A la par, como bueyes en la yunta, con el alma cargada caminaba, mientras lo consintió mi pedagogo.
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Mas cuando dijo: «Déjale y avanza; que es menester que con alas y remos empuje su navío cada uno»,
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enderecé, cual para andar convieneel cuerpo todo, mas los pensamientos se me quedaron sencillos y humildes.
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Me puse a andar, y seguía con gusto los pasos del maestro, y ambos dos de ligereza hacíamos alarde;
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y él dijo: «vuelve al suelo la mirada, pues para caminar seguro es bueno ver el lugar donde las plantas pones».
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Como, para dejar memoria de ellos, sobre las tumbas en tierra excavadas está escrito quién era cuando vivo,
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y de nuevo se llora muchas veces por el aguijoneo del recuerdo,que tan sólo espolea a los piadosos;
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con mayor semejanza, pues tal era el artificio, lleno de figuras
vi aquel camino que en el monte avanza.24
Veía a aquél que noble fue creado más que criatura alguna, de los cielos como un rayo caer, por una parte.
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Veía a Briareo, que yacíaen otra, de celeste flecha herido,por su hielo mortal grave a la tierra.
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Veía a Marte, a Palas y a Timbreo, aún armados en tomo de su padre, mirando a los Gigantes desmembrados.
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Veía al pie, a Nemrot, de la gran obra ya casi enloquecido, contemplandolos que en Senar con él fueron soberbios.
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¡Oh Niobe, con qué dolientes ojos te veía grabada en el sendero,entre tus muertos siete y siete hijos!
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¡Oh Saúl, cómo con la propia espada en Gelboé ya muerto aparecías,que no sentiste lluvia ni rocío!
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Oh loca Aracne, así pude mirarteya medio araña, triste entre los restos de la obra que por tu mal hiciste.
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Oh Roboán, no parece que asuste aquí tu efigie; mas lleno de espantole lleva un carro, sin que le eche nadie.
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Mostraba aún el duro pavimento como Alcmeón a su madre hizo caro
50aquel adorno tan desventurado.51
Mostraba cómo se lanzaron sobreSenaquerib sus hijos en el templo,
53y cómo, muerto, allí lo abandonaron.54
Mostraba el crudo ejemplo y la ruina que hizo Tamiris cuando dijo a Ciro:
56«tuviste sed de sangre y te doy sangre».57
Mostraba cómo huyeron derrotados, tras morir Holofernes, los asirios,
59y también de su muerte los despojos.60
Veía a Troya en ruinas y en cenizas;¡oh Ilión, cuán abatida y despreciable mostrábate el relieve que veíal61
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¿Qué pincel o buril allí trazaralas sombras y los rasgos, que admirarse harían a cualquier sutil ingenio?
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Muertos tal muertos, vivos como vivos: no vio mejor que yo quien vio de veras, cuanto pisaba, al ir mirando el suelo.
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¡Ah, caminad soberbios y altaneros, hijos de Eva, y no inclinéis el rostro para poder mirar el mal camino!
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Mas al monte la vuelta habíamos dado, y su camino el sol más recorridode lo que mi alma absorta calculaba,
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cuando el que atento siempre caminaba delante, dijo: «Alza la cabeza,ya no hay más tiempo para ir tan absorto.
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Mira un ángel allí que se apresura por venir a nosotros; ve que vuelve la esclava sexta del diario oficio.
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De reverencia adorna rostro y porte, para que guste arriba conducirnos; piensa que ya este día nunca vuelve.»
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Acostumbrado estaba a sus mandatos de no perder el tiempo, así que en esa materia no me hablaba oscuramente.
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El bello ser, de blanco, se acercaba, con el rostro cual suele aparecer tremolando la estrella matutina.
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Abrió los brazos, y después las alas; dijo: «Venid, cercanos los peldaños están y ya se sube fácilmente.
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Muy pocos a esta invitación alcanzan:oh humanos que nacisteis a altos vuelos,¿cómo un poco de viento os echa a tierra?»
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A la roca cortada nos condujo;allí batió las alas por mi frente,y prometió ya la marcha segura.
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Como al subir al monte, a la derecha, en donde está la iglesia que dominala bien guiada sobre el Rubaconte,
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del subir se interrumpe la fatiga por escalones que se construyeron cuando sumario y pesas eran ciertos;
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tal se suaviza aquella laderaque cae a plomo del otro repecho;mas rozando la piedra a un lado y otro.
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Al dirigirnos por ese caminoBeati pauperes spiritu, de un modo
110inefable cantaban unas voces.111
Ah qué distintos eran estos pasosde aquellos del infierno: aquí con cantos se entra y allí con feroces lamentos.
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Por los santos peldaños ya subíarnos y bastante más leve me encontraba, de lo que en la llanura parecía.
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Por lo que yo: «Maestro ¿qué pesada carga me han levantado, que ninguna fatiga casi tengo caminando?»
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Él respondió: «Cuando las P que quedan aún en tu rostro a punto de borrarse, estén, como una de ellas, apagadas,
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tan vencidos los pies de tus deseos estarán, que no sólo sin fatiga,sino con gozo arriba han de llevarte.»
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Entonces hice como los que llevan en la cabeza un algo que no saben,y sospechan por gestos de los otros;
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y por lo cual se ayudan con la mano, que busca y halla y cumple así el oficio que no pudiera hacerlo con la vista;
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extendiendo los dedos de la diestra,
sólo encontré seis letras, que en mi frenteel de la llave habíame grabado: 135
y viendo esto sonrió mi guía.