—¿Qué es lo que ha pasado contigo, Steven?
—¿Aún puedes preguntarlo? — aunque se me hizo un poco trabajoso cortar con la tijera, estuve hasta que pude cortar su pantalón y ropa interior con cuidado en ambos lados.
—¿Estás enloqueciendo? No puedes simplemente romper mi ropa de esa manera. ¿Qué voy a ponerme luego? Las cosas las dejé en mi auto.
—No te mandé a irte. No sé porqué te preocupa tanto la ropa, no piensas en la mía cuando me tocas todo el día y haces que termine manchando todo. Me haces cosas peores, no sé porqué protestas tanto— levanto sus piernas y noto lo húmeda que se encuentra—. Me dices que estoy loco por gustarme esto, pero mírate, estás bien mojada y ni siquiera te he tocado. ¿Por eso no querías que te viera? Claro, estabas tratando de ocultar lo caliente que te pone esta situación. ¿Cómo no me di cuenta antes?
—¿Por qué estás tan cambiado? Estás actuando como todo, menos como el Steven que conozco.
—Tal vez porque he descubierto que esto es lo que disfrutas. Mientras pueda disfrutar de esas únicas expresiones tuyas, lo demás no importa — presiono sus piernas, en busca de acomodarme y quedar a la altura de su parte baja—. ¿Dónde estuviste mientras te estuve buscando? Obviamente no estuviste aquí en todo momento, porque hueles fresca y a melocotón. Por lo que veo, si planeabas dejarme atrás sin considerar mis sentimientos — ese hecho no me permite pensar en nada más que en ese dolor que experimenté tras su abandono, cegándome por completo.
Me adueño de esos fluidos que brotan de su vagina, lamiendo entremedio de sus labios una y otra vez, ascendiendo a su clítoris y deleitándome con su adictivo sabor, culminando con chupar sus jugosos y carnosos labios. No puedo controlar los gemidos solo por probarla.
—Las cosas no son así, entiéndelo. Yo te quiero mucho, pero tenía miedo. No encontraba cómo darte la cara luego de lo que ocurrió.
—¿Esa es tu mejor excusa?
Desciendo mi lengua por el valle de su vagina, hasta entrar en contacto con su agujero trasero y su gemido de sorpresa me pareció el más tierno que alguna vez haya escuchado de ella.
—¿Qué crees que haces? ¡Ahí no!
—¿Si dices que no, porque tus gemidos suenan tan ardientes y constantes? Incluso tus mejillas se han enrojecido. Mónica, tu sabor es tan irresistible, que no puedo evitarlo — retomo el juego con mi lengua y muerde sus labios.
Se siente bien darle besos de lengua. Sus piernas están temblando como nunca antes. Mi nariz se ha humedecido con sus dulces y deliciosos fluidos, debido a la cercanía y al restregar mi rostro intencionalmente en esa zona. Ahora no puede negarlo, está disfrutando de esto tanto como yo. Aunque es totalmente distinto a lo que hemos hecho anteriormente, no deja de ser fascinante esta posición, donde puedo ver sus partes y comer de ella sin pausa. Desde que estuvimos juntos por primera vez, he intentado aprender un poco de lo que veo en esas películas, pero no es lo mismo verlo a hacerlo.
—Ahora que te encontré, yo no puedo simplemente tirar todo lo que hemos vivido a la basura y hacer de cuenta que nada sucedió entre los dos — bajo el cierre de mi pantalón, dejando en instantes mi pene expuesto a solo centímetros de la apertura de su vagina—. No puedo y tampoco quiero — lo empujo de golpe, presionado sus piernas y curvando su espalda.
Está precisamente a la altura adecuada para que los choques sean intensos. No mintieron en eso que vi. La profundidad que alcanzo es asombrosa. No puedo creer que teniendo su cuerpo en este ángulo pueda explorar tanto. Recuesto un poco mi cuerpo, sintiendo como debido a sus espasmos se ajusta alrededor de mí y sus piernas descansan en mi hombro, sin posibilidades de bajarlas o huir.
—Tú me encantas mucho. ¿No puedes darte cuenta? ¿No puedes sentir cómo me pones?
Su rostro está transformado, mientras sus gemidos suenan a la par de los míos. La dicha de poder tenerla conmigo de vuelta, de verla, sentirla por dentro y escucharla, me tiene fascinado y excitado.
Me detengo solo para voltearla boca abajo, dejando elevado únicamente su trasero, retomando las embestidas, poniendo mis manos a ambos lados de su cintura, disfrutando los movimientos que hacen sus nalgas por el choque de mi pelvis contra ellas. Con sus piernas así de juntas se siente más apretado. Su fatiga, jadeos y oírla decir mi nombre incontables veces, me pone más caliente de lo normal. Solo su voz tiene el don de provocarme de esa manera.
