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Chapter 192 - 192

—¡Atrapa a ese tipo!— le gritó Mamba a Alfred, pero él se quedó en silencio mirando a John.  

Me quedé quieta al ver que el perro estaba jamaqueando su cabeza con rabia en el cuello de la mujer. 

—Oh, ya quiero ver cómo ese traidor puede atraparme— se tiró desde lo alto a dónde me encontraba y cayó de pie. El perro al notar la presencia de John, se separó del cuerpo de la chica y lo miró gruñendo—. Calmado, cachorrito. 

—Son muy atrevidos para venir aquí, y más tu por entrar a ese lugar. ¡Diablo, tráelo!— el perro rabioso corrió hacia John, pero no contaba con que él se ahorraría el tiempo disparándole en pleno acto. 

—Oh, ¿Eso qué ha sido? — no entendía la razón por la cual John preguntaba eso, hasta que miré hacia donde estaban ellas, y vi que quien había sacado un arma y disparado primero había sido Alfred.

John se acercó a mí y me examinó. 

—¿Estás bien, cosita?

—Sí, mi amor. Algo está pasando con Alfred. 

—¿Cómo te atreves? Tal parece que se te ha olvidado en la posición que estás. Cada acto tiene una consecuencia— Mamba sacó un arma y le apuntó, pero Alfred bajó la suya—. De nada vale que la bajes ahora. 

Al ver que planeaba verdaderamente dispararle y que él no iba a defenderse, por impulso saqué mi cuchilla y la lancé en dirección a Mamba. Aunque no acerté al lugar donde quería, logré enterrarla en su brazo derecho. Era el sitio más expuesto que tenía desde este lugar. El alarido que soltó Mamba la hizo soltar el arma y Alfred reaccionó, dándole un rodillazo en la barriga y empujándola a dónde nos encontrábamos nosotros. Su caída vino acompañada de una balacera que se pudo escuchar, pero lejos de donde estábamos. Quería pensar que era la gente de John quienes habían decidido atacar. SkiC y Demonic al escuchar los disparos, sacaron sus armas y una de ellas le apuntó a Alfred, mientras que la otra nos miró. 

—Nos volveremos a encontrar— Demonic apuntó hacia nuestra dirección y John se levantó.

—Te sacaré de aquí pronto, cosita.

—Ayúdenme. ¿A dónde van?— cuestionó Mamba arrastrándose con dificultad a una de las esquinas y presionando su brazo.

—Tenemos que salir de aquí — SkiC retrocedió—. No tenemos tiempo, Demonic—ambas se giraron en dirección a la puerta y salieron.

John corrió hacia donde estaba Mamba y la usó para brincar y subirse a la planta.

—¡Eres un maldito!— gritó Mamba quejándose. 

Alfred trató de darle una mano, pero John no la aceptó.

—Arreglaremos esto luego— se acostó en el suelo y me extendió la mano—. ¿Qué esperas, cosita? 

—De aquí no vas a salir— Mamba se levantó del suelo y John suspiró. 

—Hay personas que no se rinden, aún sabiendo que no tienen posibilidad alguna de lograr lo que quieren. Tus planes han fracasado, zorrita. A veces es mejor rendirse, que dar lastima al final— John sacó una de sus armas de la funda y le apuntó.

—En realidad no tengo tiempo para perder contigo. Acabas de ser abandonada por tus buenas amigas. Deberías estar deseando vengarte de esas dos que te acaban de dejar a tu suerte, en vez de buscar vengarte de mí— me acerqué a ella y se cuadró con intenciones de pelear, pero no quería perder mucho tiempo, así que simplemente le di una patada para empujarla contra la pared y, en su descuido, le agarré el cuello para restregar su cabeza contra ella. Sus manos se aferraron a mi brazo, pero su brazo herido no tenía la suficiente fuerza como para poder quitar mi mano de su cuello. 

—Ni siquiera saber pelear, maldita— murmuró agitada—. Voy a matarte. 

—¿Qué cosas dices? He aprendido del mejor maestro. He sido entrenada por mi propio esposo. ¿Crees que lo haría quedar mal y permitiría que una débil perra como tú, me mate? — reí—. Te has equivocado al meterte con nosotros. Si te hubieras quedado siguiendo órdenes y manteniendo el grupo, más no metiéndote en asuntos que no te incumben, quizá hubieras podido permanecer respirando, pero ya que has firmado tu sentencia, ahora solo acepta que llegó tu hora con dignidad— llevé mi otra mano a su cuello y la restregué con más fuerza a la pared. No dejé de hacerlo hasta que dejó de forcejear y la pared se había manchado de su sangre. 

Al soltarla su cuerpo cayó suelo y John carraspeó.

—No quiero interrumpir tu diversión, pero no tenemos mucho tiempo, cosita. Sube— guardó su arma en la funda y me extendió la mano. No dudé en tomarla y subir.  

Con el pasar de los años, aún no puedo dejar de verlo como mi salvador. De esa persona que creí que no obtendría nada, fue del que lo recibí todo; una hermosa familia, apoyo incondicional, pero sobre todo… un amor imperfecto, pero real e inquebrantable. Luego de tanto, no podría arrepentirme por haber elegido unirme a él. Detrás de esa bestia, de ese demonio frío y sin sentimientos, se ocultaba este gran hombre. Estaba perdida en su mirada; en esa mirada dulce que solo yo he podido conocer. Sabía que no era el momento, pero no podía evitarlo. Ante mis ojos es el hombre perfecto, aunque esté consciente de que nadie lo es. 

—¿Por qué me miras así? — al escuchar su pregunta, sacudí la cabeza nerviosa. 

—No es nada—sonreí—. No tenemos mucho tiempo, John. Debemos ir por esas mujeres. 

—No irán muy lejos. Te lo garantizo— miró a Alfred, que aún estaba callado y cabizbajo—. Tu me debes una explicación, pero me la darás luego que terminemos con esas sucias. Espero que vayas pensando en lo que dirás.

—Sí, señor.

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