Salimos del baño, con la intención de continuar en la cama lo que comenzamos allá, pero mi teléfono sonó. Busqué el celular en la gaveta y vi que la llamada era de Alfred. Me era muy raro que me este llamando a esta hora, iban a ser cinco de la mañana.
No lo pensé mucho y respondí.
Llamada telefónica:
—Dímelo, Alfred. ¿Cómo está todo con mi hija? —escuché su respiración agitada, y quejidos—. Alfred, ¿Qué está pasando? ¿Me escuchas?
—Señor, ¿me oye?
—Sí, ¿qué te pasa? ¿Por qué te escuchas así?
—Descubrieron la casa donde estábamos y casi nos matan, señor. No sé cómo dieron con nosotros, pero tuve que salir corriendo con la niña. Llegué a la ciudad hace unos minutos, pero estoy seguro que aún nos están siguiendo. No sé a donde ir, tengo temor de que le hagan algo a su hija.
—Nosotros saldremos para allá ahora. Trata de enviarme tu ubicación a mi teléfono y mantente cerca del área. ¡No permitas que los encuentren y protege a mi hija con tu vida, Alfred!
—Sí, señor. Mia ha estado llorando, al parecer tenía fiebre y llamé al médico a que la viniera a ver, pero fue cuando aparecieron esa gente a la casa. Creí que nos matarían. Dispararon contra todo, señor. Las camionetas eran de los Roberts.
—¿Cómo lo sabes?
—Todas están identificadas con el nombre de su organización, señor. Planeaba robar una camioneta para salir de ahí, pero no tuve tiempo. Si me hubiera quedado, nos hubieran matado.
—Maldición, salimos para allá ahora. Envíame la dirección ya, Alfred.
—Sí, mi señor— colgué la llamada.
—John, ¿Qué sucede?— preguntó Daisy.
—Dieron con la casa donde está la niña. Vístete, tenemos que ir a ayudarlos. Nuestra hija está en peligro, Daisy. Muévete, no tenemos mucho tiempo.
Daisy se levantó corriendo y yo me vestí también.
Llamada telefónica:
—Necesito que nos acompañes, Kwan. Ve directo al aeropuerto,
—¿Qué pasa?
—Los Roberts dieron con la casa donde tenía protegida a mi hija, y mi empleado huyó con ella. ¡Tenemos que viajar de inmediato!
—¿Estás queriendo decir que vamos a enfrentar a los Roberts?
—No sé con que nos encontremos. Prepárate y ve al aeropuerto.
—Esta bien— colgué la llamada.
Llamé al piloto para que preparara todo para salir. Tenemos que llegar ya, antes de que sea demasiado tarde.
Terminamos de vestirnos y nos encaminamos al aeropuerto. Kwan llegó minutos después con Alexa y Óscar.
—Entre más seamos mejor— comentó Kwan.
Nos subimos al Jet y me quedé dando vueltas en el avión, mirando la dirección que Alfred me envió. La ansiedad me estaba comiendo vivo. Recordé el mal presentimiento que tuvo Daisy y no se me ocurrió que podía ser eso. Pensé que estaría protegida, pero veo que no.
—John, tenemos que hablar— me dijo Kwan.
—¿Qué quieres?
—¿Recuerdas de los enemigos que te habló Roberts?
—¿Cuál de todos?
—En los que necesita tu ayuda. Él quiere acorralarte para que aceptes trabajar para él, por eso esta buscando hacerte esto. Está desesperado.
—¿Y qué tiene que ver eso, con lo que está pasando ahora?
—Resulta que tengo de amigo, al hijo del dolor de cabeza de ellos.
—¿Y eso qué?
—Ellos quieren destruirlos también, ¿y sabes por qué?
—¿Por qué?
—Porque resulta que les mató un hijo, y quieren vengarse de él a toda costa. Parte de los negocios de los Roberts, se quedaron en manos de la mafia japonesa y los Roberts quieren recuperarlos.
