Al día siguiente decidimos encaminarnos a la casa de la isla para encontrarnos con nuestra hija, sabíamos que él iba a poder calmar su angustia. Ella tan pronto lo vio, salió corriendo para subirse en sus brazos y él evitó quejarse para que nuestra hija no notara la gravedad de sus heridas. El llanto no tardó en escucharse y vi como kenji presionó su cabeza contra su pecho.
—¿Estás molesto con nosotras, papá?
—No llores, princesa. ¿Por qué voy a estar molesto con ustedes?
—Por quedarnos fuera de la casa.
—Jamás me molestaría con ustedes. ¿Cuándo lo he hecho? Perdóname por no haber regresado el día de tu cumpleaños. Te prometo que voy a compensarte por eso.
—Te perdono, papá. ¿Qué te ha pasado en la cara? ¿Fueron los hombres malos?
—Sí, mi niña, pero papá pudo con todos ellos.
—No quiero que ocurra eso más. ¿Te duele mucho?— le sopló las heridas de su rostro, y él sonrió.
—Ahora estoy mucho mejor gracias a ti, mi princesa. Ahora dime, ¿Cómo te has portado mientras papá no ha estado?
—Tengo mucho que contarte, papá. Fuimos al Arcade con Carla y su papá. Nos divertimos mucho el día de mi cumpleaños, pero quería que hubieras estado con nosotras. No los conoces, pero son buenas personas. Nos dejaron quedar en su casa y divertirnos en su cuarto de juguetes.
—Ah, ¿sí?— me miró a mí, y sonrió—. Me alegra muchísimo saber que te divertiste. ¿Qué te parece si celebramos tu cumpleaños mañana? Podemos hacer una pequeña fiesta, entrar a la playa, jugar con la arena, podemos hacer muchas cosas juntos. ¿Qué te parece la idea?
—Sí, papá.
Ellos entraron a la casa, y me quedé a solas con Shu.
—Ya todo acabo, Shu.
—¿Lo lograste?
—Sí, ya no habrá mas Shiro.
—¿Y por qué no te veo feliz?
La sonrisa de Shiro en sus últimos momentos se cruzó por mi cabeza, haciendo que una especie de sentimiento extraño se acumulara en mi pecho.
—Estoy feliz, de hecho, no puedo controlar la felicidad y alivio que siento dentro de mí ahora.
—Eres una mentirosa, pero haré de cuenta que te creo. Me alegra saber que por fin podrás ser libre de esa sombra que te ha perseguido por tanto tiempo.
Caminé dos pasos, pero algo me hizo detener.
—Escoge tu la lápida— le pedí.
—¿Que has dicho?
—No cuestiones, solo hazlo y tan pronto tengas todo listo, me notificas.
—Rui, ¿tú realmente estás pensando en hacer una lápida para ese hombre? ¿No dijiste que lo odiabas?— ni yo misma sabía la razón.
—Y lo hago, pero no debo actuar de la misma forma que él lo haría si la historia fuera distinta. Haz lo que te digo, Shu — seguí caminando, y presioné mi pecho.
Algo me estaba atormentando, no sabía qué era, pero esa sensación era inquietante. Sentía que el aire me faltaba, y una sensación de pesadez. No debo seguir cargando con esto, o no podré cerrar ese capítulo de mi vida.
Subí a la habitación y me quedé en el umbral de la puerta mirando a mis dos amores jugando sobre la cama. Kenji estaba haciéndole cosquillas a la niña y ella estaba riendo.
—No quiero ser aguafiestas, pero la princesa debe darse un buen baño para irse a la cama. Papá debe tomar sus medicinas y descansar también. Fue un viaje largo y agotador. Mañana llamaré a la escuela para notificar que no irás, pero el martes deberás regresar y ponerte al día con todo, mi princesa— le dije.
—Sí, mama. ¿Podré dormir con ustedes?
—Claro que si. A nosotros nos gusta dormir contigo— respondió Kenji.
Luego de que todos nos bañamos, entramos los tres a la cama. La niña estaba en medio de los dos, de la misma forma en que siempre solíamos acomodarnos. Kenji nos dio un beso en la frente a las dos y le acarició la cabeza a Koemi para que se durmiera. Al fin puedo tenerlos a los dos conmigo. Mi felicidad ahora está completa.
A la mañana siguiente desperté por una delicada caricia en la mejilla, permanecí con los ojos cerrados disfrutando de esa sensación tan placentera.
—Kenji… — sonreí, y al abrir los ojos vi a Kenji dormido y la niña aún no había despertado.
La primera reacción fue sentarme en la cama y mirar alrededor de la habitación. ¿Qué ha sido eso? Puedo jurar que algo me tocó.
