La había estado observando desde que apareció su imagen por casualidad en las cámaras de seguridad, Lo que estaba haciendo en ese momento se llamaba acecho. Típico del cazador que era. Ella era preciosa. Aquellas piernas torneadas, eran de infarto ya se las imaginaba alrededor de sus caderas mientras le afincaba los talones en su trasero.
Tomó un sorbo de su trago. Tenía una semi-erección, no le quedaba duda que se volvería un problema. ¿Qué lo causaba? Cada vez que veía ondear la maldita falda transparente. Si ella le perteneciera no dejaría que saliera así a la calle. No permitiría que otro hombre deseara lo que era total y únicamente suyo. No podía dejar de mirarla. Menos, cuando el hombre alto y rubio se le acercó. Los miró interactuar durante largo tiempo. Eran solo amigos. Podía verlo, pero el hombre posesivo en él, no.
Sacudió su cabeza. Posesivo con una mujer de América. Eso no podía ser, ni en un millón de años. Pero la rabia de ver al hombre detrás de la pequeña mujer con intentos de conseguirla estaba nublando la mente.
—¿Yasir?... —la voz melosa de su acompañante esa noche hizo que girara la cabeza.
—Estás ausente. No estás conmigo esta noche.
—Disculpa. No fue mi intención ser descortés.
Ella sonrió como si estuviese en un anuncio de crema dental. —No te preocupes. Entiendo que estés un poco desorientado con el cambio de horario y clima.
—Lo dices sabiendo que no es la primera vez que vengo a América —dijo— ¿Recuerdas que estudiamos en la misma universidad?
—Claro que lo recuerdo —dijo ella con una sonrisa pícara—, hacíamos mucho más que los trabajos de clases.
¿Cómo olvidarlo? La muy astuta se había hecho pasar por su amiga incondicional para acercarse a él. Por un momento pensó que sentía algo por ella. Pero cuando la vio con otro chico de dos semestres más avanzados que él. Se dio cuenta el tipo de mujer que era. Una cualquiera. Aunque no usaba ese calificativo para una mujer que lo hacía como sustento para mantener a su familia. Si no a ese tipo de mujer que era sumamente interesada y que no le basta con tener un solo hombre en su cama.
Ella se acercó más a él y comenzó a acariciar su amplio pecho. —Deberíamos recordar los buenos momentos juntos en la universidad.
Tal vez de no era mala idea desaprovechar su oferta. Era un hombre que nunca desperdiciaba una oportunidad. Además de que tenía una erección desde que había visto bailar a la pequeña bruja que lo había hechizado con solo contonear sus caderas.
No estaba mal que su acompañante se encargara de eso. Miró a su alrededor. La estaba buscando. ¿De nuevo? Bailando con aquel hombre que estaba claro como un cristal que quería meterse entre sus piernas. Apretó los dientes al imaginarlos en escena.
—¿No me has respondido? —Insistió su acompañante acariciando el paquete que estaba dentro de sus pantalones.
—No deberías tentar a la bestia —dijo en tono de advertencia.
—Vamos, Yasir —habló como una niña malcriada—. Desde que nos vimos en Londres hace ya algunos meses no, nos hemos divertido.
—No todo siempre es diversión.
—Siento que soy solo un negocio para ti.
"Oh la chica no estaba muy lejos de la verdad•, pensó. Ella era solo eso. Un proyecto con grandes beneficios económicos. La tomó fuertemente de la barbilla. La miró a los ojos que brillaban por el deseo.
—Eres más que eso —le aseguró y cubrió sus labios con los de ella.
A pesar de todo tenía que reconocer que la mujer que estaba en sus brazos en ese momento era una experta a la hora del sexo. Lo sabía de primera mano. A veces las mujeres podían convertirse en armas tan letales que podían acabar con un imperio. Para muestra un botón, Troya. Un país que había caído por la lucha del amor de una mujer, Helena.
—Sabes que me gusta estar contigo —con su voz dulce trataba de cautivarlo.
Yasir sabía qué otra cosa también. Su dinero. A pesar de su opulencia, la extravagancia y la gran cantidad de dinero que poseía. Yasir Arslan era un hombre solitario. Marcado por la tragedia de su familia. Las personas que por tener dinero, fama y poder, querían un pedazo de él. Así como la morena que se le estaba ofreciendo en ese preciso momento. Un carraspeo sonó en ese momento.
—¿Yasir? —una voz grave y fuerte interrumpió el momento.
—Espérame un momento aquí —suavemente soltó a su acompañante.
Caminó hasta el recién llegado que era su asistente, mano derecha, amigo, hermano y confidente, Camilo. Fueron hasta un pasillo en donde se encontraba la oficina. Abrió la puerta y se colocó donde siempre, sentado detrás de su escritorio.
