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Chapter 79 - 79

Daisy comenzó a reír y se quejó.

—No te estés riendo, te vas a lastimar, mocosa.

—Por fuera te ves como un hombre, pero por dentro eres como un niño. Eres tan lindo, John— bajé la cabeza porque no me sentía cómodo mirándola en ese momento.

—Es extraño que me digas eso, no lo digas nada más.

—Eres lindo, John— carraspeé y me levanté de la cama—. ¿Estás bien? Te ves rojo— sonrió.

—Acabo de despertar. Le preguntaré al doctor si puedes levantarte para que así te bañes, debes sentirte incómoda.

—Está bien.

Salí del cuarto a buscar al doctor.

Daisy

¿Realmente él dijo eso? Mi corazón se quería salir del pecho. ¿Mujer de John? A pesar de lo adolorida que me sentía, eso me hizo sentir tan bien, que por un instante todo a mi alrededor era insignificante, solo podía verlo a él. Nunca lo había visto avergonzado, porque estoy segura que así se sentía. No parece al mismo John de antes, incluso su forma de hablar se ha vuelto amable.

John

—¿Ella puede levantarse y bañarse?

—Sí, pero debe tener cuidado. No puede estar mucho rato de pie, ni moviéndose demasiado. Tiene también que limpiar bien la herida, con mucha agua y jabón.

—Perfecto. ¿Tiene medicamentos para el dolor que no la duerman?

—Sí, pero aún no le toca.

—Bien. No quiero que le digas cómo es que estás aquí. Por otro lado, no quiero que entres a la habitación a no ser que yo te llame, no me inspiras confianza.

—Lo siento, es solo que ya le tocaba el medicamento, y al ver que estaba despierta, tuve que examinarla nuevamente. Ella me pidió que no lo despertara.

—Ya veo. Mientras mi mujer siga así, no tendrás que estar tanto tiempo aquí. ¿Ayer llamaste a tu familia?

—Sí, señor.

—¿Tu familia no está molesta?

—Preocupada más bien.

—No le dijiste nada indebido, ¿Verdad?

—No, señor.

—Bien por ti— solté antes de irme.

Caminé de vuelta a la habitación para ayudar a Daisy.

—Puedes levantarte, pero sabes qué dolerá.

—Está bien— la ayudé a levantar y ella se quejó.

Caminamos hacia el baño y la desnudé, quité las gasas con cuidado y vi la herida. Al menos no perforó ningún órgano, o sino, no estaría aquí conmigo. Ese día se desmayó por haber perdido mucha sangre, y su pulso estaba tan débil que no se podía sentir. Todo esto es mi culpa. Acaricié alrededor de la herida y me levanté.

—No te sientas culpable, John. Si alguien es culpable aquí, esa soy yo. Ese hombre me lo había dicho.

—¿Qué te dijo?

—Que tenía que decidir entre nuestra relación o tú. No quería darme por vencida, porque sabía que si llegabas a esa lugar, habían probabilidades de que saliéramos vivos de esta. Sabía que como siempre, ibas a ir a buscarme. Sabía que por mi siempre estás metiéndote en líos y arriesgándote. Es la segunda vez que me atrapan tan fácilmente y te pongo en riesgo. Me vi presionada en ese momento, al verte tirado en el suelo y todo golpeado. No quería que te mataran, tenía miedo de que lo hicieran.

—Él no planeaba matarme en ese momento. Él te estaba presionando a ti y ni cuenta me había dado. Es más inteligente de lo que pensé, pero no importa, estarás bien y vamos a poder salir adelante. En este lugar no nos encontrarán por ahora, tendrás tiempo de recuperarte tranquilamente.

—No quiero que por mi abandones tus negocios, tienes cosas importantes que hacer, John.

—Eso no es importante ahora. Para mí lo importante es que permanezcas aquí conmigo y que te mejores. Ya el negocio me importa una mierda. Ahora no hablemos más del tema, te ayudaré a bañar.

