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Chapter 9 - Apoyo paternal

Leo estaba tan emocionado por charlar con Maddie, que no se percató de que ya era pasada la medianoche. Para él, esta experiencia era totalmente nueva y emocionante, debido a que en sus casi 30 años de vida jamás había entablado conversación con una chica por tanto tiempo, y mucho menos con una que manifestara tanto interés en conocerlo.

Para un chico como él, sin experiencia sobres las cuestiones de citas y las señales que dan las mujeres que están interesadas en los hombres, esta situación le resultaba demasiado desconocida, por lo que solo podía tantear el terreno, a riesgo de morir en el intento.

Del otro lado de la "línea", Maddie estaba tan fascinada con la naturalidad e inocencia de los mensajes que el chico pelirrojo le enviaba, que su excitación aumentaba conforme hablaba con él, así que decidió ser más directa con sus proposiciones.

"Eres bastante interesante, ¿te gusta el café? Realmente me gustaría salir en una cita contigo", propuso la atrevida joven sin dar mayores rodeos.

Al leer el mensaje, el chico pelirrojo quedó en blanco y sin saber qué contestar. Estaba tan impactado, que ni en sus sueños más locos imaginó que una chica se atreviera a pedirle una cita. En realidad, siempre tuvo la idea de que los hombres eran quienes proponían ese tipo de cosas, sin embargo, jamás tuvo el valor para acercarse a alguien del mismo sexo debido al temor de ser rechazado por su color de cabello.

Cuando pudo reaccionar, el inocente muchacho gritó sumamente emocionado, ignorando que en ese momento su padre entraba a la habitación.

—¡Dios! ¡No lo puedo creer! Ella acaba de pedirme una cita.

—¿Quién te pidió una cita? —preguntó Jacob fingiendo curiosidad, aunque en el fondo sospechaba de quién se trataba.

—¡Jacob! ¿Por qué entras sin preguntar? —reclamó Leo bastante avergonzado, mientras escondía su teléfono móvil.

El veterano carpintero conocía bien a su hijo, por lo que sus sospechas fueron confirmadas al ver su expresión tímida. Aunque en un principio quiso festejar que al fin su vástago tendría su primera experiencia en cuestiones románticas, decidió reaccionar con calma y ofrecerle orientación en este nuevo reto que se le presentaba.

—¿Qué? ¿Acaso mi hijo está flirteando con una clienta? —preguntó, sonriendo pícaramente mientras tomaba asiento junto a Leo en la orilla de la cama.

Su comentario hizo que Leo se estremeciera, sorprendido de ser descubierto por su "viejo", que, avergonzado, desvió la mirada en un intento por ocultar la verdad. Al ver la reacción de su retoño, Jacob se echó a reír.

—Ja, ja, ja. A mí no me engañas. Supe que esto pasaría en el momento en que los vi juntos.

—¿Nos viste? —exclamó Leo con agitación.

—Sí, y te puedo asegurar que ella está muy interesada en ti, o de lo contrario no estaría texteando contigo a estas horas de la noche —puntualizó el astuto hombre con una sonrisa divertida.

En el fondo, el tímido chico quería confiar en las palabras de su padre, pero se sentía inseguro con su aspecto físico, así que preguntó con nerviosismo.

—¿Crees que soy atractivo para una chica como ella?

Al escuchar esto, su padre lo miró con seriedad y señaló hinchando el pecho con orgullo:

—¡Pero por su puesto! Eres tan apuesto como yo cuando tenía tu edad.

La respuesta de su padre no convenció mucho al indeciso muchacho, que al mirar a su progenitor sintió que jamás podría ser como él, quien tenía una complexión era más robusta y su rostro aún conservaba la galanura que alguna vez tuvo en su época joven.

—Supongo que me parezco a ti, solo que más rojo —señaló el tímido chico con decepción.

—¿Y eso qué tiene que ver? Al contrario, ser pelirrojo es un punto a tu favor, muchos son castaños como yo, pero pocos son como tú —enfatizó Jacob.

Estas palabras, lejos de convencerlo de aceptar su cabellera rojiza, lo entristecieron más, ya que estaba seguro de que Jacob solo decía eso por amabilidad.

—Tal vez tengas razón —respondió el joven con desánimo.

Jacob ignoró la pesadumbre de su hijo y, ansioso por ayudarlo a vencer sus inseguridades, se enfocó con el tema de la cita con la preciosa clienta que conocieron en la mañana.

—Bueno, dejando eso a un lado, ¿aceptarás salir con "la clienta"?