—¿Qué sucede? —Preguntó.
—Tengo la información que me pediste.
—Escucho —puso las manos sobre su pecho.
-—Estabas en lo correcto. Esa empresa está muy mal.
—¿Qué tanto? —estaba un poco intrigado.
—Desesperados por un socio capitalista.
—¿No entiendo? ¿Es una empresa familiar?
—Al parecer, sí. Lo es.
—¿Están dispuestos a perder un treinta y cinco por ciento de acciones?
—A mi también se me hace muy raro. —Su asistente miró hacía su acompañante.
—Sé lo que me quieres decir —palmeó su brazo—. No pienso dejar que pase de una negociación.
—Debes de tener cuidado, Yasir. Algo me dice que esta gente oculta algo.
—Tomaré tu consejo —afirmó a su amigo mostrando los dientes—, pero primero me divertiré un poco.
—Estás tentando mucho a tu suerte, amigo.
—Para eso estas tu ahí, hermano —sonrió—. Para salvar mi trasero.
Yasir miró los diferentes puntos de la cámara de seguridad. Buscando a la bruja que lo tenía hipnotizado con su gracia y belleza.
—Está de cumpleaños —comentó Camilo.
—¿Cómo sabes a quién estoy buscando? —Preguntó a su asistente incrédulo.
—Una mujer como esa no pasa desapercibida, nunca.
—¿Cómo sabes que está de cumpleaños?
—Su amiga vino la semana pasada para confirmarnos la reservación.
—Entiendo.
—No he sido tu amigo por años de gratis, Yasir.
—¿Qué quieres decir?
—Lo sabes perfectamente. —Se encogió de hombros —Lo obvio, se cuando te atrae mucho una mujer.
—Nunca podré deshacerme de ti. ¿Cierto, hermano? —Preguntó con sorna.
—Ni en tus más remotos sueños.
—Ese hombre que está con ella —señaló con el dedo a la pantalla —¿Tienen algo?
—Hasta ahí no llego, vas a tener que descubrirlo por ti mismo —dijo alzando las manos en rendición.
Yasir soltó una gran carcajada —Envía a su mesa tres botellas del más fino champagne que tengamos.
Camilo acarició el puente de su nariz. —¿En serio usarás ese viejo truco?
—Soy de la vieja escuela.
—Por qué no te creo.
Yasir suspiró y arreglo su traje de tres piezas de diseñador. —Regreso a divertirme con la mujercita que pretende engatusarme.
—Ten cuidado —le señaló con el dedo—, no tengo duda de que esa mujer es toda una profesional en el arte del engaño.
—Tomaré tu consejo al pie de la letra.
Le hizo una inclinación de cabeza y fue de nuevo a reunirse con su acompañante. Cuando caminaba por el pasillo aceleró el paso. Quería ver si podía ver de nuevo a la mujer que había llamado su atención esa noche. Pero no tuvo resultados. Respiró profundo al entrar en el área VIP en donde había estado minutos antes.
—Tardaste mucho.
Yasir ladeó la cabeza. —Cosas del oficio.
—No lo entiendo, aún —dijo ella confundida— ¿Por qué tienes un club en esta ciudad? Eres inmensamente rico y además no vienes mucho a América.
Sin perder tiempo él la tomó de la cintura. —Si vamos a tener negocios juntos —besó la comisura de sus labios y vio como se estremecía de anticipación—, vendré más a menudo. Ya sabes que necesito divertirme y no puedo estar visitando clubes nocturnos —pasó la lengua por el lóbulo de su oreja. —Tampoco se ajustan a lo que necesito. Por eso tengo el mío propio.
La mujer gimió. —Es una respuesta lógica —hizo el intento de besarlo.
—Ya sabes, querida —acarició la nariz con el dedo índice —. Las reglas las pongo yo.
—No es justo, Yasir.
Se preparó un trago, se quitó el saco; luego se sentó en uno de los sillones grandes para doblarse las mangas de la camisa y extendió un brazo por encima del respaldo y cruzó las piernas.
—¿Qué no es justo?
La mujer caminó hasta él y se dejó caer de rodillas a sus pies y comenzó a acariciarlo. Debería ser un poco más fuerte. Un hombre no se mide por la cantidad de sexo que tenga, si no por la responsabilidad que tenga a la hora de hacerlo.
—Ya sabes lo que quiero —dijo relamiéndose los labios.
Yasir descruzó las piernas. —No —negó con la cabeza—. No lo sé. ¿Por qué no me lo muestras?
