Chapter 167 - 14 Estación espacial

Para: Locke&erasmus@polnet.gov De: SitePostAlert

Sobre: Chica en el puente

Ahora que no estás en la letrina, puedes volver a comunicarte. Aquí no hay e-mail. Las piedras son mías. De vuelta al puente pronto. Guerra inminente. Postéame a mí solamente, a este sitio, nombre de recogida BridgeGirl, la clave no es peldaño.

A Peter el vuelo espacial le pareció aburrido, como ya esperaba. Igual que viajar en avión, pero más largo y con menos paisajes.

Gracias al cielo que sus padres habían tenido el buen sentido de no ponerse sentimentales con el vuelo en lanzadera hasta el Ministerio de Colonización.

Después de todo, era la misma estación espacial que había sido la Escuela de Batalla.

Iban a poner el pie por fin en el lugar donde su precioso Ender había tenido sus primeros triunfos... y, oh, sí, mató a un niño.

Pero aquí no había huellas. Nada que les dijera cómo fue para Ender viajar en lanzadera hasta este sitio. Ellos no eran niños pequeños arrancados de sus hogares. Eran adultos, y el destino del mundo bien podría descansar en sus manos.

Ahora que lo pensaba, ése fue el caso de Ender, ¿no?

Toda la especie humana estaba unida cuando Ender vino aquí.

El enemigo estaba claro, el peligro era real, y Ender ni siquiera tuvo que saber qué estaba haciendo para ganar la guerra.

En comparación, la tarea de Peter era mucho más difícil. Podría parecer más simple: encontrar un asesino realmente bueno y mata a Aquiles.

Pero no era tan sencillo. Primero, Aquiles, al ser un asesino v manipulador de asesinos, estaría preparado para un plan semejante. Segundo, no bastaba con matar a Aquiles. Él no era el ejército que conquistó la India e Indochina. No era el gobierno que regía sobre más de la mitad de los habitantes del mundo. Destruye a Aquiles, y todavía tendrás que deshacer todas las cosas que hizo.

Era como Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. Sin Hitler, Alemania nunca habría tenido valor para conquistar Francia y llegar a las puertas de Moscú. Pero si hubieran asesinado a Hitler justo antes de la invasión de Rusia, entonces, con toda probabilidad, el lenguaje común de la Flota Internacional habría sido el alemán. Porque fueron los errores de Hitler, sus debilidades, sus temores, sus odios, los que perdieron la segunda mitad de la guerra, igual que fue su impulso y sus decisiones los que ganaron la primera mitad.

Matar a Aquiles tal vez no hiciera más que garantizar un mundo gobernado por China.

De todas formas, sin él por medio, Peter se enfrentaría a un enemigo racional. Y

sus propias cualidades no serían tan supersticiosamente terroríficas. La manera en que Bean y Petra y Virlomi huyeron ante la sola idea de que Aquiles venía a Ribeirao Preto... Aunque, naturalmente, a la larga no se equivocaron, eso complicó enormemente las cosas y él tuvo que seguir trabajando solo, a menos que tuviera en cuenta a sus padres.

Y como ellos eran los únicos elementos en los que podía confiar, decididamente contaba con ellos.

Contaba con ellos, pero estaba enfadado con ellos al mismo tiempo. Sabía que era irracional, pero durante todo el trayecto hasta ColMin, él no paraba de recordar la manera en que sus padres lo habían juzgado siempre de niño y lo declaraban incapaz, mientras que Ender y Valentine no podían hacer nada malo. Siendo una persona fundamentalmente razonable, tomó debida nota del hecho de que, desde que Val y Ender se marcharon en una nave colonial, sus padres lo habían apoyado por completo. Lo habían salvado más de una vez. No podía haberles pedido más aunque lo hubieran amado de verdad. Cumplieron con su deber como padres, y más que su deber.

Pero eso no aliviaba el dolor de aquellos primeros años cuando todo lo que él hacía parecía estar mal, cada instinto natural una ofensa contra una u otra de sus versiones de Dios. Bueno, a pesar de vuestros juicios, recordad esto: ¡Fue Ender quien resultó ser Caín! Y siempre pensasteis que iba a ser yo.

Estúpido estúpido, se dijo Peter. Ender no mató a su hermano, Ender se defendió contra sus enemigos. Como he hecho yo.

Tengo que superar esto, se dijo una y otra vez durante el viaje. Ojalá hubiera algo que mirar además de los estúpidos vids. O a papá roncando. O a mamá mirándome de vez en cuando, calibrándome, y luego guiñándome el ojo. ¿Tiene idea de lo horrible que es eso? ¿De lo deprimente que es? ¡Guiñarme el ojo! ¿Y sonreír?

¿Y mirarme con aquella expresión soñadora que solía tener para Val y Ender? Claro que ellos le gustaban.

Basta. Piensa en lo que tienes que hacer, bobo. Piensa en lo que tienes que escribir y publicar, como Locke y Demóstenes, para alertar al pueblo de los países libres, para estimular a gobiernos de las naciones controladas desde arriba. No podía haber ninguna actividad comercial habitual, no podía permitirlo. Pero era difícil mantener la atención del pueblo en una guerra donde no se estaba disparando. Una guerra que tenía lugar en una tierra lejana. ¿Qué les importaba, en Argentina, que la gente de la India tuviera un gobierno que no habían elegido? ¿Por qué debería impor- tarle a un granjero de luz que atendía sus pantallas fotovoltaicas en el desierto de Kalahari si al pueblo de Tailandia les tiraban tierra a la cara?