Ante este cuestionamiento, Leo frunció el ceño y, rascándose el cuello, respondió un tanto indeciso:

—Mmmm… Quizás... no estoy seguro. No sé qué hacer en una cita ni cómo vestir. Creo que le voy a preguntar a Mike…

—¿Mike? Y ese qué sabe de citas —cuestionó Jacob con ironía—. Si ese tipo nunca sale de su casa. Es igual de virgen que tú.

—¡Papá! —protestó el chico pelirrojo, que al instante su cara quedó como un tomate.

Si bien era cierto que nunca había tenido novias, era bastante vergonzoso que su padre lo calificara de virgen y pensó que había sido un error platicar con "su viejo" de esas cosas.

En tanto, Jacob sonrió ante la inocente queja de su hijo, y siguió con sus planes de motivarlo para que de una vez acepte salir con Maddie.

—Hijo, no lo pienses mucho y acepta la invitación —insistió el hombre bastante exaltado—, si es posible mañana en la tarde, mejor. Yo me encargaré de que te pongas un atuendo decente y tengas un corte más prolijo. No puedes verla teniendo unos rizos desordenados como estos —señaló Jacob mientras jalaba el cabello de Leo.

—¡Basta! No necesito que me ayudes —se quejó el muchacho mientras apartaba las manos de su latoso padre.

—¡No se diga más! Mañana vamos con mi amigo César, ahora le enviaré un mensaje para que nos atienda a primera hora —dispuso Jacob, ignorando el fastidio de Leo, para inmediatamente salir de la habitación sin dar oportunidad de que este pudiera reaccionar o negarse.

Al ver que su padre tomaba la iniciativa de apoyarlo en su cita, Leo suspiró con resignación y pensó que nada podía perder si recibía un poco de ayuda.

Después de esto, recordó que había olvidado responder el último mensaje de Maddie, en parte por culpa de la repentina aparición de su progenitor.

—¡Rayos, no le contesté! Ahora pensará que no me interesa verla —pensó en voz alta mientras caminaba desesperado por la habitación—. ¿Ahora qué hago? ¿Me disculpo? Y si le digo que me quedé sin señal y por eso no le pude mandar el mensaje... ¡No! Es una excusa muy absurda. Y si mejor le digo que sí y no me disculpo. ¡No! Capaz y piensa que soy un patán. ¡Ash! ¿Qué hago?

Mientras seguía con su soliloquio, vinieron a su mente los consejos de Mike sobre no responder inmediatamente y esto lo hizo imaginar que tal vez Maddie no tomaría a mal su demora en la contestación. Ante esto, respiró profundo para pensar en una respuesta adecuada para el momento. Cuando por fin tuvo la idea, escribió:

"Disculpa la tardanza, tuve que atender un asunto. Sobre lo que me comentas, claro que me gustan los cafés que hacen en 'Café Estrella', ¿te parece si nos vemos mañana en la tarde?".

Luego de mandar el texto, Leo contuvo la respiración, esperando ansioso a que Maddie contestara. Pero su decepción apareció luego de que pasaron 15 minutos y el mensaje seguía sin ser visto.

—¡Carajo! Y si ella se enfadó conmigo por no contestarle antes —murmuró angustiado, pero al ver que era casi la una de la madrugada, intentó consolarse—. ¡Tranquilo! ¡Calma! De seguro ella está dormida a esta hora y por eso no te responde. ¡Sí! Eso debe ser.

Tras decir esto, se acostó para tratar de conciliar el sueño, pero su ansiedad lo volvió loco de solo imaginar que todo se había ido al caño por no haber respondido el mensaje a tiempo. Después de dar varias vueltas en la cama, finalmente logró caer en los brazos de Morfeo.

Al día siguiente, Leo despertó hasta las nueve de la mañana y, perezosamente, se levantó para ir al baño. Como su cerebro apenas estaba reaccionando, olvidó revisar su teléfono móvil. Después de asearse, tomó su celular y sus ojos se abrieron como dos enormes platos al ver que tenía una notificación de mensaje.

"Me parece excelente, estoy libre a las 5 de la tarde. ¿Te parece si nos vemos en la cafetería Central? Te comparto la ubicación".

Al ver esto, Leo sintió que su corazón estalló de emoción y de inmediato abrió el mensaje, el cual había llegado desde las 8 de la mañana. Sin pensarlo dos veces, le contestó: "Va, entonces es una cita".

Posteriormente, el muchacho salió apresurado de la habitación, para dirigirse a la cocina, donde su padre ya lo esperaba para desayunar. Cuando se encontró con él, dijo con seriedad:

—Padre, necesito tu ayuda.

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