—¿Qué ocurre, mi amor? — Kenji despertó por el movimiento brusco de la cama.
—¿Has tenido una pesadilla, mamá?— Koemi rascó sus ojos, y yo me levanté de prisa.
—No, sigan durmiendo. Iré al baño— entré deprisa al baño, y me eché agua en la cara.
Todo está bien, Rui. Tal vez fue tu imaginación jugándote una mala broma. Tienes que mantener la calma. Me mantuve en el baño hasta que logré reponerme de ese suceso o pesadilla. Cuando salí, ellos estaban ya de pie.
—¿Te sientes mejor, preciosa?
—Sí, mi amor.
—Princesita, ¿Por qué no te adelantas al baño? Papá y mamá ya mismo te alcanzan.
La niña entró al baño y me quedé a solas con Kenji.
—Sabes que puedes decirme lo que te ocurre, mi reina.
—No es nada, solo hemos tenido días difíciles y eso me tiene un poco estresada.
—Te ves muy pálida y nerviosa. ¿Descansaste bien anoche? Si quieres puedes quedarte un rato más en la cama y yo me encargo del resto.
—No te preocupes, amor. Te juro que estoy bien, ya se me pasará.
—Entonces hagamos una fiesta de cumpleaños muy linda para nuestra hija y distrae la mente, mi amor. Te hará bien entrar a la playa, jugar con la niña, tomar aire fresco y coger algo de sol.
—Tienes razón, y eso haré. Preparemos una linda fiesta para nuestra hija.
—Mis subordinados traerán varios regalos para darle a la niña.
—Prepararé el pastel de cumpleaños.
—¿Quieres hacerlo tu?
—Sí, también me ayudará a distraer la mente.
—Bueno, pues ya hemos planchado todo. Vayamos a bañarnos con la niña que nos está esperando— acarició mi mejilla, y sonrió.
Las preparaciones tomaron mucho tiempo, pero la niña ya estaba disfrutando dentro de la playa con Shu, mientras que Kenji preparaba el asado y yo terminaba de decorar el pastel. Hace mucho tiempo no preparaba uno, pero quería hacer de este día uno muy especial.
Al finalizar con todo, decidí tomar algo de aire fresco y observar a la niña divirtiéndose, como también ver a Kenji esforzándose por hacer que este día fuera memorable para la niña. No se supone que esté expuesto al sol o a sudar, pero no iba a haber manera de que eso le impidiera el brindarle un buen recuerdo a la niña, luego de lo sucedido.
Luego de un tiempo tomando el sol, decidí entrar al agua con la niña y unirme a su diversión. Shu y la niña se divertían mojándome y yo no podía quedarme sin responderles con lo mismo. Al cabo del rato, vi a Kenji entrar al agua y negué con la cabeza.
—No se supone que entres al agua.
—¿Por qué no? ¿No te parece que estuve mucho tiempo en ella, y aun así, aquí estoy?— sonrio, y entendí su referencia—. No hay de qué preocuparse, mi cielo. Estaré bien mientras las tenga a ustedes dos aquí conmigo.
—Eres terco.
—Pero así me amas— rodeó sus brazos por alrededor de mi cuerpo por debajo del agua, y reí.
—¿Quién no podría hacerlo? — lo besé, y la niña nos tiró agua.
—¡Los he atrapado otra vez!
—Tu mamá siempre atacándome— se defendió.
—Esta vez fuiste tú, papá — le tiró agua de nuevo, y Kenji me soltó para ir tras ella.
—No has visto nada— le mojó la cara, y continuaron jugando entre ellos mojándose de vuelta.
Observé lo bellos que se veían jugando y riendo, cuando Shu se acercó.
—Me iré de vuelta para atender lo que me pediste— murmuró cerca de mi oído.
—Hazlo lo más rápido posible, por favor.
—Entendido — asintió con la cabeza, y salió del agua.
La pasamos de maravilla, reímos, jugamos, ella abrió sus regalos, y descargamos nuestras pilas durante todo el día. El momento de comer juntos, para luego cortar el pastel había llegado y como siempre, la vi cerrar los ojos y pedir un deseo.
—Deseo que todos los días sean así — sopló las velas, y sonrió.
Kenji y yo nos miramos y sonreímos. No se supone que pida un deseo en voz alta, pero a nosotros dos nos alegró mucho escucharlo. Estaba segura que de hoy en adelante los días siempre serán así, porque nos esforzaremos de que así sea.