China no tenía nada planeado para Namibia o Argentina. La guerra había terminado. ¿Por qué la gente no podía cerrar el pico y seguir ganando dinero?

Ese era el enemigo de Peter. No Aquiles, en última instancia. Ni siquiera China.

Era la apatía del resto del mundo que jugaba en sus manos.

Y yo estoy aquí en el espacio, sin libertad de movimientos, más indefenso de lo que he estado nunca antes. Porque si Graff decid no enviarme de vuelta a la Tierra, no podré ir. No hay ningún transporte alternativo. Parece que él está completamente de mi parte. Pero son sus antiguos mocosos de la Escuela de Batalla los que cuentan con su lealtad total. Piensa que puede utilizarme como yo creí poder utilizar a Aquiles. Yo me equivoqué. Pero probablemente él tiene razón.

Después de todo el viaje, era frustrante estar aquí y todavía tener que esperar mientras la lanzadera ejecutaba su bailecito y se alineaba con el muelle de la estación. No había nada que ver. Nublaron las ventanas porque causaba mareos en

gravedad cero ver la Tierra girar como loca mientras la lanzadera encajaba con la rotación de la gran rueda.

Mi carrera podría haber terminado ya. Puede que ya me haya ganado mi pequeña mención en la historia. Puede que ya no sea más que una nota al pie en las biografías de otros, un párrafo en los libros de historia.

Realmente, a estas alturas mi mejor estrategia para mejorar mi reputación sea probablemente que me asesinen de alguna forma pintoresca.

Pero tal como van las cosas, probablemente moriré en algún trágico accidente con las compuertas mientras atraco de manera rutinaria en la estación espacial ColMin.

—Deja de revolverte —dijo su madre. Él la miró bruscamente.

—No lo estoy haciendo.

—Bien —dijo ella—. Enfádate conmigo. Eso será mejor que sentir pena de ti mismo.

Él quiso replicarle, pero advirtió la futilidad de negar lo que todos sabían que era verdad. Estaba deprimido, claramente, y sin embargo todavía tenía un trabajo que hacer. Como el día de su rueda de prensa, cuando lo sacaron a rastras de la cama. No quería repetir aquella humillación. Haría su trabajo sin tener que soportar que sus padres lo empujaran como a cualquier otro adolescente. Y no se pondría gallito con ellos cuando simplemente le dijeran la verdad.

Por eso le sonrió a su madre.

—Vamos, mamá, sabes que si estuviera ardiendo, nadie vendría a mearme encima para apagar el fuego.

—Sé sincero, hijo —dijo su padre—. Hay cientos de miles de personas en la Tierra a los que sólo hay que pedírselo. Y algunas docenas que lo harían sin esperar una invitación, si vieran una oportunidad.

—La fama tiene algunas cosas buenas —observó Peter—. Y los que no tengan la vejiga llena probablemente colaborarán escupiendo.

—Esto se está volviendo bastante repugnante —dijo la madre.

—Lo dices porque tu trabajo es decirlo.

—Entonces me pagan poco —dijo la madre—. Porque es un puesto casi en exclusiva.

—Tu papel en la vida. Tan femenino. Los hombres necesitan que los civilicen, y tú eres la adecuada para hacerlo.

—Obviamente, no soy muy buena en mi labor.

En ese momento el sargento de la FI que era su asistente de vuelo entró en la cabina principal y les dijo que era tiempo de partir.

Como atracaron en el centro de la estación, no había gravedad. Fueron flotando, agarrándose a los posamanos mientras el asistente empujaba las maletas para que volaran por la compuerta que se hallaba por debajo de ellos. Las recogieron un par de ordenanzas que obviamente habían hecho esto un centenar de veces, y no se im- presionaron lo más mínimo por el hecho de que el Hegemón en persona viniera a ColMin.

Aunque, con toda probabilidad, nadie sabía quiénes eran. Viajaban con documentos falsos, naturalmente, pero Graff sin duda había permitido que alguien en la estación supiera quiénes eran en realidad.

Aunque seguramente no los ordenanzas.

Hasta que no bajaron por un radio de la rueda a un nivel donde había un suelo por el que caminar no se encontraron con nadie que tuviera peso real en la estación.

Un hombre con el traje gris que servía en ColMin como uniforme esperaba al pie del ascensor, la mano extendida.

—Señores Raymond —dijo—. Soy el viceministro Dimak. Y ese debe de ser su hijo, Dick.

Peter sonrió débilmente ante el leve humor subyacente al seudónimo que Graff le había designado arbitrariamente.*

—Por favor, dígame que sabe quiénes somos de verdad para tener que continuar con esta charada —dijo Peter.

—Lo sé —respondió Dimak en voz baja—, pero no lo sabe nadie más en esta estación, y me gustaría que siguiera siendo así.

—¿Graff no está aquí?

