Chereads / Saga de Ender y Saga de la Sombra – Orson Scott Card / Chapter 112 - LA SOMBRA DE ENDER .- Quinta parte LÍDER  .-  17 ESTACHA

Chapter 112 - LA SOMBRA DE ENDER .- Quinta parte LÍDER  .-  17 ESTACHA

17 ESTACHA

-Ni siquiera sé como interpretarlo. El juego mental se enfrenta una sola vez a

Bean, y le muestra la cara de ese niño, y en las gráficas aparece que ha sentido...

¿qué? ¿Miedo? ¿Furia? ¿No hay nadie que sepa cómo funciona ese supuesto programa? Se las hizo pasar moradas a Ender, le mostró imágenes de su hermano que no podía tener, pero las tenía. Y ahora... ¿se trata de algún gambito profundamente reflexivo que lleva a nuevas conclusiones sobre la psique de Bean? ¿O era simplemente la única persona que Bean conocía cuya foto estaba ya en los archivos de la Escuela de Batalla?

-¿Eso ha sido una pataleta, o había alguna pregunta en concreto que desearía que le respondiera?

-Lo que quiero que me responda es a esto: ¿Cómo demonios puede decirme que algo fue «muy significativo» si no tiene ni idea de lo que significa?

-Si alguien corre detrás de su coche, gritando y agitando los brazos, uno sabe que quiere comunicarle algo significativo, aunque no se pueda oír ni una palabra de lo que el otro dice.

-¿Entonces eso es lo que ha sido? ¿Gritos?

-Era una analogía. La imagen de Aquiles tuvo una importancia ex- traordinaria para Bean.

-¿Importancia positiva o importancia negativa?

-Eso es simplificar demasiado. Si fue negativa, ¿son negativos sus sentimientos porque Aquiles provocó algún trauma terrible en Bean? ¿O negativa porque ser separado de Aquiles resultó traumático, y Bean anhela volver con él?

-De modo que si tenemos una fuente de información independiente que nos dice que los mantengamos separados...

-Entonces esa fuente independiente tiene razón...

-O está equivocada.

-Sería más específico si pudiera. Sólo tuvimos un minuto con él.

-Eso es una tontería- Tienen el juego mental conectado a todo trabajo con su identidad de profesor.

-Y ya le hemos informado al respecto. En parte, es su ansia por tener el control... así es como empezó, pero desde entonces se ha convertido en una forma de aceptar responsabilidades. En cierto modo, se ha convertido en profesor. También ha utilizado información interna para producirse la ilusión de

que pertenece a la comunidad.

-Pero si ya pertenece.

-Solo tiene un amigo íntimo, y es más bien una reacción de hermano mayor y hermano menor.

-Tengo que decidir si ingresar a Aquiles en la Escuela de Batalla mientras Bean está todavía aquí, o renunciar a uno de ellos para quedarme con el otro. Por la respuesta de Bean a la cara de Aquiles, ¿qué concejo puede darme?

-No le gustará.

-Inténtelo.

-A partir de ese incidente, podemos decirle que ponerlos juntos será fatal o...

-Voy a tener que examinar a conciencia su presupuesto.

-Señor, todo el propósito del programa, la manera en que funciona, es que e ordenador hace conexiones que a nosotros nunca se nos ocurrirían, y consigue respuestas que no estábamos buscando. No está bajo nuestro control.

-El hecho de que un programa no esté bajo control no significa que haya inteligencia por medio, ni en el programa ni en el programador.

-No utilizamos la palabra «inteligencia» con el software. Lo consideramos una ingenuidad. Decimos que es «complejo», lo cual significa que no siempre

comprendemos lo que está haciendo. No siempre conseguimos información

concluyente.

-¿Alguna vez consiguen información concluyente sobre algo?

-Ahora he sido yo quien ha elegido a palabra equivocada. «Concluyente»

no es nunca el objetivo cuando se trata de la mente humana.

-Pruebe con «útil». ¿Algo útil?

-Señor, le he comunicado todo lo que sabemos. La decisión fue suya antes de que informáramos, y sigue siéndolo ahora. Use nuestra información o no la use, pero ¿es sensato matar al mensajero?

-Cuando el mensajero no quiere decir qué demonios es el mensaje el dedo del gatillo se me vuelve picajoso. Puede retirarse.

El nombre de Nikolai aparecía en la lista que Ender le había facilitado pero Bean enseguida se encontró con problemas.

-No quiero -dijo Nikolai.

A Bean no se le había ocurrido que nadie pudiera negarse,

-Ya tengo bastantes problemas para mantener el ritmo tal como estoy ahora.

-Eres un buen soldado.

-Por los pelos. Con un montón de ayuda.

-Así es como lo hacen todos los buenos soldados.

-Bean, si pierdo una práctica al día con mi batallón regular, pronto me quedaré retrasado. ¿Cómo compensarlo? Una hora de práctica al día contigo no será suficiente. Soy un chico listo, Bean, pero no soy Ender. No soy tú. Creo que eso es lo que no comprendes. Cómo es no ser tú. Las cosas no resultan tan fáciles.

-Para mí tampoco es fácil.

-Mira, lo sé, Bean. Y hay cosas que puedo hacer por ti. Pero ésta no es una de ellas. Por favor.

Era la primera experiencia de Bean con el mando, y no funcionaba. Advirtió que estaba enfureciéndose, que quería decir que te jodan y pasar a otro niño. Pero no podía cabrearse con el único amigo de verdad que tenía. Y tampoco podía aceptar tan fácilmente un no por respuesta.

-Nikolai, lo que vamos a hacer no será difícil. Trucos y acrobacias. Nikolai cerró los ojos.

-Bean, haces que me sienta mal.

-No quiero que te sientas mal, Sinterklaas, pero ésta es la misión que me han

encomendado, porque Ender piensa que la Escuadra Dragón lo necesita. Estabas en su punto de mira, la elección no es mía.

-Pero no tienes por qué elegirme a mí.

-Así que se lo pediré al siguiente niño y me dirá «Nikolai está en la cuadrilla,

¿verdad?», y yo diré «No, no quiso». Eso hará que todos piensen que pueden decir que no. Y todos querrán decir que no, porque nadie quiere recibir órdenes mías.

-Hace un mes, seguro, eso habría sido verdad. Pero saben que eres un soldado sólido. He oído a la gente hablar de ti. Te respetan.

Una vez más, habría sido muy fácil hacer lo que Nikolai quería, dejarlo correr. Y, como amigo, eso sería lo más adecuado. Pero Bean no podía pensar como amigo. Tenía que mentalizarse de que le había dado el mando y tenía que hacer que funcionara.

¿Necesitaba realmente a Nikolai?

-Estoy sólo pensando en voz alta, Nikolai, porque tú eres el único al que puedo decírselo, pero verás, estoy asustado. Quería ser jefe de batallón, pero eso es porque no sabía nada de lo que hacen los jefes. He tenido una semana de batallas para ver cómo Crazy Tom nos mantiene unidos, la voz que usa para dar órdenes. Para ver cómo Ender nos entrena y confía en nosotros, y es una danza, de puntillas, salto, giro, y tengo miedo de caerme, y no hay tiempo de caer, tengo que hacer que esto funcione, y cuando estás conmigo, sé que al menos hay una persona que no va por ahí esperando que el niñito listo se caiga.

