"La vida era cada vez más difícil para la pobre Kaori," dice el libro que actualmente estoy leyendo. "El hecho de que fuera invisible le ocasionaba muchas dificultades que beneficios: en primer lugar, debía evitar a la gente a toda costa, pues, dado que nadie podía verla, siempre corría el riesgo de ser empujada, embestida y aplastada inmisericordemente. Además, si ella hacía cualquier clase de ruido para alertarles de su presencia, la gente simplemente lo confundía con el ulular del viento, con los sonidos de un animal o con cualquier otra causa completamente racional que no estaba relacionada de ninguna manera con ella. Y si ella cometía el error de hablarle a la gente, esta reaccionaba de tres diferentes maneras: 1) confundían la voz de Kaori con la de alguien más; 2) pensaban que Kaori era un fantasma llamándolos, huían despavoridos por todas direcciones y terminaban embistiéndola con mucha más fuerza que con la que normalmente lo harían, y 3) pensaban que Kaori era un fantasma llamándolos e intentaban exorcizarlo por medio de insultos, golpes, patadas y objetos arrojados aleatoriamente y que solían acertar a su objetivo al menos una vez.
"En segundo lugar, a Kaori le era imposible realizar compras en cualquier tienda o contratar cualquier servicio, por lo que se veía obligada a conseguir todo en línea. El problema, sin embargo, era la entrega de dichos productos, ya que Kaori tenía que estar revisando constantemente las notificaciones de su celular y la entrada de su casa para recoger el paquete lo más pronto posible, ya que, en más de—
—Arima-san, pasa al pizarrón y resuelve las ecuaciones.
Pongo un dedo sobre mi libro, en la última palabra que leí, para ser más específica, y levanto la mirada. El salón de clase está tranquilo y silencioso: mis compañeros de clase resuelven las ecuaciones en sus cuadernos o divagan o duermen o hablan entre sí a través de murmullos o de notas escritas en pedazos de papel y compartidas clandestinamente.
Entonces uno de mis compañeros de clase se levanta de su pupitre y, siguiendo las indicaciones de Tendo-sensei, se dirige al pizarrón y comienza a resolver las ecuaciones previamente escritas.
Todo es tan aburrido y habitual como siempre, así que bajo la mirada y prosigo con mi lectura:
"… una ocasión, había olvidado hacerlo por unos minutos, y cuando salía a hacerlo, ya no había nada que recoger. Además, por pedir paquetes constantemente su casa pronto se llenó de cajas y empaques que ella debía tirar a altas horas de la noche para evitar cualquier clase de escándalo.
"En tercer lugar, la única manera de comunicarse con sus familiares y los pocos amigos que le quedaban era a través de llamadas telefónicas o mensajes de texto. Cuando estos le proponían ir a visitarla o por lo menos comunicarse con ella a través de una videollamada, Kaori debía inventar una excusa lo suficientemente creíble para negarse. En un principio, tanto familiares como amigos de Kaori supusieron que estas excusas difíciles de creer se debían a que ella se encontraba lidiando con algo bastante grave, pero que ella aún no se atrevía a compartirles, por lo que decidieron respetar su decisión y darle su tiempo. Sin embargo, después de varios meses sin recibir esta tan necesaria confesión, ellos comenzaron a creer que ella simplemente los estaba evitando, así que, con el orgullo herido, se distanciaban de ella.
"Y, en cuarto lugar, ella solo podía trabajar en casa, por lo que las ofertas disponibles disminuían considerablemente, y era prácticamente imposible tener una entrevista de trabajo en su estado, por lo que ella tuvo que recurrir a varios anuncios de internet donde ofrecían empleos bastante simples, como empaquetar bolsas o cubiertos, con un salario sospechosamente alto—en especial si se considera que cualquier proceso de empaquetado en cualquier fábrica se realiza con máquinas. Obviamente tuvo que—
De repente suena la campana. Hora del almuerzo. Mis compañeros de clase guardan sus útiles escolares, y la mayoría salen del salón lentamente y siempre acompañados de su escándalo habitual. Yo, por mi parte, coloco mi separador exactamente en la línea en la que me quedé y espero a que ellos se vayan; es inútil intentar leer en un ambiente tan ruidoso como este, y, además, solo tengo que esperar unos momentos a que la mayoría de mis compañeros de clase abandone el salón para proseguir con mi lectura. Aun habrá ruido dentro del salón, y eso es por culpa de los que prefieren quedarse aquí. Pero, en la mayoría de los casos, este ruido es tolerable.
Bueno, mientras esto sucede, abro mi mochila y tomo mi sándwich de huevo. A decir verdad preferiría comer takoyaki o yakisoba, pero con estos alimentos siempre corro el riesgo de manchar el libro que actualmente estoy leyendo. Antes, para comer dichos alimentos y leer sin preocupaciones, colocaba sobre el libro un plástico transparente, pero la luz del sol solía reflejarse en él, y esto dificultaba la lectura sobremanera. Además, cambiar de página era muy problemático.
