Aquiles:
Días después:
—Se quebraron a su esposo Leonardo—le informé a mi hermana.
—¿Qué? Eso no puede ser.
—Sí, y lo peor es que creo saber quien fue.
—¿Quién?
—¿Realmente quieres saberlo?
—Claro que sí, quiero que acabes con quien lo hizo.
—¿Sin importar quién sea?
—¿De quién sospechas? ¿De algún socio o enemigo?
—No, algo me dice que John tuvo que ver.
—¿John? Eso no puede ser. John es su hijo, ¿Por qué haría algo así?
—El Sr. Leonardo fue a ver a la hermana de John el día que lo encontraron muerto y, al darme la noticia, no lucía afectado del todo. Por otro lado, Leonardo planificaba matarlo ese día, ¿No está claro lo que está sucediendo?
—¡Maldito sea! Yo que creí en él. Que ilusa fui.
—¿Qué quiere que haga?
—Yo me encargo de ese infeliz, Aquiles.
—Sabe que no será fácil engañarlo. ¿Realmente no quiere mi ayuda?
—Yo crié a ese idiota como un hijo. Es una desgracia para esta familia, un malagradecido. Ahora me toca saldar esta cuenta y acabar con ese mal parido. Si te necesito, te llamaré. Solo vete, y que nadie nos interrumpa.
—Sí, mi señora.
John:
Días después
Mi madre me llamó para que cenáramos juntos. Me pareció extraño, porque había dicho que estaría en su negocio, pero no ha viajado. Por otro lado, ha estado actuando extraño desde que se anunció la muerte de mi padre. He llegado a pensar que puede imaginar que tuve algo que ver, pero no quiero ensuciarme las manos también con ella.
Llegué a la casa y me di cuenta que no estaban los hombres de mi padre y, eso sí está fuera de lo normal, normalmente está Aquiles con ellos.
Entré a la casa y ella me recibió.
—Hijo—me abrazó al llegar, y escuché su llanto.
—¿Qué sucede, madre?
—La casa se siente tan sola desde que tu padre no está. Te amo mucho.
—Yo también, mamá.
—Casi no estás en la casa. Deberías venir más a menudo para compartir conmigo; ahora que tu padre no está, me siento muy sola.
—Ahora que mi padre no está, debo hacerme cargo de los negocios; es por eso que no he podido estar en la casa.
—Vamos a la mesa, preparé tu comida favorita, John.
—Tu nunca cocinas, madre.
—Quise intentarlo. Haría lo que fuera para que tu padre esté aquí con nosotros.
—Lo está, mamá. Vamos a la mesa.
Definitivamente algo anda mal. Su tono nervioso y la forma de caminar ha cambiado; normalmente siempre camina derecho, emitiendo seguridad y, hoy, estaba caminando medio de lado, incluso sus piernas parecían fallarle. Fingir estar bien y ocultar los nervios delante de alguien, hace que sin darte cuenta, tu cuerpo mismo te traicione; es un símbolo de inseguridad o así lo veo. Espero no sea lo que estoy pensando.
La seguí a la mesa y me senté en la misma silla donde siempre me he sentado; ella se sentó en la silla de al frente y miré el plato. Estaba analizando la copa que ya estaba servida, al igual que la comida. Sin duda, dentro del vino había algo. La espuma alrededor de la copa y el color lo confirma. El de ella no se veía así y, para haber estado servido, era más que claro que debían estar igual. Dejándome llevar por la única botella sobre la mesa, estaba supuesto a ser del mismo vino.
—Parece más un festejo, mamá— sonreí para seguirle la corriente.
—No, es una cena en memoria de Leonardo. Yo amaba mucho a tu padre, John. No pensé que estaría pasando esto. Él era un hombre astuto, ¿Cómo pudo dejarse matar tan fácilmente? ¿No crees que quien lo hizo, debe ser alguien de confianza?
—¿Qué quieres decir, madre?
