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Chapter 132 - 132

Kwan

—Ven, Alma— le pidió Allan, y John se paró delante de él—. No olvides en lo que quedamos— le puso la mano en el hombro, y John bajó la cabeza.

Fue cuando todo cobró sentido para mí. Allan permitió esto con tal de manipularlo ahora. Sabe que no está mentalmente estable y lo está queriendo usar. Está suelto y puede atacar a quien quiera y no lo ha hecho, así de mal se encuentra.

—Tenemos que hacer algo, Alexa. Ese tipo planea usar a John.

—Ya pude notarlo. El problema es que John no nos hace caso. Creí que al ver a su hija lo iba a empeorar, pero él sonrió como si nada estuviera pasando.

—¿Y si no era su hija? Un padre jamás va a reír por ver a su hija muerta.

—No lo había pensando, pero de igual manera, él está mal y necesita ayuda.

—Gírate hacia mí, trataré de quitarte la soga.

Alexa se giró un poco y yo también para tratar de soltarla, pero miraron hacia acá y tuvimos que dejar de hacerlo. Será mejor esperar un poco más.  

Daisy

El cansancio me estaba queriendo ganar, pero no hay forma de que logre descansar en este lugar. Las empleadas me trajeron comida, agua, ropa y luego se fueron. No sé cuánto tiempo transcurrió de eso, pero parecía eterno.

Tocaron la puerta y cuando la abrieron, vi a Akira.

—Creí que ya estarías durmiendo. ¿No te sientes cómoda en la habitación?

—¿Cómo podría sentirme cómoda?

—Es una lástima, pensé que lo estarías. Te tengo dos noticias; se llevaron a tu marido y al idiota de Kwan también, al parecer cayó en su propia trampa el pendejo— rio—. No pensé que contaría con socios tan imbéciles.

—¿No sabes dónde los tienen?

—Sí, obviamente los mandé a seguir.

—¿Y qué haces aquí? ¿Por qué no actúas y los ayudas?

—Tengo todo preparado para hacerlo, pero resulta que no puedo irme hasta que te traiga un regalito.

Alfred entró a la habitación con Mia y me acerqué rápidamente a ellos. Alfred se veía en muy mal estado y la niña tenía en su mano una curita. Estaba cubierta con una manta color azul y Alfred me la entregó en los brazos.

—Mia, mi princesa— estallé en llanto al sujetarla.

Creí que no la iba a ver nunca más. Temí lo peor.

La acerqué a mi pecho y la abracé. Mis lágrimas no se detenían. Casi no podía ni hablar. Quisiera que John esté aquí y vea que está bien nuestra hija. Debe estar muy preocupado.

—Para que veas que no soy tan malo— comentó Akira.

—Gracias a los dos, en especial ti Alfred. ¿Qué fue lo que pasó?

—La niña estaba enferma y tuve que llevarla al hospital a que la atendieran. No era grave, pero tenía algo de fiebre y estaba un poco deshidratada. Estuvimos mucho tiempo huyendo. Creí que no lo lograríamos.

—¿Y qué pasó antes?

—La gente de los Roberts, rodearon la casa en la que nos estábamos quedando. Al escuchar los disparos, tuve que salir corriendo por la puerta trasera de la casa. Había gente y camionetas por todas partes, creí que no saldríamos de ahí nunca. Tuve que correr a la ciudad y fue cuando pude llamar al jefe, pero dieron con nosotros y tuve que huir. Quisieron quitarme a la niña en varias ocasiones y no tuve de otra que cambiar a Mia.

—¿Cómo que cambiarla?

—Su objetivo era la niña. Vi a una mujer en la calle con un coche, y en un descuido, le tiré la manta de la niña por encima, luego seguí corriendo y me cambié de ropa para evitar llamar la atención. Fue lo único que se me ocurrió ante el desespero. Al pasar cerca del hospital, quise que la atendieran y fue cuando la gente de este señor, dio con nosotros. No sabía si eran buenos o malos, así que puse resistencia, pero al final, me dijeron que usted estaba aquí con ellos y que el jefe estaba en peligro.

—Gracias, Alfred. Gracias por proteger a nuestra hija. Realmente te lo agradezco de corazón.

—Me preocupa mucho la situación del jefe, mi señora.

—Sí, esa gente puede hacerle mucho daño. Al parecer atraparon a Kwan y a la mujer también. Por la culpa de Kwan, es que todo esto pasó. Lo traicionó, Alfred.