—El ministro de Colonización viene de regreso tras su inspección de la nueva nave colonial. Nos faltan dos semanas para terminar la primera fase, y a partir de la próxima semana no creerán el tráfico que pasará por aquí, dieciséis lanzaderas al día, y eso es sólo para los colonos. Los cargueros van directamente al dique seco.

—¿Hay aquí un dique mojado? —preguntó su padre inocentemente. Dimak sonrió.

—La terminología náutica se resiste a morir.

Dimak los condujo por un pasillo hasta un tubo de bajada. Resbalaron por la pértiga tras él. La gravedad no era todavía tan intensa como para convertirlo en un problema, ni siquiera para los padres de Peter, que después de todo tenían cuarenta y tantos años. Los ayudó a salir del pozo para dirigirse a un pasillo más bajo y por tanto más «pesado».

Había anticuadas franjas indicadoras de dirección en las paredes.

—Ya se han introducido las huellas de sus palmas —dijo Dimak—. Toquen aquí y les guiará a su habitación.

—Es un residuo de los viejos tiempos, ¿no? —preguntó el padre—. Aunque supongo que no estaría usted aquí cuando todavía era...

—Estaba aquí—dijo Dimak—. Fui la nodriza de los grupos de los chicos nuevos.

Pero no de su hijo, me temo. Aunque sí de un conocido suyo, creo.

Peter no quiso ponerse en la patética situación de nombrar a los graduados de la Escuela de Batalla que conocía. Su madre no tuvo ese problema.

—¿Petra? —dijo—. ¿Suriyawong?

Dimak se inclinó hacia delante, de manera que su voz no pudiera ser oída más

allá.

—Bean —dijo.

—Debe de haber sido un chico notable.

—Parecía un crío de tres años cuando llegó aquí —dijo Dimak—. Nadie podía

creer que fuera lo bastante mayor para este sitio.

—No parece igual ahora —dijo Peter secamente.

—No, yo... sé lo de su estado. No es de dominio público, pero el coronel Graff... el ministro, quiero decir, sabe que todavía me preocupo por lo que le pase a... Bueno, a todos mis chicos, por supuesto, pero éste era... Imagino que el primer entrenador de su hijo sintió lo mismo hacia él.

—Eso espero —dijo la madre.

El sentimentalismo se estaba volviendo tan dulzón que Peter quiso cepillarse los dientes. Palmeó el cojín de entrada y tres franjas se encendieron.

* Dick significa «capullo». (N. del T.)

—Verde verde marrón —dijo Dimak—. Pero pronto no lo necesitará. No es que haya kilómetros y kilómetros de territorio abierto donde perderse por aquí. El sistema de franjas siempre asume que uno quiere volver a su habitación, excepto cuando se toca el cojín ante la puerta de su habitación, y entonces piensa que uno quiere ir al baño... No hay ninguno dentro de las habitaciones, me temo, no lo construyeron así. Pero si quieren ir al comedor/palmeen dos veces y lo sabrá.

Les mostró sus habitaciones, que consistían en un cuarto largo con camastros en fila a ambos lados de un estrecho pasillo.

—Me temo que tendrán compañía durante la semana en que estaremos cargando la nave, pero nadie está aquí mucho tiempo, y luego tendrán el lugar para ustedes solos durante más de tres semanas.

—¿Están haciendo un lanzamiento al mes? —preguntó Peter—. ¿Cómo sufragan ese ritmo?

Dimak lo miró sin expresión.

—La verdad es que no lo sé.

Peter se acercó e imitó la voz que Dimak usaba para los secretos.

—Soy el Hegemón —dijo—. Oficialmente, su jefe trabaja para mí.

—Usted salva el mundo —susurró Dimak—, nosotros financiamos el programa colonial.

—Me vendría bien un poco de dinero para mis operaciones.

—Todos los Hegemones piensan así —dijo Dimak—. Por eso nuestros fondos no vienen de usted.

Peter se echó a reír.

—Inteligente movimiento. Si se piensa que el programa colonizador es muy importante.

—Es el futuro de la especie humana —dijo Dimak simplemente—. Los insectores... perdóneme, los fórmicos, tenían la idea apropiada. Extenderse hasta donde se pueda, para no poder ser eliminados en una sola guerra desastrosa. No es que eso los salvara, pero... nosotros no somos criaturas colmenares.

—¿Ah, no? —preguntó el padre.

—Bueno, si lo somos, ¿quién es la reina?

—En este lugar, sospecho que es Graff.

—¿Y todos nosotros somos sus bracitos y piernas?

—Y bocas y... bueno, sí, por supuesto. Un poco más independientes y un poco menos obedientes que los fórmicos individuales desde luego, pero así es como una especie llega a dominar un mundo como lo hicimos nosotros, y ellos. Sabiendo cómo conseguir que un gran número de individuos renuncien a su voluntad personal y se sometan a una mente grupal.

—Así que lo que hacemos aquí es filosofía —dijo Dimak.

—O ciencia muy avanzada —respondió el padre—. La conducta de los humanos en grupo. Grados de lealtad. Pienso mucho en ello.

—Qué interesante.

—Ya veo que no le interesa. Y que ahora me considera un excéntrico que elabora teorías. Pero no lo hago, en realidad. No sé por qué acabo de hacerlo ahora mismo. Es... es la primera vez que estoy en la casa de Graff, como si dijéramos. Y conocerlo a usted ha sido muy parecido a visitarlo.

