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Chapter 76 - PARAÍSO CANTO V

PARAÍSO CANTO V

«Si te deslumbro en el fuego de amor más que del modo que veis en la tierra, tal que venzo la fuerza de tus ojos,

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no debes asombrarte; pues procedede un ver perfecto, que, como comprende,

5así en pos de aquel bien mueve los pasos. 6

Bien veo de qué forma resplandece la sempiterna luz en tu intelecto,que, una vez vista, amor por siempre enciende;

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y si otra cosa vuestro amor seduce,de aquella luz tan sólo es un vestigio, mal conocido, que allí se refleja.

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Quieres saber si con otras ofrendas, halla reparo quien rompe su voto,tal que en el juicio su alma esté segura.»

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Así Beatriz principio dio a este canto;y como el que el discurso no interrumpe, prosiguió así sus santas enseñanzas:

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«El don mayor que Dios en su largueza hizo al crearnos, y el que más conforme está con su bondad, y él más lo estima,

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tal fue la libertad del albedrío;del cual, a los que dio la inteligencia, fueron y son dotados solamente.

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Ahora verás, si tú deduces de esto, el gran valor del voto, si se hacecuando consiente Dios lo que consientes:

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porque al cerrar el pacto Dios y el hombre se hace holocausto de aquel gran tesoro, que antes te dije; y lo hace un acto suyo.

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¿Así pues qué reparo se hallaría?Si piensas que usas bien lo que ofreciste,

con latrocinios quieres dar limosna.

Ya lo más importante te he explicado; 33mas puesto que la Iglesia los dispensay esto a lo que te digo contradice, 36

en la mesa es preciso que aún te sientes, pues el seco alimento que comiste,para su digestión requiere ayuda.

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Abre tu mente a lo que te reveloy guárdalo bien dentro; pues no hay ciencia si lo que has aprendido no retienes.

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Dos cosas intervienen en la esencia de este gran sacrificio: una es la cosa que se ofrece; y la otra el pacto mismo. 43

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Esta segunda nunca se cancelasi no es cumplida; y con respecto a ella antes te hablé con toda precisión:

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por ello los hebreos precisaronel seguir ofreciendo, aunque la ofrenda se pudiera cambiar, como ya sabes.

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La otra, que te mostré como materia,bien puede ser de un modo que no hay yerro si por otra materia se permuta.

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Mas la carga no debe transmutarse libremente, y precisa de la vuelta de la llave amarilla y de la blanca;

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y sabrás que los cambios nada valen, si la cosa dejada en la cogidacomo el cuatro en el seis no se contiene.

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Y por ello a las cosas tan pesadasque la balanza inclinan por sí mismas, satisfacer no puede otra ninguna

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No bromeen con el voto los mortales; sed fieles; mas no hacerlos ciegamente, como Jefté ofreciendo lo primero;

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quien hubiera mejor dicho "Mal hice", que hacer peor cumpliéndolo; y tan necio podrás llamar al jefe de los griegos,

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por quien lloró Ifigenia su belleza, y con ella las necios y los sabios que han escuchado de tal sacrificio.

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Sed, cristianos, más firmes al moveros: no seáis como pluma a cualquier soplo, y no penséis que os lave cualquier agua.

75

Tenéis el viejo y nuevo Testamento,y el pastor de la Iglesia que os conduce;y esto es bastante ya para salvaros.

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Si otras cosas os grita la codicia,¡sed hombres, y no ovejas insensatas, para que no se burlen los judíos! 79

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¡No hagáis como el cordero que abandona la leche de su madre, y por simpleza, consigo mismo a su placer combate!»

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Así me habló Beatriz tal como escribo;luego se dirigió toda anhelantea aquella parte en que el mundo más brilla.

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Su callar y el mudar de su semblante a mi espíritu ansioso silenciaron,que ya nuevas preguntas preparaba;

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y así como la flecha da en el blanco antes de que la cuerda quede inmóvil, así corrimos al segundo reino.

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Allí vi tan alegre a mi señora,al encontrarse en la luz de aquel cielo,que se volvió el planeta aún más luciente.

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Y si la estrella se mudó riendo,¡yo qué no haría que de mil maneras soy por naturaleza transmutable!

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Igual que en la tranquila y pura balsa a lo que se les echa van los pecesy piensan que es aquello su alimento,

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así yo vi que mil y aún más fulgores venían a nosotros, y escuchamos:«ved quién acrecerá nuestros amores».

105

Y así como venían a nosotrosse veía el placer que las colmabaen el claro fulgor que desprendían.

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Piensa, lector, si lo que aquí comienza no siguiese, en qué forma sentiríasde saber más un anhelo angustioso;

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y verás por ti mismo qué deseo tenía de saber quién eran éstas, cuando las vi delante de mis ojos.

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«Oh bien nacido a quien el ver los tronos del triunfo eternal fue concedido,antes de que dejase la milicia.

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de la luz que se extiende en todo el cielo nos encendemos; por lo cual, si quieres de nosotros saber, sáciate a gusto.»

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De este modo una de esas almas pías me dijo; y Beatriz: «Habla sin miedo, y cree todas las cosas que te diga.» 121

123

«Bien puedo ver que anidas en tu propia luz, y que la desprendes por los ojos, porque cuando te ríes resplandecen;

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mas no quien eres, ni por qué te encuentras alma digna, en el grado de la esferaque a los hombres ocultan otros rayos.»

129

Esto dije mirando a aquella lumbre que primero me habló; y entonces ella se hizo más luminosa que al principio.

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Y como el sol que se oculta a sí mismo por la excesiva luz, cuando disipael calor los vapores más templados,

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al aumentar su gozo, se ocultóen su propio fulgor la santa imagen;y así me respondió, toda encerrada

138del modo en que el siguiente canto canta.