-No te engañes -dijo Nikolai-. Por lo menos seamos sinceros. Eso le dolió. Pero un líder tenía que aceptarlo, ¿no?

-No importa lo que sientas, Nikolai, me darás una oportunidad -dijo Bean-. Y como tú lo harás, los otros también. Necesito... lealtad.

-Y yo también, Bean.

-Necesitas mi lealtad como amigo, para ser feliz como persona -dijo Bean-, Yo necesito lealtad como líder, para cumplir la misión que nos ha encomendado nuestro comandante.

-Es duro -dijo Nikolai.

-Eh. También es cierto.

-Tú eres duro, Bean.

-Ayúdame, Nikolai.

-Parece que nuestra amistad es unidireccional.

Bean nunca se había sentido así antes: con un cuchillo en el corazón, sólo por las palabras que escuchaba, sólo porque otra persona estaba enfadada con él. No era que quisiera que Nikolai pensara bien de él. Era porque sabía que Nikolai en parte tenía razón. Bean estaba utilizando su amistad contra él.

Sin embargo, no fue a causa de ese dolor por lo que Bean decidió retirarse. Un soldado que estaba con él contra su voluntad no le serviría bien. Aunque fuese un amigo.

-Mira, si no quieres, no quieres. Lamento haberte hecho enfadar. Me las apañaré sin ti. Y tienes razón, lo haré bien. ¿Amigos, Nikolai?

Nikolai aceptó la mano que le ofrecía, y la estrechó.

-Gracias -susurró.

Bean se dirigió de inmediato a Shovel, la Pala, el único miembro de lista de Ender que pertenecía también al batallón C. Shovel no era la mera elección de Bean: tendía a quedarse rezagado a veces, a hacer cosas a medias. Pero como pertenecía al batallón C, Shovel estaba presente cuando Bean aconsejaba a Crazy Tom. Había observado a Bean en

acción.

Shovel dejó su consola a un lado cuando Bean le preguntó si podían hablar un momento. Al igual que con Nikolai, Bean se encaramó a su camastro para sentarse junto al otro niño, más grande. Shovel procedía de Cagnes-sur-Mer, un pueblecito de la Riviera francesa, y aún tenía aquél carácter abierto tan sano de Provenza. A Bean le caía bien. A todo el mundo le caía bien.

Rápidamente, Bean le explicó lo que Ender le había pedido que hiciera, aunque no mencionó que era sólo una distracción. Nadie renunciaría a una práctica diaria por algo que no sería crucial para la victoria.

-Estabas en la lista que me dio Ender, y me gustaría que...

-Bean, ¿qué estás haciendo?

Crazy Tom estaba de pie junto al camastro de Shovel. De inmediato, Bean advirtió su error.

-Señor, tendría que haber hablado primero con usted. Soy nuevo en esto y no se me ocurrió.

-¿Nuevo en qué?

Una vez más, Bean explicó lo que Ender le había pedido que hiciera.

-¿Y Shovel está en la lista? -Así es.

¿Entonces voy a perderos a Shovel y a ti de mis prácticas?

-Sólo una práctica al día.

-Soy el único jefe de batallón que pierde dos miembros.

Ender dijo uno de cada batallón. Cinco y yo. No fue elección mía.

-Mierda -protestó Crazy Tom-. Ni Ender ni tú pensasteis que esto va a afectarme más que a los otros jefes de batallón. Lo que vayáis a hacer, ¿por qué no podéis hacerlo con cinco en vez de con seis? Tú y otro más... uno de cada uno de los otros batallones.

Bean quiso discutir, pero advirtió que enfrentarse a Crazy Tom no iba llevarlo a ninguna parte.

-Tienes razón, no lo pensé, y tal vez Ender cambie de opinión cuando se dé cuenta de cómo afectará a tus prácticas. Así que cuando venga por la mañana, ¿por qué no hablas con él y me haces saber qué decidís entre los dos? Shovel también podría decirme que no y entonces la cuestión ya no tendría importancia, ¿no?

Crazy Tom pensó en ello. Bean pudo ver que la furia se apoderaba de él. Pero el liderazgo lo había cambiado. Ya no estalló como hacía antes. Se contuvo. Aguantó. Esperó a que se le pasara.

-Muy bien, hablaré con Ender. Si Shovel quiere hacerlo. Los dos miraron a Shovel, la Pala.

-Creo que estaría bien -dijo Shovel-. Hacer algo tan raro como esto.

-No seré más condescendiente con ninguno de los dos -dijo Crazy Tom-. Y no habléis sobre vuestro batallón de locos durante mis prácticas. Eso, dejadlo fuera.

Los dos estuvieron de acuerdo en eso. Bean pudo ver que Crazy Tom había hecho bien en insistir en ese tema. Esta misión especial los apartaría de los otros miembros del batallón C. Si se ufanaban de ello, los demás podrían considerarlos una élite. Ese problema no se daría tanto en los otros batallones, porque sólo habría un miembro de cada uno en la escuadrilla de Bean. No habría charlas. Nadie se ufanaría.

-Mira, no tengo que hablar con Ender sobre esto -dijo Crazy Tom-. A menos que se convierta en un problema. ¿Vale?

-Gracias.

Crazy Tom regresó a su propio camastro.

Lo he hecho bien, pensó Bean. No he metido la pata.

-¿Bean? -dijo Shovel.

-¿Eh?

-Una cosa.

-Eh.

-No me llames Shovel.

Bean pensó. El verdadero apellido de Shovel era Ducheval.

-¿Prefieres «Dos Caballos»? Suena a guerrero sioux. Shovel sonrió.

-Es mejor que parecer la herramienta con la que limpias el establo.

-Ducheval -declaró Bean-. A partir de ahora.

-Gracias. ¿Cuándo empezamos?

-En la práctica de tiempo libre de hoy.

-Magnífico.

Bean casi se bajó bailando del camastro de Ducheval. Lo había conseguido. Lo había sabido hacer. Una vez, al menos.

Para cuando terminó el desayuno, tenía a los cinco miembros de su, batallón. Con los otros cuatro, lo consultó primero con sus jefes. Nadie lo rechazó. E hizo prometer a su escuadrilla que llamarían a Ducheval por su verdadero nombre a partir de ese momento.

Cuando Bean entró, Graff esperaba con Dimak y Dap en el despacho improvisado del puente de la sala de batalla. Dimak y Dap hablaban de lo mismo de siempre, es decir, de nada, de alguna cuestión trivial, como por ejemplo que alguien había violado un protocolo menor o algo así, y al final acababan subiendo de tono y la charla se convertía en un puñado de quejas formales. Sólo otra escaramuza en su rivalidad, ya que Dap y Dimak trataban de conseguir algo más de ventaja para sus protegidos, Ender y Bean, mientras al mismo tiempo intentaban impedir que Graff les hiciera correr el peligro físico que ambos presentían. Cuando llamaron a la puerta, llevaban un rato discutiendo en voz alta, y como el golpe no fue fuerte, a Graff se le ocurrió preguntarse qué podían haber oído.

