La cálida luz del sol empezaba a ingresar por los armoniosos orificios que las enormes hojas y ramas expandidas en el cielo permitían, marcando de esta manera el inicio de un nuevo día, de un nuevo comienzo, de una nueva historia.
Cada rama con sus respectivo brote verde cubría en gran parte del cielo visible como si de nubes oscuras se tratasen, pero con el paso del tiempo y el transcurso del día el resplandor del astro rey empezaba a iluminar todas las zonas visibles con claridad.
Y de entre miles, en una de ellas se podía escuchar un fuerte y claro golpe de manera repetitiva y sistemática, si alguien se hubiera podido acerca habría advertido con sorpresa que el sonido provenía de una espada, una de madera torpemente tallada a mano que chocaba contra el aire al ser blandida una y otra vez sin cesar.
Su portador demostraba una determinación firme y directa, siendo prueba de ello las enormes gotas de sudor que se deslizaban por frente así como los callos y heridas que en sus manos se podían observar.
Una joven de unos trece o catorce años, de pelo castaño y arreglado con unas simples trenzas miraba fijamente hacia adelante mientras blandía fieramente su espada de madera.
Su posición era ligeramente tosca pero firme, sus pies parecían estar en sincronía con el suelo y daban la sensación de ser inamovibles. Si alguien habrían podido intentar empujar a la joven se habría encontrado con la sorpresa de que la sensación era similar a la de intentar mover una montaña, imposible de socavar y eterna, mientras que con cada golpe que ella daba con su espada su mirada se hacía más aguda y filosa.
Las horas pasaron y el medio día llegó, de pronto una amable voz sonó a espaldas de la joven, —"Hera! Ven a almorzar, ya está servido!"—
La joven, llamada Hera pareció quedar anonadada con la voz por un momento, el haber sido interrumpida en su práctica le había causado un ligero disgusto, no obstante, apenas recordó el origen y motivo de la interrupción no pudo evitar formar una ligera sonrisa en su rostro.
—"Ya voy Tía Va."—, dijo sonriendo mientras se arreglaba y corría a lavarse.
—"Hera! Cuantas veces te he dicho que no me llames Va, dime por mi nombre completo o solo dime tía. ¿Acaso te gustaría que te llame por la primera sílaba de tu nombre? ¿He? ¿Ya te lavaste He? Ven a almorzar He, apúrate He...!"—, empezó a renegar con murmullos la anciana.
—"Yaaaaaa tía Vafara, perdón perdón. Comamos ya, quiero regresar a entrenar rápido."—,dijo Hera decidida mientras buscaba sus cubiertos.
Vafara la miro y suspiro con una triste sonrisa, —"Es bueno verte entrenar todos los días Hera, sé que no conozco nada sobre espadas o cultivación, pero es evidente que tienes talento mi niña, es una pena que no tengas ningún maestro o manual decente."—
Asintiendo con una mirada complicada la joven no dijo nada más, ambas se sentaron en la mesa y empezaron a comer tranquilas.
La comida era deliciosa y con una sonrisa por parte de Vafara, el ambiente triste pronto se transformó en una amena y ordinaria charla, algo que no dejó de formar una sonrisa en el rostro de las dos mujeres quienes habían encontrado felicidad en acciones tan mundanas y cotidianas como la de un simple almuerzo.
Al finalizar la comida, una mirada de duda relampagueó por los ojos de Hera, tras morder su labio y cuestionarse no pudo evitar soltar sus pensamientos, —"Tía..., ¿Tú crees que sería posible que acuda a una academia?"—
Vafara la miro con dolor y respondió con las mismas palabras que había pasado toda la infancia de Hera repitiendo,—"Niña mía, mi vida, sabes muy bien que no podemos salir de la barrera, en el exterior hay personas que desean hacernos daño, mi misión es protegerte y con el dolor de mi corazón te pido que lo entiendas. Cuando tengas quince se me indicó que alguien vendría a recogerte, falta poco, podrás conocer el mundo y expandir tus alas, pero mientras tanto quédate conmigo dentro de la barrera."—
Hera que había escuchado una y otra vez la misma razón durante su infancia y pubertad ante cualquier intento o insinuación de explorar el mundo exterior, asintió un poco desalentada, más su malestar duro pocos segundos dado que ya había previsto ese tipo de respuesta. —"Entiendo tía Vafara, esperare paciente a que llegue el día.."—
—BOOM!"—
Una fuerte explosión resonó cerca, como si el cielo y la tierra temblaran y la realidad se rompiera.
