Akira
—¿Cómo te están tratando, querida?— le pregunté a Hisa.
—Sácame de aquí— me rogó en lágrimas.
—Lo haré, pero cuando hagas algo para mí primero.
—¿Qué quieres?
—Te grabaré para que le confieses a mi hermano que ese mocoso es de él. No es nada difícil, ¿Verdad?
—Yo no quiero decirle y tú lo sabes, Akira.
—Bueno, ¿Quieres que te deje aquí, y se sigan divirtiendo contigo?
—Akira, por favor — me rogó en llanto.
—No, hasta que hagas lo que te pido.
—¿Solo eso, y me dejarás ver a mi hijo?
—Si, lo haré. Te diré todo lo que vas a decir en el vídeo y lo vas a memorizar, ¿Está bien?— asintió con su cabeza—. Buena chica. Sabía que iba a poder contar contigo.
Grabaron el vídeo que tanto quería, ella hizo todo lo que le ordené.
—Ya terminamos la sección, Hisa.
—Déjame ir de aquí y ver a mi hijo.
—Verás a tu hijo, pero más adelante, y en el cielo. Quédate esperándolo, que mi hermano mismo te lo enviará más adelante.
—¡Akira, no!— le disparé en la cabeza, antes de que pudiera levantarse.
—Ya saben qué hacer con ella.
—Sí, señor.
Llamada telefónica
—¿Consiguieron la casa?— le pregunté a mi empleado.
—Sí, sus hijos están bien cuidados. ¿Aún quiere que los vigilemos?
—¿Para eso les pago no? No sé alejen de ahí. Cualquier cosa que vean o pase, no duden en notificarme.
—Como ordene, señor—colgué la llamada.
Lisa
A la mañana siguiente
Estaba sumamente agotada, el bebé no me dejó dormir durante toda la noche. Estuvo llorando mucho y lo metí a la cama conmigo, pero aún así lloraba más. Creo que lo tendré que llevar al médico o algo, no sé si sea porque su mamá no está y la extraña. Llamé a la oficina, y Akira respondió en su extensión.
—El bebé está llorando y nada lo calma, ¿Cómo hago para llevarlo al hospital o que lo atienda un doctor?
—Yo salgo para allá.
—No era para eso...—colgó la llamada antes de terminar de decirlo.
No puedo llevarlo a un médico porque no tengo sus papeles, tampoco conozco de un médico privado de confianza que venga a verlo, por eso tuve que acudir a Akira. Ni siquiera tengo su número de teléfono personal ahora, ya que el otro lo había cambiado.
Traté de calmarlo toda la noche y mis intentos eran en vano, ahora era lo mismo. Akira llegó a la casa y vino directo a mi habitación.
—¿Qué sucede con el bebé?— preguntó, y le expliqué lo que estaba sucediendo—. ¿Tiene fiebre?
—No, no ha tenido ninguna. Debe extrañar a su mamá.
—Su madre ahora eres tú.
—No lo soy.
—Ya no se puede hacer nada. Llamaré al doctor.
—¿Qué te sucede?—le pregunté, ya que su actitud se notaba extraña.
—¿De qué?
—Estás raro.
—No pasa nada, solo llamaré al médico— buscó su teléfono y lo llamó.
Me acosté en la cama con el bebé y lo acerqué a mi, tratando de darle calor, pero seguía llorando. Akira terminó en el teléfono y se metió a la cama.
—¿Qué crees que haces?— se quedó en silencio y se acercó lo más que pudo a los dos, llevó su mano a la espalda del bebé y sin querer rozó mi mano, a lo que desvié la mirada y dejé la mano ahí; no por él, sino por el bebé. Le dio suaves palmadas en su espalda y el bebé se quedó rendido. Se durmió bien rápido, al parecer estaba sumamente cansado. Luego de eso, Akira me miró fijamente.
—Intenté de todo anoche, lo juro.
—¿No habrás usado esto de excusa para verme?— preguntó burlón.
—Claro que no— respondí molesta.
—Te ves cansada— se levantó de la cama.
—¿A dónde vas? No dejarás el bebé así, ¿Verdad?
Caminó hacia el lado de mi cama donde estaba yo y se acostó a mi espalda.
—¿Qué estás haciendo?— pregunté nerviosa al sentirlo tan cerca.
—¿Necesitas unas suaves palmaditas para tener dulces sueños?—me preguntó cerca del oído.
—¡Idiota!—la piel se me erizó.
—Me parece que si, corderito—bajó el manguillo de mi pijama y besó mi hombro.
—Detente, Akira.
Akira
«No la presiones, no la obligues a algo que ella no quiere, o terminarás por perderla»
Lisa
—Descansa, que no has dormido nada. Cuando venga el médico y hago lo que tenga que hacer, no vayas al trabajo hoy.
—Tu tampoco deberías ir nuevamente. ¿Te encontraste con el detective?
—No, pero no le tengo miedo. Tengo que ver su rostro de igual forma.
El problema es con Akira, y si está solo ahí, quien sabe lo que suceda. No puedo negarlo, por más que trato me sigue importando lo que le pase.
—Quédate conmigo, Akira.
—¿Y ese cambio tan repentino?
—Solo a dormir.
—Con una condición.
—¿Condición?
—Que duermas conmigo todos los días, no hablo de llegar al otro punto, más bien, solo de dormir.
—Eso es inusual de ti. ¿Por qué tendría que hacerlo?
—Porque se que podrás dormir bien y yo también, así como solíamos hacerlo antes. Cuando me tirabas tu pierna por encima de la mía o cuando acostabas tu cabeza en mi pecho...
—Cállate, no digas más— tartamudeé.
—¿Te avergüenza?
—No, solo no quiero escuchar más.
—Esta bien—puso su mano alrededor de mi cintura—. Me quedaré, pero quiero tenerte así de cerca.
—Akira... — mi rostro se calentó al sentir su cercanía.
—Déjame hacer solo esto por hoy, por favor.
No sé qué sucede con Akira, pero está actuando extraño. Él no es así.