—Me siento... halagado —dijo Dimak.

—John Paul —dijo la madre—. Creo que estás incomodando al señor Dimak.

—Cuando la gente siente una gran lealtad hacia su comunidad, empiezan a

adoptar los manierismos y la moralidad de su líder —dijo el padre, negándose a claudicar.

—Si su líder tiene personalidad —intervino Peter.

—¿Cómo se puede ser líder sin tenerla?

—Pregúntale a Aquiles —dijo Peter—. Es todo lo contrario. Adopta los manierismos de la gente que quiere que lo siga.

—Me acuerdo de ése —dijo Dimak—. Estuvo aquí sólo unos cuantos días antes de... de que descubriéramos que tenía una historia de asesinatos en la Tierra.

—Algún día tendrá que contarme cómo consiguió Bean que confesara. No quiere decírmelo.

—Si él no lo dice, yo tampoco —dijo Dimak.

—Qué leal—dijo el padre.

—En realidad no —respondió Dimak—. Es que no lo sé yo tampoco. Sé que tuvo que ver con un conducto de ventilación.

—Esa confesión —dijo Peter—. Los archivos no estarán todavía por aquí,

¿verdad?

—No, y aunque lo estuvieran, son parte de un archivo juvenil cerrado.

—De un asesino de masas.

—Sólo advertimos que existen las leyes cuando actúan contra nuestros intereses —dijo Dimak.

—¿Ve? —dijo el padre—. Hemos intercambiado filosofías.

—Como hombres primitivos haciendo cambalaches en una reunión —dijo Dimak—. Si no le importa, me gustaría que hablaran con el jefe de seguridad Uphanad antes de cenar.

—¿Sobre qué?

—Los colonos no son ningún problema... viajan en una sola dirección y no pueden comunicarse fácilmente con el planeta. Pero es probable que los reconozcan aquí. Y aunque no sea así, es difícil mantener una historia falsa durante mucho tiempo.

—Entonces que no sea una historia falsa —dijo Peter.

—No, que sea buena —dijo la madre.

—Pero no hablemos con cualquiera —dijo el padre.

—Ésos son precisamente los temas que quiero que discutan con el mayor Uphanad.

Una vez Dimak se hubo marchado, escogieron los camastros situados al fondo de la larga habitación.

Peter se quedó con el de arriba, naturalmente, pero mientras deshacía las maletas e iba metiendo las cosas en la taquilla situada en la pared de detrás, su padre descubrió que cada seis camastros (tres Por cada lado) podían separarse de los demás por medio de una cortina de intimidad.

—Tiene que ser algo posterior —dijo el padre—. No me imagino que dejaran que los niños se distanciaran unos de otros.

—¿Será material a prueba de sonidos? —preguntó la madre.

El padre la corrió con un movimiento circular, quedándose fuera. No oyeron nada. Entonces la abrió.

—¿Bien? —preguntó.

—Una barrera de sonido bastante efectiva —informó la madre.

—Intentaste hablarnos, ¿no? —preguntó Peter.

—No, estaba intentando escucharos a vosotros.

—Nosotros estábamos intentando escucharte a ti, John Paul —dijo la madre.

—No, yo hablé. No grité, pero no pudisteis oírme, ¿no?

—Peter —dijo la madre—, trasládate al otro compartimento.

—Eso no funcionará cuando lleguen los colonos.

—Podrás volver y dormir en la habitación de papá y mamá cuando llegue visita

—dijo la madre.

—Tendréis que atravesar mi habitación para ir al cuarto de baño —dio Peter.

—Eso es —contestó el padre—. Sé que eres el Hegemón y que deberías tener la mejor habitación, pero verás, no es probable que te sorprendamos haciendo el amor.

—No contéis con ello —dijo Peter agriamente.

—Abriremos la puerta un poquito y diremos «toc-toc» antes de pasar —dijo la madre—. Eso te dará tiempo a que escondas el pajarito.

A Peter le asqueaba un poco tener esta discusión con sus padres.

—Siempre sois tan listos. Me alegro de cambiar de habitación, creedme.

Fue bueno estar a solas, una vez se cerró la puerta, aunque el precio fuera tener que sacar todas sus cosas de la taquilla que acababa de llenar y pasarlas a la taquilla de la siguiente sección. Ahora, para empezar, tenía una cama de las de abajo. Y no tenía que soportar a sus padres intentando alegrarle.

Necesitaba tiempo para pensar.

Así que por supuesto se quedó dormido al momento. Dimak lo despertó al hablarle por el intercomunicador.

—Señor Raymond, ¿está usted ahí?

Peter tardó una décima de segundo en recordar que se suponía que él era Dick Raymond.

—Sí. A menos que se refiera a mi padre.

—Ya he hablado con él —dijo Dimak—. He programado las franjas guía para que los lleven al departamento de seguridad.

Estaba en el nivel superior, donde había menos gravedad, cosa que tenía sentido, porque si se requería acción de seguridad, los oficiales que salían de la oficina principal sólo tendrían que ir cuesta abajo.

Cuando entraron en su despacho, el mayor Uphanad salió a recibirlos. Les dio la mano a todos.

