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Chapter 2 - Rebelarse contra los cielos

—"Ah?"—, exclamó Hera incrédula ante lo ocurrido.

Sin embargo, no era el cabello blanco como la nieve que desencajaba con el aspecto joven del muchacho lo que le parecía irracional. Ni siquiera las migajas de la comida que Vafara le preparó que acababan de ser devorada sin remordimiento por el joven o la mano pegajosa de dulce con la que acababa de ensuciar su cabello eran la causa del recelo que por su mente se formaba, sino la brillante sonrisa que en su rostro brillaba.

Una sonrisa pura y sincera, despojada de intereses o historia alguna que la justifique, brindada desinteresadamente a un total desconocido, no era algo racional.

Pero sus pensamientos fueron interrumpidos por una fuerza misteriosa que empezó a inundar su conciencia lo que la hizo desvanecerse.

—"Descansa"—, dijo una voz a lo lejos, mientras Hera caída agotada al suelo.

—-

No supo cuánto tiempo había transcurrido, pero poco a poco Hera recuperó la conciencia,  y sin moverse o abrir los ojos Hera permaneció inmóvil intentando entender lo ocurrido.

El frío de la noche recorría su espalda, lo que significaba que aún no había amanecido, pero su rostro y pecho se encontraba calientes mientras escuchaba el leve crujido de ramas y leña en constante combustión.

—"¿Una fogata?"—, pensó.

Tras asegurarse de no encontrarse atada y que para su sorpresa las heridas de su cuerpo habían desaparecido, Hera abrió los ojos y miró hacia el cielo.

Una hermosa, redonda y blanca luna brillaba eternamente en el oscuro firmamento. Era la misma luna que había visto miles de veces desde pequeña, la misma luna que había contemplado con su tía y la misma luna que ahora observaba sola.

Los ojos de Hera se humedecieron ligeramente mientras apretaba fuertemente sus labios, quería llorar pese a que ya no tenía lágrimas. Pero entonces como si su mente hubiera sido leída, una voz resonó a su costado.

—"¿No estás sola sabes?"—

Hera se levantó del suelo rápidamente y observó al joven pescador que caminaba sin abrir los ojos tranquilamente hacia la fogata con algunos peces en su mano.

Fue en ese momento que Hera advirtió, que aquel joven vestía una hermosa túnica blanca como su cabello, lo que indicaba que no era un pescador.

—"¿Quien eres? ¿Por qué te comiste la comida del bote? No ere tuya."—, refunfuño Hera.

Dadas las circunstancias transcurridas, era evidente que el joven no mantenía intenciones oscuras para con ella, dado que su estado de inconsciencia habría sido el momento ideal para perpetuarlas.

No obstante, Hera no conocía al joven y no podía asegurar con certeza sus intenciones por lo que optó por no bajar su guardia y mantuvo una posición defensiva en todo momento.

El joven sonrió indiferente y levantando los hombros presentándose, —"Mi nombre es Deus y soy un caminante astral."—

Hera lo miro sospechosamente, —"¿Qué es un caminante astral?"— Si bien ella no conocía el mundo exterior esto no significara que fuera tonta o ignorante, Vafara había sido una persona extremadamente culta y versada en diferentes materias, así como una excelente profesora, lo que era de esperar dado que había sido tutora de la alta nobleza.

Temas como matemáticas, arte, cocina, literatura, medicina, historia y demás, habían sido inculcadas por Vafara a Hera desde pequeña. Pero aún así, nunca había escuchado hablar de una clase o profesión denominada caminante astral.

El joven llamado Deus miró seriamente a Hera, quien evidenciando un cambio en el tono del joven, prestó atención a cada una de sus palabras, —"Un caminante astral no es otra cosa que..."—

—Una persona... que...camina.. astralmente."— y tras terminar la oración el joven no pudo evitar empezar a reír a carcajadas, como si hubiera contado un magnífico chiste.

La cara de Hera quedó paralizada como una roca.

En primer lugar, el chiste era muy, muy, muy malo. De hecho hasta cierto punto podía causar un poco de lastima. Era como decir que un pescador era una persona que pescaba, algo tan lógico que rondaban lo absurdo y en segundo lugar, una broma era una terrible forma de presentación dado el contexto.