—Ese tipo nunca ha sido de fiar, el jefe no creía en él, ¿Cómo pudo dejarse engañar?

—Ahí es donde tengo la culpa yo. De hecho, tengo toda culpa. Todo lo que ha estado pasando, es gracias a mi. Si hubiera confiado en John, nada de esto estuviera pasando.

—No es tiempo de arrepentirse o lamentarse, mi señora, lo que debemos hacer es sacarlos de donde están— miró a Akira—. Yo quiero ayudar, Señor.

—Entre más seamos, mejor. Mandaré a que traigan medicina y todo lo necesario para la bebé. Aquí estarán seguras las dos.

—Traigan bien a mi esposo, por favor.

—Lo haremos, mi señora. Espero se recupere la niña.

—Cuídate tú también, estás muy herido.

—Yo estoy bien, no se preocupe por mi— ambos salieron de la habitación y me dejaron con la niña.

La abracé fuertemente contra mi pecho y mis lágrimas no se detenían. No podía creer que estaba aquí conmigo. La preocupación de que John está en manos de esa gente y que no se sabe lo que quieren hacer con él, me tenía mal. La culpa me estaba carcomiendo por dentro. Quisiera que pudiera ver a nuestra hija y quitarle ese peso que debe estar cargando. Dios, protégelo, por favor.

Kwan

Allan estuvo hablando por teléfono, y al colgar, nos hicieron ir a la camioneta. Creí que nos dejarían aquí, pero no fue así. Nada es seguro con ellos. A John no lo aguantaron en ningún momento y se mantuvo sentado al lado de Allan, sin decir ni una sola palabra. Por más que traté de hacer contacto visual con él, no me miraba. Está mal que se deje manipular así.

Nos llevaron a una casa, y nos hicieron caminar a la sala para sentarnos en el sofá. A John lo dejaron sentado en otro, y Allan salió de la sala, dejando a varios hombres vigilándonos.

—¿John? ¡Mírame, idiota! — le dije, pero él simplemente no mostraba reacción ninguna.

Sigo repitiendo lo mismo, esto no me gusta para nada.

Allan llegó y vino muy bien acompañado. Jamás imaginé ver en persona a Kleaven Roberts. Solo lo había visto por fotos y escuchado sobre él, pero para que él esté aquí, debe necesitar demasiado a Alma.

Miró a nuestra dirección y se quedó serio.

—¿Y ellos?— preguntó Kleaven.

—Me encargaré de ellos luego. Aquí tiene su encargo, padre.

—Hablemos en el estudio— ambos se fueron.

Allan

—¿Por qué se ve así Alma?— preguntó mi padre.

—Félix mató a su hija en sus propias narices, es normal sentirse así, supongo.

—¿Y Félix dónde está?

—Muerto, padre.

—¿Cómo que muerto?

—Cometió una estupidez mientras no estaba con ellos. Al parecer, soltó a Alma para atacarlo y terminó frito. Se dejó llevar por la estúpida muerte de su hija.

—Un hijo menos, pero ¿Qué se le puede hacer? Con contar contigo es suficiente.

—Ya no tendrá un alma negra, ahora tendrá un alma vacía, que es mucho peor. Él hará lo que se le diga, ha perdido la cabeza y se puede notar a simple vista.

—¿Qué me asegura que sea así?

—Lo tendrás comiendo de tu mano, te lo demostraré— salí de la habitación, y busqué a Alma—. Aquí lo tienes, padre— se le quedó viendo y Alma alzó la cabeza.

—Me gusta esa mirada que tienes, muchacho. Quiero que sepas que ahora tendrás un lugar a donde pertenecer. Ya que no te queda nada, deberás serle fiel a tu salvador. Demuéstrame cuán agradecido estás—Alma bajó la cabeza y se arrodilló.

No imaginé que sería demasiado obediente.

—Serás adoptado como un hijo más, así que espero que pongas de tu parte en cumplir con tu posición— mi padre extendió su mano y la llevó al rostro de John, esperando que besara el anillo sagrado, que tanto significa para nosotros y él sin protesta lo hizo.

—Sí, padre— respondió.

La estupidez de Félix nos ayudó mucho, ahora tenemos al miembro que nos faltaba, ahora nada podrá detenernos.

Akira

—¡Maldición! Se perdieron los rastros. Al parecer, sabían que veníamos para acá o quizá prefirieron no arriesgarse demasiado.

—¿Qué haremos ahora, señor?

—Tenemos que encontrarlos ya, antes de que sea demasiado tarde.