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Chapter 6 - Dolor de cuello

Mi cerebro casi explota por su comentario y actitud, mientras que mi cuerpo se paraliza. ¿Acaso estoy soñando? Es demasiado perfecto para ser verdad. El Mauricio que conozco nunca suele hablar así. Sea un sueño o no, esto no ocurre todos los días. Froto mi mejilla vivamente en su pantalón, agarrando sus piernas a la par, como si se tratara de un tierno gatito. En su caso, gatote. Se siente tan bien y real. Ojalá pudiera tenerlo así más a menudo.

—Mírame — le pido, mirándolo fijamente—. Quiero cantar para ti — traga saliva y retrocede—. ¿A dónde vas? Es de mala educación arrebatarle el micrófono a alguien que está preparándose para cantar.

—No está bien eso. No creí que ibas a tomar en serio mi comentario, Amanda. Fue mi error.

—¿Por qué no lo tomaría en serio?

—Voy a continuar mañana con tu cuarto — cierra las latas de pintura y recoge parte de su equipo—. Dejaré las latas y la escalera para continuar de lleno mañana.

—Mauricio…

—Cuídate mucho, por favor. Nos veremos mañana — sale de la habitación sin decir nada más. ¿Acaso está molesto?

¿Cómo no podría tomar en serio esto, si es algo que he deseado por ya casi dos años? Me ilusioné demasiado para nada. ¿Acaso debí ser más persistente o lanzada? Soy un completo fracaso. Cuando creo tener todo bajo control, ocurre esto. Creo que esta vez fue mi error. Solamente espero que esto no cambie las cosas entre los dos de ahora en adelante.

Suspiro, mientras que en mis labios se dibuja una sonrisa. Por fin lo he tocado, así haya sido solo las piernas. Son tan duras y resistentes, tal y como se ven. Incluso he sentido lo duro que se ha puesto con el roce de mi mejilla. Hubiera querido hacerlo por más tiempo, aunque tal vez eso lo haya considerado extraño de mi parte, pero se sintió tan bien poder tenerlo delante de mí, con esa expresión tan seductora y dominante. Me tiro hacia atrás en la cama, mientras muevo las piernas sin control debido a la emoción. ¿Debería contar esto como un adelanto?

Hoy he decidido usar la piscina. Anoche tuve una larga conversación con mi mejor amiga y, aunque sus consejos son pésimos, siento que el haber sido un poco atrevida es lo que me permitió dar un paso más allá con Mauricio. Miro mi cuerpo en el espejo con este traje de baño de dos piezas y amarillo. Es cierto que senos no tengo, pero siempre suelo usar trajes de baño así, ya que son cómodos. Podría decir reveladores, pero mis tetas quedan como panqueques siendo aplastados por una máquina. Salgo al patio y, como no veo a Mauricio por ninguna parte, busco la malla para limpiar la piscina. No son muchas hojas, así que puedo hacerlo. En el momento que me inclino a pasarla, escucho los pasos de lo que debía ser Mauricio. Ha llegado un poco tarde de la hora habitual.

—Buenos días, Amanda. ¿Piensas entrar a esta hora a la piscina? El agua debe estar fría.

—Lo sé, pero no importa. Un chapuzón y tomar algo de sol no le hace daño a nadie. Parezco papel de maquinilla con lo blanca que estoy.

—No es cierto. Tienes un color de piel… — hace una pausa y suspira—. Déjame eso a mí, yo me encargo — sujeta la malla y la suelto. Al menos no se escucha molesto y sigue siendo el mismo.

—¿Cómo me queda el traje de baño? — me volteo para ver su reacción.

—Te queda bien.

—¿Solo bien? ¿No parezco salchicha enlatada? Me está ajustando en esa parte.

—¿Qué parte?

—Es vergonzoso decirlo— rio nerviosa, soltando el lazo por detrás y dándole de nuevo la espalda—. Se me ha soltado, ¿puedes ayudarme con esto?

