Cuando entro en la habitación con Beki en mis brazos, cierro la puerta con la pierna, aunque se que aquí nadie me va a molestar, lo hago de forma inconsciente.
La dejo suavemente sobre la mullida cama, me acerco lentamente a ella y la susurro en el oído.
"Te deseo." (yo)
Comienzo a besar su cuello suave y aterciopelado, y poco a poco llego a sus carnosos labios.
Le doy un par de besos ligeramente más fuertes en los labios y presionando un poco más, introduzco mi lengua en su boca y comienzo a saborear cada rincón y a perseguir a su escurridiza lengua.
El sabor de su boca es más dulce que la miel, podría estar besando su boca toda la vida, nunca tendría suficiente de esta celestial sensación y de su sabor.
Con un pensamiento, toda nuestra ropa desaparece y se almacena en el armario de la habitación.
Después de unos minutos de besarnos, la dejo tomar aire y empiezo a besar su barbilla, bajo hasta su cuello besando todo el camino suavemente, como si fuera lo más hermoso que podría desear.
Desciendo lentamente por su cuerpo, besando cada milímetro, llego sus magníficos pechos, que mantienen la elasticidad perfecta para no perder demasiado su forma, perfectamente redondeada y coronados por unos hermosos y rosados pezones, no son pequeñas, ni tampoco grandes, pero suficientes para sobresalir cuando intento agarrarlas entre mis manos, no puedo abarcar su totalidad entre mis dedos.
Beki a cada segundo se va sonrojando más y más.
Empieza a murmurar, casi de forma imperceptible muchas veces seguidas.
"Mamá hoy tu bebé se hace mayor." (Beki)
Me tomo mi tiempo en cada uno de sus pezones con mi lengua, haciendo que suelte pequeños y eróticos gemidos.
Continuo bajando y besando hasta encontrar un lugar donde encuentro con mechones que parecen de de oro. Son como un jardín cortito y bien cuidado. De esta zona se desprende un olor agradable y afrutado, que me hace pegar la boca y la nariz para aspirar y disfrutar de su aroma, que es único y embriagador.
Beki tartamudea, me intenta detener con sus manos, pero no tiene fuerza y deja de intentarlo, al menos físicamente.
"No, no, no, no huelas ahí, es vergonzoso." (Beki)
Me detengo, voy hasta sus pies y empiezo a besarle los dedos uno a uno, después empiezo a subir por el tobillo y la pierna, besando cada rincón hasta el final de su muslo, llegando hasta el inicio su área más sagrada.
Me detengo en el borde, voy a su otra pierna y repito la misma operación.
"No quiero que pienses que, por haberte hecho mi esclava, te voy a tratar como un juguete. Voy a apreciarte y tratarte como es debido." (yo)
"Quiero que sepas que te amo, que eres mi mujer, la diosa que me ha dado todo lo que tengo y que te trataré siempre de forma más amorosa que pueda." (yo)
Beki esta roja como un tomate y no me responde, solo se tapa la cara para intentar tapar su sonrojado rostro.
Cuando llego nuevamente a su entrada sagrada, le doy un suave beso en sus labios inferiores, que dejan escapar una pequeña gota del mejor néctar que existe.
Doy un paso atrás, para contemplar su expresión y para mi asombro, descubro que se ha desmayado.
Me tumbo a su lado y la acarició el pelo suavemente.
Me recuesto abrazado a ella y me duermo después de un besito en los labios, pensando para mi mismo.
"Ya te comeré cuando estés preparada, tenemos todo el tiempo del mundo." (yo)
Después de unas horas me despierto y veo a la Beki acurrucada como un gatito encima de mi pecho, la dejo dormir y la tapo con una manta para que no tenga frío.
Han pasado algunas horas pero es bastante menos en el mundo de fuera.
Escribo una nota para Beki y la dejo preparado el desayuno, para cuando se despierte.
"Espero que hayas disfrutado de tu premio, ya tendrás premios mayores en otra ocasión, tienes el desayuno preparado, cuida bien de nuestro mundo en mi ausencia, no tardaré demasiado en volver y puede ser que te traiga alguna hermana cuando vuelva, para que no te sientas sola cuando no esté cerca. Te quiero." (yo)
Dejo la nota, el desayuno y salgo de mi mundo, después de volver nuevamente a mi apariencia infantil.