Cinco meses después:
—Si no se hubiera retrasado todo, ahora no estaríamos tan cortos de tiempo para nosotros.
—Es tu culpa, si no fueras tan perfeccionista, quizá hubieran terminado todo en dos meses, John.
—Para ustedes lo mejor. Por otra parte, hemos estado muy metidos en trabajo y no hemos salido los tres.
—Vayamos a cenar esta noche, cariño— se sentó en mi regazo.
—¿Ya puedes sentarte? — reí.
—Púdrete— trató de levantarse, y no dejé que lo hiciera.
—¿A dónde vas?
—Eres un animal.
—No te enojes.
—¿Quieres que busque un palo y te lo meta por el ojete?
—Ahora te quejas, pero ya le has cogido el gusto. Mientras estamos en eso, te vuelves otra persona, hasta te corres.
—¡Muérete, John!
—Lo siento, ¿Te lastimé un pétalo, querido rosa?
—No fue un pétalo lo que me lastimaste.
—Te cogería aquí ahora mismo, pero tenemos bastante trabajo por hacer. ¿Ya hiciste las entrevistas?
—Sí, y tengo tres candidatas.
—Te lo encargo entonces, mi amor. Otra cosa, hoy estuve hablando con Juliana y ya arreglé las situaciones con ella, desde aquel día no le había dado la cara y, aunque Daniela le explicó todo, sabía que debía hacerlo tarde o temprano. Todos están bien por allá, y eso me mantiene tranquilo.
—Te reclamó, ¿Cierto?
—Ya la conoces, pero lo comprendió y eso es lo importante.
—Te ves cansado, deberías tomar un día para descansar.
—Con esta demonia a mi lado, es imposible hacerlo— la abracé, acercándola a mi.
—¿Ahora recibo la culpa de todo?
—Has estado de mal humor últimamente, ¿Tus días?
—Tengo que seguir con el trabajo y atender a Mia, así que me retiro, Sr. Frost— me dio un beso y sonrió, antes de levantarse.
—Ten cuidado con las sabandijas que se la pasan echándote el ojo, no vaya a ser que deje la empresa sin empleados— solté con seriedad, y Daisy se giró.
—¿Mi esposo está celoso?
—Tú eres mía, no lo olvides; cualquiera que ponga sus ojos en ti, terminará sin ellos. Continúa con tu trabajo, preciosa— sonreí.
—Hasta que al fin escucho a mi sádico esposo celarme, ya había olvidado la satisfacción que eso causa en mí—me hizo un guiño, y salió de la oficina.
Si supiera que no solo los ojos les arrancaría.
Estuve trabajando toda la tarde, y llenando los últimos documentos que faltaban para ir a la oficina de Daisy, donde estaba con Mia. No había venido a verlas, quería terminar todo rápido para poder estar con ellas más tiempo.
—Ya hice las gráficas que me pediste y, de paso, llamé a tu nueva asistente. Desde mañana en adelante, vendrá a trabajar contigo.
—¿No estás celosa de dejar a tu esposo con otra mujer?
—No—sonrió—, porque sé que vas a portarte bonito, y no dejarás que ninguna mujerzuela te toque o te mire, ¿O me equivoco?
—A ti deberían llamarte Daisy "La destripadora", no se porque sentí que detrás de esa sonrisa, hay una gran amenaza con mis pelotas.
—Eso es lo que me gusta de ti, ¿a buen entendedor?
—Tienes tanta suerte de que nuestra princesa este con nosotros— sonreí, cargando a Mia en los brazos—. No siempre será así, preciosa. Eres a la única persona que le permito que me amenace, y no termine en los colmillos de mis adorables perros.
—No tienes que mencionarlo, no creas que no estoy consciente de eso, pero no olvides una cosita; yo tengo esa cerradura, que tu fabulosa llave abre y, sin ella, no podrías vivir.
—Tú tampoco y, más ahora, que esta llave abre cualquier cerradura, ¿cómo debería llamarle? ¿Llave mágica?— solté, y Daisy sonrió.
—Será mejor irnos.
—Pienso lo mismo, perdedora.
En la noche:
Decidimos ir al parque, antes de ir al restaurante para que la niña jugara. Normalmente vamos en la tarde, pero ya que no hemos tenido oportunidad, quisimos hacerlo ahora.
Me quedé observando mientras Daisy mecía a Mia. ¿Quién diría que mi vida cambiaría tanto? He llegado a hacer cosas, que jamás hubiera imaginado hacer antes. No está mal tener una familia, y tener estos momentos así con ellas. No me arrepiento de haber tomado esta decisión; antes podía ver el dolor físico como una manera de sentirme vivo, pero ahora ellas son quienes me hacen sentir agradecido por otro día más. Lo único que espero es poder durar mucho tiempo, y poder ver a mi hija crecer.
—Despierta, tesoro— estaba ido en esos pensamientos, que no me había dado cuenta de la presencia de Daisy—. ¿Qué tienes?
—Nada, bonita.
—¿Hay algo que te preocupa?
—No, estoy bien.
—Hay algo que quería decirte; planeaba hacerlo cuando llegáramos al restaurante, pero mejor lo hago ahora y, así de paso, Mia también lo escucha— desvió la mirada.
—Debe ser algo muy importante, para que estés tan nerviosa.
—Digamos que no es la primera vez que te lo digo, pero no sabía cuándo sería el momento adecuado.
—Luego de que no sea que vas a dejarme.
—¿Y cuándo he dicho eso?
—Suelta la sopa que me tienes inquieto.
—Estoy embarazada, John.