—¿Es usted de la India o de Pakistán? —preguntó la madre.

—De la India —contestó Uphanad, sin alterar su sonrisa.

—Lamento lo de su país.

—No he estado allí desde... hace mucho tiempo.

—Espero que su familia esté bien bajo la ocupación china.

—Gracias por su preocupación —dijo Uphanad, en un tono de voz que dejaba claro que el tema quedaba zanjado.

Les ofreció sillas y se sentó tras su mesa, aprovechándose de su posición oficial. Peter lo lamentó un poco, ya que estaba acostumbrado a ser el hombre que siempre ocupaba el sitio dominante. Puede que nunca hubiera tenido mucho poder real como Hegemón, pero el protocolo siempre le otorgaba el lugar más elevado.

Pero se suponía que aquí no lo conocía nadie. Así que difícilmente podrían tratarlo de manera distinta a cualquier otro visitante.

—Sé que son ustedes invitados particulares del ministro —dijo Uphanad—, y que desean no ser molestados. Lo que necesitamos discutir son los límites de su intimidad. ¿Es probable que reconozcan sus rostros?

—Posiblemente —dijo Peter—. Sobre todo el suyo.

—Señaló a su padre. Era una mentira, por supuesto, y posiblemente fútil, pero...

—Ah —dijo Uphanad—. Y supongo que sus nombres reales serían reconocidos.

—Probablemente —contestó el padre.

—Sin duda —dijo la madre, como si estuviera orgullosa del hecho y le sorprendiera que él tuviera la menor duda al respecto.

—Entonces... ¿habría que llevarles las comidas? ¿Necesitamos despejar todos los pasillos cuando vayan al baño?

A Peter eso le pareció una pesadilla.

—Mayor Uphanad, no queremos alertar de nuestra presencia aquí, pero estoy seguro de que se puede confiar en que su personal será discreto.

—Al contrario —respondió Uphanad—. Las personas discretas hacen gala de no dar por hecha la lealtad de su personal.

—¿Incluida la suya? —preguntó la madre dulcemente.

—Ya que me han mentido varias veces —dijo Uphanad—, supongo que puedo decir sin problemas que no dan ustedes por he cha la lealtad de nadie.

—Sin embargo, no voy a quedarme atrapado en ese tubo —dijo Peter—. Me gustaría poder utilizar su biblioteca... Estoy suponiendo que tiene una, y podemos comer en el comedor y usar el cuarto de baño sin molestar a los demás.

—¿Ve? —dijo Uphanad—. No tiene en cuenta la seguridad.

—No podemos vivir como prisioneros —respondió Peter.

—No se refería a eso —dijo el padre—. Estaba hablando de la manera en que simplemente anunciaste la decisión por nosotros tres. El hecho de que yo fuera el más fácil de reconocer. Uphanad sonrió.

—El problema de ser reconocido es real —dijo—. Lo conocí de inmediato, por los vids, señor Hegemón. Peter suspiró y se inclinó hacia atrás.

—Su cara no es tan reconocible como si fuera un político de verdad —dijo Uphanad—. Ellos se regodean mostrando su rostro en público. Su carrera comenzó, si no recuerdo mal, en el anonimato.

—Pero he aparecido en los vids.

—Escuche, pocos miembros de nuestro personal ven los vids. Da la casualidad de que yo soy un adicto a las noticias, pero la mayoría de la gente de aquí prefiere cortar los lazos con los chismorreos de la Tierra. Creo que la mejor manera que tienen de continuar a salvo es comportarse como si no tuvieran nada que ocultar. Sean un poco despegados... no se enzarcen con la gente en conversaciones que lleven a explicaciones mutuas de lo que hacen y quiénes son, por ejemplo. Pero si son alegres y no actúan haciéndose los misteriosos, estarán bien. La gente no esperará ver al Hegemón viviendo con sus padres en uno de los camastros de aquí.

—Uphanad sonrió—. Será nuestro pequeño secreto, de los seis.

Peter hizo la cuenta. Él, sus padres, Uphanad, Dimak, y... oh, Graff, claro.

—Creo que aquí no habrá ningún intento de asesinato —dijo Uphanad—, porque hay muy pocas armas a bordo, todas se guardan bajo llave, y todo el que llega es escaneado en busca de armas. Así que les sugiero que no intenten llevar armas.

¿Tiene formación en combate cuerpo a cuerpo?

—No —dijo Peter.

—En el último nivel hay un gimnasio muy bien equipado. Y no sólo con aparatos para niños. Los adultos también necesitan estar en forma. Debería utilizar las instalaciones para mantener su masa ósea, pero también podemos darle clase de artes marciales, si le interesa.

—No me interesa —dijo Peter—. Pero parece una buena idea.

—Todo aquel que envíen contra nosotros —dijo la madre—, estará mucho mejor entrenado para ello que nosotros.

—Tal vez sí, tal vez no —contestó Uphanad—. Si sus enemigos intentan eliminarlos aquí, tendrán que confiar en alguien que pueda pasar nuestras pantallas. Las personas que parecen especialmente atléticas son sometidas a un escrutinio especial. Somos muy paranoicos respecto a la idea de que uno de los grupos anticolonización plante aquí a alguien para que lleve a cabo un acto de sabotaje o de terrorismo.