Al siguiente día regresamos de vuelta, Kenji decidió reportarse al trabajo y yo llevé a la niña a la escuela. Durante la mañana estuve sintiendo muchos mareos y náuseas, por lo que quise salir de dudas y pasé por la farmacia para hacerme una prueba. Lo que ya presentía, fue precisamente lo que ocurrió. La prueba estaba positiva, algo que me alegró hasta más no poder. Deseaba correr hacia donde Kenji para darle la noticia, pero asumí que lo mejor debía ser esperar una ocasión especial para hacerlo. Por ejemplo, en nuestro aniversario que sería en unos días. No puedo esperar para ver su reacción, estoy segura que se pondrá igual de feliz que yo.
Debía pasar por mi trabajo para ver cómo las cosas estaban fluyendo, ya que estuve ausente y debía ponerme al corriente de todo. Las chicas me recibieron como si hubiera pasado mucho tiempo desde la última vez que me vieron. Siempre han sido muy buenas conmigo y me he sentido cómoda estando con ellas. Luego de organizar todo, escuché el timbre de la puerta y una de mis empleadas se acercó hacia donde mi para decirme que alguien me estaba procurando. No sabía de quién podía tratarse, hasta que me acerqué y alcancé a ver a Carla. Llegué a pensar lo peor, y más por los sobres que traía consigo.
—¿Qué haces aquí, niña? — le pregunté directamente.
—No se asuste, señora. No he venido a hacerle daño. En realidad, solo venía a cumplir con lo que acordé con el Sr. Shiro.
¿Y por qué se refiere a él como el Sr. Shiro, no era ella la hija de él? Tenía muchas preguntas, pero no sabía si haciéndolas iba a obtener alguna respuesta.
—¿Qué deseas?
—Él me pidió que si no regresaba a la casa, le hiciéramos entrega de estos documentos a usted personalmente. Me había presentado en el día de ayer, pero usted no se encontraba.
—Tu no eres su hija, ¿Verdad?
—No. No conozco lo que sucedió entre ustedes antes, pero él me pidió que cuidara y le hiciera compañía a Koemi en la escuela. Creo que es importante que lo sepa, ya que noté cierto disgusto de su parte por él haberla hecho quedar en la casa. El Sr. Shiro era una buena persona, y creo que todos deben saber eso— me entregó los documentos que cargaba, y me di cuenta de que eran los títulos de varias propiedades, varios autos y dos cuentas a nombre de la niña y mío.
Entre todos esos documentos encontré dos fotos, una de ellas fue la que nos tomamos en aquel parque de diversiones que visitamos hace muchísimos años atrás, y la otra estaba guardada en un pequeño sobre, que era la foto que le tomamos a Koemi el día de su cumpleaños. Por el sobre supe que la habían revelado hace poco.
—¿Esto a qué viene? ¿Por qué hablas de él en pasado?
—Porque si no regresó a la casa cuando fue a verla, es porque lo más probable se cumplió su mal presentimiento.
—¿De qué presentimiento hablas?
—¿Realmente quiere saber, señora? — en su tono noté molestia.
—No pareces una niña.
—Porque no lo soy, señora. Mi nombre es Maribel y tengo 24 años, pero sufro de una extraña enfermedad que no tiene caso mencionar.
—Quiero saber de qué presentimiento hablas.
—Ese día que se quedaron en la casa, el Sr. Shiro preparó todos estos documentos. Quería dejarle todo lo que tenía a su hija y a ti, porque presentía que algo malo le iba a ocurrir y no quería dejarlas desprotegidas. Él guardaba esa foto de ustedes con mucho recelo, la tenía guardada en su despacho y la observaba cada vez que llegaba de la escuela luego de ver a Koemi.
—Él jamás ha sido así. Creo que no estamos hablando de la misma persona. Tal vez si la miraba era pensando en una forma de acabar conmigo.
—¿Qué va a saber usted, si nunca se tomó el tiempo de comprenderlo? Trabajé con él durante 3 años, y creo que lo llegué a conocer mejor que usted misma.
—¿Qué ganas diciendo todo esto?