Por los ojos de Vafara el pánico cruzó, aún no era tiempo, faltaban dos años, nadie debía venir y menos ingresar de forma tan violenta. Algo andaba mal.
Rápidamente Vafara agarró a Hera de la mano y corrió a su cuarto, la joven era astuta, entendía que el contexto de la situación era peligroso, sin resistirse u objetar siguió rápidamente a su tía al cuarto.
Al ingresar Vafara extrajo de un hueco de su pared un pequeño cofre de color verde extremadamente lujoso que desencajaba completamente con todos los demás humildes objetos del cuarto así como con las vestimentas de ellas. Evidentemente su procedencia era noble y parecía estar hecho de jade, en la tapa diferentes incrustaciones doradas formaban dragones que parecían encontrarse en constante movimiento intentando salir de ella.
Vafara abrió la tapa de manera indiferente y de ella sacó tres objetos, velozmente se llevó uno de ellos hacia su bolsillo sin permitir que Hera lo percatase y los otros dos se los entregó.
Hera muy nerviosa observó que uno de ellos era una especie de talismán, en el se encontraba grabada una nota musical dorada, la cual daba la apariencia a su vez de ser un brote de una semilla que acababa de germinar de la tierra, parecía estar hecha de oro y era completamente sólida. El otro objeto extraído por Vafara era una simple bolsa llena de monedas de oro.
Hera había permanecido desde su niñez hasta su pubertad dentro de la barrera, por ello nunca había tenido la necesidad de utilizar dinero o gastarlo, pero esto no significaba de ninguna manera que desconociese la utilidad o el valor del oro, sin embargo, descubrir que en la pequeña y humilde casa donde siempre residió contenía cientos de monedas de oro la hizo cuestionar lo que creía saber de su origen.
—"Mi niña—, dijo Vafara mientras con sus manos rasgaba la pared de donde había sacado la caja, la cual contra todo sentido se empezaba a deshacer como si de papel mojado se tratase dejando visible una especie de camino azul que avanzaba hacia adelante—"Esto es para ti. Escúchame muy bien, debes seguir el camino azul, al final habrá una laguna, ahí en las orillas habrá una piedra con el mismo símbolo del amuleto, uttiliza el medallón para entrar en la barrera, encontraras un bote con provisiones, comida y medicamentos, úsalo y cruza al otro extremo, sigue hasta que no puedas más, siempre escondiéndote. Una vez segura debes llegar al País de la Canción Dorada, buscarás al Supremo General Alan Royston y le mostraras el amuleto con el emblema, recuerda solo le puedes mostrar el amuleto a él, a nadie más. Ahora ve!"—
Los ojos de Hera se humedecieron, —"Tía, tía ¿No vendrás conmigo? Escapemos juntas, n-no me dejes."—, dijo intentando no romper en llanto.
Vafara sonrió con ternura y negó con su cabeza mientras en sus ojos se podían ver dolor y angustia. —"El camino es una formación de escape, usualmente las formaciones utilizan como combustible cristales de maná, pero no tenemos ninguno, utilizo mi propia fuerza para mantener el sendero estable desde este lado, debes apurarte no durará mucho, yo los detendré. No permitas que el sacrifico de esta pobre anciana sea en vano."—
Los dientes de Hera crujieron y sus uñas se clavaron en sus palmas, con los ojos humedecidos asintió y abrazó una última vez a Vafara con todas sus fuerzas. —"Volveré con ayuda tía Va, por favor espérame, buscaré al general y te rescataré."—
Vafara sonrió y asintió sin decir nada, era poco probable que sobreviviera para ver a Hera crecer.
