Avon Ophyris
Ya había pasado un día desde que mi nueva hermana había caído al bosque. Mi hermano había movilizado a la tribu para intentar empezar su búsqueda. Sin embargo, hasta ahora ni siquiera habíamos podido entrar al bosque. Un grupo de hombres se fue a buscar a mi padre, mientras que otro grupo se dirigió con mi hermano y conmigo a la entrada del bosque para intentar iniciar la búsqueda. Pero nos habían negado la entrada.
Antes de que mi padre se volviera el líder de la tribu, la relación con las tribus cercanas era bastante mala y había guerras constantemente. Uno de los principales triunfos de mi padre al hacerse cargo de la aldea fue el establecer la paz con las tres tribus cercanas. Todas se comprometieron a un acuerdo en el cual un punto importante fue el bosque del olvido. Frente a este bosque las cuatro tribus se pasaban constantemente discutiendo sobre quien tiene la soberanía, ya que, aunque, este bosque no sea diferente a una prisión, es un recuerdo de la diosa y un lugar santo.
Por lo que, para solucionar este problema las tribus llegaron a un acuerdo de que cada seis meses se iban a rotar para custodiar la entrada al bosque. En este momento los custodiadores eran de la tribu del sol y aunque nuestras relaciones con ellos podían considerarse estables, ellos prohibida la entrada al bosque.
Sin embargo, ellos entendieron la gravedad del asunto por lo que enviaron a uno de los cuidadores a su tribu para traer un representante y poder negociar una solución. Ellos mencionaron que, aunque entendían la gravedad de la situación, no sabían si nos podían ayudar al respecto. Ya que, aunque la persona perdida estaba santificada aún no se había realizado la presentación de ella a toda la comunidad, por lo que sin que estuviera un representante aprobado por las otras tribus que asegurara la veracidad de nuestras palabras no se podía hacer nada al respecto.
En nuestra tribu solo había dos representantes con el suficiente poder para aclarar esta situación. Mi padre y la sacerdotisa. Por lo tanto, mi hermano y yo salimos corriendo a la aldea a buscar a la sacerdotisa, pero cuando llegamos allá nos encontramos con que la casa estaba vacía. Todas las pertenencias fueron llevadas y solo estaba la hija de la sacerdotisa llorando en el suelo diciendo que fue abandonada.