Al día siguiente estuvimos organizando todo, para esta noche finalizar con nuestro actual problema. Todo lo que quiero es cerrar ese capítulo tan oscuro, que por mi culpa, tuvo que pasar Daisy. De nada vale lamentarme de haberla arrastrado conmigo, ya que eso sería como arrepentirme de haberla conocido. En la noche nos dirigimos al punto que acordamos, ya teníamos el plano en mano y nos tocaba organizar nuevamente los nueve grupos de hombres.
—Quiero que confirmes que desde esta posición tienes probabilidades de un tiro certero. Las ventanas que se logran apreciar desde aquí, no lucen impenetrables, pero con la larga distancia en la que te encuentras, no estoy seguro si es la adecuada o necesitas ubicarte en una mejor posición, solo tú podrás decirme.
—Este lugar es perfecto y el clima está mucho mejor que ayer, por lo que me parece ser el lugar y momento adecuado.
—No me recuerdes el día de ayer. Creo que luego de eso no volveré nunca más a la playa.
—¿El hombre valiente le teme a algo más?
—Si no fueras mi esposa, ahora mismo te hubiera lanzado desde aquí arriba.
—Uy, mi hombre malo se molestó.
—En la casa arreglaremos esto, cosita.
—No puedo esperar — sonrió.
—No sabemos si esa gente está al tanto de nuestra visita, ni siquiera sabemos quién fue la persona que ocasionó nuestro accidente, pero no nos iremos de aquí hasta obtener una respuesta. No quiero que maten a la líder. Esa mujer es nuestro objetivo. Solo mi mujer o yo podemos acabar con ella. ¿He sido claro hasta ahora?
—Sí, señor — todos afirmaron.
—Recuerden que entraremos por el pasadizo subterráneo, que está ubicado a pocas cuadras de la fábrica.
—La tengo en la mira, John— avisó Daisy y me acerqué a ella.
—No la pierdas de vista entonces. ¿Está acompañada?
—Veo que está jugando poker con tres mujeres más.
—¿Logras ver algo más?
—No, pero en el ángulo que está ella en este momento, será complicado poder darle ahora.
—¿Por qué? ¿No dijiste que estabas bien ubicada?
—Porque una zorra se sentó frente a ella y ahora lo único que puedo ver es su maldita frente; además de que se está moviendo tanto, que lo más probable pueda fallar.
—No vayas a hacerlo. De igual manera debo entrar a investigar un poco ese lugar y, de paso, darle una sorpresa. Te quedarás con Manuel y Damián, ellos te van a cuidar la espalda. No olvides que debes mantenerme al tanto de todo por el micrófono. Vas a ser mis ojos ahora, preciosa.
—Todo por mi esposo— me hizo un guiño y continuó en lo suyo.
—Muchachos, estarán en contacto conmigo. No olviden de reportarse. Por cierto, no quiero que alerten a nadie, así que no usarán explosivos por ahora. Habiendo dicho todo esto, puede irse. No quiero errores— los grupos se fueron organizando para bajar la montaña.
—Protégete, John.
—Estoy más que protegido. Ahora sí, no te olvides de informarme todo lo que veas. Cualquier movimiento extraño de esa golfa o de quién sea, quiero saberlo.
—Entendido, jefecito.
—Así mismo deberías decirme en la cama y no lo haces— la despeiné y ella sonrió.
—No cambias.
—Si cambio dejarías de quererme. Ten mucho cuidado, cosita— le di un beso en la frente y miré a Manuel y a Damián—. Las dejo en sus manos, así que cuiden bien de ella o no solo las manos será lo que les va a faltar— llevé mi mano a la funda para saber que ambas armas estuvieran bien acomodadas—. Nos vamos— le avisé a los hermanos y no tardaron en seguirme.
Habíamos estudiado el plano de la fábrica y también acordado de por dónde iría cada quien. Ambos ya están bastante pulidos en esto, por esa misma razón los quise conmigo. Mientras nos adentrabamos al bosque en busca de la entrada hacia el pasadizo subterráneo, quise asegurarme de que la comunicación fuera estable debido a la distancia y que no hubiera ningún desperfecto.
—¿Me escuchas, linda?
—Sí. ¿No me digas que ya me extrañas?
—No me hagas mostrarle ese lado de diva a mis hombres, pequeña— escuché su risa traviesa y reí—. ¿Los demás me copian?
—Sí, señor— los líderes de cada grupo se reportaron.
Al llegar a la entrada, pudimos darnos cuenta que no había movimiento de nadie, pero habían tres candados en la entrada y miré a los hermanos.
—En esta parte entras tu, cuatro ojos— le dije al único de ellos que tiene espejuelos.
—Es Kianlley, señor— se agachó frente a la entrada y buscó su pequeña herramienta para deshacernos de los candados.
—Es difícil recordar sus nombres, así que les pondré un apodo más sencillo y corto. ¿Qué les parece tontín y tonton? Ese nombre les pega a la perfección y les aseguro que no me olvidaré.
—Nos han llamado bolita a los dos anteriormente, señor, así que no nos está malo que nos llame de esa forma.
—Ah, ¿Quién podría siquiera imaginar en que les llamarían así? — claro, a pesar de ser calvos y tener ese aspecto único que los hace ver como gladiadores.
—Compórtate, John— escuché la voz de Daisy por el micrófono y carraspeé. Es como si hubiera leído mis pensamientos.
Al entrar, un olor desagradable invadió mis fosas nasales. Los hermanos encendieron sus linternas ya que estaba muy oscuro y la pudrición nos atacó de nuevo. Saqué una de mis armas y fuimos adentrándonos por ese pasadizo hediondo.
—Reporten su ubicación actual— dije en el micrófono y todos se reportaron—. Aún no hemos encontrado alguna entrada que nos permita entrar a la fábrica directamente, pero no creo que esté tan lejos. Quiero que se mantengan en sus puestos. Hay un olor desagradable, sin contar los conductos y la suciedad que hay aquí abajo.
—Viene alguien, señor— los hermanos apagaron las linternas y los tres nos escondimos detrás de unos conductos para que no pudieran notar nuestra presencia. Lo único que se escuchaba era el eco de sus pasos. Hay que andar con cuidado.
Daisy
Me mantuve vigilando al objetivo y a las demás chicas que la acompañaban. A la única que alcancé a reconocer fue a la prima de la gata. Jamás pensé que ellas estarían juntas aquí. Ganas no me faltaban de acabar con todas ellas, pero no puedo precipitarme a las cosas. Me acomodé para poder tener mejor visibilidad y volví a mirar por la mira, cuando sentí la frialdad de un arma en mi cabeza. No quise mover ni un músculo, pero tenía la curiosidad de saber de quién se trataba. No había escuchado los pasos de nadie, ni siquiera me había dado cuenta de que los dos hombres que dejó John conmigo ya no estaban. Todo sucedió muy rápido.
—Levántate— escuché una voz conocida y levanté las manos para levantarme con calma.
—¿Alfred? ¿Qué haces tú aquí?— me quedé quieta, aún con las manos arriba y él continuó apuntándome a una distancia prudente—. ¿De qué se trata todo esto? ¿Dónde están mis hijos? ¿Por qué me estás apuntando con esa arma? — se supone que él haya estado con mis hijos. Ahora bien, lo que no podía responderme era la razón por la cual él también estaba aquí y el por qué me estaba apuntando a mi. Estaba imaginando lo peor y el miedo me invadió.
—No hagas más preguntas y muévete. Necesito que me acompañes a una parte.