—O de asesinato.

—¿Ve? —dijo Uphanad—. Pero les aseguro que mi personal y yo somos muy concienzudos. Nunca dejamos nada sin comprobar.

—En otras palabras, sabía quiénes éramos antes de que atravesáramos esa puerta.

—En realidad, antes de que su lanzadera despegara —dijo Uphanad—. O al menos tenía una idea bastante acertada.

Se despidieron, y entraron en la rutina de la vida en una estación espacial.

Día y noche seguían el horario de Greenwich, por ningún motivo concreto más que porque era una longitud cero y tenían que escoger algún horario. Peter descubrió que sus padres no eran tan horriblemente molestos como se temía, y se sintió aliviado de no poder oírlos haciendo el amor ni sus conversaciones sobre él.

Lo que hacía, principalmente, era acudir a la biblioteca y escribir.

Ensayos, por supuesto, de todo, para todos los foros concebibles. Había multitud de publicaciones que se alegraban de tener escritos de Locke o Demóstenes, sobre todo ahora que todo el mundo sabía que esas identidades pertenecían al Hegemón. Con la mayoría del trabajo serio apareciendo primero en las redes, no había forma de concentrarse en un público concreto. Pero seguía hablando de temas que tenían interés concreto en varias regiones.

El objetivo de todo lo que escribía era prender las llamas de la sospecha sobre China y sus ambiciones. Como Demóstenes, escribía directamente sobre el peligro de permitir la conquista de la India e Indochina, con un montón de retórica sobre quién caería a continuación. Naturalmente, no podía proponer ningún alzamiento serio, porque cada palabra que dijera sería usada contra el Hegemón La vida era mucho más fácil cuando era anónimo en las redes Como Locke, sin embargo, escribía como un hombre de Estado, ensayos imparciales sobre problemas a los que se enfrentaban diferentes naciones y regiones. «Locke» casi nunca escribía directamente contra China, pero daba por hecho que habría otra invasión, y que las inversiones a largo plazo en los países que pudieran ser ese objetivo no serían aconsejables.

Era un trabajo difícil, porque cada ensayo tenía que ser interesante, original, importante, o nadie le prestaría atención. Tenía que asegurarse de que no pareciera nunca estar diciendo banalidades... como había hecho su padre cuando empezó a farfullar teorías sobre la lealtad de grupo y carácter ante Dimak. Aunque, para ser justos, nunca había oído a su padre hacer eso antes, le permitió hacer una pausa y advertir lo fácilmente que Locke y Demóstenes (y por tanto el propio Peter Wiggin) podrían convertirse primero en una irritación, y luego en un puro hazmerreír.

Su padre llamaba a este proceso stassesinación,* e hizo algunas sugerencias para temas, algunas de las cuales Peter siguió. En cuanto a lo que hacían sus padres con su tiempo, cuando no estaban leyendo sus ensayos y comentándolos, pillando errores, ese tipo de cosas... bueno, Peter no tenía ni idea.

Tal vez su madre había encontrado alguna habitación para limpiar.

* Término creado por Stewart Alsop para una columna en Newsweek. Se refiere a los candidatos que se presentan a la Presidencia sin ninguna posibilidad de ganar. (N. del T.)

Graff se pasó a hacerles una breve visita su primera mañana allí, pero luego se marchó: volvió a la Tierra, de hecho, en la misma lanzadera que los había traído. No regresó hasta tres semanas más tarde, cuando Peter ya había escrito cuarenta ensayos, todos los cuajes habían sido publicados en diversos lugares. La mayoría eran ensayos de Locke. Y, como de costumbre, Demóstenes acaparaba la mayor parte de la atención.

Cuando Graff regresó, los invitó a cenar con él en las habitaciones del ministro, y tuvieron una cena tranquila durante la cual no discutieron de nada importante. Cada vez que el tema parecía dirigirse a un asunto real, Graff los interrumpía sirviendo agua o haciendo algún chiste... sólo que rara vez tenía gracia.

Esto sorprendía a Peter, porque sin duda Graff podía contar con que sus habitaciones fueran seguras. Pero al parecer no lo eran, porque después de cenar los invitó a dar un paseo, y los apartó rápidamente de los pasillos corrientes y entraron en los pasillos de servicio. Se perdieron casi de inmediato, y cuando Graff por fin abrió una puerta y los llevó a un amplio saliente que daba a un pozo de ventilación, ya habían perdido todo sentido de dirección excepto, por supuesto, dónde estaba

«abajo».

El pozo de ventilación conducía hacia «abajo»... un abajo muy muy largo.

—Este lugar tiene cierta importancia histórica —dijo Graff—. Aunque pocos lo conocemos.

—Ah —dijo el padre, comprendiendo.

Y como él lo había deducido, Peter advirtió que podía ser deducible, y por eso se aventuró.

—Aquiles estuvo aquí—dijo.

—Éste es el lugar donde Bean y sus amigos engañaron a Aquiles —dijo Graff—. Aquiles creyó que iba a matar a Bean aquí, pero Bean lo encadenó y lo dejó colgando del pozo. Podría haberlo matado. Sus amigos le recomendaron que lo hiciera.

—¿Quiénes eran sus amigos? —preguntó la madre.