He perdido por completo el control de mi cuerpo, no puedo parar de moverme y empujarlo fuertemente. Cuando caigo en cuenta de mis acciones, mis manos, en especial mi dedo pulgar, se ha movido solo. De alguna forma, actuó por su cuenta en algún momento y ya era muy tarde para sacarlo o dejar de penetrar su ano con el. Viendo que no parecía quejarse o dolerle, solo continúe moviéndolo despacio, apreciando la forma en que su caderas se mueven solas.
De un instante a otro, sus jadeos se intensificaron, justo al momento que una presión emergió de su vagina, provocando que mi pene saliera de ella. Sentí como una especie de líquido, lo que estaba casi seguro que eran sus fluidos, mojaron mi pantalón a una velocidad inaudita. Todo su cuerpo estaba tembloroso, su fatiga no le permitía pronunciar palabra alguna. Viendo cómo tendió su cuerpo agotado, cojo la tijera y corto la soga que sujetan sus piernas juntas. Y no, no planeaba liberarla de más ninguna otra parte. No pienso arriesgarme a que huya de nuevo.
—Esa presión fue algo fuera de este mundo. ¿Podrías hacerlo para mí otra vez, por favor? — levanto solo una pierna, acomodándome entre ella para tener más alcance, mientras ella recuesta su cabeza del asiento, tratando de elevar su cuerpo en busca de huir—. ¿Por qué huyes? ¿Acaso sientes cosquillas en esa zona? — de una profunda estocada, un cosquilleo invade la punta de mi pene y presiono mis labios.
—Espera, por favor— nunca la había visto rogar de esa manera, pero se ve tan sensible y se siente tan caliente por dentro que es imposible detenerme.
Es como si su interior estuviera palpitando mucho, puedo sentir una sensación increíblemente placentera mientras deslizo rápidamente mi pene entre las paredes de su vagina.
—Steven, no puedo más — advierte, segundos antes de soltar un fuerte gemido y me haga volver a sentir esa descomunal presión que, aunque no fue tan intensa como la primera, fue capaz de expulsar mi pene de nuevo y mojar más mi pantalón.
Su expresión luce tan bella y atractiva, no puedo dejar de mirarla. Lágrimas brotan de sus ojos, pero no me parece que esté triste, todo lo contrario, ya que no deja de sonreír.
—Te has vuelto un hombre travieso — logra sentarse con dificultad y observo lo húmedo que está el asiento—. Siéntate y déjame el resto— hago lo que dice sin protesta y se pone de rodillas en el asiento, para luego sentarse sobre mí y jugar con mi pene en la entrada de su vagina—. Los chicos traviesos como tú, merecen probar un poco de su propia medicina — lo adentra de golpe y rodeo su cuerpo con mis brazos, recostando mi cabeza en su pecho por su repentina acción.
Está muy resbaladizo y caliente por dentro. Tener todas esas sensaciones juntas y sentir cómo ella misma se mueve sobre mí, solo intensifica los escalofríos y el cosquilleo. Puedo derretirme fácilmente en su interior, como continúe moviéndose de forma circular y dejando caer de golpe su cuerpo sobre el mío. Mis manos descansan en sus suaves nalgas y las aprieto entre ellas. No sé cómo es posible que tenga el privilegio de tener a una mujer tan perfecta como ella. Quiero tenerla conmigo siempre.
Por más que trato de soportarlo, cada vez no puedo tolerarlo ni un segundo más. La forma tan brusca y rápida en que se mueve, me tiene en el cielo. Su perversa sonrisa y hermosa mirada en este momento tampoco ayuda. Sabía que no iba a durar mucho, es por eso que, deseando sus labios, aprovecho para estampar los míos en los suyos, sumergiéndome en ellos con la misma intensidad del deseo que consume cada parte de mí. Notando que corresponde mi beso de la misma forma de siempre, me emociona hasta más no poder, sabiendo que aún sigue sintiendo lo mismo y que no ha dejado de hacerlo.
—Te amo, Mónica — presiono su cuerpo en el preciso instante que estallo en su interior, quedándome sin fuerzas o energía, pero ella sigue moviéndose. Es como una corriente incontrolable, solo sentir que se mueve de esa manera luego de haber terminado, pone mi cuerpo a vibrar.
—Yo también te amo, Steven — dice jadeante.
—No vuelvas a dejarme, por favor. No quiero volver a sentir esa soledad y dolor aquí en mi pecho. No sería justo que dejemos esto bonito que estamos sintiendo solo por lo que los demás digan. Ella podrá ser mi madre y la amo, pero tú eres la persona que escogí para pasar el resto de mi vida y en eso ni ella ni nadie tiene el derecho de interferir.
—Perdóname. Te juro que no volveré a hacerlo. Yo no quería lastimarte.
—Ya no hablemos de eso, solo vivamos el presente y luchemos por nuestro futuro juntos. Comencemos con los preparativos de nuestra boda lo más pronto posible. Hazte cargo de mí como me prometiste y conviértete en mi esposa de una vez.
—Te prometo que lo haré y no volveré a huir. Más que nada quiero un futuro contigo — besa mis labios despacio y correspondo su beso.