Hera avanzó decidida rápidamente por el sendero azul y tras unos segundos su imagen se perdió en la distancia para finalmente desaparecer. Vafara realizó diferentes sellos con sus manos y la pared volvió a aparecer cubriendo el camino como si entre nunca hubiera existido.
Entonces otra explosión resonó en la casa, la segunda barrera había sido penetrada,.
—Uhg!—, Vomito un poco de sangre la anciana, la segunda barrera no era independiente como la barrera externa, estaba conectada con Vafara como el camino azul y dependían de su maná. Al haberse roto, Vafara recibió una grave perjuicio y dado que ella básicamente era un persona normal a excepción de su decente océano de maná, no pude evitar palidecer y sentirse mareada.
Pronto unos pasos se escuchando a lo lejos y tras unos segundos, diez hombres ingresaron a la habitación.
Para sorpresa de Vafara, logró reconocer a uno de ellos.
—"Madam Vafara, ha pasado tiempo."—, dijo un hombre robusto que portaba una armadura diferente a la del resto y una sonrisa maliciosa en su rostro, lo que significaba que probablemente era el líder o mantenía un estatus significativo entre lo invasores.
—"MARWIN! MALDITO PERRO! NOS TRAICIONASTE!"—, rugió de ira Vafara al confirmar la identidad del atacante.
Los hombres que acompañan a Marwin levantaron sus armas con la intención de atacar, pero Marwin levantó su mano en indicando que esperarán a su orden.
—"No os apresuréis, Madam Vafara puede ser en constitución y cultivación una persona normal, quien a las justas logró llegar al nivel de cultivador de Maná ingiriendo preciados tesoros brindados por el idiota de su majestad, pero no por eso es alguien mediocre. Está viajando bruja fue la tutora personal de Rey cuando era niño y fue su mano derecha en su asenso al trono."—
Al escuchar las palabras de Marwin los hombres no pudieron evitar mirarse incrédulos. ¿En serio la anciana pálida y ensangrentada que se encontraba delante de ellos había sido alguien tan importante?
—"Danos a la niña."—, exigió Marwin sonriendo repugnantemente.
—"Nunca estuvo aquí, era una trampa, habéis fallado."—, dijo Vafara sonriente y segura.
Pero para su sorpresa, la horrible sonrisa en el rostro de Marwin no flaqueó,—"¿Estas segura? ¿No estará al otro extremo del camino que escondes tras la pared?"—
Aquellas palabras relampaguearon en la mente de Vafara dejándola anonadada.
—"Pero, ¿Cómo? Solo habían tres personas que conocían los arreglos del refugio y la ruta de escape."—pensó, era imposible que el Rey vendiera a su propia hija y ella no lo había hecho, lo que indicaba que probablemente la información había sido filtrada por...
—"No! Alan no nos traicionaría!"—, refutó Vafara mientras empezaba a sentir angustia.
—"El viejo General era un hombre que lamentablemente no comprendía el concepto de No hay eternos enemigos, solo eternos intereses."—, mientras extraía de una de sus mochilas una masa deforme y viscosa.
Vafara de manera cautelosa puso sus ojos en el objeto extraído pero cuando logró entender que era solo pudo llevarse las manos a la boca horrorizada con un grito ahogado, mientras por sus ojos lágrimas brotaba sin parar.
—"V-vafara protege a la pp-prince.."—, dijo el objeto viscoso, que no era otra cosa que la cabeza del General Alan decapitada.
Casi irreconocible, llena de heridas, sangre y una sustancia oscura viscosa que se movía constantemente, la cabeza del renombrado y aclamado General Alan Royston miraba fijamente a Vafara.
Era evidentemente que el general había muerto hace tiempo, la cabeza se encontraba en plena fase de putrefacción pero aún así sus ojos mostraban un fantasmagórico blanco y vacío resplandor, como si de un títere se tratase.
—"Interesante lo que las sectas del camino demoniaco pueden lograr ¿No?, tuvimos que invertir mucho dinero para conseguir un nigromante, pero los resultados compensarán lo invertido en creces."—, río a carcajadas Marwin.