En fin, ya solo quedan unos cuantos compañeros de clase dentro del salón, así que doy una mordida a mi sándwich—su sabor es tan habitual y mediocre como el de cualquier otro alimento procesado—y prosigo con mi lectura:
"… hacer ciertos pagos para recibir estos productos que supuestamente iba a empaquetar y nunca recibió nada, por lo que sus ahorros disminuyeron considerablemente y, por ende, aumentó su necesidad de conseguir un trabajo, y con ello aumentaron sus estratagemas para poder superar la entrevista virtual o presencial, como contratar a alguien por internet o pedirle de favor a uno de sus amigos y familiares que aún hablaban con ella que hicieran la entrevista en su lugar o que se presentaran en las oficinas cuando fuera requerido, lo cual llevó a estos familiares y amigos a sospechar mucho más de ella porque un acto así es considerado robo de identidad y es sancionado hasta con 15 años de prisión, por lo que la confrontaban al respecto y le expresaban su consternación, y ella se hallaba tan sola y tan desesperada que terminó confesando que ella se había vuelto invisible. Lamentablemente sus familiares y amigos que escucharon esta confesión creyeron que Kaori hablaba en sentido metafórico, por lo que concluyeron que debía estar sufriendo alguna clase de enfermedad mental y, en consecuencia, insistieron con más ahínco en verla y ella aceptó pese a la imposibilidad de este suceso. Por ende, cuando ellos y Kaori se reunieron en un mismo lugar, y Kaori intentó demostrar su presencia de diferentes maneras, ellos lo tomaron como una broma de mal gusto y un intento de Kaori para ahuyentarlos de su vida, por lo terminaron distanciándose de ella.
"En pocas palabras, no pasó mucho tiempo para que Kaori, la mujer invisible, se convirtiera en una hikiko—
—¡Ay! ¡Eres una █████! —grita alguien entre risas.
Pongo un dedo sobre mi libro, en la última palabra que leí, para ser más específica, y levanto la mirada. Frente a mí hay un grupo de amigas que solo se dedican a hablar de banalidades.
Lo único sorprendente de sus conversaciones es cómo no se aburren de hablar de los mismos temas una y otra vez.
—Bueno, ya, tú ¿qué traes de comer, Gina-chan? —pregunta una de ellas.
—Chili.
—¿Otra vez? Ay, hasta acá huele.
—Es que a mí me gusta el chili como me gustan los hombres: muy, muy caliente y picante.
—Tú siempre cuestas ese chiste, Gina-chan, y nunca da risa —dice una de ellas—. Y ¿cómo es un hombre picante?
—Pues… apasionado, con energía, potente, ay, ya cállense, es mi chiste.
Ellas hacen demasiado ruido, y por eso me levanto de mi pupitre y me dirijo los suyos.
—Oigan —les digo tímidamente.
—Hola, Nishimiya-san —dice una de ellas—. ¿Estamos haciendo mucho ruido otra vez?
—Sí, es que estoy tratando de—
—No te oímos, Nishimiya-san. Habla más fuerte.
—DIJE QUE ESTOY TRATANDO DE —me detengo momentáneamente; me llega el olor a chili, y siento una picazón en la nariz, y esta se vuelve cada vez más molesta y… —Ah… —no puedo detenerlo— AH… —voy a estornudar y no puedo detenerlo— AHHHHHHHHHHHHHHHHHHH… chi.
Mis compañeras de clase permanecen atónitas ante mi estornudo:
—Awww —dicen todas más que enternecidas—. Estornudas como gatito.
—Estornuda otra vez.
—Ay, sí, es que estornudas bien bonito.
—Kittymiya. Desde hoy te voy a decir Kittymiya.
—Jajajajaja, ya sé. O Miausumiya.
—Jajajaja, sí. Miausumiya.
—Ya déjenla en paz —dice una de ellas entre risas—. Y ¿qué nos querías decir, Nishimiya-san?
—Nada —miento y, humillada, como siempre, regreso a mi lugar. Siento cómo la vergüenza y la rabia inundan mi rostro.
Pero al menos ellas ya no están haciendo tanto escándalo.
En fin, solo me queda proseguir por mi lectura.
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Suena la campana y terminan las clases. Como siempre, mientras mis compañeros de clase guardan sus útiles escolares y salen del salón lenta y ruidosamente y de dirigen a sus respectivos clubes u hogares, yo simplemente espero; no hay manera de llegar lo suficientemente rápido a la puerta para evitar toparme con ellos y, además, con la conglomeración que siempre se forma en la puerta, solo termino empujada.
Coloco el separador en la página en donde me quedé—no tiene caso tratar de leer con todo este alboroto a mi alrededor—y cierro el libro.
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Ahora el aula está vacía. Hay tanta calma a mi alrededor que podría quedarme aquí y leer por el resto del día, pero siempre está el riesgo de que un profesor me encuentre aquí y confunda mi búsqueda de silencio con alguno de esos problemas habituales y aburridos que afectan al resto de los estudiantes y que ni él ni yo comprendemos del todo.
Tomo mi libro, mi mochila y me despido de la calma y el silencio para dirigirme a mi amada biblioteca.
