Pasaron las semanas y, aún estaban los chismes por todo el colegio. Me pone de mal humor que las mencionen, ni que fueran tan importantes.
Al salir del colegio, un hombre en gabán me detuvo.
—¿Es usted John?
—Depende de quién pregunte.
—Mi nombre es Edgar, soy empleado del padre de Liam Sworth, ¿La conoce?
—Sí, ¿En qué puedo ayudarle?
—El Sr. Sworth quiere hablar con usted. ¿Tiene unos minutos?
—Claro.
Esto está mal. No tengo el arma aquí.
Lo seguí hasta un Mercedes Benz, color negro y, me abrió la puerta para que subiera. Reconocí al Sr. Sworth enseguida, ya había visto fotos de él.
—Buenas tardes, muchacho.
—Buenas tardes, Señor.
—Debe preguntarse la razón por la cual quiero hablar con usted, pero es muy sencillo; me enteré que usted está saliendo con mi hija Liam, ¿Es eso cierto?
—Sí, estamos saliendo.
—¿Está enterado de lo que sucedió?
—Sí, es algo de lo que hablan mucho en el colegio.
—¿Has sabido algo sobre ella? ¿Se ha comunicado contigo?
—No.
—¿Qué le parece si vamos a otro lugar?
—Esta bien, me gustaría saber más sobre su hija. Estoy muy preocupado con su desaparición.
Le dio la orden al chófer para que manejara. Tengo que estar pendiente de todo con este viejo.
Me trajo a una cafetería y nos bajamos. Nos sentamos en una mesa apartado de todo y, mandó a buscar un jugo y un café.
—Volviendo al tema de mi hija; ha pasado mucho tiempo desde la última vez que la vi. He estado buscando algo que me ayude a encontrarla, pero no la encuentro. Tengo temor de que le haya pasado algo muy malo. Necesito su ayuda. ¿Haz notado algo extraño últimamente? ¿Ella te ha contado algo?
—Ahora que lo menciona; hay una chica de otro salón que estaba vigilándonos mucho. La encontré varias veces espiándonos y, Liam me había dicho que debía cuidarme de ella. Nunca entendí la razón, no sé si tenga algo que ver con lo que está sucediendo.
—¿Quién es esa chica?
—No sé su nombre, pero puedo preguntar para usted.
—Quiero saberlo todo.
Tenía que evitar las sospechas a toda costa, al final de cuentas, a esa otra zorra no la van a encontrar tampoco.
El mesero llegó a la mesa y puso el vaso de jugo delante de mí. Discretamente lo evalué y supe rápido que algo tenía. El color del jugo no era normal y, tenía el sorbeto ya dentro del vaso, se podía notar que lo habían movido por la marca en el sorbeto. Suelo ser muy observador en esos pequeños detalles.
Actué normal y traté de buscarle conversación.
—Su hija es una persona maravillosa. Ella no merece esto que está sucediendo, quisiera poder hacer algo para que aparezca.
—Solo esperar y tener paciencia, eso es lo que se puede hacer. Investigare todo lo que pueda, porque debo encontrar a mi hija.
—Si necesita algo más, no dude en avisarme.
—Avísame también, muchacho. ¿No tomarás del jugo?
—Claro—lo acerqué a mi boca, y fingí haberle dado un sorbo.
El olor que emergió del jugo, confirmó mis sospechas. Estoy seguro que no es sólo una pastilla, sino dos. ¿Tantas ganas tiene de lastimarme?
—¿Cuánto llevas saliendo con mi hija?
—Casi un mes.
—Es poco tiempo.
—Espero me permita estar con su hija por mucho tiempo más, le aseguro que la quiero de verdad.
Él debía estar esperando que me surgiera algún tipo de efecto. Si mandó a excederse de cantidad, es porque no quiere perder tiempo.
Acerqué el teléfono y miré la hora. Continuamos hablando y seguía fingiendo que estaba tomando del vaso. En realidad, el jugo no había tenido contacto con mis labios, si lo hago pierdo.
De momento fingí sentirme mareado.
—Me tengo que ir, Señor. Mi madre debe estar esperándome — me levanté de la mesa e hice como si me sintiera muy mal.
Estaba esperando que actuara. Se supone que ahora dé la excusa de que va a llevarme a la escuela o a mi casa, y me llevará a otra parte.
Estaba esperando eso, no quería tratar de huir. Quiero salir de este problema ¿Y qué mejor que deshacerme de este maldito viejo?
—¿Te encuentras bien, muchacho?— se levantó de la mesa, y me ayudó a caminar al auto—. Te llevaré a tu casa. ¿Dónde vives?
Fingí perder el conocimiento y él me acomodó en el asiento trasero.
—Listo, ya sabes que hacer— le dijo al chófer.
Es el viejo más imbécil que he conocido en la vida.
Manejaron por un largo tiempo, hasta que sentí el auto detenerse. Me bajaron del auto y me arrastraron hasta sentarme en una silla. Fue cuando abrí lentamente mis ojos, y miré alrededor. Sworth estaba con un balde de agua fría en mano y me lo tiró encima; el hombre que estaba aguantándome por ambos hombros, me sujetó fuertemente.
Abrí mis ojos completamente y fingí una tono de voz débil.
—¿Qué sucede? ¿Dónde estoy?— pregunté.
Miré alrededor de la habitación, y me di cuenta que solo eran él y ese hombre que me sujetaba. Eso es algo a mi favor. Muerto el perro se acabó la rabia. Estaría fallando en los planes de mi padre, pero no me importa. ¿Qué mejor excusa que decirle que mi vida estaba en peligro? Estoy seguro que va a perdonarme por esto.
—¿Ahora me dirás dónde la tienes? ¿Dónde tienes a mi hija?
—¿De qué habla, señor? ¿Qué hago aquí? ¿Quiénes son ustedes?
Me dio un puño en la cara y eso me hizo enojar. Escupí sangre en el suelo. Ese viejo es fuerte, pero no más que yo.