—No quiso decírmelo, cosa que no es sorprendente... Y yo nunca lo pregunté. Pensé que sería más aconsejable que no hubiera ningún tipo de archivo, ni siquiera en mi cabeza, que indicara qué otros niños fueron testigos de la humillación y la indefensión de Aquiles.

—No habría importado si hubiera matado a Aquiles sin más No habría habido ningún asesinato más.

—Pero, verás, si Aquiles hubiera muerto, entonces yo habría tenido que preguntar por esos nombres —dijo Graff—, y no se habría permitido a Bean continuar en la Escuela de Batalla. Podríamos haber perdido la guerra por eso, porque Ender confiaba enorme mente en la capacidad de Bean.

—Dejaron quedarse a Ender después de que matara a un niño —dijo Peter.

—El niño murió accidentalmente, mientras Ender se defendía.

—Se defendía porque usted lo dejó solo —dijo la madre.

—Ya he sido juzgado por esos cargos, y me consideraron inocente.

—Pero se le pidió que renunciara a su puesto.

—Pero fue entonces cuando me dieron un cargo mucho más alto como ministro de Colonización. No agitemos el pasado. Bean trajo aquí a Aquiles no para matarlo, sino para inducirlo a confesar. Y confesó, de manera muy convincente, y como yo lo oí, estoy en su lista también.

—¿Entonces por qué sigue todavía vivo? —preguntó Peter.

—Porque, contrariamente a lo que todo el mundo piensa, Aquiles no es un genio y comete errores. Su alcance no es infinito y su poder puede ser bloqueado. No lo

sabe todo. No lo tiene todo planeado. Creo que la mitad de las veces tiene suerte, y aprovecha las oportunidades cuando las ve.

—Si no es un genio, ¿entonces por qué sigue derrotando a genios? —preguntó Peter.

—Porque hace lo inesperado —respondió Graff—. No hace las cosas notablemente bien, simplemente hace cosas que nadie espera que haga. Va por delante. Y nuestras mejores mentes ni siquiera estaban pensando en él cuando consiguió sus éxitos más espectaculares. Pensaron que eran otra vez civiles cuando los hizo secuestrar. Bean no intentaba oponerse a los planes de Aquiles durante la guerra, intentaba encontrar a Petra y rescatarla. ¿Saben? Tengo los resultados de los tests de Aquiles. Es un campeón de la suerte, y es muy listo o no habría llegado aquí. Sabía cómo destacar en un test psíquico, por ejemplo, para que sus tendencias violentas quedaran ocultas de nosotros cuando lo elegimos para que viniera en el último grupo que trajimos a la Escuela de Batalla. Es peligroso, en otras palabras. Pero nunca ha tenido que enfrentarse a un oponente, en realidad. Nunca ha tenido que enfrentarse a lo que se enfrentaron los fórmicos.

—Entonces se siente usted confiado —dijo Peter.

—En absoluto. Pero tengo esperanza.

—¿Nos ha traído aquí sólo para enseñarnos el lugar? —preguntó el padre.

—En realidad, no. Los he traído aquí porque vine antes y lo registré personalmente en busca de aparatos espía. Además, he instalado un absorbedor de sonido, de modo que nuestras voces no se transmitan por el pozo de ventilación.

—Cree usted que ColMin ha sido penetrada —dijo Peter.

—Lo sé —contestó Graff—. Uphanad estaba haciendo su comprobación rutinaria de los mensajes enviados, y encontró uno extraño que fue enviado horas después de su llegada. Todo el mensaje consistía en la única palabra «on». La comprobación rutinaria de Uphanad, naturalmente, es más concienzuda que la búsqueda de- sesperada de la mayoría de la gente. Encontró ese mensaje simplemente buscando anomalías en la longitud de los mensajes, pautas de lenguaje, etc. Para encontrar códigos, ya saben.

—¿Y eso estaba en código? —preguntó el padre.

—No en clave, no. Y era imposible de descifrar por ese motivo. Podría simplemente significar «afirmativo», al estilo de «la misión está en marcha». Podría ser una palabra extranjera: hay varias docenas de lenguas comunes donde «on» tiene significado. Podría ser «no» al revés. ¿Ven el problema? Lo que alertó a Uphanad, además de su brevedad, fue el hecho de que fuera enviado horas después de su llegada... y que tanto el emisor como el receptor del mensaje fueran anónimos.

—¿Cómo puede ser el emisor anónimo desde una instalación de seguridad militar? —preguntó Peter.

—Oh, eso es bastante sencillo —respondió Graff—. El emisor usó la contraseña de otro.

—¿De quién?

—Uphanad se sintió bastante cohibido cuando me mostró los datos del mensaje.

Porque en lo que respecta al ordenador, fue enviado por el propio Uphanad.

—¿Alguien tiene la clave de acceso del jefe de seguridad?—dijo el padre.

—Humillante, ¿verdad?

—¿Lo ha despedido? —preguntó la madre.

—Perder al hombre que es nuestra mejor defensa contra la on ración que lanzó este mensaje no haría que estuviéramos más seguros.

—Entonces piensa que es la palabra inglesa «on» y que significa que alguien se

está preparando para actuar contra nosotros.

—Creo que no es improbable. Creo que el mensaje fue enviado a las claras.