¿Habían mencionado nombres? Sí. Bean y Ender. Y también Bonzo. ¿Había aparecido el nombre de Aquiles? No. Se habían referido a él como «otra decisión irresponsable que pone en peligro el futuro de la especie humana, todo porque una cosa es la teoría absurda de los juegos y otra la verdadera pugna a vida o muerte, ¡algo que no está demostrado y no podrá serlo excepto con la sangre de algún niño!». Eso lo dijo Dap, que tendía a mostrarse elocuente.

Graff, por supuesto, estaba más que harto, porque estaba de acuerdo con ambos profesores, no sólo en sus argumentos enfrentados, sino también en sus argumentos contra su propia política. Bean era, indiscutiblemente, el mejor candidato en todas las pruebas; y, de igual modo, Ender el mejor candidato según su actuación en las situaciones de liderazgo real. Y Graff estaba actuando de manera irresponsable al exponer a ambos niños al peligro físico.

Pero en ambos casos, los niños abrigaban serias dudas sobre su propio valor. Ender se había sentido coaccionado durante mucho tiempo por su hermano mayor, Peter, y el juego mental había demostrado que, en el subconsciente de Ender, Peter estaba relacionado con los insectores. Graff sabía que Ender tenía valor para golpear, sin contención, cuando

llegara el momento. Que podía enfrentarse solo a un enemigo, sin ayuda de nadie, y destruir al que quisiera destruirlo. Pero Ender no lo sabía, y tenía que saberlo.

Bean, por su parte, había mostrado síntomas físicos de pánico antes de su primera batalla, y aunque acabó haciéndolo bien, Graff necesitaba ningún test psicológico para saber que la duda era una realidad. La única diferencia era que, en el caso de Bean, Graff compartía sus dudas. No había ninguna prueba de que Bean fuera a golpear.

Dudar de uno mismo era lo único que no podía permitirse a ninguno de los dos candidatos. Contra un enemigo que no vacilaba (que no podía vacilar), no podía haber ninguna pausa para la reflexión. Los niños tenían que enfrentarse a sus peores temores, sabiendo que nadie intervendría para ayudarles. Tenían que saber que aunque el fracaso sería fatal, ellos no fracasarían. Tenían que pasar la prueba y saber que la habían pasado. Y ambos niños eran tan perceptivos que no se podía falsear el peligro. Tenía que ser real.

Exponerlos a ese riesgo era una absoluta irresponsabilidad por parte de Graff. Sin embargo, sabía que igualmente irresponsable sería no exponerlos. Si Graff actuaba sobre seguro, nadie le reprocharía si, en la guerra de verdad, Ender o Bean fracasaban. Pero el consuelo sería muy pobre, dadas las consecuencias del fracaso. Tomara la decisión que tomase, si se equivocaba, todo el mundo en la Tierra pagaría el precio. Lo único que lo hacía posible era que, si uno de ellos moría o resultaba dañado física o mentalmente, el otro seguiría allí para continuar, convertido en el único candidato restante.

Y si ambos fracasaban, ¿entonces qué? Había muchos niños inteligentes, pero ninguno que fuera mucho mejor que los comandantes que ya estaban en su puesto, que se habían graduado de la Escuela de Batalla hacía muchos años.

Alguien tenía que tirar los dados. Y era él quien los tenía en sus manos. No era un burócrata que situaba su carrera por encima del propósito mayor al que servía. No entregaría los dados a nadie más, ni simularía que no tenía esa opción.

Por ahora, todo lo que Graff podía hacer era escuchar a Dap y Dimak, no hacer caso a sus ataques y maniobras burocráticas contra él, y tratar que no se lanzaran mutuamente al cuello en su rivalidad.

Aquel golpecito en la puerta... Graff supo quién era antes de abrirla.

Si había oído la discusión, Bean no dio ninguna muestra de ello, pero claro, ésa era la especialidad de Bean, no dar muestra de nada. Sólo Ender conseguía ser más reclusivo... y él, al menos, había jugado al juego lo suficiente para proporcionar a los profesores un mapa de su psique.

- Señor - dijo Bean.

-Pasa, Bean.

Pasa Julian Delphiki, el hijo anhelado de unos padres buenos y amorosos. Pasa, niño secuestrado, rehén del destino. Pasa y habla con los Hados, que juegan de manera tan astuta con tu vida.

-Puedo esperar -dijo Bean.

-El capitán Dap y el capitán Dimak pueden oír lo que tengas que decir, ¿no? - preguntó Graff.

-Si usted lo dice, señor. No es ningún secreto. Me gustaría tener acceso a los recursos de la estación.

-Petición denegada.

-Eso no es aceptable, señor.

Graff vio que tanto Dap como Dimak lo miraban. ¿Quizás los divertía la audacia del

niño?

-¿Por qué piensas eso?

-Avisos inmediatos, juegos cada día, soldados agotados y sin embargo bajo presión para rendir en clase... Bien, Ender está tratando con ello y nosotros también. Pero el único motivo posible por el que hacen esto es para comprobar si disponemos de suficientes recursos. Por eso deseo que me proporcione algunos.

-No recuerdo que seas comandante de la Escuadra Dragón -dijo Graff-. Atenderé al requisito de equipo especial por parte de tu comandante.

-No es posible. No tiene tiempo que perder en absurdos procedimientos burocráticos. Absurdos procedimientos burocráticos. Graff había empleado esa misma frase en la

discusión que había mantenido hacía apenas unos minutos. Pero Graff no había elevado la voz. ¿Cuánto tiempo llevaba Bean escuchando ante la puerta? Graff se maldijo en silencio. Había trasladado su despacho allí arriba expresamente porque sabía que Bean era un fisgón y un espía, recopilando información como podía. Luego ni siquiera apostaba un guardia para impedir que el niño pasara por delante y se pusiera a escuchar tras la puerta. ¿Y tú sí? - preguntó.

-Ender me ha ordenado que piense en las estupideces que se les pueden ocurrir a ustedes para amañar el juego contra nosotros, y en formas de tratar con ellas.

-¿Qué crees que vas a encontrar?

-No lo sé -respondió Bean-. Lo único que sé es que tan sólo vemos nuestros uniformes y trajes refulgentes, nuestras armas y consolas. Hay otros recursos aquí. Por ejemplo, hay papel. Nunca nos dan papel excepto para los exámenes escritos, cuando nuestras consola están cerradas.

-¿Qué harías con papel en la sala de batalla?

-No lo sé. Hacer una bolita y tirarlo. Romperlo en pedazos; convertirlo en una nube de polvo.

-¿Y quién limpiaría todo eso?

-No es mí problema.

-Permiso denegado.

-Eso no es aceptable, señor.

-No pretendo herir tus sentimientos, Bean, pero me importa menos que un pedo de cucaracha que aceptes mi decisión o no.

-No pretendo herir sus sentimientos, señor, pero claramente no tiene idea de lo que está haciendo. Está improvisando. Jorobando el sistema. El daño que está haciendo tardará años en deshacerse, y no le importa. Eso significa que no importa en qué estado se encuentre esta escuela dentro de un año. Eso significa que todo el mundo que importa va a ser graduado pronto. El entrenamiento se está acelerando porque los insectores se están acercando demasiado y no hay retrasos que valgan. Así que están presionando. Y están presionando especialmente a Ender Wiggin.

