Trajeron la comida a la habitación y nos sentamos a comer.
—¿Por qué no comiste antes?— le pregunté.
—Estaba esperando a que llegaras, no sabía qué pedir para ti; al menos comiste lo que pedí.
—Yo como de todo.
—¿No tienes una comida favorita?
—Niñas vírgenes.
—Es una respuesta digna de ti.
—¿Qué harás ahora? ¿A dónde tienes pensado ir?
—No tengo a dónde ir. No tengo familia, ni trabajo, no tengo nada; ni siquiera podré terminar mis estudios o graduarme.
—Trabaja para mí.
—¿Trabajar para ti?
—Si, me hace falta alguien para usar de carnada, supongo que puedo usarte para eso— me miró fijamente y arqueó una ceja.
—¿Eso qué significa?
—¿Haz escuchado alguna vez que al enemigo se busca atacar por su debilidad?
—Si, pero no entiendo.
—Si te ven conmigo creerán que eres mi debilidad, ¿Y qué crees que tratarán hacer?
—¿Matarme?
—Muchas cosas, no solo eso. Tenerte de aliada sería una buena idea. Si aprendes a defenderte, incluso podrías llegar muy lejos.
—Pero ¿qué tendría que hacer?
—Mantenerte conmigo. Creerán que eres mi debilidad y querrán lastimarme a toda costa, así se detecta a un enemigo. Con una trampa tan estúpida, cae hasta el más grande.
—¿Tantos enemigos tienes? ¿No es eso muy arriesgado?
—Tú estarás bien mientras te mantengas conmigo, y mientras estés dispuesta a seguir mis indicaciones. De otra forma, no podrías quedarte conmigo. De por sí es peligroso que te quedes a mi lado, pero dado el caso que no tienes a dónde ir, no me queda de otra que ofrecerte algo para el beneficio de los dos. Me comprometo en ayudarte a terminar los estudios y a graduarte, a tener un auto, una casa, estabilidad económica y todo lo que nunca has tenido en la vida, pero eso tiene un precio. ¿Estás dispuesta a pagarle a quien te sacó de ese miserable hueco en el que estabas?
—Eso es como venderle el alma al diablo.
—Lo es, sales ganando mucho, así que no puedes quejarte.
—No me estoy quejando.
—Entonces ¿Qué decides?
—No comprendo lo que piensas, pero supongo que no tengo de otra.
—Debes tener claro que en el momento que quiera culminar con nuestro contrato, puedo hacerlo cuando quiera. Por otro lado, la culminación del mismo, es un riesgo para ti.
—¿Y eso qué significa?
—Que si no sigues mis reglas o tratas de traicionarme, no dudaré en darte un tiro entre ceja y ceja, ¿Ahora me estoy explicando?—asintió con su cabeza—. Muy bien, ya habiendo dejado eso claro, supongo que ahora podemos mencionar las cláusulas de nuestro contrato. La primera, que ya la había dicho antes, es que debes seguir mis indicaciones al pie de la letra, no puedes negarte a lo que te pida. Segundo, nadie puede saber de nuestro acuerdo ni planes, lo que quiero decir es que no puedes hablar de nosotros ni con tu almohada, ¿Entendido?
—Sí.
—Vas a entrenar conmigo todos los días.
—¿Entrenar? Como puedes notar, eso de ejercicio no va conmigo.
—Créeme que se puede notar, pero no hablo de ese tipo de ejercicio para bajar de peso, te enseñaré a pelear.
—¿Pelear? ¿Me crees gallito de pelea o qué?
—Lo serás, ni modo que te quedes de pendeja todo el tiempo como hasta ahora.
—Espera, ¿Tú vas a golpearme?
—¿Tú qué crees?
—Eso no se vale.
—Que niña tan cobarde eres. Quieras o no, tienes que hacerlo. Es la mejor forma de que aprendas a defenderte. ¿O planeas ser un saco de boxeo para todo el mundo?
—Eres un hombre y yo una mujer, tienes más experiencia en eso, eres mucho más fuerte, me harías mierda.
—Los golpes es algo que has experimentado hasta ahora, que te sirvan de experiencia y motivación para defenderte.
—Veo que no ves el momento de hacerme pagar todo lo que te he dicho.
—Créeme que disfrutaré lo máximo.
—¡Idiota!
—Nos mudaremos a una casa y tendremos cuartos separados. No podrás traer a nadie a la casa, nadie puede saber dónde vives. Seré yo quien te busque a la universidad para encargarme de que nadie te siga. ¿Hasta ahora he sido claro?
—Sí.
—Cada vez tengo que viajar, así que cuando eso suceda, tú irás conmigo. Trataré de que sean los fines de semana, voy a cuadrar eso bien y así me acompañas sin faltar a la universidad.
—¿Viajar a dónde?
—Atender negocios que luego te iré mostrando, ahora no es el momento de hablar de ellos.
—De acuerdo.
—Por otra parte, hay una cláusula muy importante que debo mencionarte. Si quieres acostarte con alguien, eres libre de hacerlo, pero nada de tener una relación con alguna persona.
—¿Eso realmente tiene que ser una cláusula?
—Claro, no quiero distracciones. Yo también tengo esas necesidades, y si tengo que saciarlas lo hago, es por eso que la añado. No es como que quiero que te quedes virgen toda la vida.
—Ya virgen no soy por tu culpa.
—¿Mi culpa? Quien me abrió las piernas ese día fuiste tu.
—Y no lo pensaste dos veces para darme con todo.
—¿Quién podría pensarlo dos veces? Hay otra cosa importante, y es que no vayas a mezclar ni confundir las cosas. No descarto que pueda pasar algo entre los dos, ya sabes de lo que hablo, y si eso sucede quiero que tengas claro que sería solo para calmar las hormonas. Esa necesidad fisiológica le sucede a cualquiera, así que como somos adultos, no debe haber ningún tipo de problema, ¿Verdad?
—Eres muy directo.
—Por supuesto. ¿Para qué andar con rodeos? Puedo calmar tus hormonas si así lo quieres, luego que no andes buscando algo más.
—No estoy interesada en lo más mínimo, pero gracias por la oferta.
—Tú te lo pierdes. Mientras me vaya acordando de algunas cláusulas más, las iré mencionando.
—Esta bien, es mejor irnos a dormir. Debes estar muy cansado y yo tengo mucho sueño— se acostó en la cama, dándome la espalda.
Parece que esa última cláusula no le agradó, pero me da lo mismo. Veamos si la loca realmente sabe seguir las reglas.