Fui a la farmacia a comprar medicina, para así poder ir a la casa. Subí a su habitación y estaba recostada.
—Oh, ¿no te has muerto?
—Para tu desgracia no. ¿No te enseñaron a tocar la puerta, John?
—Esta es mi casa, no tengo que tocar la puerta para entrar a tu habitación.
—¿Y si hubiera estado desnuda o con otro hombre aquí?
—Los quemaría vivos, además de que dudo mucho que puedas estar con alguien debido a tus condiciones.
—¿Estás queriendo comprobar si puedo?
—Quien sabe.
—Tu ropa está bien sucia, deberías bañarte.
—¿No te importa lo que pude haber estado haciendo, te preocupa más la ropa? A veces eres interesante o es que estás realmente loca.
—O simplemente me acostumbré a verte así.
—Otra mujer en tu lugar, estaría asustada de mi. Eres muy extraña, ¿Sabías?
—Hablando de extraños. ¿Qué estabas imaginando para estar tan alegre?— me miró el pantalón, y sonrió.
—¿Qué hacías mirando a esa parte?
—¿Yo que culpa tengo de que andes apuntándome con esa arma?
—No es por ti, mujer, no te ilusiones.
Caminé hacia la cama y saqué las medicinas para dárselas
—¿Y por qué estás así entonces?
—Estaba con otra mujer y como tuve que detenerme para venir, me quedé así.
—Ya veo, parece que esa otra mujer no te atendió bien.
—¿Por qué pones esa cara de poco amigos?
—Es la única que tengo. Yo puedo hacerlo — me arrebató las pastillas de la mano y las llevó a su boca—. Gracias, buenas noches.
—¿Me estás echando de aquí? ¿Crees que luego que tuve que dejar de hacer lo que estaba haciendo por venir a traerte esto, me voy a ir como si nada? ¿Cómo piensas pagarme?
—No tengo dinero, y estoy totalmente jodida con esta pierna, así que no sé como voy a pagarte.
—Para algo tienes tus manos, tu boca y tus tetas, ¿O es que tampoco le sabes dar uso?
—¿Tu realmente está diciendo eso, John? Eres la persona más vulgar y pervertida que haya conocido en mi vida. Ya trajiste las medicinas, así que puedes irte ahora a terminar lo que empezaste en otro lado. Conociéndote, no creo que tengas problemas en activar tu superpoder, ¿O si? — sonrió.
—Es una buena idea. ¿Para qué quiero un trabajo de una mujer inexperta? Que te mejores — salí del cuarto.
Niña estúpida. Definitivamente algo anda mal en mi. Primero me pongo más duro que el puño de un loco, solo por una niña inexperta, segundo, acabo de reaccionar como un niño malcriado al que le quitan su juguete y se pone hacer berrinche. Estás viejo para andar actuando así, John. Debe estar burlándose de mí.
Me bañé y me quedé debajo del agua, necesitaba calmarme, estaba hirviendo, pero no precisamente de fiebre. Comencé a tocarme, pero esto era ridículo. Dejé de hacerlo y salí del baño. No es justo, ella provocó esto, que se haga cargo. Me puse el boxer y fui a su cuarto, cerré con seguro la puerta y la miré. Ella lucía dormida, pero no creo que lleve mucho tiempo durmiendo. Le quité suavemente la sabana y me subí sobre ella, colocando solo una pierna entre las de ella. Daisy abrió sus ojos y al verme encima de ella, se sorprendió.
—¿Qué estás haciendo, pervertido? — le tapé suavemente la boca y le hice seña de que se mantuviera en silencio.
—No hables duro o Alfred va a escucharnos, y esta vez se podrá caer la puerta, pero no le abriré a nadie. Sé buena y no hables duro, ¿De acuerdo?— quité la mano de su boca y me miró fijamente.
—¿Planeabas violarme mientras dormía, depravado?
—No, sería muy aburrido eso. Solo quería sorprenderte y por lo que veo lo logré — me acerqué a olfatear su cuello y se estremeció—. ¿Qué tipo de perfume usas? ¿Acaso tiene un afrodisíaco o qué? Odio las cosas dulces, pero extrañamente esto me pone muy caliente. Lo haces intencional, ¿Cierto?
—Estás loco, John.
—Tu andas descontrolando mis hormonas, y luego me dejas con las ganas, así que la loca eres tú—agarré sus dos senos y los chupé por encima de la blusa, esto sí son tetas y no como las de esa mujer.
—John— gimió.
—¿Estás así de roja por la fiebre, o es otro tipo de calentura?
—¿Por qué haces esto, John? ¿Por qué me haces sufrir así?
—Quedamos en que sólo serías mía. ¿Qué tipo de hombre sería si no atiendo a una mujer, que claramente necesita mi ayuda?
—Yo no necesito tu ayuda, idiota. Eres tú el que desea esto, yo no.
—¿Y tú no? — arqueé una ceja y reí —. Eso no me dice tu expresión en este momento. Incluso para mentir eres mala, debería castigar esa boquita que dice tantas mentiras.
—Yo no quiero las sobras de otra — desvió la mirada.
—Estúpida, ¿Realmente creíste que estaba con una zorra? — reí con ganas—. Si tengo a mi mujer en casa y doblemente calientita, ¿Para qué atender a otra?
—¿Tu qué? — me miró sorprendida.
—Tócame — sujeté su mano y la llevé a mi erección—. Ahora quien tiene fiebre soy yo, y necesito mi dosis de medicina. Ahora eres tú quien la tiene, así que hazte cargo, cosita.