Graff se sintió enfermo. Sabía que Bean tenía una capacidad de análisis extraordinaria. Y también una gran capacidad para engañar. Algunas de las deducciones de Bean no eran acertadas, pero ¿eso era debido a que no sabía la verdad, o porque simplemente no quería que ellos supieran cuánto sabía, o cuánto deducía? Nunca lo quiso allí, a Bean, porque era demasiado peligroso.

Bean siguió exponiendo su caso.

-Cuando llegue el día en que Ender Wiggin busque medios de impedir que los insectores lleguen a la Tierra y arrasen todo el planeta como empezaron a hacer en la Primera Invasión, ¿van a darle una respuesta de mierda sobre qué recursos puede utilizar y

cuáles no?

-En lo que a ti respecta, los suministros de la nave no existen.

-En lo que a mí respecta -dijo Bean-, Ender está así de cerca decirles que se metan su juego por donde les quepa. Está harto. Si usted no puede verlo, no vale mucho como profesor. A él no le importan las calificaciones. No le importa derrotar a otros niños. Lo único que le importa es prepararse para combatir a los insectores. ¿Cuánto costará persuadirle de que su programa está amañado, y que es dejar de jugar?

-Muy bien -dijo Graff-. Dimak, prepare el calabozo. Bean será confinado hasta que la lanzadera esté lista para llevarlo de regreso a la Tierra. Este niño queda expulsado de la Escuela de Batalla.

Bean sonrió.

-Adelante, coronel Graff. He terminado de todas formas. Tengo todo lo que quería conseguir aquí: una educación de primera fila. Nunca tendré que volver a vivir en la calle. Soy libre. Expúlseme de su juego ahora mismo, estoy listo.

-Tampoco estarás libre en la Tierra. No podemos permitirnos que cuentes historias descabelladas sobre la Escuela de Batalla.

-Bien. Tome al mejor estudiante que ha pasado por aquí jamás y métalo en la cárcel porque pidió acceso al armario de los suministros y a usted no le gustó. Vamos, coronel Graff. Trague con fuerza y hasta el fondo. Necesita usted mi cooperación más de lo que yo necesito la suya.

Dimak apenas pudo ocultar su sonrisa.

Si tan sólo enfrentarse a Graff de esta manera fuera prueba suficiente del valor de Bean... Y pese a todas las dudas que Graff tenía sobre Bean, no negaba que era bueno maniobrando. Graff habría dado cualquier cosa por no tener presentes a Dimak y Dap en la habitación en este momento.

-Fue decisión suya tener esta conversación delante de testigos -dijo Bean.

¿Es que el chico sabía leer la mente?

No, Graff había mirado a los otros dos profesores. Bean simplemente sabía leer el lenguaje corporal. No se le escapaba una. Por eso era tan valioso para el programa.

¿No depositaron por ese motivo todas sus esperanzas en esos chicos? ¿Porque eran buenos maniobrando?

Si sabía algo sobre el mando, ¿no sabía eso? ¿Que había ocasiones en que era preciso hacer recuento de las pérdidas y abandonar el campo?

-Muy bien, Bean. Una mirada al inventario de suministros.

-Con alguien que me explique qué es todo.

-Creía que ya lo sabías todo.

Bean fue amable en la victoria: no respondió a la puya. Gracias al sarcasmo, Graff salió algo más airoso de la derrota que había sufrido. Sabía que era lo único que conseguiría, pero este trabajo no tenía muchas gratificaciones.

-El capitán Dimak y el capitán Dap te acompañarán –dijo Graff-. Un repaso, y cualquiera de ellos podrá vetar cualquier cosa que solicites. Ellos serán responsables de las consecuencias de cualquier herida derivada de alguno de los artículos que te permitan usar.

-Gracias, señor -dijo Bean-. Probablemente no encontraré nada útil. Pero agradezco su disposición a dejarnos investigar los recursos de la estación para ampliar los objetivos educativos de la Escuela de Batalla.

El chico sabía hablar. Todos aquellos meses de acceso a los datos de los estudiantes, con todas las anotaciones de los archivos, habían servido de algo; Bean había sabido ver

más allá de los contenidos de los dossieres. Y ahora le estaba dando la clave que debería utilizar en el informe escrito sobre su decisión. Como si Graff no fuera perfectamente capaz de hacerlo.

El chico se está portando de manera condescendiente conmigo. El pequeño hijo de puta se cree que está al mando, pensó Graff. Bueno yo también tengo algunas sorpresas para él.

-Puedes retirarte -dijo Graff-. Pueden retirarse todos. Se levantaron, saludaron, se marcharon.

Ahora, pensó Graff, tengo que sopesar todas mis decisiones futuras, preguntándome cuántas de mis opciones están condicionadas por el odio que siento hacia este niño.

Mientras repasaba la lista del inventario, Bean buscaba en realidad algo, cualquier objeto, que pudiera convertirse en arma para que Ender o algún otro miembro de su escuadra pudiera llevarla y protegerse de los ataques físicos de Bonzo. Pero no había nada que pudiera ser ocultado a los profesores y fuera a la vez lo bastante potente para dar a los niños pequeños ventaja suficiente sobre los más grandes.

Se sintió frustrado, pero ya encontraría otros medios de neutralizar la amenaza. Y ahora, ya que estaba repasando el inventario, ¿había algo que pudiera ser utilizado en la sala de batalla? Los útiles de limpieza no eran muy prometedores. Tampoco las herramientas tenían mucho sentido en la sala de batalla. ¿Qué podían hacer, lanzar un puñado de tornillos?

Sin embargo, el equipo de seguridad...

-¿Qué es una estacha? -preguntó. Dimak respondió:

-Una cuerda muy fina y fuerte que se usa para asegurar a los trabajadores de construcción y mantenimiento mientras trabajan fuera de la estación.

-¿Qué longitud tiene?

-Con empalmes, podemos asegurar varios kilómetros de estacha -constató Dimak-. Pero cada bobina alcanza unos cien metros.

-Quiero verlo.

Lo llevaron a partes de la estación a las que no iban nunca los niños. El decorado era bastante más utilitario allí. Por todas las placas de las paredes se advertían tuercas y tornillos. Los conductos de entrada, en vez de quedar ocultos bajo el techo, estaban al descubierto. No había franjas de luz para que los niños las tocaran y encontraran la dirección de sus barracones. Todas las cerraduras de palma estaban demasiado altas para que los niños se sintieran cómodos con ellas. Y el personal veía pasar a Bean y luego miraba a Dap y Dimak como si estuvieran locos.

La bobina era sorprendentemente pequeña. Bean la sopesó. Desenrolló unos cuantos decámetros. Era casi invisible.

-¿Aguantará?

-El peso de dos adultos -dijo Dimak.

-Es muy fino... ¿Corta?

-Es tan redondeado y tan pulido que no puede cortar nada. No nos serviría de nada si cortara el material de los trajes espaciales, por ejemplo.

-¿Puede cortarse en trozos pequeños?

-Con un soplete.

-Esto es lo que quiero.

-¿Sólo uno? -preguntó Dap, con sarcasmo.

