A tenerla tan cerca, fui lamiendo su vagina y probando sus fluidos; esos deliciosos fluidos irresistibles que hacen que me caliente. Acabo de terminar, y ya siento ganas de más. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que la tuve y, ahora no hay forma de que me detenga, no, hasta estar completamente satisfecho.
Daisy estaba jadeante y moviéndose hacia enfrente y hacia atrás, nunca la había visto tan energética, y es un motivo más, para desear destruirla como corresponde; de darle lo que por tanto tiempo, he estado reteniendo, desde que nos conocimos, hasta ahora. La muy tonta ni siquiera me aguantó las manos, así que puedo hacer lo que yo quiera con ella.
Llevé mi lengua a su agujero trasero, y a la vez mi dedo, Daisy se tensó y se salió de encima de mi.
—¿Qué crees qué haces, John?
—Las reinas no se levantan del trono fácilmente, ¿Ya tan rápido vas a bajarte? ¿Dónde está esa muñequita agresiva que quería vengarse por haberla violado? ¿Esa que estaba pidiendo a gritos que la hiciera sentir bien? Ya sabía que iba a ganar yo— reí—. Fíjate que hoy planeo ir más allá de lo que normalmente vamos y, aunque te levantes, eso no va a impedirlo— la empujé a la cama, y al ponerme de rodillas, la coloqué boca abajo y llevé mi mano a su espalda.
—John...— estaba asustada.
—Vamos a domar a esta reina incompetente—con una mano solté completamente la corbata; si dejo sus manos sueltas, lo más probable quiera evitar que me aproveche de ella, así que agarré sus dos manos y las amarré—. Me has dejado con las ganas en muchas ocasiones, y ya me cansé de eso, cosita.
—¿Qué piensas hacer?
—Voy a comerte completamente hoy, esta noche noche serás mía de todas partes— la agarré por la cintura para alzarla, y poder acomodarme entre sus piernas.
Debía evitar a toda costa que se acostara completamente y me impidiera devorarla.
—Ahora no puedes hacer nada, ¿Cierto? — apreté su trasero con una mano y, con la otra, le di un nalgada.
—¡Eres un pervertido!
—Hoy conocerás un poco más de mi y, de esas ganas que tengo acumulada por tu culpa— le di otra nalgada, y no tardó en marcarse—. Que buena vista— le di otra nalgada mucho más fuerte en la otra, y se quejó.
—Tu mano es muy grande— gimió.
—¿Te gusta, linda? — le di una última nalgada, antes de abrir las puertas del paraíso.
Podía apreciar claramente su humedad y, fue algo sumamente increíble. Es como si ambos agujeros estuvieron esperando por mi.
Acerqué mi lengua a su vagina y su cuerpo no tardó en reaccionar; sus piernas temblaron. Con mi lengua dibujé una línea vertical desde sus deliciosos labios, hasta su agujero trasero y ella se tensó.
—Espera, John— trató de moverse, y la agarré firmemente por ambos muslos.
—Calladita te ves más bonita.
Me concentré en su agujero trasero y, no hubo lugar, que mi lengua no hubiera recorrido.
Mientras lo lamía intensamente, inserté un dedo en su vagina y se sentía muy caliente y húmedo. Al sentir que un dedo no era suficiente, inserté un segundo y se quejó más fuerte.
—Hay alguien que tiene celos, mi amor— saqué mis dedos y los chupé, antes de acercar uno a su agujero trasero y lo acaricié.
—¡No te atrevas!
—¿Lo vas a impedir, muñeca? — sonreí, antes de forzar la punta de mi dedo dentro, Daisy se quejó y su cuerpo se tensó más—. Debes relajarte, preciosa. Poco a poco se sentirá mejor; seré gentil contigo, por ahora— fui acomodándolo lentamente, y ella no dejaba de temblar y de quejarse.
Se sentía muy caliente y ajustado; si es solo con un dedo, ya imagino cómo estará cuando ponga otra cosa.
Poco a poco iba aceptando más mi dedo, hasta entrar completamente; lo movía suavemente y escuchaba como sus gemidos se volvían más constantes.
—¿Se está sintiendo mejor, cosita? — toqué con mi otra mano su vagina y estaba mucho más húmeda que antes; toda su entrepierna estaba húmeda de sus fluidos—. ¿Ya le estás cogiendo el gusto? Eso fue rápido, cielo— metí dos dedos en su vagina y, a la par, la penetraba con mi otro dedo en su pequeño y ajustado trasero.
Al acelerar mis movimientos en ambos, Daisy gimió e incluso tensó los dedos de los pies.
—¿Cómo se siente ser violada doblemente, por los dedos tu esposo? — los saqué, y Daisy estaba fatigada.
—Es increíble— soltó agitada, antes de recostar completamente su cuerpo en la cama.
No esperaba escuchar eso de ella, parecía otra persona mientras lo decía.
—Estás muy caliente, chiquita— la ayudé a poner de rodillas, y me senté, reclinándome de la cabecera de la cama—. Ven aquí, así podrás encontrar y obtener lo que ese delicioso cuerpecito quiere.
Asintió con su cabeza y, caminó de rodillas, hasta colocarse encima de mi. Su rostro estaba irreconocible, se veía muy distinta y fuera de sí.
—Pobrecita, ahora con tus manos atadas a la espalda, no puedes tener lo que quieres, ¿Qué harás ahora? — sonreí.
—Suéltame, John.
—No, si quieres ayuda, pídela por esa hermosa boquita.
—Te lo estoy pidiendo.
—No, así no se piden las cosas.
—Suéltame, por favor.
—No, así tampoco. En primer lugar, si no me dices para qué quieres que te suelte, no puedo hacerlo. En segundo lugar, las cosas se piden directa y adecuadamente; asegúrate de usar las palabras correctas para convencerme.
—Eres un descarado— respondió temblorosa.
—Pero te mueres por este descarado— sonreí, y ella desvió la mirada.
—Quiero que me sueltes para poder moverme, por favor— tartamudeó.
—Y si te digo que no te voy a soltar, ¿Qué harás?
—Ayúdame tú.
—¿A qué? — al preguntar, se puso más nerviosa y avergonzada de lo que ya estaba.
—Maldito seas, pervertido— reí por su insulto—. Cógeme, John— desvió la mirada, y no puedo negar que se vio muy tierna, pero quería saber hasta dónde llegaría con tal de continuar.
Estaba bastante caliente al verla así, es la primera vez que tengo la oportunidad de avergonzarla tanto.
La agarré por la cintura y me acerqué a su oreja.
—No me queda claro, debes esforzarte un poquito más y darme detalles, para así poder entenderte, cosita. La palabra cógeme no responde el cómo o el por dónde, así que debes ser más clara; o creeré que lo quieres en tu agujero trasero, ¿Ahí es donde lo quieres?— al ver su expresión asustada, reí.
Joder, ella es muy hermosa.
—No, ahí no.
—Entonces ¿Vas a dejar ese miedo que tienes y decirme de una vez con detalles, lo que quieres que haga? No soy psíquico, mi reina— solo un empujoncito más, y ella dirá lo que quiero.