Y entonces, sin previo aviso y para sorpresa de todos los presentes avanzó velozmente en lo que casi fue un destello hacia Vafara y clavó su espada en el estómago de la anciana y mirándola fríamente a los ojos exclamó, —"Mírate, no eres más que una sucia y pobre anciana que dio su vida por su estudiante y su linaje, ¿A donde te ha llevado eso? Me indicaron llevarte con vida, pero siendo sincero pero sería tonto dejarte con vida, muere!"—
La luz de los ojos de Vafara se empezó a desvanecer, pero el ceño de Marwin se frunció al ver una sonrisa formándose en el rostro de la anciana con sus último aliento.
—"¿Te gusta ver cómo la vida abandona los ojos de tus víctimas, te causa placer ver su agonía y desesperación? Debiste apuntar a la cabeza, ahora paga por tu arrogancia."—, dijo con una voz fría la cual dio la sensación de mil aguas clavándose en el cuerpo de los presentes.
—BOOM!"—
Una terrible explosión brotó del cuerpo de Vafara, arrastrando a todos los presentes en un caos total.
Gemido y gritos de dolor se escuchaban dentro de las nubes de polvo y humo que se habían formado producto de la explosión. Cuando estás se despejaron, se podían observar varios heridos y algunos muertos.
El líder de la expedición, Marwin seguía vivo, pero su condición era deplorable. Gran parte de su rostro se encontraba rostizada y parte de su mandíbula y dientes habían desaparecido, dándole una apariencia aún más macabra de la que ya tenía.
—"MALDITA PERRA, TENÍA UN SELLO GUARDADO LA ESCORIA ESA!"—, maldijo enfurecido con toda su fuerza, lo que al parecer generó un esfuerzo considerable en su cuerpo y lo hizo nuevamente vomitar sangre.
—"Revisad el camino, tratad de estabilizarlo, probablemente la bruja trato de hacerlo volar también."—
Los seis hombres que habían sobrevivido tras recuperarse un momento y vendar a su capitán, empezaron a examinar la formación.
—"Señor, la formación recibió un fuerte impacto de la explosión pero continúa estable, sin embargo no durará mucho. Pero lo preocupante es que al parecer está diseñada de tal forma que solo permite ingresar a personas con el nivel de Conocedores del Maná, al parecer la anciana nunca pensó en escapar."— al cabo de unos momentos dijo uno de ellos consternado.
—"Esa viaja arpía tenia sus planes desde el inicio, predijo por el nivel necesario para romper la barrera exterior que ninguno de nosotros fuéramos Conocedores de Maná y por ende ninguno pudiera seguir el camino, pero por suerte no contaba con nuestro nuevo recluta, Beni! Ven acá."—, dijo cansado y ansioso.
De los hombres restantes, el último y quien poseía la apariencia más joven que no había recibido heridas dignas de mención se acercó rápidamente a Marwin e indicó, —"Dígame capitán."—
—"Beni, sé que eres el nuevo recluta de mi escuadrón y aún no has culminado tu entrenamiento, pero has demostrado tener talento y la situación amerita soluciones desesperadas, no podemos fallar, sabes muy bien las consecuencias. Tu misión es seguir a la mocosa, pero no debes actuar ya que la vieja bruja podría haber planeado algo más, solo síguela y reporta tu ubicación, una vez que nos hayamos recuperado té daremos el alcance, si efectúas tu misión correctamente yo mismo te ayudare a desbloquear tus puntos de maná y podrás crear tu océano de Maná."—
Al escuchar la recompensa, los ojos de Beni no pudieron evitar mostrar ambición y tenacidad, el muchacho era joven y talentoso, como cualquier otro tenía sueño y aspiraciones, el capitán Marwin era un hombre con conexiones, conseguir su apoyo y gracia podían significar el inicio de un prometedor futuro.
—"Entendido capitán, cumpliré mi misión a la perfección."—, asintió Beni respetuosamente.
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Mientras tanto dentro del camino azul, Hera corría con todas sus fuerzas mientras se secaba las lagrimas. Su mirada evidenciaba rasgos de nervios y pánico, pero se mantenía firme y sin sucumbir al miedo.