Triunfante por haber creído que había ganado sonrió. —Claro que te mostraré —esta vez comenzó a acariciar su paquete. Con mucha destreza y habilidad le desabotonó su pantalón. Colocó la cabeza encima de sus rodillas. —Te aseguro que lo vamos a disfrutar más que antes, bebé.
No podía quitarle mérito. La mujer tenía conocimiento a la hora de dar una mamada. Tenía apretados los dientes. No quería que ella supiera que le estaba dando placer. Sentía como su miembro entraba y desaparecía en las profundidades de su garganta. Tenía los puños apretados con los dedos blancos por la presión en el respaldo de la silla.
Era cierto que estaba duro como una vara de hierro. ¿Por qué no lo estaba disfrutando? ¿De verdad estaba pensando en eso? Su cuerpo estaba ahí. Recibiendo placer y su mente analizando la situación.
La experta mujer acariciaba sus testículos con mucha delicadeza. Los sonidos de succión aunado a sus gemidos podían volver loco a cualquier hombre. No quería ser descortés, por eso le acarició la cabeza indicando con esto que lo estaba haciendo bien. En realidad; lo estaba haciendo más que bien, simplemente que al parecer él no estaba interesado.
Reclinó la cabeza al respaldo del sillón y miró al negro del techo. Estaba deseando que terminara rápido. Lo cual no sucedería si no ponía de su parte. Así que utilizó un recurso que jamás había hecho. Cerró los ojos y pensó en la pequeña bruja que estaba en el local. Que de manera tan inocente lo atraía como el canto de una sirena.
Quería sentir sus pequeñas manos sujetando su glande para acercarlo hasta su boca y así sentir el calor a su alrededor. Fue entonces cuando un fuerte gemido salió de su pecho.
—¡Oh si! —Exclamó Yasir.
Al parecer esa expresión hizo que la mujer que estaba entre sus piernas se animara porque comenzó a succionar su miembro, más rápido y más profundo, pero él se imaginaba a otra toda dispuesta a darle el placer que necesitaba.
Cuando la chica pasó la lengua por sus delicados testículos. Yasir no pudo controlar el impulso de jadear y arquear las caderas para que le diera más.
—Ufff esto se siente muy bien.
Ahora quería más de ella. Quería que su esencia de hombre corriera por toda su garganta. Le quemara y le marcara como suya. Volvió a imaginar aquella mujer que lo miraba con aceptación y con eso sellaba su destino. Con los ojos aún cerrados y la cabeza reclinada, extendió los brazos y encerró con sus manos la cabeza de la mujer para inmovilizarla.
—Basta —fue firme al hablar, ahora sería él quien dictaría el ritmo. —Abre la boca —ordenó.
Se empujó hasta lo más profundo de su garganta y sintió como la mujer hizo una arqueada. Se obligó a retirarse un poco, para luego comenzó a follar su boca en serio, con rápidas y largas estocadas. Yasir sabía que no estaba comportándose como un caballero. Pero necesitaba la liberación. Si no lo hacía no podría entonces deshacerse de esa mujer durante la noche.
—Tómalo todo —siguió follando su boca sin contemplación ninguna.
Estaba muy cerca de correrse. Su cuerpo estaba tenso. Sentía una corriente eléctrica que subía por la espina dorsal. Su miembro estaba hinchado y más duro. Los testículos ahora pesados. Arqueaba más sus caderas masculinas para tener más la sensación. En ese justo momento fue cuando en su malvada imaginación la pequeña bruja acarició con la punta de la lengua su glande y se encontró con sus ojos. Eso fue todo lo que necesitó para correrse duro y rápido en la boca de la mujer. Su corazón latía desbocado. Cuando abrió los ojos, solo sintió decepción.
Vio como su acompañante se relamía los labios. Victoriosa. Si tan solo supiera que ella no era la dueña de esa liberación. Ella colocó su cabeza de nuevo sobre las rodillas masculinas.
—Estoy muy segura que lo has disfrutado tanto como yo.
—No estuvo mal, querida.
Al escuchar esas palabras la mujer se puso seria. — ¿Cómo es eso de que: "no estuvo mal, querida"?
Se estiró en el sillón donde estaba y se guardó su miembro dentro de sus pantalones y se acomodó un poco. —No me malinterpretes —trató de excusarse—, estuvo muy bien.
—Voy a pensar que es tu maldito español que siempre ha sido malo —.Se levantó del piso, acomodó un poco su vestido.
—No te pongas así, querida —dijo extendiendo su mano buscando el trago que había dejado en la mesa mientras que la mano libre hacia para que ella la tomara y sentarla en su regazo.
—Sabes que estoy aquí para ti —trató de besar sus labios.