No obstante, Hera sabía que no era la persona ideal para juzgar el sentido del humor de otra persona, en especial cuando durante toda su vida solo había tenido contacto con su tía y su sentido del humor había estado condicionado a lo que ellas consideraba gracioso.

Pero... aún así...

—"¿Acaso mi sentido del humor se ha atrofiado a tal punto que no entiendo el humor de las personas normales?... No... prefiero no tener humor si debo reírme de chistes así...o tal es el es el raro.."— suspiro y rechazó Hera para si misma.

—"Eh.."—, roció incómodamente Deus, quien tras reír hasta caer al suelo se había percatado que quizás su chiste no había tenido el efecto esperado.

—"Parecías querer llorar y te veías muy solitaria. Como si tu existencia fuera desprendida del mundo y se ahogara en la perpetua oscuridad en dirección al abismo,"—, dijo retomando su postura calmada e indiferente, mientras ponía los pescados capturados a cocinar en la fogata.

Los puños de era Hera se contrajeron al escuchar las palabras de Deus, miró hacia el suelo y dijo secamente, —"Alguien muy cercano a mi...posiblemente ha muerto.."—

—"Veo que has abierto siete de los doce puntos de Maná de tu cuerpo, ¿Planeas cultivar?"—, pregunto Deus tras escucharla.

La pregunta que no mantenía relación alguna con lo antes conversado tomó desprevenida a Hera. Entonces recordó las palabras que su tía Vafara le había explicado cuando era pequeña, los cultivadores eran personas que se nutrían de Maná, la esencia del mundo, con él podían llegar a ser muy fuertes y vivir mucho más tiempo que las personas normales.

En ese sentido, el solo beneficio de vivir más tiempo era una tentación irresistible para cualquier persona, Hera nunca lo había pensado y la información que su tía le había podido brindar era escasa, por lo que no entendía que implicaba tomar dicha decisión, no obstante, vivir más tiempo y ser más fuertes parecían razones suficientes para seguir adelante, en especial sabiendo que habían personas que la perseguían y la querían ver muerta.

—"Si!!... aunque no sé cómo..."—, exclamó sin mucho preámbulo con firmeza, en sus ojos se podía ver una determinación ardiente.

Deus asintió y continuó, —"¿Sabias que una persona normal vive aproximadamente en el mejor de los supuestos cien años?, esto es claro si es que su villa o ciudad no es atacada por bestias salvajes o bandidos, si es que no se enferma, si es que no hay una guerra, si es que no sobre esfuerza su cuerpo desde joven y si es que logra generar el suficiente dinero para descansar en su vejez."—

—"Durante ese tiempo, esa persona crecerá, se casará, tendrá hijos, los verá crecer, envejecerá y finalmente morirá. Este es el ciclo de la vida y la forma en la que los humano fueron creados. Este es el designio de los cielos. Es corto pero hermoso, ¿No lo crees? De esa manera la raza humana ha persistido por incontables generaciones, basada simplemente en la necesidad e intención de cumplir ese ciclo."— dijo mirando al cielo.

—"Pero cuando un cultivador desbloquea sus doce puntos de Maná, da origen a su océano de Maná, ganando formalmente el título de Cultivador de Maná y con ello su tiempo de vida se amplía a un aproximado de doscientos años. De igual manera cuando rompen la barrera de la Semilla Mundial su lapso de vida se ampliará a mil años y con la Germinación del Alma a tres mil seiscientos años de vida. Incluso dicen las leyendas qué hay niveles en que los cultivadores se convierten en inmortales y se vuelven uno con el mundo existiendo por toda la eternidad hasta el fin de los tiempos... Aquellas personas pueden entrenar y meditar en aislamiento por cientos de años de la manera más normal y sin ningún problema, la vida de una persona normal no es más que un segundo para ellos. Ee esa manera entiendes que la vida de un mortal es efímera por naturaleza, como pequeños destellos que se alzan en la noche para luego desaparecer en la oscuridad."—

—"No digo que la muerte de tu ser querido carezca de importancia, los lazos que te unen al mundo definen quien eres y quien quieres ser. Pero desde el momento en que respondiste a mi pregunta, marcaste el inicio de una nueva etapa en tu vida, tu destino era morir en cien años, el destino de tu ser querido también, dentro de quinientos años ni siquiera tus descendientes se acordarían de ti, menos el resto del mundo.