—Nada, solo quería cumplir con lo que encomendaron. Él no habrá sido la mejor persona del mundo, pero amaba mucho a su hija y pudo muchas veces tratar de acercarse a ella, pero el temor al rechazo fue más grande. Estuvo un año visitando la escuela sin falta, y cuando decidió darle la cara a la niña, no se atrevió a decirle que era su padre. Debió ser muy duro para él ver que su hija llamaba padre a alguien más, luego de tanto tiempo en busca de ella. Lo peor de todo es que debió irse sin haberle podido decir cuán importante era ella para él. Fui testigo de todas esas noches en que se encerraba en su despacho con una copa de Whiskey y una cajetilla de cigarrillos; incluso el cómo pasaban los días y él se veía más descuidado. El abandonó el negocio, con la esperanza de que al encontrarse contigo podría arreglarlo todo, pero solo recibió a cambio tu desprecio. Imagino que no te lo dijo, pero la Sra. Fumiko está muerta; luego de haber dado con la escuela de tu hija y haber dado la orden de que se la llevaran. Shiro se encargó de lidiar con ella con tal de proteger a su hija antes de que le hicieran algo malo. No te digo todo esto para que sientas lástima por él, o para que te sientas basura, lo hago porque tengo que sacarme del pecho esta carga de no poder hacerte nada, porque sus últimos deseos y ordenes fueron protegerte a ti y a la niña. No era su hija, pero yo a él lo veía como el padre que nunca tuve. Tal vez por eso lo seguí hasta aquí, y me ofrecí a ayudarlo. Haz lo que te salga hacer con estas propiedades, mi encomienda termina aquí. Permiso— salió de la tienda sin decir nada más.
Ese extraño sentimiento volvió a atacarme. No considero que haya cometido un error, porque fue él quien no me dejó otra opción. Haya sido sin querer o no, como dice esa mujer, le hizo daño a mi hija, a Kenji y a mi. ¿Por qué debo sentirme mal ahora, si yo solo hice lo que tenía que hacer para liberar a mi hija y a mi misma de él? ¿Por qué debo sentir ese nudo en mi garganta, y esa opresión aquí en mi pecho? ¿Por qué me invade la culpa ahora, si yo lo odiaba con todas mis fuerzas y me causó mucho daño?
Durante los días que transcurrieron estuve en busca de una solución que pudiera ayudarme a sentir mejor. Había hablado con Kenji de visitar el cementerio donde Shu se encargó de colocar una lápida con su nombre. Kenji no puso objeción en acompañarme y traer a la niña conmigo. Debía enfrentar la situación para cerrar por completo con esta carga que he tenido desde el día que esa mujer me contó todo. Luego de unas cuantas oraciones, y la niña ajena a sobre la persona que estábamos visitando, Kenji optó por dejarme a solas para que tuviera un espacio de descargar todo lo que sentía.
—Para ser honesta, no sé por dónde comenzar, Shiro. He traído a la niña para que la veas por última vez, ya que eso era lo que querías hacer. No le he contado sobre ti, como me pediste la última vez que hablamos. Ella ha estado bien, y quería que supieras que voy a cuidarla; aunque debes saber que eso siempre lo haré. A decir verdad, eso no era lo único de lo que quería hablar contigo. ¿Cómo se supone que diga esto? Soy muy mala para decir las cosas. Sé que siempre has tenido un temperamento muy fuerte y que lo más probable si pudieras hablar, ahora mismo me estarías insultando y sacando a patadas de aquí. Tal vez estarías llamándome salvaje en ese tono arrogante y de cabrón que siempre has tenido— negué con la cabeza, y cerré los ojos—. No, no era eso lo que quería decir. Me estoy desviando del tema principal— jugaba con mis dedos al no saber cómo decirlo—. Shiro, es un descaro lo que diré, pero debo sacarlo de mi pecho. Sé que siempre fuiste un hijo de puta conmigo, me trataste muy mal, me hiciste mucho daño y las cosas entre los dos jamás fueron color de rosa; de hecho, se supone que te esté odiando todavía por todo lo que le hiciste a nuestra hija, a mi esposo y a mi, pero algo no me deja hacerlo; tal vez al enterarme de todo lo que me ocultaste, no lo sé, pero me siento muy miserable ahora y si no hago esto, no podré sacarme esto del pecho. En fin, tal vez parezca contradictorio a todo lo que te dije la ultima vez que nos vimos, e incluso suene ridículo porque jamás te disculpaste por todo lo que hiciste, pero quiero que sepas que desde el fondo de mi corazón, yo te perdono. Quiero cerrar todo lo que fue, todo lo que pasó entre los dos hoy. Quiero que puedas descansar en paz, y de paso yo poder vivir en paz. Dicen que el perdón alivia las angustias del alma, y ahora mismo siento un gran alivio. Yo tambien me equivoqué, por lo que también debo disculparme contigo; no por liberarme solamente, sino porque sé que tambien actué mal, la culpa no solo fue tuya. Te oculté muchas cosas, al igual que tu a mi, supongo que ahora hemos quedado a mano. A pesar de todo lo malo, solo me queda desear que descanses en paz, Shiro— bajé la cabeza, y rezé por su alma.
Había encontrado la forma de liberar todo lo que por dentro sentía, sin que me quedara nada por dentro. Llegué a la conclusión de que el perdón nos haría libre a los dos.