—Esa gente es peligrosa. No deberías confiarte. Yo no quiero meterme en más problemas.
—Ellos pueden ayudarnos, en especial el padre de ese amigo. Lleva más años que tú y que yo en este negocio. Esa sed de venganza contra los Roberts, puede ayudarnos para acabar con toda esa familia.
—Mezclarnos con la mafia japonesa no nos conviene y tu lo sabes, no sé tú, pero yo quiero salir de este problema vivo para poder estar con mi familia y dejar esta mierda.
—Con más razón, tienes que pensar que los Roberts son más que nosotros y así no vamos a poder acabar con todos ellos. Necesitamos hacer un alianza que nos convenga a ambos, ¿y qué mejor que con los enemigos de ellos?
—Dime la verdad, ¿Hay otra razón detrás de esto?
—Sí, es personal, pero no te preocupes, no tiene nada que ver contigo. Si hacemos esta alianza, todos ganamos. Tu serás libre para continuar con tu vida caóticamente hermosa, yo cumplo mi plan, y ellos su venganza. ¿Qué te parece? Juntos somos más fuertes. Piensa en tu hija y en tu mujer. Te aseguro que ellos no van a hacernos nada, y menos si llegamos a un buen acuerdo.
—Si algo sale mal con esa gente por tu culpa, yo mismo te cortaré la cabeza y se la tiraré a los caimanes.
—Te doy mi palabra. Trataré de contactarlo. Ellos están en los Estados unidos, a la que le avisemos, vendrán ayudarnos rápidamente. Veré si puedo convencerlos en encontrarnos en el aeropuerto. Lo más probable lleguen antes que nosotros, porque están más cerca.
—Esta bien, ponte en contacto con ellos, pero a la que vea que todo se va por el lado equivocado, me voy oponer.
—Trato hecho— Kwan se fue a hacer una llamada.
Me acerqué a Daisy. Su cuerpo se veía tembloroso y tiene razón para estarlo.
—Tranquila, princesa. Todo estará bien. Lo mejor será que nos quedemos con la niña nosotros. No estará mejor cuidada, que con nosotros; así que tenemos que mantenerla cerca.
—Tengo miedo, John. Debí quedarme con ella.
—No podías y lo sabes, cielo.
—Aún así debí quedarme.
—No pensemos en lo que se debió hacer o no, pensemos en lo que haremos, que en este caso es traerla con nosotros.
—Tengo mucho miedo.
—No lo tengas. Traeremos a nuestra hija, te lo prometo.
—No puedes prometer algo que no es seguro. ¿Y si llegamos tarde? — lágrimas bajaron por sus mejillas, y la acaricié.
—Debemos ser optimistas, cielo. No te pongas así, por favor. Debes calmarte— giró su rostro, evitando que la tocara.
—Yo no sé si pueda seguir con esto, John.
—¿Qué estás queriendo decir con eso, Daisy?
—Esta situación cada vez es más insoportable. Yo te amo mucho, créeme, pero esta situación en que estás metido, sea tu culpa o no, no es favorable para nuestra hija o para los hijos que tengamos en un futuro.
—Deja los rodeos y explícate mejor, Daisy.
—No sé si debamos seguir con esto, John.
—¿Me estás tratando de dejar?
—Lo que quiero decir es que quizás es mejor que nuestra hija y yo nos vayamos lejos juntas.
—¿Has perdido la cabeza?
—Si continuamos así, van a terminar matándola a ella, y no podría perdonarme eso. Realmente te amo, pero no quiero que a mi hija le pase nada. Tú debes resolver estos asuntos, aparte tu no quieres que yo interfiera en ellos ahora; y aunque lo hiciera, no puedo hacer mucho. Solo soy una piedra en tu zapato, John. Así nunca encontrarás una forma de deshacerte de esa gente y terminaremos muertos los cuatro.
—Querrás decir los tres.
—Sí, los tres— bajó la cabeza.
—Daisy, ¿Qué me estás ocultando?