Todos tus lazos mortales desaparecerán en menos de doscientos años e incluso los lazos inmortales que tendrás en un futuro podrían perecer también y pese a ello, como en el momento en que ello pueda ocurrir como ahora mismo, solo tendrás una opción."—

Deus volteó hacia ella, sus ojos habían permanecido cerrados todo el tiempo, pero Hera tenía la sensación de que la observaban perfectamente, como si fuera un libro abierto sentía que su alma y mente eran puestas a disposición del misterioso joven de cabello blanco, entonces el joven levantó su mano y como si el universo se centrara en él durante un simple segundo, Hera lo vio.

Un Monarca Divino, en la cima del mundo, invencible ante todo, poseedor de los tesoros del cosmos, sujeto de adoración de incontables súbditos, sus leales legiones marchaban por el incluso después de la muerte, alguien que lo poseía todo, ascendiendo más y más, insatisfecho con su destino, su ambición era una flama inextinguible, perpetua y eterna. Su voluntad era inquebrantable y persistía ante el tiempo mismo.

—"Avanza sin parar! Persiste hasta el final! Pule tu voluntad y tu corazón, sin importar las desdichas y penurias que la vida te depare, sin importar el dolor que sientas o la desesperación en la que caigas, continua! Incluso ahora que lo has decidido, sin siquiera entender a lo que te enfrentas o las consecuencias de tu decisión, ya has dado el primer paso, has decidido rebelarte contra los cielos, eso es ser un cultivador!"—

Hera quedó impactada, la visión que por un segundo presenció se había desvanecido hace bastante, solo borrosas imágenes del monarca divino permanecían en sus recuerdo, pero la sensación que sintió sería algo que nunca olvidaría, prueba de ello era que en sus ojos una pequeña y casi invisible llama brotó, era insignificante pero brillaba constantemente llena de ambición y determinación.

Entonces de su cuerpo una ligera y fina capa de aura azul se empezó a formar, de la nada una filosa fuerza explotó de su cuerpo golpeando todo a su alrededor.

Los troncos, los pescados, la tierra e incluso el fuego mismo fueron cortados en un instante.

—"Un Alma Espada, fantástico!"—, aplaudió Deus emocionado. —"Aunque aún no ha despertado en su totalidad, tu talento desafiará los cielos mismos, no habrá espada en el mundo que te rechace, ahora solo debes pulir tu voluntad y no hay mejor forma que eliminando tus demonios internos."—

Hera que se había encontrado en un estado de trance finalmente recuperó su compostura mientras él aura de espada desaparecía y preguntó respetuosamente,—"¿Que es un demonio interno?"—

Su actitud había dado un giro de ciento ochenta grados para con Deus, en un inicio Hera había pensado que el joven era un pescador, luego por las ropas y su aspecto que era un joven maestro de algún familia o secta excéntrico y alborotado, pero tras presenciar la visión del monarca divino había entendido que el joven que se encontraba delante suyo no era alguien ordinario.

Deus que pareció notar el cambio de actitud de Hera sonrió complacido, —"Los démonios internos son entidades nacidas de tus emociones negativas, de las huellas oscuras que tus acciones han dejado en tu corazón, envidia, rencor, miedo, culpa y similares. Afectan tu voluntad e intentarán quebrarte en tu ascenso a los cielos, debes acabar con ellos o solucionarlos antes de que el momento llegue."—

Y luego volteando al bosque cercano a la cueva de donde Hera había salido y señalando con su dedo a una dirección concreta dijo sonriendo, —"¿No es verdad querido pervertido?"—

Hera volvió confusa a la dirección a la que señalaba Deus, para ver tras unos momentos a un joven salir de los matorrales, portaba una armadura con dos espadas y su mirada era feroz como la de un lobo.