Anoche, luego de arreglar nuestras situaciones, regresamos a nuestra casa juntos. Hemos planificado ir a la casa de sus padres hoy para buscar su ropa y el auto. Ellos nos recibieron con los brazos abiertos. No esperé verlos tan animados y felices.
—¿Cómo les fue en su reconciliación? — fue la pregunta inicial, antes de cualquier otro saludo.
—Realmente no parezco tu hija. ¿Cómo pudiste amarrarme de esa manera y entregarme, así como así? — pregunta directamente Mónica.
—¿Mi yerno tiene alguna queja? — los dos me miraron y sacudo las manos.
—No haré comentarios al respecto.
—¿Cómo que no harás comentarios? Luego del trabajo que pasé, quiero al menos saber entre la escala del al 10, ¿cuán resistente fueron los amarres? — viendo que Mónica no me está mirando, le muestro los diez dedos de las manos por dos.
—Hay preguntas que no se responden, Steven.
—No he hablado — me defiendo.
—¿Piensas que no te vi? — mira a sus padres y agita la cabeza—. Ustedes dos son una mala influencia para mi novio.
—Prometido — corrijo.
—¿Cuál es el tabú? Eso genera más intriga. Estamos en familia. Suelten la sopa que no dormí nada anoche y ustedes me salen con esto.
—Es un tema de pareja.
—Juzgando por la manera en que has entrado por esa puerta, puedo asumir que te dieron como maleta que no cierra — volteo como si la cosa no fuera conmigo.
—¡Papá!
—Las cosas como son. Y tú no pongas cara de que no rompes ni un plato, cuando rompes la vajilla entera.
Es vergonzoso recordar lo que sucedió anoche. Emocionarme en este momento está fuera de lugar, pero ellos no hacen nada más que recordármelo.
—Entonces ¿habrá boda? — pregunta su madre.
—Así es. Precisamente veníamos a hablarles sobre eso. Era algo que ya estaba en agenda, pero quiero agilizar el proceso. Ahora que su hija está viviendo conmigo, posiblemente será más sencillo al momento de los preparativos.
—Cuenten con nosotros. Por cierto, no quiero preguntar algo fuera de lugar, pero ¿invitarás a tu mamá?
—No — contesto, luego de haber procesado su pregunta.
—Lo siento, solo tenía curiosidad. Independientemente de lo que decidas, sabes que nos tienes a nosotros aquí y por nada del mundo nos perderemos ese gran momento y paso que darán.
—Créanme que estoy muy agradecido con ustedes por esto. Les prometo que haré todo lo que esté en mis manos para hacer feliz a su hija.
—Lo sabemos.
Nos dejan a solas unos instantes y Mónica se acerca.
—¿Estás seguro de eso, Steven?
—Sí, quiero que ese día sea memorable para los dos y no quisiera que se estropee. Sé que si mi mamá viene, posiblemente las cosas no salgan como quiero — mira el suelo y llevo mi mano a su mentón—. Mónica, no tienes la culpa de esto, así que no te atrevas a pensar lo contrario.
—Es solo que sé lo importante que es tu mamá para ti y no quisiera que ese día tan importante lo pases sin ella.
—Esa fue su decisión, Mónica. Es algo en lo que no tenemos control. No pienso renunciar a ti o a nuestra felicidad por mi madre. La amo mucho, pero no considero eso justo. Anoche hablamos y quedamos en algo, así que sigamos adelante con nuestros planes y olvidemos el resto. Con tenerte conmigo, ya soy el hombre más feliz del mundo, que de eso no te quepa la menor duda — acaricio su mejilla y sonrío.
Durante tres meses estuvimos con los preparativos de nuestra boda. Incluso mi jefe quiso acompañarme a escoger un buen traje para la ocasión y como un regalo de su parte. Él ha estado actuando diferente de un tiempo para acá. Muchas veces no me trata como un empleado, sino como un amigo y es muy extraño en él, aún no me acostumbro a su amabilidad. Los padres de Mónica se la llevaron desde ayer a su casa, para que hoy pudiera tomar su tiempo de arreglarse y tener su privacidad. He estado muy ansioso y nervioso, ni siquiera he podido comer bien por los nervios en el estómago. Anoche tampoco dormí bien, ya que es la primera vez en tres meses que ella no duerme conmigo. Di tantas vueltas toda la noche que no descansé nada.