Como siempre, los pasillos a estas horas son silenciosos y solitarios. A lo lejos se escuchan las voces y los gritos de distintos miembros de distintos clubes. Futbol, basquetbol, ajedrez, videojuegos y etcétera: siempre son los mismos clubes, y nunca tienen nada interesante que ofrecer, en especial el club de literatura: todos sus miembros no son más que un hato de snobs que creen que su valor como lectores se encuentra en los abstruso y complejo de sus libros en vez de en la calidad de los mismos. La sola creencia de que existe una "alta literatura" es tan simplista como risible.
Pero, bueno, no tiene caso entrar en ese tema de nuevo. Lo mejor será dejarlos leer libros que ni disfrutan ni comprenden.
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Entro a la biblioteca y recorro los pasillos solitarios. Desorden. Hay un montón de libros tirados en el suelo. Una pena, pero afortunadamente no sucedió cuando estaba leyendo. Ahora el silencio que impera en el lugar, aunado con el olor a libros viejos, hacen de la biblioteca el lugar perfecto para relajarse y leer, pero siempre hay alguien que lo arruina todo con su ruidosa existencia. Como Natsumura-san, y, ahora que la recuerdo, ¿qué habrá pasado con ella desde la última vez que la vi? Solía venir aquí casi a diario, y desde hace más de una semana que no la he visto, desde que se quedó en esta sala junto con Hamano-san y Yamamoto-san.
Hamano-san. Hamano-san fue muy amable conmigo. Me pregunto si a ella le gustan los libros.
Bueno, no importa, la ausencia de ellas tres solo significa silencio y tranquilidad para la biblioteca. Pero ellas no son las únicas capaces de arruinarme el día con su alboroto: ya sea con sus risas y gritos inconscientes o los empaques ruidosos de la comida que ingresan de contrabando, siempre hay alguien dispuesto a hacer todo el ruido posible en la biblioteca, así que, en orden para aislarme lo más posible de estos ruidos, me dirijo hacia mi sala habitual de estudio, la que se encuentra hasta el fondo de la biblioteca, y me encierro ahí. Suzuki-san siempre me hace el favor de apartármela todos los días sin necesidad de pedírselo, y de verdad se lo agradezco, ya que en muchas ocasiones, cuando intentaba apartarla, esta ya estaba ocupada, por lo que tenía que buscar otra, y aquellas están muy cerca de las mesas donde la gente se junta supuestamente a estudiar pero terminan haciendo alboroto a pesar de encontrarse en una biblioteca.
Ya sentada en mi lugar predilecto—el más alejado de la puerta—, abro mi libro y prosigo con la lectura:
"—¿Eres un fantasma? —pregunta el niño.
"—Quizá —responde Kaori—. Hace tiempo me tomé una pócima de invisibilidad, pero a veces creo que no era más que una botella de veneno mal etiquetada.
"—Entonces, ¿eres invisible?
"—Sí, creo que sí.
"—Wow, entonces ¿puedes hacer lo que quieras porque nadie te ve?
"—Sí y no.
Y, ahora que lo pienso, no he vuelto a ver a Hamano-san y a Yamamoto-san, aunque eso no es sorpresa; ellas no solían venir aquí.
Quizá ellas tres reclutaron a los miembros restantes para su club.
Sería interesante ver qué hacen en ese club; su nombre es lo suficientemente ambiguo para preguntármelo.
"—¿Cómo que no? —preguntó el niño.
"—Pues puedo hacer lo que quiera menos que la gente me vea otra vez.
"—Y ¿por qué querrías eso?
"—Porque ya no quiero estar sola.
"—Y ¿por qué estarías sola?
"—Porque nadie me ve. Nadie cree que existo.
"—Pues solo diles que aquí estás y ya. No eres muda.
"—No, pero si les hablo creen que es o una broma o su imaginación. O un fantasma.
"—Pero a lo mejor eres un fantasma.
"—Pues sí, pero a ellos no les gustan los fantasmas, o no creen en e—.
Se los hubiera preguntado cuando estuvieron aquí, aunque no lo pensé en aquel momento.
Bueno, si me vuelvo a topar con ellas no dudaré en preguntarles.
"—Pero debe haber gente que le gusten los fantasmas, ¿no? Hay muchos que hasta quieren hablar con ellos.
"—Sí, una vez me topé con alguien así. Me preguntó cómo era el infierno, si conocía a quien-sabe-quién y si tenía asuntos pendientes, y le dije que no sabía, y se enojó conmigo y ya no me quiso hablar.
"—Jajaja, qué raro… Y ¿cómo te haces visible otra vez? ¿No hay una poción de visibilidad o algo?
"—Ay, ojalá.
"—Bueno, pues si no podemos buscar algo o a alguien que te ayude a ser visible otra vez. Y mientras lo encontramos, pues, me tienes a mí.
"Al oír estas palabras, la pobre de Kaori no pudo evitar no llorar de la forma más patética posible. El suelo pronto se llenó de lágrimas, y el aire, de sollozos que parecían provenir de ninguna par—
Ojalá vuelva a verlas pronto; ellas eran… entretenidas.