Sólo es indescifrable porque no sabemos a qué se refiere.

—Y habrá tenido en cuenta —dijo la madre—, la posibilidad de que Uphanad enviara el mensaje él mismo, y esté usando el hecho de habérselo dicho para encubrir el detalle de que él es el perpetrador.

Graff la miró largo rato, parpadeó, y luego sonrió.

—Me decía: «Sospecha de todo el mundo», pero ahora sé qué es una persona verdaderamente recelosa.

Peter no lo había pensado tampoco. Pero ahora tenía sentido.

—Pero tampoco nos adelantemos en nuestras conclusiones —dijo Graff—. El verdadero emisor del mensaje podría haber usado la clave del mayor Uphanad precisamente para que el jefe de seguridad fuera nuestro principal sospechoso.

—¿Cuánto hace que descubrió este mensaje? —preguntó el padre.

—Un par de días —contestó Graff—. Yo ya venía de camino, así que me ceñí a lo establecido.

—¿No hubo advertencias?

—No —dijo Graff—. Cualquier desviación de la rutina indicaría al emisor que hemos descubierto su señal y quizá que la hemos interpretado. Eso le llevaría a cambiar de planes.

—Entonces ¿qué hacemos? —preguntó Peter.

—Primero, pido disculpas por creer que aquí estarían completamente a salvo. Al parecer el brazo de Aquiles, o de China, es mas largo de lo que creíamos.

—Entonces ¿nos vamos a casa? —preguntó el padre.

—Segundo, no podemos hacer nada que les favorezca. Volver a casa ahora mismo, antes de que la amenaza pueda ser identificada y neutralizada, los expondría a un peligro aún mayor. Nuestro traidor podría enviar otra señal que les dijera cuándo y dónde van a llegar ustedes a la Tierra. Cuál va a ser su trayectoria de descenso. Ese tipo de cosas.

—¿Quién se arriesgaría a matar al Hegemón abatiendo una lanzadera? —dijo Peter—. El mundo se escandalizaría, incluso la gente que se alegraría de verme muerto.

—Todo lo que hagamos para cambiar de pauta haría saber al traidor que su señal ha sido interceptada. Podría acelerar el proyecto, sea cual sea, antes de que estemos preparados. No, lamento decirlo, pero... nuestro mejor curso de acción es esperar. —¿Y si no estamos de acuerdo? —dijo Peter.

—Entonces los enviaré a casa en la lanzadera que elijan, y rezaré por ustedes mientras descienden.

—¿Nos dejaría partir?

—Eres mi invitado —dijo Graff—. No mi prisionero.

—Entonces vamos a ponerlo a prueba —dijo Peter—. Nos marcharemos en la próxima lanzadera. La que lo trajo a usted... cuando vuelva, iremos a bordo.

—Demasiado pronto —dijo Graff—. No tenemos tiempo para prepararnos.

—Ni él tampoco. Sugiero que le diga usted a Uphanad que tiene que guardar secreto absoluto sobre nuestra inminente partida. Ni siquiera puede decírselo a Dimak.

—Pero si él es el traidor —dijo la madre—, entonces...

—Entonces no podrá enviar una señal. A menos que podamos encontrar un modo de dejar que la información se filtre y sea de dominio público en la estación. Por eso es vital, ministro Graff, que permanezca usted con él en todo momento después

de decírselo. Así, si es él, no podrá enviar la señal.

—Pero probablemente no será él —dijo Graff—, y ahora todo el mundo lo sabrá.

—Pero ahora estaremos esperando el mensaje.

—A menos que simplemente los maten al subir a la lanzadera.

—Entonces nuestras preocupaciones se habrán acabado —dijo Peter—. Pero creo que no nos matarán aquí, porque ese agente les resulta demasiado útil, a ellos o a Aquiles, depende de a quién obedezca, para consumirlo por completo en esta operación.

Graff reflexionó al respecto.

—Así que vigilamos para ver quién puede enviar el mensaje.

—Y estacione a sus agentes en el punto de aterrizaje en la Tierra para ver si pueden divisar a un posible asesino.

—Eso puedo hacerlo. Pero hay un pequeño problema.

—¿Cuál?

—No puedes ir.

—¿Por qué no? —dijo Peter.

—Porque tu campaña de propaganda de un solo hombre está funcionando. La gente que lee tus artículos se opone con más fuerza a la campaña de China. Todavía es un movimiento bastante débil, pero es real.

—Puedo escribir mis ensayos en otra parte.

—Corriendo el peligro de que te asesinen en cualquier momento —dijo Graff.

—Eso también podría suceder aquí.

—Bueno... pero tú mismo has dicho que sería improbable.

—Cacemos al topo que está trabajando en su estación —dijo Peter—, y enviémoslo a casa. Mientras tanto, nos dirigiremos a la Tierra. Ha sido magnífico estar aquí, ministro Graff. Pero tenemos que irnos.

Miró a sus padres.

—Por supuesto —dijo el padre.

—¿Cree usted que cuando regresemos a la Tierra podremos encontrar un lugar con camas pequeñitas como las de aquí? —preguntó la madre, agarrando con fuerza el brazo de su padre—. Nos han hecho sentirnos una familia mucho más unida.