—Aquiles era el hombre de confianza de tu padre. Confiaba plenamente en él, al igual que en ti. He tenido esa idea desde que me enteré, ¿Crees que Aquiles haya tenido algo que ver?
—De cualquier malla sale un ratón. ¿Quieres que lo vigile?
—Sí, eso quiero. Quien haya sido, debe pagar por lo que hizo, sin excepciones, ¿No crees?
—Tienes razón, madre.
Con el codo tiré la servilleta al suelo, y me doblé para mirar por debajo de la mesa. Me di cuenta que estaba armada. Al estar sentada, se marcaba el arma en su muslo; siempre la guarda en el mismo lugar. Debía actuar rápido, así que retomé mi postura lo más rápido que pude y me levanté de la mesa. Tomé la copa de vino en la mano y caminé hacia ella.
—Te ves más hermosa que nunca, madre. Luces más joven. ¿Qué tal si brindamos los dos?
—¿Por qué vamos a brindar?
—Por nosotros, porque vamos a salir adelante y encontraremos al asesino de mi padre. Te juro que tan pronto averigüe, te voy a decir y acabaremos con él. ¿Qué te parece, mamá?
—Opino lo mismo. Hagamos un brindis por nosotros, por todo lo que le espera a ese traidor que acabó con nuestro Leonardo— ambos sonreímos y acercamos la copa.
Vi su mano dirigirse a su muslo y quise añadir algo más:
—Casi lo olvido...
Ella se detuvo y alejó la copa de su boca; mientras que yo puse la mía sobre la mesa y fingí que iba a buscar algo en mi bolsillo.
—Te traje un regalo, madre — añadí.
Se quedó en espera y, aprovechando su distracción, la halé por el pelo bruscamente, haciéndola caer de rodillas. Quiso llevar su mano al muslo, pero agarré firmemente su cabeza para golpearla contra la misma silla.
Al taparse la cara, la halé para tirarla al suelo y poder subirme sobre ella. Para inmovilizar a una rata, no hay nada mejor que dejarle caer todo el peso y, llevar las rodillas a ambos brazos es la mejor manera. Por más patadas que tire, le será difícil poder soltarse.
—No pareces conocer a tu hijo. ¿Crees que caería en un truco tan barato como este? No pareces haber aprendido nada con mi padre o es que eres muy inútil.
—¿Qué crees que haces, John? ¡Suéltame! ¡Te lo ordeno!
—Tú no me ordenas nada. ¿Puedo saber qué planeabas hacer luego de drogarme? ¿Quizá torturarme y luego matarme?
—Eres un traidor. ¿Qué creíste que iba a hacer contigo? ¿Creíste que no iba a saber que fuiste tú quien mató a Leonardo? ¿Cómo pudiste hacerle esto al que te dio de comer, a la persona que te crió y le debías todo lo que eres ahora?
Alcancé mi copa de vino y tapé su nariz para que abriera la boca.
—Abre, solo te daré un poco de tu propia medicina, madre—forcejeaba con tal de no abrirla —. ¿Deberé alimentarte como si fueras una perrita desobediente? De acuerdo.
Me quedé sujetando su nariz, hasta que no tuvo más remedio que abrir su boca y, aunque giró su cabeza tratando de no tomar del vino, la forcé para que al menos probara un poco; luego tiré la copa a un lado y la miré.
Estaba tosiendo y luchando por no tragar el restante que, aún en su boca quedaba, pero no le quedó de otra que tragarlo.
—¿Era veneno, un afrodisiaco o un somnífero? — le pregunté, y se quedó escupiendo en el suelo, sin responder mi pregunta—. Supongo que lo averiguaremos muy pronto — sonreí, y me miró de reojo.
Su rostro estaba rojo y sus lágrimas estaban asomadas. Y yo que pensé que no estaría divirtiéndome por esto, pero la verdad es que si lo estoy haciendo.