—¿Has terminado, Rui?
—Sí, ya podemos irnos— miré por última vez su nombre en la lápida, y suspiré.
Saliendo del cementerio la niña le dio varios golpes al cristal y Kenji y yo nos asustamos.
—¡Papá, deten el auto!
—¿Qué sucede, pequeña?
—Me parece haber visto a Charlie, el papá de Carla. Hace días Carla no ha ido a la escuela, y ahora que lo veo debería preguntarle por ella.
—¿Quién?— Kenji me miró confundido, y negué con la cabeza nerviosa.
—No lo veo por ninguna parte, corazón. Tendrás que preguntarle otro día que lo veas, princesa— le dije para calmarla, y ella asintió con la cabeza, pero aún seguía mirando por la ventana.
No puedo negar que sentí un escalofrío en todo mi cuerpo ante sus eufóricas ganas de bajarse luego de lo que supuestamente vio. Kenji no entendía lo que estaba ocurriendo, pero creo que fue lo mejor.
El día de nuestro aniversario se aproximó a la velocidad del viento, y los nervios fueron incrementando, porque no veía el momento de estar a solas con él para darle la buena noticia. Shu se quedó con la niña para que nosotros estuviéramos solos esta noche y celebremos un año más. Habíamos cenado, disfrutado del cine juntos, y visitamos el parque fluorescente donde él quiso que nos sentaramos y disfrutaramos de la hermosa vista, y escuchando la hermosa melodía que producían sus dedos al deslizarse por las cuerdas de su guitarra. Parecía esa niña que se emocionaba al escucharlo tocar; la misma que había quedado hechizada con su encanto y talento especial hace tantos años atrás.
—¿Estás feliz?— su pregunta vino acompañada de esa mirada encantadora y tierna que tiene.
—Sí, y mucho. ¿Tú estás feliz?
—Sí, porque estás aquí. Quería aprovechar la ocasión para decirte algo muy importante.
—Yo también quiero hablar algo contigo, Kenji.
—Las damas primero.
—He estado buscando la forma de cómo y cuándo decirlo, y decidí que este era el mejor momento de hacerlo. Vamos a tener que mudarnos a una casa más grande y comprar una camioneta.
—¿No te gusta las que tenemos? — reí ante su inocente pregunta.
—Vas a ser papá de nuevo, y necesitamos un lugar más grande y cómodo.
—¿Que? — soltó la guitarra, y sorprendido me encaró—. Júrame que lo estás diciendo es real, y te juro que ahora mismo me encargo de todo.
—Sí, nuestra hermosa princesa tendrá una hermanita, o tal vez un hermanito.
Entrelazó su mano en mi cabello y me besó varias veces corridas. Sus ojos brillaron, con la misma intensidad de la primera vez al enterarse de que estaba embarazada. Su abrazo y risa me hizo sentir la mujer más dichosa y feliz del planeta.
—Te amo, y no sabes cuánto, mi cielo. Gracias por darme esta bendición y noticia tan grande. No tienes idea de lo feliz que estoy — no era difícil darse cuenta, pues sus ojos llorosos lo delataron—. Lo que te iba a decir es también importante, porque he decidido retirarme, y ahora con más razón. Quiero dedicarme solamente a ustedes y no quiero hacerlas preocupar más.
—¿De verdad, mi amor?— pregunté sorprendida.
—Sí, quiero dedicarme a mis tres angelitos.
—No sabes lo feliz que me has hecho— lágrimas brotaron de mis ojos, y Kenji las secó rápidamente.
—No, no llores. Eso le hace daño a nuestro bebe y no quiero eso, mi reina.
—Lo siento, es que no puedo creerlo.
—La última vez las hice preocupar mucho, y no quiero que eso vuelva a suceder. Ahora que abrieron una ventana, podré retirarme sin problemas. Por lo tanto, ahora me dedicaré única y exclusivamente a ustedes.
—Te amo, Kenji.
—Y yo a ti, mi dulce princesa— juntó su frente con la mía, y sonrió antes de robar tiernamente mis labios.
Mi corazón se acelera de la misma forma que ese día que nos reencontramos; desde ese día conocí la verdadera felicidad en sus brazos. Porque mi amor por él y mi hija va creciendo cada día, al igual que ese pedacito de cielo que está creciendo en mi vientre. Koemi y este angelito es el fruto de nuestro amor. Solo puedo agradecerle a la vida por poner a Kenji en mi camino para sacarme de la oscuridad que me arropaba, y darme cuenta que la felicidad existe, y que a veces está más cerca de lo que se pueda imaginar.