Hace unos momentos otra fuerte explosión se había escuchado a lo lejos, Hera no tenía forma de saber qué es lo que había ocurrido pero no pudo evitar sentir como su corazón se contraía y una amarga sensación recorría su cuerpo.
Una sensación de pérdida, cuando algo que pensaste que permanecería a tu lado por toda tu vida desaparecía, era simplemente doloroso.
La explosión había hecho tambalear al camino y producto de ello diferentes grietas se habían abierto por las paredes, de ellas fuertes y caóticos vientos entraban y recorrían el camino. Al chocar con ella, cortaban su piel y ropa como cuchillas que se impregnaban en su piel, con mucho esfuerzo y valor, utilizó sus manos para se cubrirse el rostro y pecho mientras continuaba avanzado.
Pasó poco hasta que advirtió una luz al final del camino, tras cruzarla apareció en una pequeña y simple cueva que se encontraba oculta entre varios arbustos y matorrales, frente a ella una hermosa laguna se alzaba con el claro reflejo de la luz de la luna que parecía iluminar el cielo y tierra en armonía.
Hera se encontraba exhausta y había perdido mucha sangre, recogió una rama del suelo y apoyándose en ella como si fuera un bastón empezó a buscar por las orillas la piedra con el símbolo que Vafara le había indicado, lo principal era escapar de ahí y recuperarse.
Pero el tiempo pasaba y Hera no lograba encontrar el símbolo, poco a poco el pánico empezaba a apoderarse de ella y sus fuerzas se agotaban, sin embargo, cuando su cansancio rozaba el límite de su cuerpo, lo vio.
Una piedra de aproximadamente dos metros con el símbolo tallado se alzaba junto a la orilla, pero para su sorpresa no había ni una barrera, completamente visible el bote que Vafara mención se encontraba encallado y dentro de él un hombre de cabello blanco con un sombrero de bambú pescaba relajadamente.
Hera se horrorizó, lo primero que le vino a la mente fue que la barrera que protegía el bote había sido sido detectada de alguna manera y el contenido saqueado, pero debía confirmar sus sospechas.
Con mucho esfuerzo se acercó al pescador, quien parecía ignorarla por completo.
Una vez cerca, pudo observar que toda la comida había sido abierta, literalmente había migajas por todos lados y el pescador se encontraba en pleno agasajo con las bolsas.
Al parecer no había pasado mucho desde que habían sido abiertas y era muy probable que aquel hombre era el responsable de la ruptura de la barrera y del saqueo.
Una chispa de ira irracional brotó dentro de Hera, aquella comida y cosas era objetos que Vafara había preparado para ella y ahora estaban siendo devoradas indiscriminadamente por un pescador sin sentido moral.
Sin pensar mucho por la ira, Hera levantó su dedo acusador y señalando al pescador exclamó—"T-tú! Eso es mío! Detente ahora mismo!"—
Y fue en ese entonces, cuando aquel pescador volteó, que Hera vería por primera vez el rostro de quien sería una de las personas más importantes de su vida.
Y cuando en un futuro la Inmortal Emperatriz de la Masacre Divina Hera Astley quien dividió el cielo y la tierra con su espada, dejando tras sus pasos montañas de cadáveres y ríos de sangre, vería la misma luna que vio en ese momento no podría evitar sonreír incómodamente al recordar lo sucedido.
Para sorpresa de Hera, el pescador era un extremadamente apuesto joven de aparentemente unos veinte o veinticinco años de edad, de tez clara con un cabello largo y blanco como la nieve, quien pese a mantener los ojos cerrados en todo momento parecía perfectamente observar a Hera.
El joven que aún tenía migajas de galletas en la boca y cuya mano tenía claramente dulce pegajoso, la observo por unos segundos de manera curiosa, para finalmente responder con una enorme y simpática sonrisa mientras ponía tiernamente su mano pegajosa sobre la cabeza de Hera y la sacudida tiernamente como si de un gatito perdido se tratase,ñ.
—"Así que esto es destino."—, dijo sonriendo.