-Y un soplete -dijo Bean.

-Denegado -dijo Dimak.

-Estaba bromeando.

Bean salió de la sala de suministros y empezó a correr pasillo abajo, siguiendo el camino que acababan de tomar.

Los oficiales corrieron tras él.

-¡Espera! -llamó Dimak.

¡Alcáncenme! -respondió Bean-. Tengo un batallón esperándome para que los entrene con esto.

-¿Entrenarles para hacer qué?

-¡No lo sé!

Llegó a la barra y se deslizó hacia abajo. La barra lo condujo directamente a los niveles de los estudiantes. En esa dirección, no había necesidad de permisos de seguridad.

Su batallón le esperaba en la sala de batalla. Habían estado trabajando duro en los últimos días, probando todo tipo de chorraditas. Formaciones que pudieran explotar en el aire. Pantallas. Ataques sin armas, desarmar a los enemigos con los pies. Girar a voluntad, lo que hacía que fueran casi imposibles de alcanzar pero también les impedía disparar a su vez.

Lo más positivo era el hecho de que Ender se pasara casi todo el tiempo de la práctica observando a la escuadrilla de Bean, siempre que no tenía que responder a las preguntas de los jefes y soldados de los otros pelotones, por supuesto. Encontraran lo que encontrasen, Ender sabría cómo emplearlo y tendría sus propias ideas al respecto cuando hubiera que utilizarlo. Y, sabiendo que Ender los observaba, los soldados de Bean trabajaban aún más duro. Bean cobraba más estatura a sus ojos, simplemente por el hecho de que a Ender le importaba lo que hacían.

Ender es bueno en esto, advirtió Bean por enésima vez. Sabe cómo darle a un grupo la forma que quiere que tenga. Sabe cómo hacer que la gente trabaje en común. Y lo hace con los mínimos medios posibles.

Sin duda, si Graff fuera tan bueno en esto como Ender, hoy no habría tenido que comportarme como un matón.

Lo primero que Bean intentó con la estacha fue extenderla a lo largo de la sala de batalla. Llegaba, con un poco de espacio para permitir que se ataran nudos a ambos lados. Pero unos cuantos minutos de experimentación demostraron que sería completamente inútil como cable trampa. La mayoría de los enemigos simplemente pasarían de largo; los que chocaran contra el cable podrían sentirse desorientados o dar la vuelta, pero una vez que supieran que estaba allí, podrían usarlo como parte de una rejilla, lo que significaba que trabajaría a favor de un enemigo creativo.

La estacha estaba diseñada para impedir que un hombre quedara flotando a la deriva en el espacio. ¿Qué sucedía cuando se llegaba al final de la cuerda?

Bean dejó un extremo atado a un asidero de la pared, pero enrosco el otro alrededor de su cintura varias veces. La cuerda era ahora mas corta que la anchura del cubo de la sala de batalla. Bean ató un nudo de la cuerda, luego se abalanzó hacia la pared opuesta.

Mientras volaba por los aires y la estacha se tensaba tras él, no pudo dejar de pensar: espero que tuvieran razón y este cable no pueda cortar. Vaya forma de terminar, rebanado en dos en la sala de batalla. Eso sí que sería un estropicio impresionante que limpiar.

La cuerda se tensó cuando él estaba a un metro de la pared. En cuanto la tuvo a la altura de la cintura, Bean dejó de avanzar de inmediato. Su cuerpo se dobló por la mitad y sintió como si le hubieran dado una patada en el estómago. Pero lo más sorprendente fue la forma que su inercia pasaba de un movimiento hacia delante a un arco lateral, que lo sacudió por toda la sala de batalla hacia el lugar donde practicaba el batallón D. Golpeó la pared con tanta fuerza que se quejó sin respiración.

-¿Habéis visto eso? -gritó Bean, en cuanto pudo volver a respirar. Le dolía el estómago; tal vez no hubiera quedado rebanado por la mitad, pero tendría una magulladura enorme, eso lo supo de inmediato y si no hubiera tenido puesto el traje refulgente, bien podría haber creído que tenía heridas internas. Pero se pondría bien, y la estacha le había permitido cambiar bruscamente de dirección en el aire-. ¿Lo habéis visto? ¿Lo habéis visto?

-¿Estás bien? -gritó Ender.

Se dio cuenta de que Ender pensaba que estaba herido. Controlando el habla, Bean volvió a gritar:

-¿Has visto lo rápido que iba? ¿Has visto cómo he cambiado de dirección?

Toda la escuadra dejó de practicar para ver cómo Bean seguía jugando con la estacha. Atar a dos soldados era una maniobra eficaz cuando uno de ellos se detenía, pero era difícil aguantar. Pero todavía se obtuvo un mejor resultado cuando Bean hizo que Ender utilizara su gancho para sacar una estrella de la pared y la situara en mitad de la sala de batalla. Bean se ató y se lanzó desde la estrella; cuando la cuerda se tensó, el borde de la estrella actuó como punto de apoyo, reduciendo la longitud de la cuerda mientras cambiaba de direcci��n. Y cuando la cuerda se enroscó alrededor de la estrella, se acortó aún más al alcanzar cada borde. Al final, Bean acabó moviéndose tan rápido que perdió el conocimiento durante un instante cuando golpeó una estrella. Pero toda la Escuadra Dragón se quedó sorprendida por lo que había visto. La estacha era completamente invisible, así que parecía que aquel niño pequeño se había lanzado solo y de repente empezaba a cambiar de dirección y a acelerar en pleno vuelo. Era un espectáculo perturbador.

-Repitámoslo otra vez, a ver si puedo disparar mientras estoy haciéndolo -sugirió

Bean.

Las prácticas de la tarde no terminaron hasta las 21,40, por lo que dispusieron de

poco tiempo antes de acostarse. Pero tras haber visto las acrobacias que la escuadrilla de Bean preparaba, toda la escuadra sentía muy exaltada, y todo el mundo corría nervioso por los pasillos. La mayoría de ellos con toda probabilidad comprendía que lo que Bean había descubierto eran acrobacias, nada que resultara decisivo una batalla. Al menos era divertido. Era nuevo. Y era Dragón.

Bean lideró la salida, pues Ender le había concedido ese honor. Era un momento de triunfo, y aunque sabía que estaba siendo manipulado por el sistema (modificación de conducta por medio de honores públicos) seguía siendo agradable.

No tanto, sin embargo, como para bajar la guardia. No había recorrido ni la mitad del pasillo cuando advirtió que había demasiados uniformes Salamandra entre los otros niños que deambulaban por esa sección. A las 21.40, la mayoría de las escuadras estaban en sus barracones; sólo unos cuantos rezagados volvían de la biblioteca o de la sala de vids o la de juegos. Demasiados Salamandras, y los otros soldados eran con frecuencia chicos grandes de escuadras cuyos comandantes no profesaban ningún amor especial por Ender. No hacía falta ser un genio para reconocer una trampa.

Bean se dio la vuelta y se acercó a Crazy Tom, Vlad y Hot Soup, que caminaban juntos.

-Demasiados Salamandras -dijo-. Quedaos con Ender.

