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Chapter 189 - 189

Regresé al bote con Daisy y ella señaló hacia el agua. 

—¿Es eso el maletín, John? — miré en dirección a donde ella señalaba y realmente parecía al maletín negro donde estaba supuesto a estar su rifle. Estaba algo lejos del bote, así que opté por subir el maletín que cargaba para nadar hacia el otro maletín, esperando que estuviera dentro. Para mi sorpresa, aún permanecía dentro, lo supe por el peso. Fui acercándome al bote de vuelta y le pedí a Daisy que sujetara el maletín en el agua para poder subirme y luego subirlo conmigo.

—¿De qué vale tener armas ahora, si ellas no nos ayudarán a salir de aquí?— suspiré despeinando mi pelo.

—Al menos estamos vivos y mientras lo estemos, vamos a luchar para salir de aquí. Escuché que disparaste, ¿Fue a la zorra?

—Sí, trató de atacarme con la pistola de bengalas— escuché su risa y la miré. 

—Parece que estás feliz por eso. ¿Tanto la odiabas? 

—Sí, la detestaba. No veía la hora de verla tragando tierra, pero ya ves que a veces las cosas salen mejor de lo que uno espera. No tragó tierra, pero si bastante agua— rio. 

—Tu sentido del humor está intacto, cosita. Esos celos tuyos me enloquecen. Aún en una situación así, tú estás muy contenta. 

—Lo que tengo es frío — se cruzó de brazos y miró el cielo. 

—No tengo ropa seca para ponerte por encima, pero trataré de calentarte de otra manera— me acosté en el medio del bote y ella se unió—. Esta es una buena anécdota para contarle a nuestros hijos, ¿No crees? — la abracé, pero no era mucho el calor que podría brindarle y menos estando empapado. 

—Lo es. Ya los puedo imaginar riendo. Oye, John. ¿Qué crees que haya pasado? ¿Crees que alguien estuvo detrás de lo ocurrido? 

—Estoy seguro que sí, porque es la primera vez que ocurre algo como esto. El piloto siempre hace la inspección. Algo me dice que ya están al tanto de que les daremos una visita, así que debemos ir preparados. Mis hombres están esperando en el otro lado, solo debemos sobrevivir hasta que logre alguien ayudarnos o al menos lleguemos a la costa. 

—¿Y cómo llegaremos a la costa? 

—No debemos estar tan lejos, mi diosa. Por lo regular, el piloto siempre viaja por tierra, en pocas palabras, fui yo quien le pidió esta vez que quería que pasaramos desapercibidos y para eso debíamos coger una ruta alterna. Quería que aterrizara en una de las pistas que utilizaba mi papá, que hace mucho no ha sido utilizada. Iba a ser más seguro aterrizar allí, pero ya ves cómo pasaron las cosas. Contamos con tres bengalas; si no logramos llamar la atención de nadie, vamos a tener que buscar la forma de movernos con todo y bote. 

—¿Y cómo haremos eso? 

—Aún no lo sé, pero buscaré algo que pueda ayudarnos como remo y podamos movernos hacia donde queramos. No podemos perder mucho tiempo, cosita. Debemos actuar lo más rápido posible. 

—¿Y cómo vamos a saber hacia dónde?

—Ni puta idea, solo nos arriesgaremos. Peor es no hacer nada y morir aquí. Siempre estamos en situaciones complicadas, ¿Eh? Algo que me reconforta y me calma, es el hecho de saber que te tengo conmigo ahora. Eso me da la fuerza necesaria para querer salir de aquí con vida; sin contar que nuestros pequeños nos están esperando en casita. Tenemos que salir de aquí para contarle esto a ellos y que se burlen de nosotros, ¿De acuerdo? Sé que tienes mucho frío, pero pensemos en otra cosa. Piensa que estamos teniendo sexo y te prometo que vas a calentarte más que sol de verano. 

—Sabía que saldrías con algo de las tuyas— rio. 

—No puedo negar que la adrenalina y la situación me está calentando, pero no más que tener tu cuerpo tan cerca. Debemos buscar la forma de salir de aquí y dejar la dichosa calentura para la casa. 

Cayó la noche y fue la oportunidad de usar una bengala. Esperamos por un largo tiempo, pero no hubo señales de ayuda. Tenía pensado ir por el plan B y tratar de buscar algo que nos ayudara como remo, pero no encontré absolutamente nada; tampoco podíamos arriesgarnos a nadar y mucho menos estando de noche. Estuvimos toda la noche en vela, era imposible dormir en una situación así. Durante la mañana alcanzamos a ver una lancha, en realidad no estaba tan lejos de nosotros. Para nuestra suerte, pudimos llamar su atención y vinieron a nuestro rescate. Era la primera vez que debía depender de alguien para que nos ayudara, en dónde de nada valía el ser independiente o fuerte. Fueron horas cargadas de ansiedad, desespero y hambre. La pareja que nos ayudó, nos comentaron que supuestamente habían visto la luz de la bengala, pero no estaban seguros de que realmente lo fuera. Por tal razón se dieron la tarea de buscar y fue cuando dieron con nosotros. Hace mucho no experimentaba lo que era el miedo; el miedo de no saber si podríamos regresar con vida con nuestros hijos. Al llegar al muelle, les agradecí por todo lo que hicieron por nosotros. Incluso nos dieron comida y gracias a eso pudimos recuperarnos un poco. Luego quise ir al punto de encuentro con mis hombres, para así poder contactar a Alfred y que me enviara dinero. Todo lo que tenía lo perdí allí y necesitaba llevar a Daisy a un lugar donde nos pudiéramos dar un baño y reponernos. Tan pronto pasamos toda la difícil situación, llegamos a un Hotel y nos metimos en la ducha. 

—Verdaderamente nos hacía falta un baño con agua caliente urgente— suspiré aliviado.

—Fue horrible, John. 

—Lo sé, pero lo importante es que estamos aquí. Tuvimos una oportunidad, así que hay que sacar provecho de ella. Vamos a posponer el ataque para mañana en la noche. Necesito que descanses y te recuperes, cosita. No podemos irnos así como estamos. 

—No te preocupes. Tan pronto duerma un poco me pondré mejor. Tu también deberías hacerlo. Pude percibir que estás caliente y con razón, porque fuiste el más tiempo que duró dentro del agua. Debes enviar a uno de tus hombres a comprar medicina a la farmacia, no quiero que vayas a empeorar. 

—Mi esposa siempre tan preocupada por mi. 

—No eres de hierro, aunque eso trates de aparentar. Ahora me toca cuidarte— se acercó hasta aferrarse a mi cuello. 

—No me estés provocando, porque no respondo, cosita. 

—Cállate, John. Deja de estar pensando en calenturas, que no es el momento. Ni siquiera debes tener energías. 

—¿A ti quién te dijo que no me queda? 

—Es que de verdad debería golpearte. Mejor no me acerco a ti— trató de alejarse y la sujeté por la cintura. 

—Ya no te enojes. No tengo culpa de que seas tan bella. 

—Siempre tienes una excusa. 

—Ya cállate— entrelacé mi mano en su pelo y la besé.