—Yo estoy herida, pero tengo mis manos sanas. Puedo hacerlo yo, además, mira como estás — miró mi pantalón y sonrió.

—Lo siento, no acostumbro ver mujeres desnudas tan temprano en la mañana. Ya se me pasará, hagamos de cuenta que nada pasó.

La ayudé a meterse a la bañera y me quedé afuera esperando por ella. Al terminar, escuché que se quejó.

—¿Estás bien?

—Sí, me lastimé un poco.

—Ten cuidado—la ayudé a salir de la bañera y puse la toalla alrededor de ella.

—Me siento un poco mareada.

—Vamos a la cama—la llevé hasta la cama y le busqué algo de ropa, tendré que mandar a comprar más después. La ayudé a vestirse y la senté en el borde de la cama—. Iré a bañarme, espera por mi.

—Esta bien.

Me fui a bañar, y al terminar, volví con ella.

—Voy por algo de comer, quédate aquí.

Bajé a la cocina y recordé que no contraté a una empleada para la cocina. En lo que consigo una, va a tardar algo. Buscar comida tardará un poco, y ella tiene que comer algo. Preparar solo un emparedado no es desayuno y yo no tengo ni puta idea de cómo cocinar.

—¿Tú sabes cocinar? — le pregunté al doctor.

—Agua hervida, y fácil puedo quemar la casa.

—¿Es que acaso en esta casa nadie sabe cocinar?

Miré los ingredientes que habían y busqué en internet recetas de qué demonios podía hacer con ellos. Ninguna decía a qué temperatura hacer las cosas. ¿Acaso debo ser adivino o qué? Esto va a tardar más de la cuenta. El doctor se metió a la cocina y me ayudó, él tampoco entendía una mierda, pero al menos algo salió. No sabía si estaba bueno o no, así que por si acaso le añadí un emparedado también. Espero que no esté envenenada. La cocina era un desastre. Debo contratar a alguien urgente y que limpie esto. Al menos no se quemó la casa, eso es logro. Subí a la habitación y le llevé la bandeja, ella me miró y sonrió.

—¿Lo hiciste tú?

—No lo comas, no vaya a ser que te vayas a envenenar.

—Gracias, me lo comeré. Buen provecho— se lo comió todo sin protestar, no parecía que le hubiera desagradado. Se siente bien verla tan feliz por algo tan simple. Es la primera vez que hago algo así por alguien, ni siquiera por mí me metía a la cocina, pero quizás no es tan malo.

—Gracias, estaba delicioso. No sabía que tenías a un chef dentro de ti.

—Muy en el fondo, supongo— lo dice sin ver el desastre que hice abajo.

—¿Tu comiste?

—Sí, ya comí algo.

—¿Puedes venir aquí?

—¿Vas a levantarte? — me acerqué y la ayudé a levantarse.

Se paró delante de mí y puso ambas manos en mis hombros, se paró de puntillas y me besó; supuse que haría eso, aún así, no sentí las ganas de evitarlo. ¿Por qué lo haría? La sujeté por la cintura y continúe besándola. Sentía esas mismas ganas que ella. El único problema ahora era que sentía ganas de más, eso fue lo que me hizo detenerme.

—No hagamos esto ahora, cosita— Daisy sonrió como si se hubiera dado cuenta de mi problema.

—Eres muy alto.

—No, es que tú eres un topito. No creas que no me fijé en que tuviste que alzarte para alcanzar mis labios.

—Valió la pena, porque es la primera vez que no te veo molesto o irritado por haberlo hecho.

—¿Por qué voy a molestarme por eso ahora? ¿No es eso lo que hacen las parejas?

—Te he dicho que no digas esos comentarios tan repentinos y directos— tartamudeó y sonreí.

—Olvidaba que eso te daba vergüenza — sujeté su mentón y me acerqué—.  Acostumbrate, cosita. Te recuerdo que eres mi mujer, así que de hoy en adelante lo haré más seguido.