Me arreglo la corbata frente al espejo y es cuando veo mi teléfono sobre la mesa. No he sabido de mi madre luego de aquel incidente. La he llamado anteriormente, pero no me responde y, como era de esperarse, hoy tampoco lo hizo y me envió directamente al buzón de voz.
—Mamá, soy yo de nuevo. Te llamaba para decirte que hoy es un gran día. Deseaba compartirte mi felicidad, a pesar de saber que esto para ti es un disgusto. En unas horas estaré casándome por fin con la mujer de mi vida. Sé que luego de esto, lo más probable no quieras saber mucho menos de mí, pero si eso es lo que decides, no tengo de otra que aceptarlo. No hubiera querido que las cosas entre los dos terminaran así, pero es injusto lo que me pediste y no pienso tomar una decisión de la cual termine arrepintiéndome toda la vida. Sé que si papá estuviera aquí, él iba a estar feliz de ver que he encontrado a alguien a quien amo y vale la pena. Solo espero que algún día aceptes a Mónica y puedas entender que junto a ella, verdaderamente soy el hombre más feliz del mundo. Se supone que eso debe ser suficiente para tu tranquilidad. Yo estaré bien y sabes que siempre me tendrás aquí. El día que decidas venir a visitarnos, estaré en el mismo lugar y esperándote con los brazos abiertos. Te amo, mamá — cuelgo la llamada con ese nudo atorado en mi garganta.
Hubiera deseado que mi madre pudiera estar en este momento con nosotros, pero sé que pedirle que venga, solo traerá problemas. He tomado el tiempo de meditar sobre la situación y creo que lo mejor será que continúe haciéndome cargo de sus gastos y la mantenga distante, donde pueda estar tranquila y se sienta cómoda. No quiero ser un hijo ingrato o hacerle mal, pero no pienso renunciar a mi felicidad solo porque ella no esté de acuerdo con mi relación. Voy a demostrarle que el amor entre Mónica y yo es real, que nada ni nadie nos va a separar y que ella es la mujer indicada para mí. Creo que esa será la mejor prueba para que poco a poco se haga la idea y acepte nuestra unión. Estoy dispuesto a llegar hasta donde sea necesario, con tal de tenerla a mi lado. Sé que mientras la tenga conmigo, seremos bendecidos en abundancia y podremos alcanzar juntos todo lo que nos propongamos en la vida.
Me encamino para la iglesia, donde me encuentro con mi jefe, algunos invitados, en especial compañeros de trabajo. Los nervios cada vez se hacen más visibles, mientras que el tiempo se hace largo. Hablando con el padre, mi jefe me avisa que Mónica había llegado y ahí es donde casi infarto. No la he visto y ya mi corazón quiere salirse de mi pecho. He estado esperando tanto por esto, que no puedo creer que por fin ha llegado el día. Todo alrededor pierde importancia, cuando solo puedo verla a ella. Todo brilla o es la misma emoción que la hace ver así. El escote del traje es cuadrado, la tela es de organza, sin mangas, con una cola capilla que la hace ver como una misma princesa de un cuento de hadas. Ella está caminando hacia mí y las manos me están sudando. El velo cae sobre su rostro, pero es tan fino que puedo ver a través de el su sonrisa. Su padre me hace entrega de ella y le ayudo a subir el escalón del altar. Mi mente se ha nublado por completo. Las palabras no me salen por más que me esfuerzo en hablar y, por alguna razón, siento mis ojos llorosos.
—¿Te has quedado sin palabras? — su pregunta me hace asentir con la cabeza varias veces.
—Eres una princesa. Te ves sumamente elegante, única y perfecta. ¿Realmente vas a casarte conmigo?
—¿Qué tipo de pregunta es esa? ¿No es para eso que estamos aquí? — sonríe dulcemente y siento mi corazón acelerarse más.
—Es cierto. Solo quería asegurarme de que así sea. No puedo creer que esté viendo a una princesa delante de mí. Te ves brillante.
