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Chapter 37 - 37

A la mañana siguiente

Me desperté por el timbre del teléfono. ¿Quién demonios puede estar llamando a esta hora? Al mirar mi reloj, me di cuenta que eran las 10 de la mañana, jamás había dormido tanto. Anoche esa loca no me dejó dormir mucho. Al mirar a mi lado, ella no estaba y me preocupé. ¿A dónde mierdas se fue?

Respondí la llamada de Juliana, y me levanté rápidamente de la cama con el teléfono en mano.

—Dime, Juli.

—¿Ya te has olvidado de nosotros o qué? Estás muy desaparecido. Me contó Daniela que no llegaste anoche a tu apartamento y estaba preocupada.

—Conseguí un trabajo, eso es todo. ¿Desde cuándo estás tan pendiente de mi, hermanita?

—Solo quiero asegurarme de que no te metas en problemas.

—¿Por qué crees que haré eso?

—Porque así eres. Te has vuelto muy malo y cruel conmigo, uno extrañándote y tú todo despreocupado.

—¿Tu extrañándome? Eso es realmente absurdo.

—Es normal extrañar a mi hermano, ¿Acaso tú no me extrañas?

—No seas tan melosa, me da náuseas, eso no es normal en ti. ¿Estás en tus días y por eso estás así? ¿Qué procede ahora? ¿Comprarte las toallitas y el mantecado?

—¿Cómo lo supiste?

—Que te las compre tu marido, a mí déjame tranquilo.

—Eres un retrasado, eso no lo has cambiado.

—Imposible. Tengo que dejarte, hablamos luego.

—Ven a visitarme al menos.

—Está bien, más tarde.

—Ese es mi hermano.

—Si, adiós — colgué la llamada.

Me acerqué a la puerta del baño y no escuché ningún sonido, más la puerta estaba sin seguro; tenía que verificar si estaba o no ahí. Toqué, y abrí la puerta, al verla se tapó con la toalla, pero ya era tarde, ya lo había visto todo. Al caer en cuenta que me había quedado viéndola, cerré rápidamente la puerta.

—¡Eres un pervertido! ¿Cómo te atreves a abrir la puerta y a quedarte viéndome con esa cara perversa?

—No sé cuál es tu problema, no lo hice con esa intención de ligarte. ¿A quién se le ocurre bañarse con la puerta sin seguro?

—No quería cerrarse la puerta por más que traté, de lo contrario, no la hubiera dejado así.

—Ahí admitiste que es tu culpa y no la mía. No tengo intenciones de mirarte, además no es la primera vez que te veo como Dios te trajo al mundo.

—Los hombres no disimulan.

—Me gustaría saber qué harás ahora. No tienes ropa que ponerte, ¿No es así? Si quiero irme ahora y dejarte aquí sola, tendrías que salir así como estás. A menos que planees quedarte ahí todo el día. ¿Debería irme?

—¡No te atrevas, imbécil! ¡Estarías incumpliendo el contrato!

—La que tiene que seguirlo eres tú, no yo. Si ya terminaste, te pido que salgas de ahí ya, yo también me quiero bañar— abrió la puerta, y con la toalla puesta, caminó hacia la cama—. No puedes cubrirte completamente con esa toalla. Tienes todo el trasero por fuera.

—Parece que te gusta verme el trasero.

—No sabía que tenías tremenda máquina, ni siquiera me había fijado en eso.

—¡Depravado!— reí y me metí al baño.

Luego de bañarme salí con otra toalla. Llamé para que enviaran a un empleado del Hotel a la habitación, ya que necesito pedirle unos encargos. Anoté en una pequeña nota lo que necesito de ropa, no me pondré esa ropa asquerosa de nuevo, y tengo que salir de todo eso.

—Lo que necesito está escrito en esta nota, y para la Señorita cualquier vestido casual y que sea bastante largo, porque con ese trasero que tiene lo más probable se le suba hasta la espalda — le pedí seriamente al empleado.

—¡Idiota!— escuché el insulto de Daisy, y me dio algo de risa, pero me contuve.

—Sí, señor— el empleado se fue de la habitación.

—Anoche estuviste quejándote como si estuvieras dolorida y me has dado una patada, que casi me saca de circulación.

—Debí sacarte de circulación realmente, lastima que no fue lo suficientemente fuerte.

—Nunca había dormido con una mujer que se moviera tanto en la cama, y que no me esté refiriendo al sexo. No sé cómo no te tiré.

—Ni yo con un hombre que ronca más que auto con la transmisión jodida. Hubieras buscado otra habitación o dormido en el suelo, y no te estarías quejando tanto.

—Lo que digas, ridícula. Vamos a ir al centro comercial para que te compres ropa y luego iremos a la casa de mi hermana. Debo llevarte aunque no quiera, así que debemos ponernos de acuerdo en que diremos.

—No pensé que tendrías una hermana.

—Si la tengo. Vamos a decir que eres mi amiga y nos conocimos en una barra, nos hicimos amigos y listo; entre menos detalles mejor.

—Con tanto protocolo pareciera más como si fuera a conocer a una suegra, que a una hermana.

—Quien sabe.

—Esta bien, haré todo lo que pides.

—Buena chica. Ahora solo falta esperar que busquen la ropa que pedí y luego te la pondrás. La ropa interior deberás comprarla en el centro comercial. Mandar a un hombre a comprar ropa interior de mujer, es como mandarlo a comprar toallas sanitarias. ¿Sabes a lo que me refiero no?

—Creo tener una idea.

—Nos estamos entendiendo muy bien, eso es un buen comienzo.