Ellos lo entendieron de inmediato: era de conocimiento público que Bonzo no paraba de proferir amenazas diciendo que «alguien» debería hacer algo con Ender Wiggin, sólo para ponerlo en su sitio. Bean continuó su camino, dirigiéndose tranquilamente hacia la retaguardia de su escuadra; pasó por alto a los niños más pequeños, pero alerto a los otros dos jefes de batallón y a todos los segundos: los niños mayores, los que podrían tener alguna posibilidad de enfrentarse al grupo de Bonzo en una pelea. No era gran cosa, pero era todo lo que hacía falta para impedirles que alcanzaran a Ender hasta que intervinieran los profesores. De ninguna manera los profesores permanecerían de brazos cruzados si estallaba una revuelta. ¿O sí?

Bean pasó junto a Ender, se colocó tras él. Vio que Petra Arkanian, con su uniforme de la Escuadra Fénix, se acercaba rápidamente.

-¡Hola, Ender! -exclamó.

Para disgusto de Bean, Ender se detuvo y se dio la vuelta. El chico era demasiado confiado.

Detrás de Petra, unos cuantos Salamandras avanzaron un paso. Bean miró hacia el otro lado, y vio a unos cuantos Salamandras más y a un par de niños de rostro decidido de otras escuadras, recorriendo el pasillo más allá de los últimos Dragones. Hot Soup y Crazy Tom se acercaban rápidamente, con más jefes de batallón y el resto de los Dragones más grandes tras ellos, pero no se movían lo bastante rápido. Bean agitó los brazos, y advirtió que Crazy Tom avivaba el paso. Los otros lo imitaron.

-Ender, ¿puedo hablar contigo? -dijo Petra.

Bean sintió una decepción amarga. Petra era la Judas. Trabajaba para Bonzo, y le iba a vender a Ender... ¿quién lo habría imaginado? Ella odiaba a Bonzo cuando estaba en su escuadra.

-Camina conmigo - dijo Ender.

-Sólo será un momento.

O bien era una actriz perfecta o no sabía nada, sospechó Bean. Sólo parecía consciente de los otros uniformes Dragones, y ni siquiera miraba a nadie m��s. No estaba en el ajo después de todo. Era sólo una idiota.

Por fin, Ender pareció darse cuenta del peligro que corría. A excepción de Bean, todos los demás Dragones lo habían adelantado ya, y eso era suficiente -al fin- para hacer que se sintiera incómodo. Le dio la espalda a Petra y avivó el paso, rápidamente, cerrando la abertura entre él y los Dragones mayores.

Petra se enfadó durante un instante, y luego corrió a alcanzarlo. Bean se quedó donde estaba, mirando a los Salamandras que llegaban. Ni siquiera repararon en él. Sólo avivaron el paso, y alcanzaron a Ender casi a la vez que Petra.

Bean dio tres pasos y llamó a la puerta del barracón de la Escuadra Conejo. Alguien la abrió.

-Salamandra va a actuar contra Ender.

Fue lo único que tuvo que decir. De inmediato los Conejos empezaron a salir por la puerta. Surgieron justo cuando los Salamandras los alcanzaban, y empezaron a seguirlos.

Testigos, pensó Bean. Y ayudantes, también, si la lucha parecía injusta.

Ante él, Ender y Petra charlaban, y los Dragones más grandes los rodearon. Los Salamandras continuaron siguiéndolos de cerca, y otros matones se unieron a ellos al pasar. Pero el peligro se disipaba La Escuadra Conejo y los Dragones mayores habían hecho el trabajo. Bean respiró un poco más tranquilo. Por el momento, al menos, el peligro había

pasado.

Bean alcanzó a Ender justo a tiempo de oír que Petra decía:

-¿Cómo puedes pensar eso de mí? ¿No sabes quiénes son tus amigos? Se marchó corriendo, alcanzó una escalerilla, y se perdió hacia arriba. Carn Carby, de los Conejos, alcanzó a Bean.

-¿Todo va bien?

-Espero que no te importe que llamara a tu escuadra.

-Vinieron a por mí. ¿Nos encargamos de llevar a Ender a salvo a su cama?

-Sí.

Carn se retiró y caminó junto con el grueso de sus soldados. Los matones Salamandras eran ahora superados en número, tres a uno. Se retrasaron aún más, y algunos de ellos se dieron la vuelta y desaparecieron por las escaleras o las barras.

Cuando Bean volvió a alcanzar a Ender, estaba rodeado por sus jefes de batallón. No había nada sutil en la maniobra ahora: eran claramente sus guardaespaldas, y algunos de los Dragones más jóvenes habían advertido lo que sucedía y completaban la formación. Llevaron a Ender a la puerta de su habitación y Crazy Tom entró antes que él, y luego le permitió hacerlo cuando comprobó que no había nadie dentro esperando. Como si cualquiera pudiera abrir con su palma la puerta de un comandante. Pero claro, los profesores habían cambiado un montón de reglas en los últimos días. Todo era posible.

Bean permaneció despierto durante un rato, tratando de pensar qué podía hacer. No podría estar junto a Ender en todo momento. Había clases, y las escuadras se disolvían deliberadamente entonces. Ender era el único que comía en el comedor de oficiales, así que si Bonzo lo atacaba allí... pero no lo haría, no con tantos otros comandantes delante. Las duchas. Los retretes. Y si Bonzo completaba el grupo adecuado de matones, apartarían a los jefes de batallón de Ender como si fueran globos.

Lo que Bean tenía que hacer era privar a Bonzo de apoyo. Antes de quedarse dormido, tenía un plan medio forjado que tal vez ayudara un poco, o podría dar la vuelta a la situación pero al menos era algo, y sería público, así que los profesores no podrían decir después que no sabían nada de lo que ocurría. No podrían cubrirse el trasero con su asquerosa burocracia.

Pensó que podría hacer algo en el desayuno, pero naturalmente hubo una batalla a primera hora de la mañana. Pol Slattery, Escuadra Tejón. Los profesores habían encontrado un nuevo modo de retorcer las reglas, además. Cuando los disparos alcanzaban a los Tejones, en vez de permanecer congelados hasta el final del juego, se descongelaban a cinco minutos, tal como sucedía en las prácticas. Pero los Dragones una vez alcanzados, se quedaban rígidos. Como la sala de batalla estaba repleta de estrellas (es decir, había un montón de escondites), tardaron un poco en advertir que tenían que disparar a los mismos soldados más de una vez mientras maniobraban a través de ellas, y la Escuadra Dragón estuvo a punto de perder. Fue un mano a mano, con una docena de Dragones supervivientes enfrentándose a oleadas de Tejones congelados, a quienes había que volver a disparar periódicamente, mientras buscaban frenéticos a los otros Tejones que pudieran aparecer por detrás.

La batalla duró tanto que cuando salieron de la sala se había terminado el desayuno. La Escuadra Dragón se molestó: los que habían sido congelados al principio, antes de conocer el truco, habían pasado más de una hora flotando en sus trajes rígidos, cada vez más frustrados a medida que pasaba el tiempo. Los otros, que se habían visto forzados a luchar en inferioridad numérica y con poca visibilidad contra enemigos que revivían una y

otra vez, estaban agotados. Incluso Ender.