Al ver su intento él bebió su trago. Luego la miró a los ojos seriamente. —Eso me consta —sonrió con arrogancia.
—Por eso me lo estoy jugando todo aquí, Yasir.
—También lo sé.
—Entonces. No me hagas recordártelo.
Ladeó su cabeza. —No entiendo por qué razón quieres arruinar el momento con una discusión.
Lo miró entrecerrando los ojos. —Tal vez porque te di placer y no me has devuelto el favor.
¡Listo!. Ya podía deshacerse de ella. La quitó de su regazo y la colocó en el sofá. Se levantó para mirarla fríamente a los ojos. —Yo no te pedí que me dieras una mamada.
—Tampoco dijiste que no —lo miró indignada.
—Solo tomé lo que de buena gana me ofreciste.
Ella bufó ahora molesta. —Eres un cerdo.
—Somos adultos. Podemos darle a las cosas el nombre que verdaderamente tienen.
—Creo que ha sido un total y completo error recurrir a ti en el problema de mi familia.
Yasir la miró con una ceja arqueada. —Sabes que me necesitas.
—Lo sé perfectamente. Lo que no estoy tan segura es que si esta ayuda tuya me traerá algún tipo de problema al final.
—Sabes que soy la única opción que tienes. —La tomó de la cintura y pegó su cuerpo al de ella.
Con resignación ella pego su frente junto a la de él. —Es eso lo que me pasa —dijo bajito.
—¿Qué quieres decir?
—No quiero que seas una opción —lo miró seria—, quiero que seas todo.
—Sabes que me estás pidiendo algo que no puedo darte.
—¿Ahora? —Le recriminó— ¿No puedes?
Ella había sido la culpable. Le fue había sido infiel con su compañero de habitación. Sin embargo; él nunca lo mencionó. Lo único que hizo fue terminar su relación con ella y a su compañero pedirle que abandonara el apartamento en donde vivían. De eso habían pasado siete años. Ahora ella pedía su ayuda como si nada. Suspiró cansinamente.
—La verdad es que no puedo, porque no quiero.
Ella emitió un jadeo y se tapó la boca. —¿Cómo puedes decirme algo así? Siempre estuve para ti —se removió inquieta sus brazos—, incluso cuando sin motivo alguno me dejaste.
—Te dejé sin un motivo. ¿Dices? —preguntó abriendo los ojos de la incredulidad.
—Sí. Eso dije —lo estaba enfrentando—. Lo sabes muy bien.
—¿Entonces asumo que no sabes el motivo?
—No lo sé. Siempre me lo he preguntado.
—De verdad que eres descarada —resopló—, te deje porque te encontré follando con mi compañero de piso.
Ella abrió los ojos en plena confusión. Al parecer no recordaba ese episodio en su vida. —Eso no fue lo que sucedió, Yasir.
—¿Ahora resulta que soy ciego? —. Alzó los brazos en desesperación.
—No he dicho eso, solo mal interpretaste lo que viste.
—Realmente eres una cínica.
—No me faltes al respeto —negó con la cabeza.
—Decirte cínica es muy poco. Cuando yo sé lo que estabas haciendo —la señaló con un dedo—, porque te vi. —Apretó los dientes enfrentándola—. Estabas en su habitación, encima de él follando.
—¿Cómo sabes que era yo? —preguntó ella fríamente.
—Tal vez será porque también conozco tu cuerpo y porque te vi en el reflejo del espejo.
No le quedó remedio que aceptar la verdad. —Él fue un error.
—Ya no tiene importancia.
—Puedo ver que a pesar del tiempo aún te duele —se sintió gloriosa.
—Claro que me duele —la miró frunciendo el ceño—. Me dolió, haber perdido un año de mi vida contigo.
—Solo estuvimos juntos esa vez, Yasir.
—Ahórrate las explicaciones —hizo gesto con la mano—, ya hace mucho de eso.
—No lo parece. Ya no confías en mí.
Estaba a punto de perder la calma. Era mejor que la despachara y saliera de ahí en busca de aire. Maldita sea la sangre le hervía. Caminó hasta el sofá en busca de su saco para tomarlo e irse del lugar.
—No puedo confiar en ti.
Ella se acercó anhelante. Colocó las manos en su pecho. —Dame una oportunidad —suplicó—, déjame demostrarte entregándote la empresa de mi familia que puedes confiar en mí —. Se puso de puntillas para rozar sus labios y besarlo—. Así como yo confío plenamente en ti.
Se quedó inmóvil. Tal vez debería aprovechar. Era un buen negocio lo que le ofrecía. —Gánate mi confianza —se soltó de sus brazos—. Tal vez así podrás ganarte algún día mi respeto.