—¿Brillante? No más que tus lindos ojos cuando me miras. Tú también te ves elegante, atractivo y dulce. Al fin ha llegado el gran día.
—Sí, por fin.
—Queridos hermanos: Estamos aquí junto al altar, para que Dios garantice con su gracia su voluntad de contraer Matrimonio ante el Ministro de la Iglesia y la comunidad cristiana ahora reunida. Cristo bendice copiosamente su amor conyugal, y él, que los consagró un día con el santo Bautismo, nos enriquece hoy y nos da fuerza con un Sacramento peculiar para que guarden mutua y perpetua fidelidad y puedan cumplir las demás obligaciones del matrimonio. Por tanto, ante esta asamblea, les pregunto sobre sus intenciones. Esposa y Esposo, ¿vienen a contraer matrimonio sin ser coaccionados, libre y voluntariamente?
—Sí, padre — ambos respondemos a la par.
—¿Están decididos a amarse y respetarse mutuamente, siguiendo el modo de vida propio del matrimonio, durante toda la vida?
—Sí, estamos decididos, padre.
—¿Están dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos, y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia?
—Sí, estamos decididos, padre.
—Ya que quieren contraer santo matrimonio, unan sus manos y manifiesten su consentimiento ante Dios y su Iglesia.
Unimos nuestras manos y contemplo su belleza. No puedo creerlo. Estamos aquí frente a frente, cumpliendo uno de los tantos sueños que hemos tenido. Mis manos están temblando, pero las de ella no se quedan atrás.
—Steven, ¿quieres recibir a Mónica, como esposa, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad y, así, amarla y respetarla todos los días de tu vida?
—Sí, acepto.
—Monica, ¿quieres recibir a Steven, como esposo, y prometes serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarlo y respetarlo todos los días de tu vida?
—Sí, acepto.
—El Señor confirme con su bondad este consentimiento que han manifestado entre la Iglesia y les otorgue su copiosa bendición. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
—Demos gracias a Dios.
La pequeña Amanda, hija de mi otro jefe trae los anillos.
—Gracias, muñeca — sonríe, tras mi agradecimiento.
—El Señor bendiga estos anillos que van a entregarse uno al otro en señal de amor y de fidelidad.
—Amén.
—Mónica— deslizo el anillo en su dedo—, recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad a ti. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
—Steven— desliza el anillo en mi dedo—, recibe esta alianza, en señal de mi amor y fidelidad a ti. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
—Dios todopoderoso, mira propicio a estos hijos tuyos, consérvalos unidos en tu amor, concédeles los dones de tu gracia, a fin de que, después de esta vida, merezcan llegar al lugar de la eterna felicidad. Por Jesucristo nuestro Señor.
—Amén.
—Si hay alguien presente que se oponga a este matrimonio que hable ahora, o calle para siempre — tras el silencio en la iglesia, prosigue—. Yo los declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia.
Seco rápidamente las lágrimas que han brotado de mis ojos por esas palabras tan conmovedoras del padre. Levanto el velo, llevándolo por detrás de su cabeza y noto sus ojos llorosos. Todo esto me lleva a hacer una retrospectiva del primer día que la conocí y de las mil y una razón por la cual me enamoré de ella. ¿Cómo iba a poder renunciar a esta felicidad y emoción que me llena el alma? Si desde que la conocí, en mi corazón no podría habitar nadie más que no sea ella. Es con ella que quiero caminar de la mano de hoy en adelante y para siempre.
—Gracias por llegar a mi vida y darme el privilegio de caminar de la mano contigo de hoy en adelante, hasta que la muerte nos separe. Gracias también por cumplir con tu promesa y de hacerte cargo de este hombre incapaz de vivir sin ti. Te amo, Mónica.
—Te amo mucho — sonríe, secando sus lágrimas.
Nuestros labios se unen como sello a nuestro compromiso y como prueba del amor que sentimos el uno por el otro. Pese a las pruebas u obstáculos que pueda presentarnos la vida, juro ante Dios que nada podrá compararse o ser más fuerte que el amor que siento por ella.