Ender congregó a su ejército en el pasillo y dijo: -Hoy lo sabéis todo. No hay prácticas. Descansad un poco. Divertíos. Aprobad algún examen.

Todos agradecieron el permiso, pero con todo, no iban a recibir ningún desayuno y a nadie le apetecía aplaudir. Mientras regresaban a los barracones, algunos murmuraron:

-Pero ahora mismo están sirviendo el desayuno a la Escuadra Tejón.

-No, se levantaron pronto y les sirvieron el desayuno antes.

-No, desayunaron y a los cinco minutos volvieron a desayunar. Bean, sin embargo, estaba frustrado porque no había tenido ninguna oportunidad de llevar a cabo su plan. Tendría que esperar hasta el almuerzo.

Lo bueno era que, como la Escuadra Dragón no practicaba ahora, los tipos de Bonzo no sabrían donde esperar hoy a Ender. Lo malo era que si Ender salía solo, no habría nadie para protegerlo.

Así que Bean se sintió aliviado cuando vio a Ender entrar en su habitación. Tras consultarlo con los otros jefes de batallón, Bean emplazó un guardia en la puerta. Colocaron a un Dragón ante los barracones en turnos de media hora. Era imposible que Ender saliera sin que su escuadra lo supiera.

Pero Ender no salió y por fin llegó la hora del almuerzo. Todos los jefes de batallón enviaron a los soldados por delante y luego se desviaron para pasar ante la puerta de Ender. Fly Molo llamó con fuerza; de hecho, golpeó la puerta cinco veces.

-El almuerzo, Ender.

-No tengo hambre. -Su voz sonaba apagada desde el otro lado de la puerta-Ve y come.

-Podemos esperar -sugirió Fly-. No queremos que vayas solo al comedor de oficiales.

-No voy a almorzar. Id y comed vosotros.

-Ya lo habéis oído -dijo Fly a los demás-. Estará seguro ahí dentro mientras nosotros comemos.

Bean había advertido que Ender no había prometido quedarse en su habitación durante el almuerzo. Pero al menos la gente de Bonzo no sabría dónde estaba. Lo impredecible era útil. Y Bean quería tenerla oportunidad de soltar su discurso en el almuerzo.

Así que corrió al comedor y no se puso en la cola, sino que se subió a una mesa y batió las palmas con fuerza para llamar la atención.

-¡Eh, todo el mundo!

Esperó a que el grupo permaneciera en el máximo silencio posible, dadas las circunstancias.

-Hay algunos aquí que necesitan recordar un par de cosas de la ley de la El. Si un comandante ordena a un soldado que haga algo ilegal o impropio, el soldado tiene la responsabilidad de negarse a obedecer la orden y denunciarlo. Un soldado que obedece una orden ilegal o impropia es plenamente responsable de las consecuencias de sus acciones. Por si alguno de vosotros es demasiado obtuso para saber lo que eso significa, la ley sostiene que si algún comandante os ordena que cometáis un delito, eso no es ninguna excusa. Tenéis prohibido obedecer.

Ningún miembro de los Salamandras se atrevió a mirar a Bean a lo ojos, pero un matón con uniforme Rata respondió con tono agrio:

-¿Tienes algo en mente, capullo?

-Te tengo a ti en mente, Lighter. Tus puntuaciones son un diez por ciento inferiores a

la media de la escuela, así que pensé que necesitabas un poco de ayuda.

-¡Lo que necesito es que cierres esa bocaza ahora mismo!

-Fuera lo que fuese lo que Bonzo os ordenó hacer anoche, Lighter, y a otros veinte más, lo que te digo es que si de verdad hubieran intentado algo, todos y cada uno de vosotros habríais salido de la Escuela de Batalla con el culo hecho pedazos. Despedidos. Un completo fracaso, por escuchar a Boniato Madrid. ¿Está claro?

Lighter se echó a reír. Pareció forzado, pero no era el único que se reía

-Ni siquiera sabes lo que está pasando, capullo -le soltó uno de ellos.

-Sé que Boniato esta intentando convertiros en una banda callejera, patéticos perdedores. No puede derrotar a Ender en la sala de batalla, así que va a hacer que una docena de tipos duros castigue a un chico pequeño. ¿Lo oís todos? Sabéis que Ender es el mejor comandante que ha pasado por aquí. Puede que sea el único capaz de hacer lo que hizo Mazer Rackham y derrotar a los insectores cuando vuelvan, ¿habéis pensado en eso? Y estos tipos son tan listos que quieren partirle la cabeza. ¡Así que cuando vengan los insectores, y sólo tengamos sesos de pus como Bonzo Madrid para que lideren a nuestra flota hacia la derrota y entonces los insectores diezmen la Tierra y maten hasta el último hombre, mujer y niño, todos los supervivientes sabrán que estos tipos son los que se deshicieron del único que pudo habernos conducido a la victoria!

Todo el lugar quedó en silencio, y Bean pudo ver, al mirar a los que había reconocido como miembros del grupo de Bonzo la noche anterior, que sus palabras surtían efecto.

-Oh, os olvidasteis de los insectores, ¿verdad? Olvidasteis que esta Escuela de Batalla no está aquí para que podáis escribirle a mami sobre vuestras altas calificaciones. Así que adelante, ayudad a Bonzo y de paso, ya que estáis en ello, por qué no os cortáis también la garganta, porque eso es lo que vais a hacer si le causáis daño a Ender Wiggin. Pero en cuanto al resto de nosotros... bueno, ¿cuántos piensan que Ender Wiggin es el único comandante que querríamos seguir todos a la batalla? ¿Venga, cuántos de vosotros?

Bean empezó a batir las palmas lenta, rítmicamente. De inmediato todos los Dragones lo imitaron. Y de inmediato la mayoría de los soldados tocaron también las palmas. Los que no lo hacían resultaron sospechosos y se percataron de que los demás los miraban con desprecio o con odio.

Muy pronto, toda la sala tocaba las palmas. Incluso los que servían la comida. Bean alzó ambas manos al cielo.

-¡Los insectores cara de culo son el único enemigo! ¡Todo el levante una mano contra

Ender Wiggin es un amante de los insecto!

Respondieron con vítores y aplausos, y se pusieron en pie rápidamente.

Era la primera vez que Bean intentaba provocar a las masas. Se sintió satisfecho de ver que, mientras la causa fuera justa, era bastante bueno en ello.

Sólo después, cuando terminó de comer y estaba sentado con el batallón C, Lighter se acercó a Bean. Vino por detrás, y el resto del batallón se puso en pie, dispuesto a cortarle el paso, antes de que Bean se diera cuenta siquiera de que estaba allí. Pero Lighter les indicó que se sentaran, y luego se inclinó y le habló a Bean al oído.

-Escucha esto, hormiga reina. Los soldados que planean desquitarse de Wiggin ni siquiera están aquí. Para eso ha valido tu estúpido discurso.

Entonces se fue.

Y, al cabo de un momento, también se marchó Bean, mientras el batallón C reunía al resto de la Escuadra Dragón para seguirlo.

Ender no estaba en su habitación, o al menos no respondió. Fly Molo, como

comandante del batallón A, tomó las riendas de la situación y distribuyó los soldados en grupos para buscar por los barracones, la sala de juegos, la sala de vídeo, la biblioteca, el gimnasio.

