Tuve que detenerme y la bajé.
—Ya no me provoques más. A ti no se te nota cuando estás así, pero a mí sí; y no creo que quieras que me vean como Pinocho. Vamos a la mesa — le agarré la mano y entramos de vuelta.
Nos sentamos en la mesa y ella sonrió, no sé lo que estaba pensando, pero se veía muy feliz. Por lo menos ahora sé cuál era su preocupación, ahora puedo sentirme tranquilo. En realidad, la noticia me tomó por sorpresa. Lo menos que me pasó por la mente era que eso estaba ocurriendo. Tiempo atrás, esa noticia hubiera sido una bomba, pero ahora no sé porque todo a cambiado. Recuerdo que ella había dicho que algún día quería un bebé y eso me puso de mal humor. Creo que ya es tiempo de dejar todo esto y aprovechar este impulso para salir de esta vida. No quiero que ese bebé pase lo mismo que yo, no quiero que tenga que vivir huyendo toda su vida. No sería justo que pague por mi culpa. Nunca me había imaginado teniendo una vida como la que tengo ahora, pero se siente bien mientras la tenga a ella conmigo.
Luego de cenar, nos quedamos hablando largo rato en la mesa. Al salir, iba a llevarla a otro sitio, pero se durmió por el camino. No pensé que estaba tan cansada. No sabía si debía levantarla o llevarla a la casa. Debo hacerme cargo de todo para irnos del país. Decidí regresar a la casa, ya luego que estemos bien y a salvo, la llevaré a donde quiera ir. Estacioné el auto frente a la casa y me giré hacia ella.
—Despierta, mocosa — no respondió, así que no tuve de otra que bajarme e irme por la puerta de ella y sujetarla en mis brazos.
No entiendo como no pesa, se supone que esté aumentando de peso ahora. Que yo sepa se está alimentando bien. Al sentir que la había subido en mi brazos, se levantó.
—¿Qué haces, John?— llevó sus manos a mi cuello y se aferró a el.
—Te estaba tratando de levantar, pero tienes un sueño pesado, topito.
—Perdóname por haberme dormido, no sé qué me pasó. Bájame, yo puedo caminar.
—¿Por qué no te gusta que te sujete así? ¿No es eso romántico, según las novelas y esas pendejadas?
—Si las chicas son delgadas sí, supongo.
—¿Tienes complejo de tu panza o qué?
—No, pero tengo lástima de ti y de tu espalda.
—Deja de decir tonterías. ¿Sabes cuántos muertos he cargado? Muchos de ellos han sido más grandes que tú, y mi espalda está intacta. Por otro lado, te he dicho que eres liviana. ¿Realmente estás comiendo bien?
—¿Te estás preocupando por nosotros?
—¿Cómo no hacerlo? Debes estar comiendo bien y no puede ser normal que te sientas tan liviana; cuando según tu, estabas pesando casi 300.
—Oye, le aumentaste bastante.
—¿Eso qué importa? El punto aquí es que necesitas comer y ganar peso.
—¿Me vas a querer cuando esté más gorda?
—Mientras sigas siendo tú, ¿Por qué eso cambiaría las cosas? En el embarazo vas a aumentar más, ya estoy deseoso de verte. Redondita y formada, así como una bola de baloncesto o un muñeco de nieve — reí.
—Deja de burlarte.
—No me estoy burlando, solo digo lo que pienso.
Caminé hasta frente a las escaleras y ella quiso que me detuviera.
—Yo sigo aquí, John—la bajé para que dejara de quejarse, pues se veía muy nerviosa.
Mi teléfono sonó y la miré.
—Espérame en la habitación, cosita.
—No tardes— sonrió, y subió las escaleras.
Ya quería subir con ella, pero tengo que ver quién está llamando. Era un número desconocido, aún así respondí.
—¿Bueno?
—¿John?
—¿Daniela?
—Hasta que al fin te encuentro.
—¿Cómo conseguiste mi número?
—Tengo mis formas. De eso no es lo que quiero hablar contigo. Primero que todo, siento mucho lo de tu mujer. Fue muy chocante para mí cuando me lo dijo Juliana. Sé que debes estar pasando un mal momento y quieres estar solo, pero Juliana está sufriendo mucho. Está muy preocupada por ti y quiere hacer algo, pero la frustración de no poder, la tiene mal. Ella quiere evitar a toda costa que hagas una tontería. No quiere que sigas en esa vida que llevas.
—Lo dices tú, que has estado en esa vida también y que aún permaneces en ella.
—Pero guardo mi distancia y me comunico con ella para que no esté preocupada. La estás preocupado demás y no puedes olvidar que ella está embarazada y eso le hace daño al bebé.
—Mi mujer no está muerta, tuve que decírselo para alejarla. Tengo a los Roberts en mi trasero, y no van a dudar en acabar conmigo. Tú más que nadie debes conocerlos, estuviste trabajando para Leonardo muchos años. Es una familia grande y todos quieren acabar conmigo. Para que ella esté tranquila, dile que voy a dejar el negocio y que voy a tener la familia que tanto deseó para mí, pero debe mantenerse lejos. No puedo comunicarme con ella porque no quiero que vayan a dar con ella y su familia, y le hagan algo malo. Espero eso puedas entenderlo.
—¿Una familia, John?
—Sí, mi mujer está embarazada.
Escuché un sonido en la llamada y me alertó.
—¿Estás acompañada, Daniela?
—No, no estoy acompañada.
—Será mejor que cuelgue la llamada. Dile eso a Juliana, ya que yo no podré hacerlo — colgué la llamada.
Estoy casi seguro que había alguien ahí, espero no esté vendiendo mi cabeza también. Saqué la tarjeta del teléfono y la rompí, será mejor que salgamos de aquí.
Daniela
—Gracias por ayudarme, Kwan.
—No me des las gracias, no es algo que me agrade en lo más mínimo. No sé ni para qué estoy ayudando a una desconocida.
—No le hagas nada a John. Puedo entender tus razones, pero él quiere cambiar y dejar esta vida. No es bueno seguir guardando rencores.
—No me estés dando consejos, vieja. Y dime, ¿cómo es que me conoces?
—Te conocí cuando eras un bebé. Han pasado muchos años de eso. Un contacto me ayudó a dar contigo, ya que me dijo de tu venganza contra John. Supuse que podrías ayudarme a dar con él. Ni me acordaba de tu existencia, pero para aquel entonces, Leonardo hablaba mucho de ti.
—¿Cómo sabes lo de mi padre?
—Como te dije, trabajé para él hace muchos años.
—¿Sabes quién era mi madre?
—Era una prostituta.
—Respeta a mi madre.
—Ese era su trabajo, Kwan. Tu padre y ella tuvieron un pequeño romance, y de ahí naciste tu. John y tú no son hermanos, Leonardo no era su verdadero padre. Tú eres el hijo de sangre de Leonardo.
—Eso ya lo sabía. Quiero que me hables de su hermana, ¿Quién es su hermana?
—No te puedo dar esa información.
—¿Dónde encuentro a esa tal Juliana? Si no me dices, lo averiguaré por mi cuenta. Al final, no tengo nada que perder. Estás en la boca del lobo y por decisión propia. Si quiero hacerte cantar ahora mismo, puedo hacerlo fácil.
—No creas que voy a permitir que te acerques a ella. Tu problema es con John, así que no metas a inocentes en esto. Aún si me matas como dices, no sacarás nada de mi.