—Acabo de ver que lo acabas de soltar intencionalmente, Amanda.

—Se me está bajando — presiono el traje de baño contra mis senos y solo se me queda viendo—. ¿Me ayudas, Mau? — si esto no funciona, mataré a mi amiga. Es vergonzoso comportarme de esta manera. Soy pésima para actuar o disimular y acaba de descubrir que lo he hecho intencionalmente.

Siento sus manos en mi espalda y se me eriza la piel de la impresión. Cielos, como quisiera que esas manos me toquen entera.

—Tienes que hacerlo duro para que no se vuelva a soltar — siento el fuerte lazo y la presión del traje de baño en mis pezones e instantáneamente me cubro—. Rayos, Mau.

—¿No está lo suficiente apretado ahora?

—¿Apretado? — eso suena muy obseno, pero interesante a la vez—. Sí, se siente bien.

—¿Por qué te cubres así? — sería vergonzoso que se de cuenta de mis pezones erectos.

—¿Podrías ponermelo? — me vuelvo a voltear, aún cubriéndome los senos.

—¿Qué quieres que te ponga? — todo lo que quieras.

—El bronceador.

—Amanda, es inapropiado lo que estás pidiendo y lo sabes. Tu abuela está en la casa y si nos ve puede pensar algo extraño.

—¿Desde cuándo hacer un favor como ese es inapropiado? ¿No es tu mente la que está teniendo ideas inapropiadas? ¿Soy yo o desde lo que ocurrió ayer estás tratando de guardar distancia?

—Se supone que sea así. Eres hija de mi jefe y, aunque hemos entablado una bonita amistad, no puedes olvidar que el respeto debe estar siempre presente. En el día de ayer te falté el respeto con lo que dije. Te pido disculpas.

El vecino llama a Mauricio desde el otro lado y presiono los puños molesta. Maldita sea, ahora nos interrumpen en el peor momento. Tengo que arreglar eso y más sabiendo que eso es lo que piensa. No puedo dejar que las cosas terminen así entre los dos.

Al cabo de largos minutos en espera por el lado de la casita, escucho que entra y me encierro con él. No puedo dejar las cosas así, ahora menos que estaba ilusionada con el gran paso que adelantamos ayer.

—¿Qué crees que estás haciendo? Aquí hace mucho calor y más a esta hora del día. No deberías estar aquí.

—¿Y eso qué? Estoy acostumbrada a estar con calor todo el día por tu culpa — me acerco hasta descansar mi mano en ese torso que tanto me enloquece—. Si faltar el respeto es haber dicho lo que dijiste, entonces yo también te lo he faltado con lo que hice y lo que pienso. ¿Y sabes qué? Soy una desvergonzada porque me encantaría faltarte el respeto todos los días y de distintas maneras — confieso, sin que me quede nada por dentro —. Si debo arrepentirme de algo, que sea por haber dicho la verdad. Me gustas desde el primer día que te vi. Así grandote, rudo, atractivo, dominante y perverso. Son dos años viéndote, deseándote y queriéndote entre mis piernas. Hazte cargo de lo que provocas en esta chiquilla inmadura.

—Hecho — no logro procesar su respuesta, cuando mi cuerpo se ve levantado por sus fuertes brazos y con temor a caerme, entrelazo las piernas a su espalda y mis brazos a su cuello.

No puedo creer que realmente esto está pasando. Había soñado y deseado esto muchas veces, pero no esperé que se sentiría mejor que imaginarlo. Estoy a su altura, rodeada por sus gigantes brazos, sintiendo el roce de su cuerpo y tan cerca de sus labios. Pega mi espalda contra la caja de herramientas, presionando mi cuerpo contra ella y suelta una mano para posarla en mi cuello, humedece sus labios, sin desviar la mirada de mí. Se me está acelerando el pulso y la respiración. Como que me ha dado un dolor de cuello bien rico.

—Espero luego no te arrepientas, porque no voy a dejarte ir esta vez.

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