer algo para distraerlas, algo divertido—. ¡Y aparte a ti ni te ha de gustar esa mierda!
—¡Claro que sí porque la va a preparar Sotoka-chan con sus manos sagradas, y las frutas no saben tan feo! —grita Izumi-san, y sí, debería hacer algo divertido para distraerlas, pero ¿qué? Bueno, creo que la mejor estrategia es dejar de pensar al respecto y simplemente actuar— ¡Tú deberías de comerlas! ¡De seguro por eso estás tan chapa—
Sin pensarlo, me acerco a Izumi-san y le pego el sticker de la Granny Smith en la boca.
Todas me miran sorprendidas.
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Ino-san ríe.
—¡Toma eso, Izumi! ¡Por ser tan gritona!
Izumi-san se quita el sticker de la boca y sonríe. Después, se lo coloca a Hamano-san en la mejilla.
—¡Sugoidesu, hay una Sotoka-chan a la venta! ¡Yo me la llevo!
Ino-san continúa riendo, así que Hamano-san se quita el sticker y se lo coloca a Ino-san en la boca.
Ino-san inmediatamente se lo quita.
—Guácala, este tiene la babota de Izumi.
Izumi-san le quita el sticker a Ino-san, se lo pone en la boca por un segundo y después corre hacia Hamano-san.
—¡Déjame pegarte un beso, Sotoka-chan!
—¡No! —Hamano-san se aleja riendo, e Izumi-san la persigue.
Ambas parecen reír —entonces ¿eso significa que mi acción fue 66.66% divertida?
Ino-san, por su parte, toma varias frutas del carrito y procede a ponerlas en la báscula una a una e imprimir sus respectivos stickers, se los pega en cada uno de los dedos de las manos y, cuando tiene uno en cada dedo, se me acerca, extiende la mano lo más alto posible —quizá intenta pegarme uno de esos stickers en la cara, pero no la alcanza— y termina pegándomelo en el suéter. Sonríe ligeramente. Después, se acerca a Hamano-san y comienza a pegarle en la cara todos los stickers que tiene.
—¡Toma, por pegarme ese sticker todo babeado!
Hamano-san ríe. Entonces Izumi-san alcanza a Hamano-san, le pega el sticker en la cara y la abraza. Ellas parecen divertirse —entonces ¿eso significa que mi acción fue 100% divertida? Quizá. Y quizá debería unirme a ellas, aunque si lo hago solo me pegarían stickers en la cara, y yo haría lo mismo, y quizá eso llegue a aburrir después de un tiempo, de acuerdo a la lógica de Ino-san, así que será mejor que haga algo más.
Bueno, antes que nada, me quito el sticker de Ino-san del suéter y, espera, eso me da una idea. Me dirijo a la báscula y comienzo a imprimir stickers.
—¡¿Otra vez ustedes?! —el mismo encargado de seguridad les grita a Hamano-san, Izumi-san e Ino-san—.¡Órale, pa' fuera!
Tengo que hacer algo. Me acerco a ellas.
—Mis más sinceras disculpas —digo y hago mi respectiva reverencia—. Solo pagamos lo que vamos a comprar y nos vamos.
—No, yo ya les había dicho. Van pa' fuera, y tú también. Vámonos.
—No, no, no, no, no fue su culpa; fue mía —digo mientras me arrodillo y pongo mi cabeza en el suelo—. Yo les di la idea de pegarse los stickers en la cara porque yo quería ser divertida porque no lo soy y nunca lo he sido, y seguramente no lo soy ahora, pero—
Alguien coloca su mano sobre mi hombro.
Es Izumi-san.
Tiene stickers por toda la cara y pelo.
—Shinpaishinaide, Khanna-san, y gomen'nasai, sí eres divertida. Hiciste reír a Sotoka-chan, y por eso arigatōgozaimashita.
—¿Qué?
Izumi-san sonríe, levanta el pulgar y, acto seguido, se quita los stickers de la cara…
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para pegárselos al encargado de seguridad y ponerse a correr.
El encargado de seguridad obviamente la persigue.
—¡ANIME LIFE! —Izumi-san grita y rápidamente se adentra a los pasillos de la tienda.
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—Y ¿ahora qué? —pregunta Ino-san—. ¿Nos vamos?
—No, no vamos a dejar a Izumi-san —responde indignada Hamano-san—. Pero podemos comprar todo y esperarla afuera.
—Y ¿cómo vamos a comprar las frutas sin los stickers de Izumi? —pregunta Ino-san.
—No, yo aquí los tengo —digo y, acto seguido, me desabrocho el suéter y lo abro; ahí tengo stickers pegados por todas partes. Tomo unos cuantos y se los pego en la cara.
Ellas me miran sorprendidas.
Creo que mi acción fue 0% divertido. Quizá esto se deba a que hice prácticamente lo mismo que la vez anterior; la única diferencia es que guardé los stickers debajo de mi suéter antes de pegárselos en la cara.
Y en su momento creí que era una buena idea, pero al parecer no. Bueno, quizá hacer las cosas sin pensar no funcione siempre, después de todo.
Pero ¿qué otra cosa puedo hacer para ser divertida?
—Khanna-san, despierta, ya vámonos —Ino-san está chasqueando los dedos lo más cerca que puede de mi cara —y para ello tiene que alzar el brazo lo más que puede y pararse con las puntas de los pies.
—Ok —asiento con la cabeza; después, vamos por el carrito y nos dirigimos a la caja automática para pagar.
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Total: ¥804,359.45
—Creo que imprimí muchos stickers de más. Perdón —digo y hago mi respectiva reverencia.
—No te apures —dice Hamano-san—. Solo tenemos que cancelar las frutas que estén duplicadas y ya.
—Y ¿cómo vamos a pagar? —Ino-san le pregunta a Hamano-san—. ¿Izumi te dio su tarjeta?
—No —responde ella.
—Entonces vámonos —dice Ino-san.
Y nos vamos.
—Perdón —les digo—, el hecho de que Izumi no esté aquí para pagar es mi culpa. Todo es mi culpa.
—Pues, si lo pones así, sí, todo es tu culpa —dice Ino-san.
—¡Ino! —Hamano-san regaña a Ino-san; después se vuelve hacia mí y me sonríe—. No te apures; luego vemos dónde compramos todo y, pues, mínimo nos divertimos, ¿no?
Sonrío.
—Sí. Creo que sí.
—Oigan —pregunta Ino-san—. Izumi quería comprar unas figuras, ¿no? Porque esos niños ya las agarraron del carrito.
Miramos hacia el supermercado y, en efecto, unos niños tienen las figuras coleccionables de Izumi-san.
—Oigan, niños, no se vayan —Hamano-san grita mientras esos niños se van corriendo, y pues los seguimos.