Pero Bean convocó a su escuadrilla para que lo siguiera. Al cuarto de baño. Era el único sitio donde Bonzo y sus amigos pensarían que Ender acabaría acudiendo.

Para cuando Bean llegó allí, todo había acabado. Había profesores y personal médico por los pasillos. Dink Meeker caminaba con Ender, con un brazo sobre su hombro, retirándolo del cuarto de baño. Ender sólo llevaba puesta su toalla. Estaba mojado, y tenía sangre por toda la nuca y por la espalda. Bean tardó sólo un instante en advertir que la sangre no era suya. Los otros miembros del grupo de Bean observaron cómo Dink conducía a Ender de vuelta a su habitación y I ayudaba a entrar. Pero Bean continuó hacia el cuarto de baño.

Los profesores le ordenaron que saliera al pasillo. Pero Bean vio suficiente. Bonzo tendido en el suelo, el personal médico haciendo una reanimación cardiovascular, Bean supo entonces que su corazón había dejado de latir. Y luego, por la falta de atención que prestaban los que estaban de pie cerca, Bean advirtió que se trataba sólo de una formalidad. Nadie esperaba que el corazón de Bonzo volviera a latir. No era de extrañar. Le habían incrustado la nariz dentro de la cabeza. Su cara era una masa de sangre. Eso explicaba que Ender tuviera la nuca toda empapada de sangre.

Todos sus esfuerzos no habían significado nada. Pero Ender había ganado de todas formas. Sabía que esto iba a suceder. Aprendió defensa personal. La empleó, y no hizo un mal trabajo, tampoco.

Si Ender hubiera sido amigo de Poke, Poke no habría muerto.

Y si Ender hubiera dependido de Bean para que lo salvara, estaría tan muerto como

Poke.

Unas rudas manos obligaron a Bean a ponerse en pie, y lo apretaron contra una pared.

-¿Qué has visto? -demandó el mayor Anderson.

-Nada -dijo Bean-. ¿Ese de ahí es Bonzo? ¿Está herido?

-No es asunto tuyo. Te hemos ordenado que te fueras. ¿No nos has oído?

Entonces llegó el coronel Graff, y Bean pudo ver que los profesores que lo

acompañaban estaban furiosos, aunque no podían decir nada, bien a causa del protocolo militar o porque uno de los niños estaba presente.

-Creo que Bean ha metido demasiado la nariz en nuestros asuntos -dijo Anderson.

-¿Van a enviar a Bonzo a casa? -preguntó Bean-. Porque lo intentará otra vez. Graff le dirigió una mirada severa.

-Me he enterado de lo de tu discurso en el comedor -dijo-. No sabía que te hubiéramos educado para ser político.

-¡Si no detiene a Bonzo y lo saca de aquí, Ender nunca va a estar a salvo, y no lo toleraremos!

-Métete en tus asuntos, niñito -espetó Graff-. Esto es asunto de hombres.

Bean dejó que Dimak se lo llevara. Por si seguían preguntándose si había visto que

Bonzo estaba muerto, Bean continuó con la función.

-Vendrá a por mí también -dijo-. No quiero que Bonzo venga a por mí.

-No va a venir a por ti -dijo Dimak-. Se va a ir a casa. Cuenta con ello. Pero no hables de esto con nadie más. Deja que lo averigüen cuando se comunique oficialmente.

¿Entendido?

-Sí, señor.

-¿Y de dónde sacaste toda esa tontería de no obedecer a un comandante que da órdenes ilegales?

-Del Código Uniformado de Conducta Militar -respondió Bean.

-Bueno, aquí tienes unos cuantos hechos irrefutables; nadie ha sido condenado por obedecer órdenes.

-Eso es porque nadie ha hecho nada tan escandaloso para que el público general se entere.

-El Código Uniformado no se aplica a los estudiantes, al meno no esa parte.

-Pero se aplica a los profesores -dijo Bean-. Se aplica a usted por si ha obedecido alguna orden ilegal o impropia hoy. Por... bueno no sé... por quedarse quieto mientras estallaba una pelea en el cuarto de baño. Porque su oficial al mando les dijo que dejaran que un niño grande le pegara a uno pequeño.

Si esa información molestó a Dimak, no dio muestras de ello. Se plantó en el pasillo y esperó a que Bean se dirigiera a los barracones de la Escuadra Dragón.

Dentro había estallado la locura. La Escuadra Dragón se sentía completamente indefensa y estúpida, furiosa y avergonzada. ¡Bonzo Madrid había sido más listo que ellos!

¡Bonzo se había enfrentado a Ender a solas! ¿Dónde estaban los soldados de Ender cuando los necesitaba?

Tuvo que pasar un rato para que se calmara la situación. Mientras tanto, Bean se sentó en su camastro, pensando en sus cosas. Ender no había ganado solamente su pelea. No se había protegido y se había marchado. Ender lo había matado. Le había propinado un golpe tan devastador que su enemigo nunca más iría a por él.

Ender Wiggin, tú eres el que ha nacido para ser comandante de la flota que defienda a la Tierra de la Tercera Invasión. Porque eso era precisamente lo que necesitábamos: alguien que propine el golpe más brutal posible, con una puntería perfecta y sin importarle las consecuencias. Una guerra con todas las de la ley.

Yo no soy ningún Ender Wiggin. Sólo soy un chico de la calle cuya única habilidad es permanecer vivo. Como sea. La única vez que me vi en peligro de verdad, salí corriendo como una ardilla y me refugie con sor Carlotta. Ender se dirigió solo a la batalla. Yo corrí a mi escondite. Yo soy el tipo que hace bellos discursos de pie en las mesas de comedor. Ender es el tipo que se enfrenta al enemigo y lo derrota contra todo pronóstico.

Fueran cuales fuesen los genes que alteraron en mí, no fueron lo que importan.

Ender casi ha muerto por mi culpa. Porque me burlé de Bonzo. Porque no lo protegí en el momento crucial. Porque no me detuve a pensar como Bonzo, y no caí en la cuenta de que éste esperaría a que Ender estuviera solo en la ducha.

Si Ender hubiera muerto hoy, habría sido por culpa mía. Otra vez. Quiso matar a alguien.

No podía ser Bonzo. Bonzo ya estaba muerto.

Aquiles. A ése necesitaba matar. Y si Aquiles hubiera estado allí en ese momento, Bean lo habría intentado. Tal vez incluso habría tenido éxito, si la furia violenta y la vergüenza desesperada fueran suficientes para derrotar a alguien que contaba con la ventaja del tamaño y la experiencia que pudiera tener Aquiles. Y si Aquiles lo mataba a él, no era peor de lo que se merecía, por haberle fallado a Ender de esa forma.

Sintió que su cama botaba. Nikolai había cruzado de un salto la distancia entre los camastros superiores.

-Tranquilo -murmuró Nikolai, tocando a Bean en el hombro. Bean se dio la vuelta, para mirar a Nikolai.

-Ah -dijo Nikolai-. Creí que llorabas.

-Ender ha ganado -respondió Bean-. ¿Por qué tendría que llorar?