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Chapter 124 - 124

John

Seguimos a la lancha de ellos, hasta llegar a nuestro destino. Kwan fue el primero en bajarse y se fue a resolver los asuntos pendientes con su mujer. Por más que lo niegue, se le nota por encima que está loco por ella. Es un alivio, así deja de ligarse a mi mujer. Es un fastidio tener que soportar que le tire la labia monga y los ojos a Daisy.

—Iremos a la casa ahora, tenemos que darnos un baño, no vaya a ser que te enfermes.

—Esta bien.

Kwan y Alexa se acercaron a nosotros. Arreglaron las cosas muy rápido.

—¿Por qué no vamos a celebrar por nuestra victoria? — sugirió Kwan.

—Victoria será cuando los matemos a todos.

—No hay prisa.

—Yo sí tengo prisa. Mi esposa ha tenido un día muy ajetreado y necesita descansar. No quiero que vaya a enfermarse por esto.

—Que considerado, John— comentó Kwan, claramente sarcástico.

—¿Y aunque sea un rato, John? — preguntó Daisy, y al mirarla bajó la cabeza—. Lo siento, no diré nada.

—Algo me dice que estás tratando de huir de tu castigo, cosita.

—No es cierto.

—Esta bien, iremos un rato, pero luego iremos a la casa y tú te quedarás con tu mujercita en otro lado—le dije a Kwan.

—Ella no es mi mujer, idiota.

—Lo que digas.

Le agarré la mano a Daisy y buscamos la camioneta en la que habíamos venido. Todos se montaron, incluyendo Óscar.

Así como estábamos vestidos, fuimos a una barra a darnos unas tragos. Daisy no quiso tomar nada y estaba distraída.

—¿No dijiste que querías venir? ¿Qué te sucede? — le pregunté.

—Cuando pase todo esto, ¿No vas a regresar a esos negocios?

—¿Qué tipo de pregunta es esa? Claro que no.

—Curiosidad.

—Ya te había hablado de eso, ¿Por qué estás dudando de mi ahora?

—No estoy dudando, es solo que si sales de esa gente, podrías retomarlo y tengo temor de que lo hagas.

—Claro que no. Ya te dije que no voy a regresar al negocio, incluso estoy pensando en invertir en un negocio legal entre tú y yo; así cuando Mia crezca, puede hacerse cargo de el. ¿Qué te parece?

—¿Realmente has pensado en eso?

—Por supuesto. Me gusta pensar también en el futuro, para mí es muy importante, y más ahora que tenemos una hija.

—Es tan raro escucharte hablar así, Alma— comentó Kwan, dándose un trago.

—¿Qué haces escuchando conversaciones ajenas, Kwan?

—Eres tú quien está hablando en voz alta.

—¿Quieres que nos vayamos a la casa? — le pregunté a Daisy, y asintió con su cabeza.

—Quédense aquí y busquen la forma de irse, me iré con mi esposa a la casa— me levanté de la mesa, y le ayudé a levantarse.

—¿Ya tan pronto? Ni siquiera nos hemos divertido.

—No estamos de humor— salí con Daisy hasta la camioneta y le ayudé a subirse.

Llegamos a la casa, y al bajarnos, fuimos directamente al cuarto. Siento que algo más le sucede. Estaba caminando distinto, como si estuviera insegura, más ha estado pensativa y muy sensible a todo. Sus cambios de humor han sido más notables durante estos días. Me confunde su comportamiento.

La observé sin pestañear mientras se quitaba la ropa para meterse al baño. Debo castigarla, pero no creo que este momento sea el adecuado.

Me uní al baño con ella, y nos quedamos en silencio en todo momento; yo no dejaba de mirarla y ella seguía distraída.

—¿Hay algo que te esté molestando, cosita?

—No, cielo.

—Te noto preocupada. Ya sabes como me pongo cuando te siento así. No puedo evitar preocuparme y me pone inquieto. ¿Es por el castigo?

—No, John. No sé qué me pasa, pero siento como una presión en el pecho.

—¿Presión en el pecho? ¿Acaso te estás enfermando?

—No, es como un mal presentimiento, aunque no sé de qué podría ser. No me hagas caso

¿Mal presentimiento?

—Lo mejor será que termines de salir del baño y te acuestes. Debes descansar, ha sido una noche larga.

—¿No vas a regañarme ahora que estamos solos?

—Debería, pero lo dejaré para otro día. Necesitas descansar.

—Perdóname, John. Yo realmente no quería actuar así hoy, pero tenía mucho miedo de que algo malo te pasara. Quería asegurarme de que regresaras bien. Sé que solo te hago enojar con mis necedades e imprudencia, pero esta vez lo hice porque tenía mucho miedo.

—No importa la razón por la cual lo hayas hecho. ¿Te has puesto a pensar por un momento en lo que sufriría yo, o incluso nuestra hija, si algo malo te llega a pasar? Nunca piensas en ti, ese es tu problema. Desde que te conocí eres así. Siempre sacrificándote por los demás, ¿Y tu vida qué? Tu vida vale mucho para mí y para nuestra hija. ¿Te has dado cuenta lo poco que te importa tu vida? Cuando nos conocimos me pediste muchas veces que acabara contigo, te resignabas fácilmente a las cosas e incluso el día que te dieron un balazo, te importó una mierda meterte en medio, ¿y ahora qué? Vuelves y te arriesgas a que algo malo te pase. ¿Cómo crees que me sentiría si mi mujer, la madre de mi hija, le sucede algo? Sé que no sé decir las cosas, no tengo el tacto de manejar este tipo de asuntos e incluso hoy fui muy cortante contigo, pero entiéndeme, todo esto lo hago por ti y nuestra Mía. Ustedes son todo lo que tengo, ¿Qué demonios crees que haré si no las tengo conmigo? Lo único que te pido siempre es que cuides de ti, porque si algo te pasa, nos arrastras contigo también. ¿Es difícil entenderlo? ¿Puedes imaginar el miedo que tuve, al escuchar que te habían descubierto?

—Pero ¿Qué querías que hiciera? Me estaba apuntando con un arma y no tenía a dónde ir.

—Tenías un arma, y en vez de usarla para defenderte, preferiste atacarla de cuerpo a cuerpo. ¿Qué hubiera pasado si ella no se hubiera dejado llevar por tu palabrería y hubiera disparado primero? Tu problema es también que no piensas. Te hablé por el micro y no respondías, tenía miedo de que al llegar fuera tarde y ya te hubieran hecho algo. Casi tiro a la mierda el plan por el desespero en el que estaba, con tal de llegar a ti. Daisy— hice una pausa—, ¿No puedes darte cuenta que mi vida sería muy miserable si no te tengo conmigo? Tú, y Mía son lo único que tengo y no puedo estar sin ninguna de las dos. Si me hiciste enamorarme de ti y necesitarte como lo hago, al menos hazte cargo de cumplirme y mantenerte conmigo— sujeté su mentón, y la encaré—. Tú eres mi cosita, mi esposa, la madre de mi hija, tú para mí lo eres todo, por eso mismo debes permanecer al lado mío. Tienes prohibido separarte de mí, ¿Lo comprendes, necia?

—John— la interrumpí robándole un beso, antes de que fuera añadir algo más.

La besé con todas esas ganas que tenía acumulada, más por ese deseo que me estaba consumiendo por dentro al tenerla tan cerca.